09: What does the past, present and future sound like?

N/A ⚠️: Por cada * que vean en un párrafo, es una oportunidad para poner la canción en multimedia. Traten de leer con calma porque la canción es larga y las escenas son algo cortas JAJAJS.

Vuelvo a publicar el capítulo como por 3era o 4ta vez porque Wattpad no estaba notificando las actualizaciones y este es muy importante como para dejarlo pasar.


—¡Lydia!

El llamado de Emily, aunque no detuvo la carrera de Lydia, sí la hizo voltear la cara en su dirección y manotear en el aire.

—¡Tráete el coche!

Fue entonces cuando su mirada regresó a Johnny, quien no había ejecutado movimiento alguno desde que tuvo un encuentro con el pavimento. Fuera por el ejercicio de cardio o por temor, cada paso que la llevaba a él aceleraba su respiración.

Una vez lo alcanzó, no le dio importancia a su vestido veraniego ni a la molestia que sentirían sus rodillas, y se arrodilló a su lado. Con cuidado, tiró de su costado, no solo atrayéndolo hacia ella y alejándolo de los vidrios rotos de la botella de licor, sino también colocándolo de espalda.

Una mueca de dolor tomó las riendas de su rostro al ver la sangre, producto de los cortes, en el de Johnny; como si hubiera sido ella quien recibió el daño de la caída. No logró resistirse al impulso de acariciar, con su dedo pulgar, la piel de su perfil.

Se había curado de los moretones en vano.

Inclinando el oído hasta su nariz y poniendo una mano sobre su pecho, además de escuchar y sentir su aliento, Lydia observó cómo la mano y el pecho subían y bajaban en conjunto y con lentitud. El sentido del tacto, de igual manera, fue sensible a los latidos de su corazón.

Suspiró aliviada. No era necesario llamar a Emergencias. Aún.

—¿Johnny? —Le sacudió un hombro, pero como no obtuvo respuesta, le meneó los dos y con un poco más de fuerza—. John.

El estruendo de un claxon la sobresaltó, y al buscar quién había sido el responsable, se encontró con la famosa Suburban de su mejor amiga.

—¿Es en serio, Emily? —bramó, molesta.

—¿Qué? —se defendió desde su asiento y con la ventana abajo—. No te venía mal la ayuda. Ya se despertó.

De inmediato, Lydia se enfocó en Johnny de nuevo. Apenas empezaba a reincorporarse y se quejaba por el esfuerzo.

—¿Qué... pasó?

La pregunta, la razón detrás de ella, la manera en la que la miraba a los ojos entre expectante y desorientado, estrujaron el corazón de Lydia. Agradecía en su interior que se topara con ellas y no con alguien que se aprovechara de su vulnerabilidad.

—Tal parece que te desmayaste por exceso de alcohol —explicó, acercando una mano hasta debajo de su rodilla para apretarla como gesto de apoyo y promesa—. Pero estarás bien.

Lydia se levantó y estableció contacto visual con Emily. Richter, comprendiendo por qué, descendió del auto y abrió la puerta de los asientos traseros.

La rubia castaña, entonces, extendió los brazos hacia Johnny y dijo: —Agárrate de mí. Ella estará detrás de ti para asegurarse de que no te vuelvas a caer. —Señaló a la madre de sus sobrinos con la cabeza. 

El sensei de karate contempló a la mujer delante de él desde el suelo e intercambió la mirada de sus brazos a sus ojos y de sus ojos a sus brazos.

Johnny Lawrence siempre fue de manos grandes, pero ahora que las de Lydia acababan de desaparecer entre las suyas, se dejaba en evidencia lo mucho había crecido y el hombre en el que se había convertido.

Lydia lo jaló para sí y Emily lo empujó en la misma dirección. Juntas consiguieron que Johnny se parara y juntas consiguieron introducirlo en el coche.

*Mientras la agente inmobilaria buscaba y vaciaba una bolsa de Marshalls en el baúl —para que vomitara allí si así le apetecía—, la salvavidas le abrochaba el cinturón a su paciente.

