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PRÓLOGO

QUERER MORIR

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Tardé doce meses en reunirlos nuevamente a todos.

Diario de Izzy.

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El cansancio estaba pudiendo con ella. Pero Ellie no podía dormirse. No mientras tuviera aquel trabajo que entregar a su jefa la próxima semana. No mientras necesitara vivir, aunque quisiera morir. Pero lo intentaba. Porque... porque ella así lo hubiera querido.

Se llevó la mano a su cabeza, masajeándose la sien derecha con frustración. Dos grandes bolsas grises colgaban de sus ojos. Su cabello había comenzado a caérsele hacía algunos años, cuando volvió del Infierno. Los psicólogos y psiquiatras le habían dicho que aquella herida tardaría años en sanar.

Mentirosos. Esa herida no sanaría jamás.

Golpearon a su puerta, lo que provocó que Ellie levantara la ceja. Nadie la llamaba, salvo la dueña de aquel complejo de departamentos de mala muerte donde vivía. Y ella lo hacía para exigirle, con su voz de cascarrabias insoportable, que le pagara. "Te doy tres días, Parker" le decía antes de alejarse moviendo su cadera de ochenta y siete años como si fuera una adolescente creída.

Pero ella ya había pagado. Así que no podía ser ella. Se levantó. Pegadas en las paredes, distintos periódicos señalaban su experiencia: la noticia de la Masacre de Tipiskaw se asemejaba tanto a la de Wawanakwa, ocurrida hacía veinticuatro años ya. Había fotos de los supervivientes de ambas masacres, los testimonios de todos, los muertos.

Cuando la pelirroja abrió la puerta, una mujer de cabello castaño, largo hasta su espalda media, estaba cruzada de brazos, con una sonrisa algo tensa.

—Me hubiera gustado conocerte en mejores circunstancias, Ellie Parker. Pero tengo una propuesta invaluable para ti.

—Habla rápido, ¿quieres? Estoy muy ocupada.

La mujer paseó su mirada por el interior del departamento de Ellie, donde había, entre otras cosas, un canasto a rebosar de papeles arrugados, periódicos por doquier, botellas de agua vacías por aquí y allá y una cama de la que sobresalían resortes.

—Si... supongo entonces que no conoces a la superviviente de la masacre, Gwendolyn, ¿no?

—...Espérame un momento— cerró la puerta. Se alejó unos pasos. Suspiró. Ahora solo esperaría a que se fuera. Era imposible que esa mujer sea la famosa Gwendolyn, una de las pocas supervivientes de Wawanakwa. No. Seguro era una cualquiera que buscaba llamar la atención.

Además, ¿Qué motivo tendría ella para ir a su departamento? Absolutamente ninguno. Quizás era una estafadora o algo. Pues suerte tratando de sacarle algo. Ellie subsistía con el sueldo mínimo y lo cuidaba muy bien.

Dirigió su mirada a los periódicos pegados en una de las paredes. Uno de los títulos rezaba: "Gwen al desnudo". Una mujer de cabello corto y castaño, de piel pálida, parecía... asustada. Perturbada. Tenía una camiseta verde con una mano estampada, como si alguien se hubiera pintado la suya con pintura negra y haya dejado esa marca personal.

—¿Tienes alguna prueba? — le dijo desde donde estaba.

—La... la famosa camisa de Trent.

—¿Cómo puedo saber que es la auténtica? — inquirió Ellie, cada vez menos confiada.

—Te la mostraré.

Tenía sus dudas. Inspiró profundo y decidió confiar. Volvió a abrir la puerta.

—Quiero verla.

Gwendolyn se levantó su abrigo. Debajo de este, había una reconocible camisa verde con una mano negra estampada. Manchada de sangre y llena de suciedad. Ellie supo muy en el fondo de su ser, que esa chica era realmente la misma que sobrevivió a la masacre, hace veinticuatro años. La miró a los ojos, que soltaban algunas lágrimas.

Y eligió que, definitivamente, le creía.

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El viaje en auto se hizo eterno. Viajar de Nueva York a Massachussets era... bueno, cansador. Y con cada kilómetro recorrido, creía aún menos en que aquello solucionaría su vida. Era... sencillamente era una locura.

