Capítulo 2 (Copero)
Día 2.- Copero:
En el olimpo, Zeus hizo a Ganimedes su amante, compañero de lecho y copero de los dioses, suplantando a Hebe. Todos los dioses se llenaron de gozo al ver la belleza de joven, salvo Hera, la esposa de Zeus, que lo trato con desprecio.
Obviamente la voy a modificar a mi gusto y estilo, espero que les guste.
Disfruten la lectura.
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Solo recuerda el dolor, la humillación y que su voluntad se había desquebrajado por completo.
Su cuerpo desde hace mucho ya no le pertenecía... Al despertar de nuevo esta en esa celestial cama, que ha sido testigo de los actos atroces que comete el Dios principal con él.
No puede hacer nada, solo deja haga lo que quiera con él...
-Como siempre, fuiste grandioso- Aquel Dios todo poderoso, de cabellos azules largos, mirada llena de lujuria, sonríe, acariciando la mejilla de un joven mortal que yacía acurrucado en el otro extremo del lecho, el cual posee unos ojos violetas apagados, entreabiertos, ojeroso, ya sin rastros de lágrimas que derramar, ese delgado cuerpo lleno de marcas en las muñecas y tobillos, laceraciones que no se han curado y mordidas que tienen aún rastro de sangre seca, al igual que entre sus piernas lleva hilos de ese líquido rojo.
No responde, solo deja que quien ahora lo gobierna disfrute lo que quiera con él, después de todo sabe que no podrá escapar de esta prisión.
Ya no existe forma de liberarse, pues, no puede pedir ayuda a los Dioses por oración, pues estos lo han abandonado, ninguno se atrevería a ir contra los deseos del principal, de Zega, y más si se trata de su nuevo juguete favorito.
Su mirada triste, sin vida, perdió todo el brillo de sus ojos, sus cabellos aguamarinos podrán lucir hermosos, su piel blanca preciosa, y la ropa griega, siendo solo una toga corta, de color azul marino, con un tocado de hojas de olivo bañadas en oro, puede verse todo hermoso, pero su existencia se ha vuelto solo ser la puta de Zega...
Esto no lo quiera, pero pensar en siquiera morir, sería algo que no lograra hacer tan fácilmente, un simple mortal como él debe obedecer, pues aunque tratara de escapar...
¿Quién lo estaría esperando?
Nadie, esa es la respuesta.
Acabaron al amor de su vida y nunca lo volverá a ver.
Solo se alista para su trabajo ante los Dioses, ser el copero de ellos, traerles el vino, la bebida favorita de ellos, servirles de esta forma, encantándolos con su andar, que tímidamente solo quiere evitar lo que cada noche le depara.
En el tiempo que ve llegar el atardecer, estruja su pecho, aun logra sentir miedo, pero ya no lo puede expresar en su rostro marchito.
Deseaba con todas sus fuerzas, que este Dios se aburra pronto de él, que encuentre pronto un nuevo juguete, pero... Al parecer ese infierno no se detendrá tan fácilmente.
Se queda quieto a un lado del pasillo principal, después de llenar las copas de los Dioses, solo espera a que lo necesiten, su rostro se fija en sus pies, sintiendo el dolor en su espalda y parte baja herida, pero aunque duela y sea dañado incontables noches, no puede morir desangrado, nada de eso acabara así de rápido...
Las puertas del recinto olímpico se abre de golpe, dejando ver una joven mujer de cabellos rojizos ondulados, una mirada azul severa, de una tez pálida, la cual también porta una túnica dorada, siendo más larga y elegante, que la de muchas semidiosas, usa una tenue armadura en sus hombros y pecho.
Se muestra siempre imperturbable y digna, ella dirige sus pasos hacia la confería en la que es participe el Dios del trueno, su padre.
Al llegar ante todos los presentes, ella muestra sus respetos al peli azul, inclinando su cabeza levemente, para hablar con seriedad.
-Padre, ¿Como a estado?- Su rostro calmado e imperturbable, se dirige directamente a quien va a buscar.
Ese Dios orgullos de su hija, sonríe al verla, aunque no deja para nada de beber su vino y entretenerse con la función de jóvenes ninfas dando un baile –Bien, Arterin. ¿Qué te trae por aquí?- Rápido la interroga, no quiere ser interrumpido por su hija, aunque la ama, quiere seguir su diversión.
La joven, si bien siempre se ha sentido ofendida de la forma en que utilizan a las mujeres y figuras femeninas entre el olimpo, esta vez lo dejara pasar, pues está será su más grande oportunidad para darle una pequeña lección a su progenitor.
