C05 || ROJITA EN ACCIÓN

La ansiedad es una perra ponzoñosa que te come de adentro hacia afuera, te destruye lento, pero seguro. La ansiedad me ha obligado a contar las 79 horas con 45 minutos que han pasado desde la última vez que me habló. El dijo "eres libre de mí ", jodidamente lo dijo, y se marchó.

Las primeras horas no estaba preocupada por ello, aunque si tenía cierto desazón, estaba segura de que no se rendiría. Dos días me costó destacar su cualidad incesante de persistencia, no acepta un no y yo no quería dárselo.

Ese día llevaba unas ojeras de muerte porque había pasado toda la noche hecha un lío con sus promesas en la cabeza, separando lo correcto de lo que no y decidiendo cuáles reglas podía romper. Si no hubiese sido por lo que ví...

No, él es solo mi amigo, nada más.

Pero, joder, es una mierda sentir fuerte y claro y no poder reclamar. Me dió acidez verlo en ese auto color rosa-soy-una-Barbie. Ella lo tomó y yo solo debo conformarme con su amistad. ¿Por qué me vió? ¿Por qué él? Y sobre todo, ¿por qué no llegué antes?

Aprieto el cisne de Cristal en mi mano recordando como me ignoró por los pasillos, en las clases, él solo pasaba por allí como si no me viera. ¡Él malditamente no me estaba viendo! Entonces, estaba esa rubia hueca junto a él mirándolo de esa forma en la que de seguro lo miro yo. Sus sonrisas coquetas y la forma en la que se toca el cabello cuando está cerca. Bien, si, la he observado mucho, no es sano, pero necesito estudiar áreas enemigas.

No haré ningún movimiento, aún.

La obsesión solo ahuyenta a las personas, las cadenas las asustan, pero lo quiero encerrar dentro de mi armario. Verlo, darle de comer, bañarlo, hablarle, yo y solo yo.

¿Cómo se atreve a ignorarme?

—Livi. —Mi nombre sale en un regaño. Alzo la vista y veo el cuerpo delgaducho de mamá erguido frente a mí con las manos en las caderas y la temida mirada reprobatoria—. Si sigues asiendo el cisne terminarás por romperlo.

Asiento en respuesta. Dejo el cisne de lado siendo con este el último de la colección de adornos junto al televisor. Tomo una cubeta y el trampeador para limpiar la casa que mi madre ha barrido. Paso la frazada mojada por el suelo recogiendo la mugre, de un lado a otro, quizás un poco más fuerte de lo necesario como si fuese la cara de cierta rubia. Entonces, la imagino, su cara en el piso de mi casa siendo trapeada por mí.

Toma esa.

—Livi —alza la voz mi madre—. ¿Qué sucede contigo hoy? Estás desconcentrada y no es propio de ti. Llevas un buen rato ya pasando el trapeador por el mismo sitio, tal parece está mugriento.

—Quien sabe. —Me encojo de hombros.

Observo afuera. La lluvia cayendo me pone a maltratar la madera entre mis dedos con los recuerdos que surgen, él y su paraguas. Él y su perro. Él y esa belleza masculina que me da piernas de gelatina, y odio la gelatina.

—Dame eso. —Mi madre arranca el trapeador de mis manos con una expresión severa—. No sé que te sucede hoy, pero solo me estás retrasando.

—Lo siento, mamá.

Intento recuperar mi herramienta de trabajo, pero me la arrebata.

—Vete a dormir que tienes unas ojeras terribles y piensa un poco en todo lo que hemos pasado, no vayas a joderlo todo.

—¿De qué...?

—Espero equivocarme y que tus ojeras no sean producto de romper mis normas —declara mirando severa y no hay nada que pueda decir sin echarme al agua.

Me voy a mi habitación a desaforar la rabia en un cuadro de un cielo al ocaso, el arrebol está presente en el tono de la rabia, implacable. El color me altera más y reproduzco alguna canción en la radio reemplazando el lienzo anterior por uno en blanco, un nuevo comienzo.

Ooh-ooh, ooh-ooh

My bad habits lеad to you

Ooh-ooh, ooh-ooh

My bad habits lead to you

Me detengo en un cielo muy azul, nubes escasas, una luz proveniente de un cuerpo inteligible. Hay tanta paz ahí.

«Mis malos hábitos me llevan a ti»

Mis malos hábitos de huir y ocultarme me lleva de vuelta a la única persona que me ve, que me vió cuando nadie más. Quiero ser invisible, pero el está ahí todo el tiempo para recordarme que puede verme y duele si no me ve.

