──── 012.
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Los rayos de sol ingresaban por la gran ventada e iluminaban por completo la habitación donde se encontraban Jacaerys y Ofelia. Ambos se encontraban abrazos mientras deseaban retroceder el tiempo o incluso detenerlo en ese mismo momento para así continuar disfrutando la compañía del otro, sin embargo, la realidad los llamó cuando una de las doncellas que ayudaría a Ofelia a arreglarse golpeó suavemente la puerta.
—Regresen más tarde —exigió Ofelia, y la doncella le respondió con un suave: «Entendido».
Jacaerys no quería romper el contacto que mantenía con su amada, pero sabía que era momento de marcharse, por lo que acarició suavemente la mejilla de Ofelia, luego depositó un corto beso en sus labios y le susurró suavemente que la amaba.
—También te amo —susurró ella mientras lo miraba dulcemente—. Nos vemos, mi príncipe.
—Nos vemos, mi lady.
Él se alejó de ella y comenzó a dar unos pasos hacia la puerta, entonces, antes de abrirla y marcharse, miró una última vez a Ofelia y le dedicó su mejor sonrisa. Finalmente, Jace salió de aquella habitación y se encaminó hasta el lugar donde se suponía que se encontraba su familia para dirigirse a Rocadragón.
—Jace —lo llamó la voz de Luke en cuanto lo vio caminar por el largo pasillo—. ¿Dónde estabas?
—Yo estaba despidiéndome de Ofelia —respondió con sinceridad.
—Al parecer estuviste despidiéndote desde anoche —le susurró divertido, lo cual provocó que las mejillas de su hermano mayor se sonrojaran.
—No sé de lo que hablas.
—No puedes engañarme —dijo sonriente—. Anoche fui a tus aposentos y no te encontré allí.
—¿Por qué has ido a mis aposentos?
—He pensado que estarías en tu cama sufriendo por todo lo que sucedió ese día, pero tal parece que me equivoqué.
—No digas nada. No quisiera poner en aprietos a Ofelia.
—Yo no diré nada. Nunca haría algo que los perjudicara a ambos —dijo con seguridad, y su hermano le dedicó una sonrisa porque Luke era un joven de palabra.
—Gracias, Luke.
Ambos jóvenes comenzaron a dirigirse hacia la salida sin siquiera percatarse de que había alguien escuchando su pequeña conversación.
Aquella mañana, cuando Jacaerys y su familia abandonó King's Landing; el Rey Viserys falleció. Muy pocos sabían sobre el reciente fallecimiento de su majestad, por lo que la Reina Alicent y su padre, Ser Otto Hightower, se reunieron con el consejo para planear la coronación del hijo mayor de Viserys; Aegon Targaryen. Ningún cuervo voló aquella mañana. No doblaron las campanas. Los sirvientes que sabían de la defunción del monarca acabaron en los calabozos. Ser Criston Cole recibió la tarea de prender a los «negros» que quedaran en la corte, los señores y caballeros que pudiesen inclinarse en favor de la princesa Rhaenyra.
—No inflijan violencia alguna, a no ser que se resistan —ordenó ser Otto Hightower—. Los hombres que se arrodillen y juren lealtad al rey Aegon no sufrirán el menor daño por nuestra parte
—¿Y quiénes se nieguen? —preguntó el gran maestre Orwyle.
—Son traicioneros —dijo Vara de Hierro—, y como tales deberán morir.
Lord Larys Strong, consejero de los rumores, tomó la palabra entonces por primera y última vez:
—Seamos los primeros en jurar, no vaya a ser que haya traidores entre nos —Tras desenvainar el puñal, el Patituerto se hizo un corte en la palma de la mano—. Un juramento de sangre para asociarnos a todos, hermanos hasta la muerte.
Y así fue como todos los conspiradores se cortaron la palma y se estrecharon las manos, jurando solemne hermandad. Tan solo la reina Alicent quedó exenta de tal juramento en atención a su condición de fémina.
La Reina Alicent despachó a la guardia real en busca de sus hijos Aegon y Aemond para que los llevaran ante el consejo, mientras que ella se ocuparía de su hija Helaena y de su futura nuera Ofelia Stark.
—Aquí tengo lo que solicitó, alteza —pronunció una de las señoritas que trabajaba para ella—. ¿Dónde quiere que lo lleve?