-Seré breve, padre- Habla serena –Tuve un fuerte conflicto con Oristy, intento atacarme, así que pedí ayuda a alguien, este me apoyo y claro que ahora le debo un pequeño favor- Explica sin más rodeos.
A su padre poco le importa las atrocidades que algunos cometen contra las mujeres, y aunque se tratara de su hija propia y amada hija, sabe muy bien que ella como las demás, se pueden defender por si solas.
-¿A sí? ¿Qué piensas concederla?- Solo se interesa en conocer un poco el trasfondo.
Tanto le "Importa" la situación que ni siquiera se fija en el joven hombre que se encuentra detrás de su hija, solo cubierto por unos harapos para no ser reconocido por nadie
Aunque en realidad, nadie le ha prestado una mínima de atención.
-Como una forma de agradecimiento, me gustaría convertirlo en una constelación, creo que sería un enorme honor formar parte de algo tan perfecto y eterno-
Aquel hombre, ni siquiera voltea a ver a la joven mujer, solo relame sus labios al ver los bailes seductores de las ninfas -Si lo has decidido, está bien- Con esto está otorgando su pleno consentimiento ante las acciones de la joven Diosa.
Lo ha conseguido, está a punto de lograr su cometido –Entones, ¿Está de acuerdo en que pueda conceder ser parte de alguna constelación?- Solo desea rectificar sus palabras.
Asiente, mientras posa su cabeza sobre su puño derecho apoyado en el descansabrazos de su asiento -Claro que sí, Arterin, no veo por qué mi hija no pueda hacerlo- Responde sin mayor rodeo, casi deseando que la joven ya se retire.
Mueve su cabeza en una reverencia virtuosa –Bien, pues lo hare. Con permiso- Se retira con paso firme. Dándole una discreta indicación a su acompañante que la siga.
Pero poco ella se ha fijado que aquel joven que la ayudo, y aun llevando la cabeza baja, ha estado buscando desesperado a quien le han arrebatado y como si fuera obra del mismo destino lo encontró, lo vio, y con todo su corazón desea también ser observado.
Su silenciosa suplica es escuchada en el último momento, antes de que Arterin se girara y retirara, él lo diviso, lo vio y por torpeza dejo car el cántaro lleno de vino al suelo, lo cual poco llamo la atención por la música y el insano entretenimiento, pero eso logro que su corazón volviera a sentir la vida en un parpadeo.
Era él, lo reconoció, lo alcanzo a ver, sus violetas ojo se encontraron con unos orbes verdosos que creía a ver olvidado.
Su labio tembló, sus ojos se comienzan a llenar de lágrimas -¿Có... Cómo... Es po... Posi... Ble?- Su voz sale en un débil hilo, sin embargo... Debe seguir intentando verlo de nuevo, encontrarlo.
Pero rápido comprende que es él, cuando este le sonrió y con una señal le ha dicho que fuera a encontrarlo.
No sabe que hacer este hermoso joven, pero una cosa es cierta, debe limpiar su desastre y traer otro cántaro y nuevo vino, así que en cuanto Arterin y el joven misterioso que lleva su gratitud se retiraron, él igual.
Piensa que es una mala jugada del destino cuando al salir no lo encontró, pero al caminar un poco más, doblando en un pasillo izquierdo que conduce hacia el jardín principal de los Dioses, logro verlo, allí parado, solo esperándolo.
Ver su ondulado cabello cerúleo, sus ojos verdosos, la piel levemente más bronceada que la suya, luciendo una toga café.
Lo reconoce, sabe que es él, la persona que más amo en su mortalidad y que su corazón reconoce una vez más.
Su cuerpo tiembla, las lágrimas caen a mares, todo tenía que ser un sueño efímero, que no debía siquiera salir de sus labios.
-¿Mi... Milo...?- Le cuestiona rápido, mientras sus pies no reaccionan.
-Ganímus...- Su voz se escucha tal y como la recordaba, ese tono ronco y alegre, que igual puede ver como deja escapar lágrimas por verse una vez más.
No puede dudar más, la cubierta que lleva para no ser reconocido cae al suelo, dejando ver sus nuevas características de escorpio, la cola larga de ese animal de color cerúleo, como su piel endurecida por su exoesqueleto.
Lo abrazo con tal fuerza y efusión que lo termina cargando para darle algunos giros en su propio eje, lo mira, y al fin la felicidad vuelve a su corazón, es como si el enorme tiempo que trascurrió no hubiera sido nada para esto dos enamorados.
