Capítulo 3 (El Lobo Y La Luna)
Día 3.- El Lobo Y La Luna:
Existe una leyenda antigua que cuenta como en un anoche oscura, luna descendió hasta la tierra para descubrir sus misterios pero, al jugar entre los árboles, al luna se enredó con sus ramas. Fue un lobo quien la libero, y durante toda la noche, la luna y el lobo compartieron historias, juegos y diversión.
Espero lo disfruten mucho, advierto que contiene lemon del bueno.
Así que disfruten la lectura.
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¿Alguna vez has escuchado la historia del lobo y la luna?
Si no es así, te lo quiero contar.
Veras... El origen es desconocido, solo se sabe que ha pasado de boca en boca, generaciones antiguas hablan de una extraña razón que los jóvenes a veces no entienden.
¿Por qué la luna le aúlla a la luna?
Bueno... ocurrió hace tantos siglos... Que ya nadie recuerda...
Existió un joven hombre, de cabellos cerúleos, piel aperlada, de presencia imponente, sonrisa alegre, cuerpo esbelto y musculoso.
Solo era un siempre humano, un campesino de una región que ya no existe siquiera.
Trabajador y algo coqueto, pero no pasaba más allá de algunos cumplidos inocentes a sus pares y contemporáneos, pero... Nadie en si obtenía su corazón.
Pues, en realidad ese hombre, de nombre Milo, ya tenía a alguien a quien amar, un ser que cada noche veía y amaba en secreto.
Durante las noches, él siempre da paseos nocturnos, eran sus momentos de relajación en donde se sentía acompañado por aquel satélite natural. Milo sonreirá para la luna, la admiraba y contemplaba con dicha la hermosura que poseía, tan enorme es... Y con su sola presencia lo llenaba de paz.
Nunca permitía que alguien lo acompañara en estos momentos, pues prefería dedicarle ese tiempo solo a la luna, con ella se sentía unido y quería que así fuera para siempre.
¿Cuantas noches paso en su cabaña, en aquel pueblo, y por la ventana admiraba a ese lindo satélite, que nunca dejaba de darle su brillo, incluso en la época de los cambios, en donde menguaba, se volvió nueva y se ocultaba, él esperaba verla por completo con esmera paciencia?
Se podría decir que se enamoró de la luna, pero no imaginaba que se estuviera enamorando de ella, ya que sentía que lo inspiraba una sensación de satisfacción y paz.
Sin embargo, entendió todos sus sentimientos, cuando en una noche de luna llena, mientras había subido a la montaña para cortar bambús, alegre tarareaba una canción desconocida, su trabajo lo hacía con tal alegría y fuerza que no se le hacía pesado, no llevaba camisa, solo su pantalón oscuro de trabajo, se podía ver su bien trabajado y fuerte tórax y abdomen, estando aperlado de sudor.
Por muy coqueta actitud que tenga, a él realmente no le gustan las miradas indecentes a su cuerpo, prefiere para esto trabajar mejor solo, suficiente tiene con que lo admiraren tanto en el pueblo, pero nunca acepto los halagos indiscretos.
Pero a pesar de su soledad humana, siempre se ha sentido acompañado por la bella luna, que parecía seguir sus movimiento, él le comenzó a cantar una canción suave, solo para ella, dedicada a su belleza, a lo que le hacía sentir.
Podría a ver sido una declaración de amor, de un hombre enamorado de la luna. Se sentía feliz de hacerlo.
Hasta que la luna, no pudo más guardar silencio.
Pronto su luz plateada, se tornó ligeramente azulada, y un rayo de esta misma se dirige directamente hacia el pelicerúleo, que se quedó estático y sorprendido por este acontecimiento, pero más cuando vio como de aquel rayo un joven descendió.
Justamente iba a sus brazos pidiendo ser sostenido por él. Milo no entendía nada, pero sus brazos se extendieron hacia ese extraño, recibiéndolo y sintiendo como el peso caía para hacer que perdiera el equilibrio y lo tuviera entre sus brazos, sobre su pecho.
Lo miro y no entendía que ocurría, como un ser tan hermoso había aparecido de la nada.
Cabellos aguamarinos, largos y sedosos, pudiendo sentir esas hebras en su pecho desnudo, unos ojos violetas, que brillaban como gemas preciosas, una luz radiante como la luna deslumbra alrededor de su piel blanca, tan suave y delicada. Su cuerpo no lleva prenda alguna, dejando todo su ser al descubierto, pero a ese joven no le importa en lo más mínimo ser visto en esta forma por él.
Quería serlo solo por quien siempre lo miraba, siempre le sonreía, le suspiraba y hablaba a diario, dedicándole frases y canciones de amor, que había robado su corazón.
