──── 003.
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La noticia de que Lady Laena Velaryon había fallecido llegó a King's Landing a la mañana siguiente, por lo que Jacaerys parte con su madre, su padre y sus hermanos, e incluso con Ofelia Stark hacia Marcaderiva para asistir al funeral.
—¿Has visto a tu padre? —le preguntó Rhaenyra a su hijo mayor cuando se acercó a él en la recepción fúnebre. La mujer comenzó a mirar en varias direcciones hasta que su vista se posó brevemente en las pequeñas Baela y Rhaena—. Tus primas han perdido a su madre. Les serviría un gesto amable —comentó mientras acariciaba suavemente la cabellera de su hijo.
—Yo también necesito esa compasión —le informó Jacaerys, provocando que su madre se tensara—. Deberíamos estar en Harrenhal, de luto por lord Lyonel y sir Harwin.
—No sería apropiado —susurró Rhaenyra, quien brevemente miró a su alrededor. Esperando que nadie estuviera atento a aquella conversación—. Los Velaryon son familia y los Strong no —informó, y el pequeño Jace apartó su mirada—. Mírame. ¿Lo entiendes?
Jacaerys no le respondió. Él simplemente comenzó a alejarse y se acercó a sus primas, quienes estaban recibiendo el pésame de la pequeña Ofelia. Cuando llegó con ellas, se arrepintió al no saber que decir en un momento como ese, por lo que terminó alejándose de todas las personas que se encontraban allí.
Ofelia se disculpó con las pequeñas Targaryen por la imprudencia de su príncipe, luego se alejó y siguió el mismo camino que Jace había tomado. Minutos más tarde, vio a Jacaerys sentado en las escaleras que daban hacia el mar.
—¿Qué es lo que lo tiene tan mal, mi príncipe? —preguntó Ofelia, mientras bajaba unos cuantos escalones y se sentaba a su lado—. ¿Quisiera contarme? A veces desahogarse ayuda.
—Se trata de Sir Harwin, mi Lady —confesó y su mirada reflejó angustia—. Me he enterado de que ha fallecido.
—Lamento mucho su perdida. Sé muy bien el aprecio que le tenía.
Jacaerys se sintió un poco más tranquilo cuando sintió la calidez de la mano de su prometida apoyarse sobre la de él.
—Dígame, mi Lady. ¿Continúa enfadada por mi actitud de ayer?
—No. Ya no lo estoy —confesó.
—Lamento mucho mi comportamiento. Es solo que me sentí inquieto cuando... —Pero las palabras del Príncipe Jace quedaron en el aire, porque en aquel momento alguien se había quejado y al mirar hacia arriba pudieron encontrarse a Aemond batallando en quitarse de encima al pequeño lobo de Lady Ofelia.
—¡Detente, Fehrir! —exclamó firmemente Lady Stark, y el lobo se alejó del Targaryen para así acercarse a su fiel compañera—. Lamento mucho lo que le hizo mi lobo, Príncipe Aemond —se disculpó.
—No tiene por qué disculparse, Lady Ofelia —dijo Jacaerys, quien miraba a Aemond con celos—. Fehrir solo nos ha advertido de que alguien nos estaba espiando.
—Yo no estaba espiándolos —se defendió Aemond—. Fue totalmente casualidad encontrarlos por aquí.
Jace pensaba discutir, pero en aquel momento recordó las palabras que Sir Harwin le había dicho, por lo que se calmó y sostuvo suavemente la mano de su actual prometida.
—Será mejor irnos, mi Lady —dijo con un tono tranquilizante—. Ya se hace tarde.
—Tiene mucha razón.
Ofelia entrelazó sus dedos con los de Jacaerys, y Aemond al verlos se sintió completamente disgustado. Sin embargo, él no hizo nada, ya que en ese momento tenía pensado hacer otra cosa, y la razón era el obtener su propio dragón.
Baela y Rhaena se quedaron confundidas e incluso se asustaron cuando han visto que Vhagar, el dragón que perteneció en vida a Lady Laena, daba un severo rugido, estirabas sus grandes alas y comenzaba a elevarse por los aires.
Inmediatamente, ambas niñas se dirigieron hacia la habitación donde Jacaerys se encontraba durmiendo. Baela comenzó a sacudir el cuerpo de Jace para que este se despertara, entonces, cuando este abrió sus ojos y vio a sus dos primas con caras asustadas, se preocupó e inmediatamente les preguntó lo que sucedía.
—Se han robado a Vhagar —explicó Baela, y el rostro de Jacaerys se confundió todavía más.
Jace les solicitó a sus primas que lo dejaran solo para que así pudiera cambiarse e ir a averiguar lo que sucedía, por lo que ambas niñas salieron de la habitación y lo esperaron cerca de las escaleras que daban hacia el exterior.
—¿Qué ha sucedido? —preguntó Lucerys a sus primas, quien se encontraba acompañado de una recién despertada Ofelia.
—Alguien robó a Vhagar —respondió angustiada Rhaena, mientras se acercaba a su primo—. Estamos esperando a Jace para averiguar quien ha sido.
—¿No deberíamos de informar de esto a un adulto? —terció Ofelia—. No sabemos si la persona que lo robó sea peligrosa.
Los tres niños se miraron entre sí. Ofelia tenía un buen punto, pero antes de tomar una decisión, Jacaerys Velaryon apareció, ya vestido y armado con una espada de madera.
—No pude conseguir algo mejor —se excusó este cuando vio las miradas confusas de su familia y prometida—. ¿Vamos?
—Esperen —suplicó Ofelia, pero ninguno de ellos la escuchó, así que no tuvo de otra que seguirlos y así esperar que nada malo sucediera.
Esperaron cerca de donde Vhagar había emprendido vuelo, entonces, unos minutos más tarde, el dragón regresaba a su sitio y al ver que Aemond Targaryen bajaba orgullosamente del dragón, se han quedado estupefactos.
—¡Vhagar es el dragón de mi madre! —exclamó Baela cuando recobró su compostura—. No puedes simplemente llevártelo.
—Tu madre murió —dijo Aemond, indiferente—. Vhagar tiene un nuevo jinete.
—¡Yo tenía que reclamarla! —le gritó Rhaena.
—Entonces debiste hacerlo —respondió para luego mirar a sus sobrinos—. Tus primos te encontrarán un cerdo para volar. Te quedaría bien.
Baela y Rhaena proceden a golpear a Aemond, quien no dudó en devolverles el golpe y amenazarlas de que, si volvían a tocarlo, haría que su dragón se las comiera. En aquel momento, Jacaerys y Lucerys se lanzan también contra él, por lo que el Targaryen comienza a defenderse; primero, le rompe la nariz a Luke de un puñetazo, luego le arrebata la espada de las manos a Jace y la parte contra su nuca.
Asustada de que las cosas comenzaran a volverse trágicas, Ofelia va en busca de ayuda y regresa segundos más tarde junto a algunos guardias. Sin embargo, había sido demasiado tarde, ya que cuando regresó, pudo ver a Aemond revolcándose en el suelo, chillando de dolor mientras apoyaba su mano sobre el ojo que había perdido en manos de Lucerys Velaryon.
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