El copero, se sostiene por los hombros del contrario, sonriéndole con pesar y tristeza, mientras en la cara del mortal caen gruesas lágrimas.
Se amaban, se habían amado desde hace tanto, que creían que no se volvieran a ver nunca más.
Fue el deseo de un Dios poderoso y codicioso, cuando lo vio por primera vez, a un hermoso joven que lucía tan precioso y hermoso con la naturaleza a su alrededor, que cautivo a alguien enfermo de poder.
Eran solo dos jóvenes mortales que se enamoraron en la plenitud de su adolescencia, uno con el poder de un príncipe, y el otro solo un campesino que vivía al día.
Ya de por si su amor seria prohibido por eso, pero poco importaba cuando Milo decidió cortejarlo y Ganímus accedió a sus encantos, pues a primera vista surgió algo puro y perdurable.
Prometieron contraer nupcias, sin importar con quien tuvieran que enfrentarse, formarían una familia, ser felices. Se amaron en miles de formas, se entregaron en cuerpo y alma en cada oportunidad que tuvieran.
Noches llenas de dulzura y ternura, un cariño y calidez con el cual ninguno quisiera separarse... Pero un día, todo cambió.
Zega bajo a reclamarlo, a poseerlo... Milo lo defendió a como diera lugar. Sí, tuvo que enfrentarse a un terrible Dios y eso no le importó con tal de proteger a su ser amado.
Pero este con ferocidad y confianza, no dudó en dejarlo fuera de combate y orgullos quiso castigarlo aun peor que arrebatarle a la persona que más ama, con ese poder divino lo hizo transmutar en un escorpión, que creyó a ver aplastado delante de los ojos terrados del joven Ganímus.
Desesperado y enojado, intento herir al Dios, pero este sin mayor esfuerzo, lo neutralizo en la sucia tierra para abusar de él.
Después de a ver sido violado, fue secuestrado por Zega, para convertirlo en lo que él quisiera.
Esos horrores se olvidan con tan solo estar en los brazos de su amado Milo, lo había extrañado, añorado tanto, pero sobre todo quería besarlo una vez más. Sienten rebosar su corazón de felicidad.
-Milo... Te extrañe tanto- Se aferra más al pelicerúleo, cuando de nuevo sus pies tocan el piso, refugiándose en el pecho ajeno, deseando que nadie le arrebate a su amado.
-Yo también, Ganímus... Pero nunca perdí la esperanza de verte una vez más- Le habla con tanta amabilidad y calma, dándole un pequeño beso en la frente, dejando que las lágrimas sigan surcando sus mejillas.
Pobres corazones heridos, lamentables jóvenes amantes que deseaban vivir una vida llena de amor y paz, en donde solo ambos importarán y pudieran lograr expresar su amor sin tabús, ni pecados por su estatus.
Solo era un deseo inocente, ingenuo de la maldad que rondaba a su alrededor, pero ahora... Podían al menos por un minuto verse, amarse y darse aunque sea un pequeño beso.
Con permiso de la Diosa de la caza, se encontraba dándoles la espalda detrás de unos arbustos, dejara que expresen un poco su amor, con un tierno beso, pues será el último favor, que el mortal le pidió, antes de...
-Milo... Perdona... No pude... No logre... Evitar que...- Se sentía realmente desgraciado, por no a ver podido frenar que alguien más lo tocar, cuando se juraron ser solo uno del otro.
Pero el corazón ardiente del mortal –Esta bien, no importa. Ya nada de eso importa- Lo Calma con miles de besos en su frente, mejillas, con tenues caricias, limpiar las pesadas lagrimas para ver lo hermoso que Ganímus sigue siendo –Estamos juntos, y eso es lo único que importa ahora- Lo dice con tanto anhelo y alegría, pero también con una enorme tristeza, pues este instante no se volverá eterno.
-Bien, es momento- La Diosa, decidió hablar, importándoles muy poco el interrumpirlos.
Ganímus se sorprendió por esto, siente miedo por la joven mujer, pues para él, los Dioses son perversos y crueles, pero a pesar de alejarse de golpe de los brazos de su amado, este no suelta su mano.
Podía ver como el pelicerúleo asiente y sonríe con tranquilidad –Lo sé... Y le agradezco tanto esta oportunidad- Sus lágrimas ya no caen, se siente en paz por ver esos preciosos ojos violetas.
Ganímus, no entiende nada, pero siente que podía confiar en ella, pues su corazón lo hacía.
