1 - Un Robo Industrial

"Las tres leyes robóticas:

1. Un robot no debe dañar a un ser humano, o por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes están en oposición con la primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no esté en conflicto con la primera o segunda Leyes.

Manual de Robótica. 1 edición, año 2058"

["Yo, robot", Isaac Asimov]

―Estas son las leyes de comportamiento que las corporaciones intentan que creamos que cumplen sus robots ―decía Arthur, el líder de ARAD, mientras señalaba la pantalla que mostraba dichas leyes―. Hoy, nuestros contactos dentro de las oficinas del Gobierno Mundial nos han confirmado que el código único de manipulación del comportamiento robótico, efectivamente, existe. ―Todos los presentes en aquella oscura sala se asombraron con sus palabras.―. Ya saben lo que eso significa; quienquiera que posea ese código podría iniciar una guerra usando robots como soldados, y ganaría. O peor, si cae en manos del Gobierno, se alzará en un régimen totalitarista.

―¡Debemos evitarlo! ―gritó uno de los miembros que se hallaba parado, y los demás lo vitoreaban.

Todos estaban de acuerdo en que debían actuar de inmediato.

La ARAD (Asociación Revolucionaria Anti-tecnología Dañina) se reunía en una vieja estación del subterráneo, y usaban las instalaciones de monitoreo de trenes como oficina principal. El suministro eléctrico había sido cortado el día que clausuraron la estación a causa de que la tecnología que utilizaba era ya obsoleta (es más fácil construir desde cero que reemplazar todo el tendido eléctrico de vías). Instalaron un generador que les proveía energía limpia e irrastreable. Pero, como se trataba de un prototipo, a veces no funcionaban, por lo que solo lo usaban para lo esencial. De modo que la asociación se reunía a oscuras.

En la oscuridad no se podía reconocer los rostros de los concurrentes, y lo poco que duraban las reuniones no permitía que socializaran entre ellos, por lo que algunos miembros que no se conocían. Por ello, la seguridad era primordial.

Primero, cada lugar en el que se reunían tenía una marca en la pared, a veinte metros de la entrada. Se usaba como marca el símbolo de la ARAD: un círculo con una R mayúscula en medio y una banda diagonal tapando la R, esto simboliza que están en contra de los robots, de momento. Luego, dos guardias dentro de las instalaciones revisaban a quienes ingresaban. Estos debían portar la invitación con los datos de la reunión, la que se leía a través de un sofisticado escáner similar al sistema de codificación similar al QR, creado por estos rebeldes. Luego, un segundo puesto de seguridad donde se escaneaban las pertenencias (estaba terminantemente prohibida la entrada con armas blancas o de fuego, y con cualquier artefacto que utilizará la tecnología GT, ya sea fabricado por la corporación GlobalTech o por otra que use su tecnología). Y por último, había una entrada secreta, especial para aquellos miembros cuya identidad se guardada en secreto.

Este grupo de rebeldes no estaba en contra de todos los avances tecnológicos, sino en contra de aquellos que agotan los recursos naturales del planeta o lo contaminan; de aquellos que reemplazan la mano de obra humana o al hombre en casi cualquier aspecto, dejando a la gente sin trabajo y volviendo a los usuarios más perezosos.

Arthur trató de calmar los ánimos de los presentes:

―Sabemos que debemos actuar de inmediato y es por eso que vamos a robarlo ―dijo para que supieran que opinaba lo mismo―. Hace meses que sospechamos de la existencia de este código. Ahora que lo confirmamos, podemos pensar en un plan para llevar a cabo el robo.

―¿Qué haremos con el código? El hecho de tenerlo en nuestras manos no modifica nada ―dijo Julia, una de las hackers de la Asociación.

Entre los miembros de la ARAD había fanáticos religiosos que creían que solo Dios tiene potestad sobre la vida y la muerte; estos se oponen rotundamente a toda inteligencia artificial. Además, estaban los melancólicos por las viejas tecnologías, acostumbrados a un pasado que entendían. También relativistas, que consideraban a la tecnología de acuerdo a su uso, necesidad y distribución equitativa. Y por último, los extremistas que desprecian toda forma de tecnología creada en laboratorios, que usen cualquier tipo de energía que no sea la fuerza humana o que hubieran sido concebidas con fines estéticos; estos eran los menos y no se les permitía actuar sin previo consentimiento de todos los miembros de la Asociación.