Todas esas palabras tenían de destino sus oídos, en donde ese joven lo escucho siempre y provocó que su ser deseara corresponderle, tener voz y decirle al campesino hombre, que se sentía igual.
-También te amo- Susurra, quiere imitar a los demás humanos y besar esos labios que aun tiemblan y están sorprendidos.
Milo no sabía qué hacer, estaba estático debajo del extraño y hermoso ser, pero ese suave y frio beso, provoca que su cuerpo reaccione a corresponderlo.
Abrazándolo fuertemente, atrayéndolo a él con mayor fuerza.
Ese beso fue tan apasionado en ese momento, tan furtivo y celestial, que ninguno deseaba parar, al contrario querían más.
El abrazo propicio a que ambos se siguieran besando, incorporándose en el sucio suelo, para estar ambos sentados, uno enfrente del otro.
El joven de hebras aguamarinas, quería seguir, pero Milo aunque deseara más de esos lindos labios, se sentía deseoso de saber quién es él, de entender como esta fantasía ocurrió.
-Pero...- Cada palabra era callada por los labios ajenos que no dejaba de intentar besar -¿Quién... E... Eres?- Logra formar la interrogante, pero el contrario no respondió, solo insiste en besarlo
A que también él entendiera que todos sus deseos más profundos ocurrirían en esta noche.
Las caricias no pueden parar a pesar del asombro, delinea esa suave espalda con sus manos de trabajo, los cayos no hieren la delicada piel, es un deleite para un ser que jamás había sido tocado, sentir que lo estimulan con una áspera fuerza, pero también con cuidado y amor.
Amor, lo que sabía que esto era.
No impedirá nada de lo que ocurriera, Milo y él serian uno, así lo decidió.
Y al parecer el pelicerúleo estaba de acuerdo sin conocer el nombre de quien amaba en esta noche, pero su corazón le dictaba que lo conocía, su mente solo se nublaba para dejar paso a sus más bajos instintos.
Rápidamente se desprendió de su pantalón, dejando ver un pene erguido y duro, que temblaba porque necesita entrar en ese pequeño agujero que se nota desesperado de ser suyo.
No hay más que hacer, no existe forma de entablar una conversación, eran los instintos más primitivos de ambos, los cuales dominan en sus cuerpos.
Con delicadeza y después de no solo dejar marcas en los labios, sino que igual mordió levemente ese suave cuello, esos pezones rosados y erguidos. Milo se enciende por escuchar los gemidos de un extraño que no deseaba dejar ir.
Puede ver que a diferencia de su cuerpo el del contrario no suda, no posee ombligo, pero eso no le interesa en lo más mínimo, pareciera estar bajo un trence, uno romántico, uno donde el amor y deseo guía, lo acaricia, ha besado y sigue besando cada centímetro de esa gélida piel, le dedica toda su atención.
Hasta que... Simplemente ocurrió...
Las finas caricias en esas frías mejillas, las sonrisas que se dedicaron, hasta que Milo se introdujo en él, siendo descuidado, pero feliz, esa frialdad recorrió su pelvis, era un ano muy apretado, que incluso sentía que perdería la cabeza, pero ver ese rostro sonrojado, gimiendo, arqueando su espalda, arañándolo con esas uñas pintadas de carmín, le excita más que no logra resistirse a embestirlo y a darle su amor a mas no poder.
Milo prosiguió a penetrarlo con salvajismo, con conciencia de que ambos disfruten, quería que todo siguiera igual, si era un sueño, uno donde está amando por primera vez a alguien que aunque no conoce, su corazón anhela y reconoce, pero él aun no entiende de donde viene.
Lo abrazo con fuerza, sujetándolo de la delicada cintura, el aguamarinó igual lo abrazo por la espalda, encajándole las uñas y sus piernas a cada lado de las del pelicerúleo, el extraño ser también quería durar así para siempre con él, unidos hasta el fin.
No se arrepiente de a ver perdido su pureza con un mortal, al contrario se siente tan pleno.
¿Esto era a lo que los Dioses se deben privar?
Caer en tentación está prohibido para él y le dio igual la advertencia.
Su corazón se había enamorado de un mortal, que lo cautivo por sus hermosas palabras que siempre le ha dedicado, como si él supiera que existirá alguien en la luna, que alguien esperaba a solo aparecer en el cielo, para verlo y entender que siempre estará a su lado.
Sus cuerpos se tensaron, sentía como algo saldría de su ser.
Milo aumento las embestidas, cargando al extraño entre sus brazos, ahora él estando sentado en el suelo, mientras sigue su vaiveneé, y el peliaguamarino se sujeta al mortal con tal fuerza que no quiere alejarse por nada del mundo a ese extraño.
