C08 || CREE EN MÍ

Las personas de hoy en día han perdido su capacidad empática y compasiva, no todas, pero en su gran mayoría.

Una vez en la primaria una chica pasó a mi lado, estaba corriendo metida en su burbuja y el impacto de su cuerpo contra al mío fue tan fuerte que terminé de culo sobre el suelo. Ella no se detuvo, no se disculpó, siguió su camino como si nunca hubiese sucedido. Las personas a mi alrededor no me socorrieron, al caso que ni los necesitaba. Me incorporé sacudiendo mi trasero con la palma de mis manos y recogí los libros, la mochila y mi orgullo echando a andar con la nariz tocando el cielo.

Ese día entendí que ya no somos aquellos aborígenes que trabajaban en equipo apoyándose unos a otros para prosperar. Ahora cada cual va por su rumbo, pisoteando y aplastando a quien le estorba o a aquellos que son invisibles, como yo. Entonces, no hice de esa experiencia una moda a seguir, al contrario, dentro de mi invisibilidad ayudé discretamente a todos los que de una forma u otra lo necesitaban. Si, recibí algunos golpes de realidad, pero, ¿por qué debía cambiar mi forma de ser y ver el mundo porque otros no tuvieran esa capacidad?

Eso nos lleva a este momento donde mi corazón martillea dentro de mi pecho advirtiendo sobre la tormenta, no le temo a ella, temo perderme dentro y no llegar a tiempo.

Camino desesperada de un lado a otro, barriendo la escuela en búsqueda de Alexia o lo que sea que clasifique a ese cuerpo. Mientras yo observo por todos lados apoyándome en la excelencia de mi visión, Ryker le pregunta a otros si la han visto. Nadie lo ha hecho. Pruebo en la biblioteca, pero eso era ilógico hasta pensarlo, obviamente ahí no estaba. No me detengo, siento que llego tarde, que ocurrirá algo malo. No llegaré a tiempo para salvarla.

Descanso mi espalda contra la pared que delimita el final del pasillo perdiendo con frustración los dedos entre mis cortas hebras rojas.

—No está por ningún lado. —El tono cansado de Ryker me trae de regreso y noto que ha seguido cada uno de mis pasos.

Sonrío aún cuando no debería.

—Queda un sitio. —Y efectivamente.

El auto rosa Barbie de Alexia está rodeado por sus dos amigas y uno de los colegas del chico que me acompaña como si fuese mi sombra. Me acerco a paso apresurado manteniéndome al lado de Ryker, ellos no me conocen ni yo a ellos y no me apetece pasar un mal rato.

—Planeo follarlo en diez posiciones diferentes.

Ahí está de nuevo, conversando con sus amigos entretanto enreda un mechón rubio oxigenado en su dedo índice. La atención de todos recae en nosotros cuando estamos en su campo visual inmediato, la sonrisa de Alexia crece y yo solo espero que sus palabras anteriores no incluyan a mi chico del paraguas.

Le doy una mirada furtiva a Ryker casi suplicándole que sea él quien hable.

—¿Estás bien, Alexia? —Su tono de voz es neutral al igual que su expresión y eso me brinda una rara tranquilidad.

—Ahora que te veo no puedo estar mejor.

Bien, ¡a la mierda la tranquilidad! Batallo para mantenerme inexpresiva obteniendo éxito, al menos es lo que otros pueden ver.

—Si, tú dirías algo como eso. —Se ríe.

Bien, no ha sido nada, solo se rió. No es nada de lo que me deba preocupar, menos ahora que no tenemos definición, ni amigos ni un carajo.

—No te he mensajeado hoy porque el profesor de Matemáticas me confiscó el celular —dice la rubia—. En la tarde lo recuperaré y hablaremos.

Respiro hondo tomando a Ryker por el antebrazo y apartándolo del lugar. La mirada y sonrisa descarada de Alexia no vacila hirviéndome hasta la última partícula de sangre.

—Te dije que todo estaba bien —dice con una ceja enarcada. Todo su rostro grita "paranoica"

—Deja de hacer eso. —Lo fulmino con la mirada—. Yo estoy segura de lo que vi y no era ella en ese estado.

La ansiedad toma mi pie derecho haciéndolo temblar.

—Mírame. —Atrapo cada lado de su rostro con mis manos cuando desvía la vista a otro sitio. —¿No me crees?

—Livi, tú misma la viste. Está perfecta. —Hace una pausa para sonreír maliciosamente—. Detente, ¿todo este teatro fue una forma de acercarte a mí?

—¿Qué? —No doy crédito a lo que escucho, pero, ¿qué clase de nivel de ego es este?

Alejo mis manos de su rostro apretando los labios.

—Vete a la mierda, Ryker.

Esquivo mi brazo de su tacto cuando intenta tomarme y lo último que escucho es a uno de sus amigos antes de desaparecer de sus alrededores.