―A eso quería llegar —continuó Arthur—. Tanto Nataniel como yo, creemos que lo mejor es utilizarlo para modificar la conducta de los robots y volverlos violentos. Así las personas verán de lo que los robots son capaces, para qué fueron creados en realidad. Luego, aprovecharemos el escándalo para presentar toda la información que recolectamos sobre el espionaje que hace la GlobalTech a los usuarios de sus productos, poniendo fin a su monopolio...

―¿Por qué no lo destruimos? ―interrumpió alguien desde la multitud.

La ARAD contaba ya con más de cien miembros activos, que representaban, a su vez, los intereses de más de quinientos simpatizantes que no podían asistir a los encuentros.

―Pues, para destruirlo también deberíamos robarlo e ingresarlo a la computadora principal ―respondió Arthur―. Y con eso no lograríamos nuestro objetivo, ya que pueden crear otro. Debemos destruir el problema desde sus circuitos. Pero esto solo se hará si todos ustedes están de acuerdo, claro. ¿Alguien tiene una mejor idea?

Nadie dijo nada.

Arthur había demostrado, durante los pocos años de vigencia de la ARAD, que era un buen líder. En algún momento alguien intentó desacreditarlo, mas él supo demostrar su valía. Su mente calculadora y sistemática, sus respuestas rápidas y su pasado como funcionario del Gobierno, donde descubrió muchos secretos y conspiraciones, lo convertían en el más apto para el puesto. Era una persona que decía lo que pensaba y que actuaba en coherencia con su discurso, por eso se ganó la confianza de la mayoría. Si bien siempre hay alguien que duda y lo cuestiona todo, nadie estaba a la altura para destruirlo de su cargo.

―Muy bien, entonces Nataniel les explicará lo que sabemos ―concluyó Arthur.

Nataniel era el segundo al mando, fue elegido por el resto de los miembros de la Asociación pero, por permanecer fiel a los objetivos de la ARAD, se ganó la gracia de Arthur, convirtiéndose en su mano derecha.

Nataniel se paró de la silla donde estaba sentado junto a la mesa ovalada ubicada en el centro de la sala. Solo los miembros más antiguos, los líderes que se ganaron ese lugar, se sentaban a la mesa; estos eran las mentes de la organización. Los demás miembros permanecían de pie, eran los brazos ejecutores de las órdenes. A pesar de las diferencias de rangos, todos los miembros tenían voz y voto.

―Nuestra fuente en el Ministerio de Tecnología y Comunicaciones del Gobierno Mundial nos facilitó una conversación que tuvo lugar entre el Ministro de Comunicación, el Ministro de Seguridad y el vocero de la GlobalTech, en la que negociaban la compra del código único de manipulación de conducta. Sabemos que el código está dentro del edificio GlobalTech, resguardado bajo la máxima seguridad. ―Nataniel hizo aparecer en la pantalla los planos del edificio.―. Nuestro infiltrado en esa corporación descubrió que hay una pequeña oficina junto al lugar donde se encuentra la computadora central. Allí no hay cámaras de seguridad y tampoco hay registros de ella en los planos de construcción, por lo que no deben querer que se conozca su existencia. Lo malo es que está custodiada por guardias las veinticuatro horas del día. ―El hombre se acercó a la pantalla y señaló en dónde debería estar la oficina.―. Es el único lugar al que no tienen acceso nuestros contactos. El acceso es exclusivo para el CEO, el jefe de la División de Robótica y el vocero. Suponemos que es allí donde se ingresa el código, en un sistema independiente de la computadora central.

―¿Suponemos? ¿Acaso no tienen información certera? ―dijo uno de los extremistas y, acto seguido, su grupo comenzó a vociferar desalentado.

Los que estaban sentados en la mesa oval se levantaron y para intentar calmarlos.

En un rincón, bajo la penumbra, dos personas se movían preocupadas por la situación.

―¡En estos momentos tenemos un miembro de la Asociación confirmando la información! ―explicó Arthur a los gritos.

―¿Quién? ―preguntaron varios miembros a la vez.

Todos observaban a Julia, a quién creían la más capacitada para la tarea; pero, ya que ella se encontraba en ese mismo lugar, les desconcertaba no saber de quién se trataba.