Ambos eyaculan, Milo lo hace dentro, invadiendo todo ese cuerpo, que solo se estremece al sentir un éxtasis único y que jamás experimentó antes.
La corrida que deja en ambos abdómenes de un color azulado viscoso.
Obviamente esto no es algo normal, pero el pelicerúleo en su estasis y sanaciones únicas, primero no presto atención alguna, hasta que volvió a sentir esos labios, y esa mirada violeta lo volvió en sí.
Hasta que una vez más escucho esa dulce voz –Así que... Aahhh ¿Así se aman... Mmmh los humanos?- Pregunta entre jadeos, ocultándose entre el pecho del humano que lo enamoro sin saberlo.
-¿Eh?- Pregunta igual jadeante y solo corresponde a abrazarlo, tan fuerte que no quería apartarse de él.
-Milo... Soy yo... Tu amante- Le dice con un sutil tono, delicado y ahora sí avergonzado.
-¿Mi... A-amante?- Milo, entiende menos que nada ahora y niega con la cabeza.
-A quien todas las noches miras, a quien le dedicas tantas conversaciones que ahora sé todo de ti. Quien te vigilaba en silencio, quien sonreía y siente una enorme felicidad al escucharte, al mirarte, a cada momento que me profesabas amor- Hablo sincero, con el corazón latiendo a mil por hora, mostrándose desnudo, sin vergüenza, mirándolo con una alegría que nunca concibió, sintiendo que al fin podría ser feliz sin pensar en sus deberes.
Escucho aquello el pobre hombre, y rápido reaccionó al recordar, el único ser a quien siempre miro, quien siempre admiro, quien tenía su atención cada que lo veía, siempre fue... La luna...
Pero no sabía estaba enamorado, le gustaba verlo, se sentía triste cuando no podía apreciarlo en el firmamento y su corazón revoleteaba cuando hablaba con ella en soledad, y sí, compuso canciones sin pensarlo.
¿Eso era amor?
Sin embargo, ¿Enamorarse de alguien quien esta tan lejos? ¿Era posible?
-¿Luna?- Pregunta, confundido, mirándolo de arriba abajo, notando como su piel blanca deprende un brillo azulado que no había notado por el arrebato inicial.
Asiente feliz el de cabellos aguamarinó, casi llorando de alegría –Me alegra al fin estar a tu lado, como siempre quisiste- Habla desde su corazón, es la primera vez que desobedecía pero no le importaba, quería esto, lo desea tanto, y sí pudiera vivir así por siempre, sería el ser más feliz.
-Pero.... ¿Có-Cómo? Se supone que tú...- Milo simplemente no entiende lo que está pasando.
Había hecho el amor con la luna, y no era una mujer como todos creían, sino un hermoso joven, y en realidad no le importa su sexo, jamás pensó que descendería de los cielos, solo para ser tomado por él.
-Tu amor llego tan alto, tan profundo en mí, que no quería seguir sin poder decirte que yo igual te amo, con todo mi corazón- Llevo la mano del hombre a su pecho, queriendo que sienta que igual posee un corazón, pero a la vez diferente al de un mortal, sin embargo algo late dentro de su ser solo por él.
Entonces cayo en cuenta, no podría salir de su asombro, pero está feliz, demasiado feliz, pues aquellos pensamientos, sentimientos y emociones significan que en si está amando a alguien, no solo lo que significa e inspira la luna, sino... A alguien que puede tocar, escuchar y ver de frente.
Fue allí que en su inmensa alegría, jamás noto como todo su alrededor se encuentra completamente oscuro, no había manera de ver nada más allá de su perímetro...
El joven brilla con tal intensidad, que Milo creí que todo estaba bien.
-Esto... Es una lucra... Pero es la más hermosa- Sus ojos aguamarinos se alegraron al entenderlo todo, su amor por la luna se había vuelto realidad, y lo había poseído de una manera tan regocijante y suave... Tenía a la luna entre sus brazos, y lo había hecho suyo, se sentía tan pleno, feliz y alegre...
Beso esos labios y solo quería seguir amándolo una vez más –Te amo... ¡¡¡TE AMO LUNA!!!- Le declara su amor con tanta emoción que no puede evitar gritarlo con todas sus fuerzas.
La luna está feliz, se siente pleno, correspondido y amado.
¿Por qué el amor solo era posible para los humanos?
Todos deseamos algo de amor y la luna quería un poco para él.
-Me llamo Camus- Lo dijo con alegría al sentir los labios sobre los suyos, y suaves caricias en su espalda y rostro.
-¿Camus?- Pregunta, pues nunca había escuchado ese nombre en su vida y menos para aquel satélite.