¿Por qué si me veías ya no me ves?

No es suficiente querer para lograr lo que te propones. Tantos factores influyen y truncan la llegada a la meta, pero aquí estoy yo para intentarlo. Nunca tuve algo mío y ahora que parece verme no lo voy a dejar ir. Así sea en forma de amigo.

Apago la música que ha comenzado a atormentarme, la luz exterior se ha extinguido y no me queda más que bañarme para alcanzar a mamá en la cena.

—¿Mejor? —dice cuando me siento a su lado en la mesa del comedor.

—Solo es cansancio —me excuso falsamente—. Las materias en este instituto son muy difíciles.

—Entiendo. —Lo acompaña con un asentimiento y continúa comiendo de su sopa.

El hecho de que no ahondara en el tema no significa que se haya creído el cuento, pero mientras no pregunte más estaré a salvo, solo debo esconder mejor mis sentimientos. A fin de cuentas es lo que ella siempre me ha pedido: disfrazar y actuar.

Luces, cámaras y acción.

Al otro día estoy como nueva. Secretamente tomé pastillas para descansar y parece haber funcionado. Adiós a las ojeras, hola al buen humor más real que he fingido. Desayuno animada comiendo de mis tostadas con mantequilla entretanto comparto opiniones con ella sobre una película que vimos hace mucho tiempo. Si bien yo soy más de libros mi mamá es netamente de películas, dudo que exista alguna buena película que no haya visto ya. Por mi parte me entretengo haciéndola feliz, es tan sencillo solo ver la peli y luego comentar nuestras opiniones que siempre chocan, solo hemos estado de acuerdo en que Jack, el del Titanic podía haberse salvado si la protagonista lo hubiese ayudado en lugar de solo pedir ayuda como si fuese manca.

Única vez.

Beso su mejilla antes de abandonar el auto para transitar mis diez calles hasta la escuela comiendo de la dona en mi mano. Imagino a un chico posándose a mi lado con una sombrilla en tonos violáceos y azules cubriéndome de la llovizna que cae, pero solo soy yo sosteniendo mi propio paraguas de color negro.

Me recogí la mitad del pelo en un peinado estilo aesthetic manteniendo algunos mechones delanteros sueltos. Puede que quisiera provocarlo, solo un poco.

El estacionamiento de la escuela me recibe y vislumbro cierto auto rosa sin su dueña. ¿Puedo lanzarle huevos? Bien, eso no es muy maduro de mi parte. Repaso exhaustivamente el panorama buscando unos ojos verdes vivos que no logro ver.

Desisto de ello y me adentro al instituto perdiéndome en los pasillos llenos de estudiantes. Lo favorable de ser invisible es que puedes observar el comportamiento de otros con detenimiento y ellos no te notarán, lo que no se sabe no daña. De paso nadie dirá que soy una psicópata, ya saben, la gente y su apego por usar palabras que ni al caso solo porque parecen más interesantes.

Los tres últimos días los he dedicado a eso, observar y memorizar. Con detenimiento puedo destacar algo bueno y algo malo de la mayoría de los estudiantes y sin miedo al éxito resumo que la mayoría son adictos al celular, el otro por ciento también lo son, pero más discretos. Incluso he notado como la famosa Alexia y sus amigas se mensajean entre ellas aún estando una al lado de la otra.

La tecnología es una herramienta que ha modificado la forma en que la sociedad se desenvuelve, ha sustituido voces por textos. La tecnología y la vida humana no pueden ser separadas.

Y aquí estoy yo que no he tocado un celular en mi vida.

Suspiro y avanzo.

Pierdo de vista el trío entusiasta de chicas y me voy a mi clase de matemáticas. Pongo todo de mí para estar concentrada en la clase, pero los pensamientos se me van hasta cierto lugar, más bien hasta cierta persona sin que pueda evitarlo haciendo algo de lo cual no me siento orgullosa.

—Permiso. —Levanto la mano. La profesora asiente en mi dirección instándome a continuar—. Puedo ir al baño, es que me siento fatal.

Llevo mi mano al estómago volviendo mi acto más teatral y estrangulo mi rostro en un gesto de puro dolor. Mamá estaría tan decepcionada. Tomando mis cosas salgo del salón, camino entre los pasillos hasta unas escaleras alejadas y corto un trozo de papel de mi libreta dejando un claro mensaje:

«Encuéntrame en el vestuario de las chicas. Rojita.»