—Ya casi llegamos, Ellie. Tan solo unos diez minutos más.

La pelirroja asintió. Pero a ese punto, solo un pensamiento surcaba su mente, un pensamiento que desde hacía ocho años la atormentaba. Querer morir. Querer vivir. Una lógica extraña. Nadie pensaría que, ambas palabras, tan distintas entre sí, pudieran ser tan similares para Ellie.

Gwendolyn la observó de reojo, algo angustiada. Había sido demasiado fácil de convencer... mucho más de lo que había creído. Si, puede ser que haya sido una de las más traumadas luego de la Masacre de Tipiskaw, pero eso no significaba que sería tan... bueno, tan frágil de personalidad.

Tras diez minutos algo tediosos debido a la mala condición del camino, llegaron a un lugar donde un chico con un mechón de cabello rojo fumaba, apoyado en el capó de un auto amarillo.

Ellie se sorprendió cuando vio una silueta familiar sentado en una roca varios metros lejos de él. También pareció sorprendido de verla. Gwendolyn saludó al otro chico con el puño. La pelirroja, sin embargo, se dirigió a la figura masculina que frunció el ceño al ver que se acercaba.

—Tu.

—Yo también me alegro de verte, Reed— dijo con evidente sarcasmo.

Ninguno de los dos estaba precisamente contento. Si ya de por si nunca se habían llevado bien, la masacre los distanció aún más.

Un tercer auto llegó, estacionándose al lado del de Gwendolyn. Dos chicos, uno de pelo castaño y alto y otra de piel morena y de cabello castaño bajaron de los asientos de delante. Una chica con lentes se bajó de atrás. Miró primero a los que acababan de bajar antes que ella y se dirigían a hablar con los otros, y luego posó su mirada en Tom y Ellie. Bufó, sacando un cigarrillo de su bolsillo y encendiéndolo.

—La que faltaba...— murmuró molesto Tom.

—Al menos a ti te conozco, pero ella es impredecible. Aunque... ¿qué está pasando? ¿Por qué de repente estamos aquí? Solo falta Connor, y...

Una manera de solucionar tu vida dijo una voz en su cabeza. Ató los cabos que aún estaban sueltos. ¿Acaso...?

—Oh, Dios...— musitó Tom, viendo bajar a un Connor irreconocible de un tercer vehículo. Usaba bastón, había engordado unos treinta kilos y su espalda estaba tremendamente encorvada.

—Vaya...— dijo Ally con enorme sorpresa, casi dejando caer su cigarrillo.

—¿Ya estamos todos? — preguntó la mujer morena de cabello largo y algo obesa, quien había traído a Connor.

—Así es. Ahora, solo resta esperar que esa psicópata decida abrirnos rápido.

Connor no se acercó al grupo. Miraba a la lejanía, como quien buscaba aferrarse a una época mejor, menos complicada. Ellie lo comprendía. Después de todo, ella misma anhelaba lo mismo. Por eso estaba allí, rodeada de gente que, o no conocía o no le agradaba (ni ella a ellos).

Todo por una vida mucho mejor de la que tenía en esos momentos. Pensándolo en retrospectiva, aquello no era tan difícil de conseguir, tomando en cuenta que...

El suelo comenzó a sacudirse. La tierra se abrió. Una rampa que conducía hacia quien sabe donde iluminadas con fuertes luces celestes apareció frente a los autos.

—Ya era hora— dijo el chico de mechón rojo, quejumbroso—. Sígannos.

—¡Esperen! — dijo Ally de pronto—. ¿Ustedes enserio esperan que nosotros vayamos allá? Si, claro. Primero muerta.

—Ella tiene razón— Tom se levantó al fin, su rostro lleno de cicatrices ahora también con dos grandes ojeras debajo de sus ojos.

—No puedo creer que esté de acuerdo con Tom, pero es cierto. ¡Nos trajeron aquí con la excusa de poder arreglar nuestras vidas! Pero no nos han dicho como.

—Debo intuir que no creen en nuestra historia, ¿cierto? — dijo una de las chicas del otro grupo—. No creen que nosotros seamos supervivientes como ustedes, ¿no?

—¡Si lo fueran, entonces nos dejarían en paz! — bramó Connor, aún lejos—. Hemos... hemos pasado por tanto. ¿Por qué no nos dejan morir de una vez y ya?