—Acompáñame —exigió.
La joven doncella comenzó a seguir los pasos de su reina. Ambas caminaron por el largo pasillo hasta que se detuvieron en una de las habitaciones. Alicent ni siquiera golpeó para anunciar su llegada, ella simplemente ingresó y su repentino acto causó la sorpresa de la muchacha que se encontraba allí dentro.
—¿Está todo bien, alteza? —preguntó Ofelia, quien se encontraba sentada en una silla mientras sostenía un libro.
—Lo está. Simplemente, le he traído algo de beber —respondió con tranquilidad al momento en que miraba a su doncella, la cual no tardó en acercarse a la joven y dejar una taza de té frente a ella—. Bébalo todo, por favor.
—Pero ya me han traído una taza de té —dijo Ofelia desconcertada—. Han dicho que no saliera de mi habitación, así que por ello me han traído el desayuno.
—Lo sé. Pero esto es diferente —dijo Alicent—. Es un té para ayudarla a mantenerse fuerte. He oído que usted no se sentía del todo bien al llegar aquí.
—¿De verdad? —preguntó con un toque de duda.
—¿Desconfía de su reina?
—Oh, no, por supuesto que no —dijo Ofelia al momento en que sostenía la taza de té y la acercaba a sus labios para así beber un poco de su contenido—. Está algo amargo.
—Es normal la primera vez.
La joven Stark asintió, entonces bebió por completo el contenido de aquella taza y la Reina sonrió triunfante de que lo hiciera. Aquella mañana, cuando Alicent se dirigía a despedirse de Rhaenyra, escuchó casualmente la conversación de Jacaerys y Lucerys, por lo que se temió lo peor y para evitar futuras consecuencias en su familia, decidió encargarse de aquel problema. por su cuenta.
Ella sabía perfectamente que Ofelia no sabía sobre el té de luna, aunque, si lo supiera, la hubiera obligado a beberlo si ella se negaba porque de no hacerlo la hubiera acusado de traición.
—Madre —pronunció la voz de Aemond en cuanto ingresó a los aposentos—. ¿Sucedió algo? —preguntó en el momento en que su mirada se detenía en aquella taza de té.
—Nada de lo que debas preocuparte —dijo dulcemente su madre mientras miraba a su doncella para que así esta se llevara la taza que le habían entregado a Ofelia—. Debo ir a hablar con tu hermana, así que los dejaré a solas.
La reina abandonó la habitación junto a su doncella, entonces Aemond se acercó a su prometida y la observó detalladamente en un intento de encontrar algo.
—¿Ha sucedido algo allí fuera? —preguntó Ofelia mientras miraba como los guardias y los sirvientes caminaban de un lado a otro por el pasillo—. Puedo notar a la gente algo alterada.
—Están buscando a mi hermano —respondió un poco más tranquilo al no encontrar nada extraño en su prometida—. Están pensando en coronarlo, así que deben encontrarlo rápidamente.
—¿Cómo dices? ¿Coronar? —preguntó con sorpresa—. ¿Acaso el rey ha fallecido?
—Sí.
Ofelia llevó sus manos hacia su rostro ante la sorpresa, pero rápidamente las bajó y miró con confusión a su prometido.
—¿Por qué quieren coronar a Aegon? Se supone que Rhaenyra es la heredera.
—Eso ha cambiado —respondió con sinceridad—. Ahora será mi hermano el rey.
—Ellos no saben de esto, ¿no? —dijo refiriéndose a Rhaenyra y su familia. Aemond no le respondió, pero su silencio le dio la respuesta—. Por supuesto que no lo saben o si no, no estarían planeando la coronación de Aegon.
—Ofelia.
—Ustedes están traicionando la palabra del rey —dijo—, y yo no pienso ser partícipe de todo esto.
—¿Y qué piensas hacer? —preguntó mirándola fijamente—. ¿Avisarles de lo que está sucediendo aquí?
—Tal vez lo haga —dijo con seguridad e iba a acercarse a la salida de sus aposentos, pero Aemond se lo impidió al tomarla del brazo—. Suéltame.
—Eres mi prometida. Así que te quedaras aquí tal como se tenía planeado.
Ofelia no pensaba hacerle caso, por lo que Aemond no tuvo más remedio que encerrarla en sus aposentos hasta que todo terminara.
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