Busco al chico de primer año que me entregó la última nota que me envió, le pido de favor se la entregue lo antes posible y me quedo esperando largos minutos después de oír sonar la campana. Sentada en el banco mi pierna no deja de moverse como si me estuviera dando el mal de párkinson y no distingo si estoy sudando por los nervios o debido al calor infernal en este lugar.

Nada.

Ha pasado toda una maldita hora y él no apareció. Bien, no me pienso rendir. Él insistió mucho por mí, puedo intentar una vez más por él. La campana suena otra vez anunciando los minutos libres y busco su próxima clase, casualmente es la única clase que compartimos. Entro al aula ante que cualquier alumno y cierro la puerta para no exponerme. Tomo el marcador de la pizarra rotulando en el espacio en blanco:

«Ahora eres tú quien huye. Puedo verte,
Rojita»

Sonrío triunfante con la perfección de mi letra de molde y la frase tan genial. Bien, puede que no sea tan genial, pero me encanta, siento que tiene como ese toque nuestro. Entreabro la puerta del salón y tomo asiento en cualquier lugar apartado de la pizarra. Los alumnos comienzan a llegar abarrotando el lugar con voces, pasos y miles de sonidos que me entretienen. No me gusta el silencio o un poco sí, pero silencio sin soledad.

Los murmullos sobre la frase en la pizarra no se hacen esperar sacando conjeturas sobre el destinatario y el destino. No me incluyen jamás porque hice bien mi tarea y no me ven. Desde que anuncié soy fan de la física y la química todos acá dejaron de verme, menos él. A él jamás le importó cuando lo alejé o cuan rara soy en términos sociales.

El corazón se me acelera cuando lo veo entrar con su aura electrizante, su cuerpo trabajado y esa barba de una semana que adorna su rostro sirviendo de accesorio a sus labios rellenos. El estómago se me encoge al verlo con ella, no importa la cantidad de personas que tenga al rededor si sé que ella está entre esos miles. Su atención va directo a la pizarra y si sintió algo al verlo no lo demuestra, solo mueve los ojos hasta el sitio donde me siento como si siempre hubiese sabido que es donde me encuentro. Me escruta con su mirada, luego Alexia llama su atención y vuelve a ella como si yo nunca hubiese estado aquí.

Ya no estoy.

¿Por qué me duele tanto no estar? Si antes no existía para nadie más no debe importarme que él ni siquiera me registre, ¿cierto?

Suspiro con pesadez volviendo mi atención a los apuntes regados. Soy el tipo de estudiante que tiene todo organizado dentro de su reguero y todas mis clases se encuentran en la misma libreta. Al final del día obtengo las mejores notas, no se asusten.

Entre una clase y otra, una ignorada y otra pasan las horas hasta llegar al final del día. Puesto que me di una vuelta por el campo, inocentemente y noté que estaban practicando deportes, o lo que se traduce a jugar fútbol, me aventuro a intentarlo por última vez. Me acerco al espejo más alargado del vestuario tomando la bolsa de maquillaje que me acompaña a todos lados en caso de emergencia y utilizo mi labial rojo para dejar mi último mensaje:

«No tengo paraguas para volver a casa,
Rojita.»

Esto es un maldito ultimátum. Hay una delgada línea entre luchar y rebajarse y no pienso malditamente cruzarla. Me apresuro a salir antes de ser atrapada infraganti caminando hacia la salida de la escuela. Me quedo ahí observando el típico cielo tupido de la ciudad, atrapada en la divinidad de la lluvia que devasta y tranquiliza de igual forma. Tiene la posibilidad de ser tanto como quiere y yo me encuentro queriendo ser como ella.

Los minutos no se detienen ni se realentizan, la esperanzas se las lleva el tiempo perdido y las nubes no lo contienen más dejando salir todo el peso en su interior.

No pasa nada. Alguien más me verá.

Inclino la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados lista para recibir el impacto de las gotas de agua en mi cara, pero no sucede a pesar de sentir la lluvia caer. Abro los ojos buscando que está mal cuando veo el paraguas bicolor con puntos blancos como estrellas.

Vuelvo mi cabeza su lugar con el corazón acelerado y me volteo hacia la derecha encontrando al chico de paraguas como siempre salvándome el día.

Ahí está de pie a mi lado derritiéndome con su sonrisa.

||~𑁍~~𑁍~||~𑁍~♡~𑁍~||~𑁍~~𑁍~||

Capítulo dedicado a Al_m06_

¡Hola, hola!

¿Qué pasará después? No lo sabemos.

Díganme que creen del desarrollo de la historia🌚, ¿qué les parece?

Nos vemos el martes.

Los amito mucho.

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