—Eres exactamente como ella.

Debido a la cercanía, las fosas nasales de Lydia percibieron el olor a alcohol en el aliento de Johnny, e impuso distancia en medio de ellos para encararlo. Tenía la cabeza recostada en el respaldo de su asiento y la voz demasiado ronca, pero los ojos fijos, brillantes, en ella. La sangre que había estado deslizándose por su rostro ya se estaba secando.

—¿Ella?

—Sí. Como el amor de mi vida.

Lydia entreabrió la boca, suspirando por ella luego, cuando el dedo pulgar de Johnny acarició la esquina de su ojo derecho.

—Incluso tienes la misma cicatriz.

«Si soy el amor de tu vida, ¿por qué me dejaste?», quiso preguntarle, mas no era justo para ninguno de los dos. Él estaba ebrio, expuesto, y ella merecía una respuesta lúcida.

Por lo tanto, en lugar de responder, agarró la muñeca de Johnny con delicadeza y la apartó de la misma forma. Parecía lo correcto, pero en el fondo, muy en el fondo, era un pretexto para que continuara tocándola.

Le costó, le dolió, alejarse de él y regresar a la silla que le correspondía... pero lo hizo; con la esperanza de que Emily se encargara de aclararle para qué era la bolsa que le entregaría.

Con las manos temblándole, marcó el número del pastor de la iglesia de su madre y el viejo mejor amigo de Johnny: Bobby Brown. Durante el tiempo en que los pitidos de la llamada sonaron, Emily estaba de vuelta en el volante, aunque aún sin arrancar. Lydia fue enviada al buzón de voz y decidió grabar un audio en WhatsApp.

—Hola, Bobby. Espero que estés bien. Lamento escribirte solo para pedirte un favor, pero tengo a Johnny borracho en el auto de Emily y me lo voy a llevar a casa. ¿Crees que puedas traerle ropa?

—¿A tu casa? —preguntó Emily en cuanto finalizó, desconfiada. Lydia la miró—. ¿No es mejor que Bobby se lo lleve?

—Ya tiene una familia de la que encargarse.

—¿Qué hay de su propia casa?

—No debería quedarse solo, y es vecino de mi clienta. —Sonrió, amarga. Era arriesgado para ella. La castaña clara abrió los ojos con sorpresa—. No me molesta cuidarlo, Emily.

—Él no es un bebé al que hay que cuidar.

—Sí, no es un bebé, pero ahora mismo tampoco es Johnny. Está herido y fuera de sí. Además, será mi problema.

Emily no comentó nada más, pero el desacuerdo en su lenguaje corporal no pasó desapercibido para Lydia. Exhaló con pesadez, procurando no volver a salir de El Valle por lo desastrosa que había resultado ser la tarde, y observó a Johnny a través del espejo retrovisor; cuyos párpados comenzaban a cerrarse.

Lydia procedió a coger el teléfono de Emily y, tras revisar su conexión con el Bluetooth del vehículo, terminó escribiendo For Whom the Bell Tolls de Metallica en YouTube y eligiendo el primer video en aparecer.

Solo bastó el sonido de una campana en la canción para que Johnny reaccionara y soltara un «¡oh, sí!», y en los labios de Lydia hubo el indicio de una sonrisa.

Sabía que eso lo mantendría despierto.

Bobby: Ya voy de camino. Traigo comida

Como se había quitado el Apple Watch, Lydia leyó la notificación desde la pantalla de su teléfono, el cual reposaba sobre el lavamanos.

Dio un asentimiento de cabeza para sí misma e introdujo una toalla fingertip en una cubeta de agua para luego exprimirla. Por el rabillo del ojo, veía cómo Johnny, sentado en la tapa del inodoro, seguía cada movimiento que ella ejecutaba con la mirada.