—Porque a nosotros nos hubiera encantado tener esta oportunidad— dijo el chico castaño de pronto—. Nosotros ya no... no podemos acceder al beneficio de Izzy. Ya no. Pero ustedes aún están a tiempo.

—Si nos explicaran las cosas...

Los "Supervivientes de Wawanakwa" se miraron entre ellos. Gwendolyn suspiró por fin.

—Izzy, una de las Supervivientes, descubirió la fórmula para viajar en el tiempo.

Se quedaron en silencio, procesando la información. Ellie abrió los ojos con sorpresa, llevándose la mano al pecho, donde pudo sentir repentinamente un fuerte peso: el colgante en forma de corazón con la letra "G" grabada.

—E-espera. ¿Es enserio? — pasó del escepticismo a la esperanza de forma automática.

—¿Enserio le crees Zanahoria? ¡Es obvio que algo así no puede pasar!

—¿¡Y lo que nos pasó a nosotros sí!? ¿¡O es que acaso ya olvidaste como murió Lake, Tom!?

No. Tom no lo había olvidado. Ellie pudo verlo en sus ojos, cristalizados al recordar a la alemana pelirroja.

—No... mierda, ¿enserio esto puede ser verdad? ¿Enserio podemos... cambiar la historia?

—La elección y decisión es absolutamente suya. Pueden seguir con sus vidas tal cual las llevan ahora. O... pueden aprovechar este regalo— dijo la otra chica de piel morena.

—Una oportunidad fabulosa...— musitó Connor—. ¿Qué más da? Ya todos estamos muertos al fin y al cabo, ¿no? Yo le entro.

—Al diablo, yo igual— Ellie siguió el ejemplo del mayor del grupo.

—Si no muero aquí, moriré de cancer de pulmón. Voy— dijo Ally, sonriendo, sorpresivamente.

Los tres miraron a Tom. Él aún tenía sus dudas. Miró a los Supervivientes de Wawanakwa y luego a los de Tipiskaw.

—¿Esto está pasando de verdad?

—Tom...— dijo Ally—, en el peor o mejor de los casos, nos reuniremos con ellos de nuevo.

—...Bien... acepto. Pero solo tengo una pregunta.

—Por supuesto— dijo el de mechón rojo, poniendo los ojos en blanco.

—¿Por qué ustedes no utilizan la máquina también?

Gwendolyn sonrió con tristeza.

—Dejemos que Izzy les explique eso mejor.

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—Debo decirlo: estoy genuinamente sorprendida de que hayan aceptado los cuatro— dijo una mujer de cabello rojo y rizado atado en un rodete con un lápiz. Llevaba una bata de laboratorio blanca totalmente impoluta y, por lo que Tom podía recordar, usaba lentes—. Sobre todo tu, Reed. Eres al que le tenía menos fe.

Wow, vaya motivación pensó el oficial... ¿ex oficial? de policía.

—No te lo tomes a mal, Tom. Todos saben lo difícil y terco que puedes ser a veces. No trates de ocultarlo tesoro.

Tom rodó los ojos, pero no pudo defenderse. Tenía razón, después de todo. El pasillo por el que caminaban era extenso. De hecho, bajaron por la rampa con los vehículos, pero a partir de ahí, llevaban ya quince largos minutos caminando. ¿Por qué no se le había ocurrido a Izzy hacer el laboratorio o donde sea que los llevaran mas cerca? O, al menos, ¿por qué no permitía que utilizaran autos?

—Creo que es lógico que les explique algunas cosas de relevancia para ustedes— se llevó una mano al rostro, acomodándose los lentes—. En primer lugar, si. Soy esa Izzy, la que sobrevivió hace veintiún años. Y todos los otros también. Cody, Katie, Leshawna, Gwen, Duncan y falta Eva, quien se encuentra en el gimnasio de mi laboratorio.

—¿Es verdad lo de la máquina del tiempo? — preguntó Connor, ignorando totalmente a Izzy, quien no se sintió ofendida. Parecía esperar aquello.

—Si. Totalmente sí.

—Ellos dijeron que... tu nos podrías explicar porque no han podido usar la máquina del tiempo, ¿no? — cuestionó Ally, arañándose las muñecas.