—¡Fiesta en mi casa el miércoles, machote!

Que lo jodan. A él y a todos sus amiguitos superficiales.

Ni siquiera vino tras de mí, se quedó con ella y eso demuestra con quien quiere estar. Claro, ¿quien iba a querer compartir su tiempo con la loca que ve cosa donde no las hay? Me detengo frente a la entrada del instituto, ubicándome en tiempo y espacio, cuando noto que hace más de treinta minutos que terminaron las clases. He perdido mucho tiempo en dos personas que no se lo merecen.

El cielo tupido anuncia a gritos la proximidad de lo que promete ser un buen chaparrón. Me apresuro a salir de los alrededores del instituto cuando un paraguas me cubre la cabeza. El corazón se me acelera, por mucho que quiera contenerlo y permanecer enojada una sonrisa real se me escapa. Sí, vino. Me vuelvo para encontrarme con la primavera de sus verdes ojos hallando algo completamente diferente, un azul marino profundo.

Mantengo al sonrisa contra todo pronóstico.

—Hola, Endrie. —Inclino un poco mi cabeza hacia un lado.

—Hola, Livi. —saluda—. Te acompaño a casa para que no te mojes.

Niego con la cabeza.

—No iré a casa. Gracias por el ofrecimiento.

Abandono su paraguas sintiéndome infiel. De verdad, que mi cabeza debe tener algún trauma. Procedo a caminar abandonándolo atrás y me siento mal por rechazar a la única persona que ha demostrado apreciar mi compañía.

Volteo.

—Puedes acompañarme hasta la avenida, tomaré el bus ahí.

Está completamente descartada la idea de acompañarme a casa o Jasmine nos matará a los dos. A él por verme y conmigo no hace falta explicación.

Se acerca, bajo su paraguas, adentrando una mano al bolsillo delantero de su pantalón. Me sonríe y se siente bonito causar ese tipo de alegrías en una persona. Cuando no estás feliz e intentas hacer feliz a otros, la vida te lo agradece.

—He coleccionado algunos chistes malos.

—Debemos guárdalos para la clase de física —bromeo.

Me mantengo fuera del paraguas como si guardara un lugar, pero la verdad me siento muy incómoda escampando bajo un paraguas que no simula un cielo nocturno mágico y no lo lleva un chico que me saca poco más de diez centímetro de altura. Endrie es casi de mi tamaño, apuesto a que es una bobada más alto de los 1.70cm.

—Hoy te saltaste la clase. —Lo veo y está observándome con interés. Me incomoda que cuando se concentra salta un tic en su ojo izquierdo—. No le dije a la profe que te había visto, así que puedes inventarte cualquier historia.

Carraspeo antes de hablar envolviendo mi cara en una seriedad inquietante.

—Profe, no me va a creer. Mi perrito me siguió hasta la escuela. —Actúo como si estuviese hablando frente a la profesora—. Y en el camino se torció una pata por lo que tuve que llevarlo al veterinario, pero resulta que el veterinario había ido a llevar a su hijo a la escuela. Tuve que esperar a que el veterinario volviera, luego hacer la fila y cuando por fin salí de allí, llevé a mi perrito a casa. Entonces, crucé la calle sin mirar y que me atropella un carro.

Se carcajea haciendo acopio de su pésimo gusto para la comedia.

—Para cuando llego al veterinario me dicen que ahí no atienden persona, ¿puedes creerlo? —Hago un puchero y él sigue riendo sin detenerse—. Oye, de humorista de muero de hambre, pero tu de amigo eres cien de diez.

Llegamos a la parada más rápido de lo que me esperaba.

—Lo dices porque no te puedes ver. —Sigue riendo. Es un poco escandaloso para mi gusto, pero trato de no darle importancia—. Tienes una forma peculiar de contar las cosas, haces un juego de gestos chistosos y el tono exagerado.

Me acerco a una de las bancas sin espaldar descansando mi trasero en ella.

—Yo que me consideraba aburrida.

—Cuando hablas de física si me das vibras de la señora Mildred.

—Ella es muy inteligente —respondo con aires de grandeza.

—¿Te enorgullecen que te comparen con una anciana con aspecto de pasa y un pie en el ataúd? —me observa como si estuviese loca.

—Esa señora tiene un cerebro de oro, si vieras más allá de su físico y su disfonía espasmódica encontrarías un cerebro de oro. Esa mujer ni siquiera mira un libro cuando da la clase y escribe tan rápido que a veces dudo de la veracidad de sus palabras.

Volteo en su encuentro para sorprenderlo mirándome con algo parecido a la fascinación. El corazón se me incendia en llamas porque es la misma mirada que me da mi madre cuando expongo un tema y ella está de acuerdo conmigo. Cuando no, me dice que "es mi madre y no puedo discutir con ella", yo digo que es trampa, pero no puedo discutir con ella.

—¿Me pasas tu número? —me pregunta y le sonrío medio divertida.