Se paró delante de él y le alzó el mentón, los vellos de su barba raspándole un poco los nudillos y su postura convirtiéndose en una sumisa. Fue así como pasó el paño por su rostro, eliminando todo rastro de sangre, en un silencio que no supo discernir entre agradable o agobiante.

No hubo momento en el que el sensei de karate no la observara, pero Lydia, concentrada solo en su labor, no establecía el contacto visual que él parecía buscar.

—¿Tienes hambre? —interrogó ella, lanzando la toalla mojada y sucia en el cubo y reemplazándola por otra seca.

—Tengo sueño —contestó, mientras Lydia terminaba de frotar la toalla contra los cortes que la caída le había hecho.

La dueña de la casa sacó una crema cicatrizante del armario detrás de ellos y se la echó en la yema de su dedo índice, comenzando a restregarla en la ceja y el pómulo del hombre. Él cerró los párpados ante la delicadeza del toque femenino y el alivio que solo una loción podía regalar.

Lydia se preguntó si solía beber con frecuencia y, de ser así, si se comportaba con la misma tranquilidad que ahora.

—Me temo que no podrás irte a dormir hasta que comas algo y te des un baño.

*Fue ahí, al finalizar, que los ojos de Lydia se encontraron con los de Johnny; quien batió las pestañas con inconsciencia. Siempre lo hacía con inconsciencia, y Lydia siempre caía.

Una vez más, y sin romper el contacto visual, la abogada se dejó llevar por su instinto y estiró una mano hacia su cabello rubio hasta recorrerlo con los dedos. No era un gesto de deseo, sino uno tan lleno de cariño y compasión, que descolocó cada uno de los sentidos de Johnny.

Una expresión de preocupación llegó al rostro de Lydia cuando distinguió lágrimas acumulándose en los ojos de él.

—He sido malo —dijo, con la voz quebrada, para luego bajar la cabeza.

—John...

—Le arruino la vida a todo el que me conoce. —Asintió de manera seguida, volviendo a subir la cabeza y suspirando por la boca. Su aflicción afligía también a Lydia—. Siempre ha sido así. Fui un mal amante antes y soy un mal sensei y un mal padre ahora. Miguel está lesionado y Robby está en prisión por nada más que mi culpa. —Se golpeó el pecho con la palma de su mano.

» No quería ser como Kreese y resulté ser peor.

Explotó a sollozar, envuelto por hipos y ahogos, y tanto su cara como sus brazos se aferraron al vientre de Lydia. Ella le devolvió el abrazo, sosteniéndolo por la espalda y por la nuca. Lo escuchó mencionar a Carmen, algo sobre dinero, mas no logró entenderlo por completo. El nudo en su propia garganta era su única certeza.

Así fue como permanecieron los amantes por largos minutos. Johnny se refugiaba en el calor de Lydia y Lydia acariciaba a Johnny. Hasta cuando él quisiera.

Johnny inclinó la cabeza para atrás y la miró, su nuez de Adán subiendo y bajando, y mantuvo los brazos alrededor del cuerpo de ella. Lydia ahora se agarraba de la anchura de sus hombros. El azul de sus ojos —más claro por haber llorado—, junto al rojo, eran los colores que predominaban en su rostro.

—Deberías tomarte la ducha ahora. Te relajará. O tal vez llores un poco más.

Cuando Johnny sonrió con gracia y levedad, Lydia también lo hizo.

El rubio consiguió quitarse la camisa y el pantalón, pero solo porque ella lo había ayudado. Lydia, tras encender la ducha para él y entregarle una toalla apropiada para su tamaño y un jabón, abandonó el cuarto de baño y se sentó en el suelo, de espaldas a la puerta y con las piernas cruzadas, para vigilarlo.

—¿Lydia? Es Bobby.

—¡Pasa! Está abierto.

Los dos le obsequiaron una sonrisa al otro en cuanto Bobby fue recibido por el interior de la casa.

—¿Emily no está? —quiso asegurarse, pues no la divisaba por ninguna parte.

—No. Se fue a casa de mamá.

