En cuanto su mirada extenuante se encontró con aquellas palabras escritas en el panfleto, su cuerpo se paralizó por un momento. Lentamente, alzó su manó para quitar la tachuela que sostenía la hoja del periódico mural, con cuidado de no dañar los tantos anuncios que habían junto a este. Con calma, recorrió la yema de su dedo anular por sobre la escritura, pensando.

—¿Interesada en algún club deportivo? —habló una voz externa entonces, dándole pequeños toquecitos a su hombro para llamar su atención—. Porque ya te dije que nos vendría bien alguien como tú en nuestro club de natación.

—No, gracias —respondió después de un rato, volteándose. Agitó con diversión el panfleto—. Ya tengo un club en mente.

Las cejas de su amiga se alzaron en cuanto leyó la hoja. La miró de forma traviesa.

—¿Quieres ser mánager del club de voleibol masculino? —La contraria se encogió de hombros.

—Estos ojos no los tengo por nada.

—¿Ya te dije que me caes bien? —Alagó, antes de soltar una carcajada que hizo que algunas personas de su alrededor no dudaran en echarles un vistazo.

La contraria se le unió, dejando a la vista sus afilados colmillos como pequeñas cuchillas. Su cabellera oscura se entreveró entre sí gracias a la brisa primaveral de abril que entraba por una ventana abierta. Sus ojos carmín chispearon.