—Creerás que soy un bicho raro, pero nunca he tenido uno de esos. Mi madre cree que no son saludables.

Meso los pies que me quedan colgando del alto banco de adelante hacia atrás. Espero a que me diga que soy una mentirosa o que lo piense y decida irse porque no creo que sea lo suficientemente genial para obtener mi número, pero al contrario de eso me codea antes de hablar.

—Eres muy rara y eso te hace genial, no me malinterpretes. —Le da un pequeño estirón a sus labios como diciendo "joder, la cagué" y continúa—. Es solo que no eres  como el resto de las chicas del instituto. No estas consumida por el vicio electrónico y miras más allá del físico. Eso es increíble. Quisiera que hubiesen más personas como tú.

Muerdo mi labio antes de explayarlos en una sonrisa genuina.

—Gracias. —Ni siquiera debo pensarlo—. Pensé que no me creerías, es tan raro que alguien de nuestra edad no tenga un celular.

—No creo que seas una persona de mentir. No, deja explicarme mejor —se corrige—. No te conozco a fondo y puedes ser una maestra en el arte del engaño, pero me pareces una persona directa que no miente por el pleno placer.

Un nudo se me atasca en la garganta impidiéndome siquiera pensar. Sus palabras llegan directamente hasta mi pecho, no para hincharlo de afecto, sino para instalar un dolor permanente que me sofoca. Él pudo ver eso y otra persona solo dudó de mí. Si bien las circunstancias no se asemejan duele el hecho de saber que no creyó en mí.

Me despido de Endrie cuando llega mi bus. El que esté rebosado de personas me dificulta lo que yo llamo disfrutar del tour, porque no he visto un bus que de más vueltas que este. Con el pasar de las paradas los asientos se van vaciando y tomo uno cuando veo la oportunidad.

Llego a casa más temprano de lo usual. Mamá está trabajando todavía y con la excusa de mantener mi cabeza ocupada paso la aspiradora de medio palo que ha comprado mamá, recojo y organizo la ropa limpia colgada en la tendedera, ordeno la casa y adelanto la comida para que mi madre pueda descansar.

Mi mirada recae en el retrato mediano en medio de la sala y se requiere de todo mi esfuerzo para no romper a llorar. Lo extraño, pero más que extrañarlo me pesa el que no esté con nosotras, por eso intento hacer cosas por mamá, intento enmendar mis errores siendo una hija atenta.

Ya no sé si vale la pena romper las reglas por alguien que no cree en mí, por alguien que no me eligió. Sintiéndome la peor hija del mundo al decepcionar secretamente a mi madre no me tomo tiempo ni para pintar. Dedico todo mi fin de semana a cuidarla, consentirla y pasar tiempo de calidad con ella. Ciertamente, ella es mi mundo y no me atrevo culparla por no permitirme vivir, sino sobrevivir.

El fin de semana pasa volando. No me acerco al parque y aún así, en un abrir y cerrar de ojos es lunes. Mi madre trenza dos francesas en la insuficiente longitud de mi cabello, a duras penas llegan a mis hombros. Desayunamos juntas para luego dejarme más cerca de la escuela puesto que el clima promete destrozarte si andas mucho tiempo a pie y yo solo miro el cielo gris catástrofe lleno de malos augurios.

A dos calles de la escuela me deja ir lanzándome un beso con la mano, se lo devuelvo y abro el paraguas yendo en dirección a la escuela. Aún sigo resentida con Ryker por su comportamiento de mierda el viernes.

A ver, deja me explico. No estoy segura de si estoy decepcionada con él por haber dudado de mi cordura o conmigo por permitir que me afecte al punto de arrastrar los pies al caminar.

«Es solo un desconocido» me convenzo.

No es hasta llegar a la escuela que descubro la verdadera causa del desasosiego, en su gran mayoría no pertenecía a quien se lo achacaba. La multitud de estudiantes alrededor de la entrada junto con mi invisibilidad me restan eficacia y tardo aproximadamente cinco minutos en llegar a mi destino.

El corazón se me cae al piso junto a mis hombros, siento en mis ojos ese escozor nada familiar al leer las letras impresas en la hoja de papel.

DESAPARECIDA

Alexia Andrade, estudiante de último año de instituto, 17 años de edad.

Su foto aparece en el centro.

Me maldigo una y otra vez. Yo sabía que algo estaba mal, yo sabía que su comportamiento no era normal y aún así no hice nada por ella.

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Catastrófico capítulo dedicado a: Maelis001

¡Hola, hola!

CAPÍTULO SORPRESA POR LAS 1K DE LEÍDAS.

Estoy mega feliz porque ha sido muy poquito tiempo desde que la publiqué 😍 y ya tenemos 1k. Es todo gracias a ustedes que me leen y apoyan.

Los amito muchísimo.

Hasta mñn.


[este primero las representa mucho]

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