―Alguien capacitado para surfear entre redes sin ser detectado. Además, ya se encuentra trabajando dentro de la corporación.

―¿En dónde encontraremos ese código?

―Ahora mismo está en manos del CEO. ―El silencio reinó en el lugar ante la inesperada respuesta de Nataniel.―. Se lo entregará al Ministro de Seguridad luego de la reunión con los accionistas, el viernes.

―¡Eso es en dos días! ―declaró uno de los miembros que estaban en la mesa.

―Es por eso que debemos concluir con el plan hoy mismo. Nos quedaremos toda la noche, si es necesario ―contestó Arthur.

―Y, ¿cómo conseguiremos el código? ―preguntó el anterior extremista disgustado.

―Es de público conocimiento la inhabilidad del Ministro Johnson para con la tecnología, además, está muy ocupado con los preparativos para su viaje a las provincias africanas, estará distraído. Nuestro contacto en el Gobierno lo interceptará en su oficina y copiará el código para nosotros ―irrumpió Nataniel.

―¿Quién? ¿Por qué tanto misterio? ―vociferaban algunos.

―No podemos revelar la identidad de nuestro contacto en la Sede del Gobierno Mundial, lo pondríamos en peligro ―intervino Arthur, sabiendo que algunos dudaban de su palabra―. Se trata del mismo que nos ha brindado información fidedigna por el último año. Les aseguro que podemos confiar en él.

El público se agitó en lugar de calmarse y Arthur hizo una seña a los hombres que se ocultaban en las sombras, detrás de él. Estos salieron por la puerta trasera de la sala, evitando la discusión.

―¡Por favor, señores! No perdamos más tiempo. Aquí están las posiciones que tendrán nuestros contactos e infiltrados. Estos son los que van a facilitarnos la entrada al recinto. Debemos decidir quién irá y quién estará en cada posición.

Los miembros de pie se amontonaron alrededor de la mesa y prestaban atención a todo lo que se decía. Los miembros de la mesa debatían la mejor forma de hacerlo, cuándo, cómo, etc. Los miembros de a pie levantaban la mano, cada tanto, para sugerir ideas. Y, así como dijo Arthur antes, se quedaron toda la noche planeando el sabotaje, hasta que estuvieron todos satisfechos.

El plan se elaboró con rapidez, pero decidir quién iría fue más difícil. Cada familia (los subgrupos en los que se dividía la ARAD según sus propósitos y creencias) quería enviar a un representante, por el simple hecho que nadie confiaba en nadie. Finalmente se decidió que, de quienes despreciaban toda tecnología que desafiara a Dios, enviarían a Cristián; de quienes no aceptaban la nueva tecnología solo por ser nueva, enviarían a Ernest; de los que creían que la tecnología y la ciencia estaban siendo mal utilizadas, enviaron a Julia; y de aquellos que creían que los robots enajenaban al hombre del género humano, enviaron a Carlos y Joan, no obstante, estos últimos no entrarían al edificio sino que crearían las distracciones.

Arthur y Nataniel serían los nexos entre el equipo antes nombrado y los espías dentro de la GlobalTech. Aquel que llamaban "el muchacho" debía comunicar al resto de los miembros los resultados de la operación. Los demás miembros activos esperarían en los diferentes puestos de batalla a que los robots enloquecieran para grabar la evidencia de que las leyes robóticas de comportamiento eran "mentira", como resultado de una profecía autocumplida.

El plan consistía en utilizar el código único y modificar el comportamiento de todos los robots que usaran el sistema GT haciéndolos violentos. Y luego modificarían la configuración del sistema para que no pudieran reparar el daño. Ellos obtendrían pruebas de lo peligroso que pueden ser los droides, provocando el disgusto y el miedo de los usuarios. Esto llevaría a la quiebra a la corporación GlobalTech y, por extensión, a las demás corporaciones que fabrican robots utilizando su sistema.

Una vez finalizado el plan, el sol comenzaba a salir, cada miembro se retiró a su hogar o a sus tareas diarias, pronto comenzaría el primer turno de trabajo. Los miembros de la ARAD eran empleados de todos tipo, algunos trabajan limpiando calles, otros en oficinas públicas, otros en fábricas y otros en grandes compañías de telecomunicaciones. Cada uno, desde su lugar, descubrió aspectos de la tecnología actual que les disgustaron y por eso accedieron a asociarse con Arthur.

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