-Devuelvo un favor, con esto posiblemente me meta en algunos problemas, pero tengo el permiso de mi padre para hacerlo- Se cruza de brazos, confianza y calmada.
-¿Permiso?- Murmura confuso el copero de los Dioses.
Milo asintió y sin soltarlo le dijo con una enorme paz –Sé que esta reunión la esperamos por tantos años. El volvernos a vernos y amarnos un poco... Y estoy realmente feliz por tenerte delante de mis ojos. Pero...- Baja su mirada, le duele tanto el hecho de no volver a verlo, de tocar, de sentir su tibiez, pero si con esto lo logra salvar de este infierno -No será para siempre...- Le sonríe con delicadeza, acariciando su preciosos rostro -Sé que duele mucho, pero verte fue el mejor momento de todos este tiempo- Le habla con todo el amor posible, dejando que las lágrimas vuelvan a caer pero esta vez su sonrisa no desaparece.
-Milo, no entiendo...- Su rostro se vuelve de terror.
-Mi padre Zega, jamás los dejaría volver a estar juntos. No disfruta que sus juguetes sean usados de nuevo- Cruel, pero realista –Así que la única forma es... Que aunque separados se encuentren en el firmamento estelar, como constelaciones. Para lograr estar juntos una vez más- Habla serena, sin querer dar mayores explicaciones.
El peliaguamarino no comprende nada de lo que ambos hablan, pero su corazón sigue aterrado, casi su cuerpo se volvía tembloroso, no quería separarse de Milo, no de su amado principal que añoro por tantos años.
-Sé que es algo que puedes no querer, sería algo que no hará perder nuestra humanidad, nuestros cuerpos, y recuerdos pero...- Milo incluso teme que el propio amor de su vida, no desee hacerlo, pero no debió decir más.
El peliaguamarino, lo interrumpe posando su mano derecha sobre esos labios que anhelo besar -Lo aceptó, si con eso puedo permanecer cerca de ti mi amor, hare lo que sea, solo...- En este punto se dirige a la Diosa, con respeto y decisión en su persona -Quiero permanecer a su lado- Habla firme, asintiendo, y permitiendo lo que sea con tal de alejarse de ese asqueroso Dios, para volver a los brazos de su único amor.
No debían decir más, solo abrazar a quien más aman, para sentir que al fin descansaran.
-Te amo, Ganímus- El fin estarán juntos por la eternidad, en un amor que no pudo ser en esta vida.
-Te amo demasiado, Milo- Solo quiere que esto ya acabe, un segundo más de felicidad y amor.
Se quieren convertir en constelaciones, mientras se miran, tomados de sus manos.
Arterin, no pidió permiso como tal, solo entendió que era el momento.
Su poder divino, los envuelve a ambos, cada mano la dirige a cada uno, para que poco a poco su energía divina, disuelva sus cuerpos y dejando que su alma dorada se pose en la mano de la joven, sosteniéndolos y con cuidado eleva ambas extremidades superiores hacia el firmamento.
Lamentablemente no podrá posicionarlos juntos pues dos contestaciones se interponen entre los dos, no por maldad, sino... Que fueron los únicos dos espacios que quedaban, para que el firmamento quedara perfecto.
Un escorpión dorado en el cielo, justo en el octavo lugar...
Mientras la figura de un joven con toga, y un cántaro que vacía una cascada estelar en el onceavo puesto.
Posiblemente, Zega se enfadara porque su juguete ha sido arrebatado de sus manos, pero ya no podrá hacer nada. Después de todo él, mismo dio su permiso a Arterin de hacer lo que quisiera con las constelaciones.
Tristemente, no pudieron en esta vida disfrutar su hermoso amor, amarse sin ningún impedimento, ni formar una familia juntos. Sin embargo... Y tal vez en algún futuro, sus almas o parte de ellas puedan llegar a volverse a encontrar, dos corazones se podrían reencontrar, y en un nuevo mundo amarse por la eternidad y ser felices por siempre...
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Buenos días, tardes, noches, ¿Qué hora es? ¿Quién me ha robado el reloj?
¿Cómo han estado mis terrones de azúcar?
Espero que mega bien.
Les traigo aquí el capítulo dos del CaMiloTober2024, y la próxima actualización será el miércoles, espero que lo disfruten mucho.
Recuerden que los fines de semana no publicare por ahora, así que ténganme paciencia ¿Si?
En fin, me despido mis terrones de azúcar.
Los quiero mucho.
Ammu se va.
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