-Es mi verdadero nombre, nadie lo conoce y casi lo había olvidado, si no fuera por ti...- Era la realidad más hermosa para ambos, correspondidos, felices, enamorados y sin que nada pudiera evitarlo.
-¿Por mí?- No puede salir de su sorpresa y felicidad.
-Hiciste que yo sintiera cosas que jamás pensé que podría, que quería tanto que jamás creí posible... Me enamore de un humano, de uno que siempre me amo, sin saberlo... Milo, Gracias, por recordarme que puedo hacer realidad mis deseos- Lo abrazo con fuerza, mientras dejaba escapar lágrimas qué se volvían copos de nieve.
Milo corresponde el abrazo, aceptando el infinito amor que Camus le está entregando.
Lo sentía, sus cuerpos se habían entregado y vuelto uno, aun lo era, el pelicerúleo no había salido del satélite natural, así que aún están unidos.
Era el amor que el campesino deseo y al fin lo tenía, era suyo y no permitirá que nadie se lo arrebate.
Pero... Lo malo de amar a alguien inalcanzable por diferencias, divinidad, distancia... Solo provocaría que la separación fuera aún más cruel.
Cerraron sus ojos, como si algo los hiciera dormir de golpe, pero aun así ambos permanecían abrazados, Camus aun parecía un tanto consciente, pero Milo había quedado inconsciente.
El aguamarinó, no entiende por qué todo su ser esta tan pesado, como aturdido, fue allí que sintió unas llamas ardientes que queman su gélida piel y de entre las sombras, nota que aquel hermano mayor lo mira con odio y celos, desaprobando lo que había hecho.
-No, por favor... No...- Ruega, pero de nada servirá.
Al despertar, su cuerpo se sentía pesado y diferente...
Miro a su alrededor y ya era de día, estaba aún en el bosque de los bambús, pero admiraba todo de una manera diferente, y al ponerse de pie se dio cuenta de la verdad...
Su cuerpo había cambiado, tenía pelaje cerúleo por todas partes y el rojo en sus patas delanteras, siendo bastante alto y esbelto, un cuerpo de un lobo. Se asustó primero, pero al momento en que los cálidos rayos del sol empezaron a cubrirlo, mientras corría hacia la aldea que lo vio crecer, pero poco a poco se va deteniendo como si olvidara por completo a que iba.
Sus ojos aguamarinos que aún permanecía con pupilas circulares, lentamente se vuelven verticales como los de un cazador.
Lo últimos rasgos se daban, los colmillos prominentes, las patas mullidas y la cola más larga y esponjosa, ya no era humano y no recordara jamás que lo fue alguna vez.
Deicidio regresar hacia la montaña, seguir esta nueva vida, cazar, comer, beber, dormir... Solo ser un lobo que siempre permeancia solo.
Pero que en las noches de luna llena, siempre iba a un lago que solo él podía llegar, y allí notaba los rayos que la luna daba a ese punto, y comenzaba a aullar de manera triste y lastimera, directamente hacia el cielo, dedicándole esos chillidos de dolor a la luna, que nunca más pudo reconocer.
Permanecería así todas las noches, dormirá allí y nunca volvió a sentir lo que alguna vez como humano, pero una parte de su corazón parecía recordar una pisca de su antiguo ser, porque aun sentía una enorme atracción que lo obligaba a aullare siempre a la luna.
No se sabe que paso con ese lobo que alguna vez se llamó Milo, ni de como la luna amo a un humano, y como se volvió un ser humano solo por él, pero lo que sí se sabe...
Es que gracias a esa historia, todos los lobos aúllan a la misma, como si recordara que gracias a Camus, ellos comenzaron a existir, pues antes de que eso ocurriera no habían habitado lobos en la tierra.
Sé cree que ellos nacieron de la unión de un mortal y la luna, que todos los lobos son los hijos de ambos.
Que los demás saben que él fue quien les dio vida, por la semilla de un humano que había cambiado.
Pero lamentablemente, Camus quedo encadenado por la eternidad a su sitio celestial, llorando por siempre, por esa razón el lago siempre se ha mantenido lleno, pues son sus lágrimas de dolor por no poder volver a ver a su amado hombre y que nunca más le volvió a dedicar aquellas dulces palabras que siempre anhelaba volver a escuchar de él.
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Buenos días, tardes, noches, ¿Qué hora es? ¿Quién me ha robado el reloj?
¿Cómo están mis terrones de azúcar?
Espero que les gustara el capítulo del día de hoy.
La verdad, es un lemon muy lindo y triste, este no tendrá una continuación por el momento.
Los quiero mucho terrones de azúcar.
Nos leeremos en la próxima.
Ammu se va.
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