—Correcto Ally. Eso se debe al margen temporal que la propia máquina tiene a disposición.

—En español, por favor— dijo Tom, con el ceño fruncido.

—Básicamente, y para que sus subdesarrollados cerebros lo entiendan— todos se quejaron por el insulto—, solo se puede retroceder un total de ocho años. Más que eso resulta imposible. Y como esta belleza fue creada hace poco... aún no he logrado perfeccionarla para viajar hasta cuando iba a realizarse Isla del Drama.

—Ya veo...— musitó Ellie.

—Ah, por cierto, dos cosas: la primera, pueden llevar consigo un objeto que se pueda camuflar fácilmente: collares, pulseras, anillos, etcétera. La segunda, tres de nosotros viajaremos con ustedes.

—¿Qué? ¿Y eso por qué?

—Para darles una mano, por supuesto. No podrán realizar todo lo que tienen planeado por sí solos.

Tom iba a replicar, pero se detuvo cuando llegaron al laboratorio. Era enorme. Los ruidos de las miles de máquinas trabajando pusieron a Tom y al resto en un estado de trance.

—Bienvenidos a mi pequeño paraíso tecnológico— anunció Izzy, sonriendo.

—Esto es...— dijo Ally, los ojos bien abiertos tras los lentes.

—Increíble— musitó Ellie.

Si los ruidos no habían sido indicativo suficiente, entonces los aparatos colgando del techo, las máquinas trabajando en todo instante y las luces de distintos colores salpicando toda la zona si que lo fueron.

Izzy se encaminó a una gran cúpula. La acarició con la palma de la mano.

—Esta es la máquina del tiempo. Pueden entrar hasta siete personas aquí dentro.

—Es fabulosa...— reconoció Connor.

—...Hace exactamente ocho años, catorce campistas tomaron un avión rumbo a Tipiskaw— dijo Izzy repentinamente—. Irán exactamente a ese momento. Por lo tanto, ustedes dos— señala a Tom y Ellie—, estarán en una enorme desventaja. Podemos entrenar a Ally y Connor en el transcurso de un año hasta que comience su temporada, pero ustedes no tendrán margen de planificación.

—Diablos— maldijo Ellie.

Duncan y Eva llegaron, el primero con una sonrisa algo arrogante, la segunda con su habitual inexpresividad.

—Oh, ya estamos todos. Bien, es hora de irnos. ¿Preparados? Estoy segura de que querrán viajar, ¿no?

Se miraron entre ellos.

—Al diablo. De algo hay que morir— dijo Connor.

—¿Tengo otra opción? — Tom alzó una ceja.

—Excelente. Amo su entusiasmo— dijo Eva, sarcástica.

—Bien, entren a la cúpula.

Dentro de dicha cúpula, había un orbe brillante flotando en el centro. De él salía una bruma igualmente brillante que se unía a los siete huecos, por ahora vacíos, que había en aquel lugar. Izzy entró y se colocó en una de los espacios vacíos, relajándose. Unas esposas la mantuvieron pegadas de manos y pies.

El resto, sin saber muy bien que hacer, la imitaron. Cuando todos estuvieron inhabilitados, Izzy abrió los ojos, como recordando algo.

—Por cierto, cuando vuelvan a sus antiguas vidas, sentirán un dolor equivalente a mil martillzos.

...

..

.

—¿¡QUÉ?!

—¿¡Y HASTA AHORA NOS LO DICES!? — exclamó Duncan, comenzando a forcejear con sus esposas.

—No traten de huir. Solo déjense llevar.

—¡Claro que sí, solo vamos a experimentar una tortura previo a un reality show!

—Si te sirve de algo, yo tampoco estoy muy entusiasmada por esto.

La máquina comenzó a girar al ser activada. Tom miró a Tom, quién asintió. El viaje acababa de empezar.

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NOTA DE AUTOR:

Y por hoy ya dejo de publicar. No se con cuanta frecuencia sacaré los caps, solo que... no será precisamente seguido. Comienzo la facu, entonces mi tiempo se acorta a una hora al día... con toda al furia.

Pero trataré de no dejarlos colgados esta vez.

Chaoitooo

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