Darn. Traje comida para ella también.

—Oh, Bobby, no te hubieras molestado.

—¿Tienes ganas de cocinar? —La rubia castaña entrecerró los ojos y apretó los labios. Bobby rió, breve y discretamente—. Eso pensé. La hizo mi esposa.

El pastor colocó la mochila con la ropa para Johnny sobre un sofá y el recipiente de comida sobre la mesa de la cocina. Lydia, viendo que se acercaba a ella, le dejó un espacio a su lado.

—¿Cómo está Johnny? —volvió a preguntar. El sonido del agua de la ducha los acompañaba.

—No muy bien. ¿Sabes si esto sucede seguido?

La inhalación que tomó antes de responder fue un mal presagio para ella.

—Johnny es alcohólico desde hace dieciséis años, Lydia —reveló. En su tono de voz había cansancio y lástima. Lydia se cubrió la boca con una mano, horrorizada.

—¿Dieciséis años?

Mjm. Pero él no ve las cosas como son. He intentado ayudarlo, pero tristemente no se puede hacer mucho por alguien que no pone de su parte.

» Ahora no hay día en el que no le entrego su situación a Dios. Eso consigue más de lo que yo quise alcanzar con mi propio entendimiento. Y creo... que estoy viendo una respuesta.

—¿Cuál?

—Tú.

—¿Yo? —Se señaló a sí misma con incredulidad y sarcasmo—. ¿Dices que yo lo voy a ayudar?

—Sé que no te vas a quedar de brazos cruzados. No cuando entiendes por lo que está pasando.

Lydia entreabrió la boca, aturdida y sorprendida por igual, mas sacudió la cabeza en una negación de inmediato.

—¿Acaso no te ha contado acerca de cierto caso legal?

—Me contó, sí. Está convencido de que Dios lo odia y le dije que los problemas son oportunidades para acercarnos a los pies de Cristo. No le gustó, por supuesto.

—A mí tampoco me hubiera gustado escuchar eso si estuviera en sus zapatos.

—Pero es exactamente lo que las personas necesitan escuchar, Lydia: que Jesús es la esperanza. Él nos levanta, nos saca, de todo aquello que nos esclaviza. Las dificultades de la vida vienen incluidas. Después de todo, fue por nuestra salvación, por amor a nosotros, que Él se sacrificó.

—Nunca me sentí lo suficientemente conectada con Él, a pesar de que fui criada en el evangelio.

—Si no hay fe, no habrá conexión. ¿Qué tan dispuesto está tu corazón a creer en el Señor de lo posible y lo imposible?

La abogada no respondió. En su lugar, se abrazó las piernas y puso la barbilla sobre las rodillas, y Bobby la rodeó con un brazo consolador.

Ah. ¡Por fin!

Lydia sonrió ante la celebración de Johnny, quien estiraba los brazos y las piernas sobre la comodidad de la cama. Tenía una pijama para climas fríos que, según ella, no iba acorde con su personalidad.

No había querido comer de lo que la esposa de Bobby había preparado, tampoco algo que resultara menos pesado para su estómago, pero tanto Lydia como Bobby se conformaron con el agua que sí había ingerido; siendo esa la señal para el pastor para regresar a casa.

*Mientras lo arropaba con una sábana, el rubio la observaba.

—¿No vas a dormir conmigo?

Lydia le devolvió la mirada en el momento en que lo escuchó hacer la pregunta.

—Dormiré en la sala.

—Duerme conmigo.

Transcurrieron segundos en los que permanecieron en silencio, solo mirándose a los ojos. Lydia se debatía entre la decisión que ya había tomado y lo que realmente deseaba, y al final, el amor prevaleció por encima de todo impedimento.

La mujer fue hasta el otro lado del colchón, aquel que le pertenecía por naturaleza, y tras apagar la lámpara, se montó en él. En lugar de acostarse allí donde se había hundido, a oscuras pero con el objetivo más claro que nunca, gateó hacia Johnny.

Abrazó su cuerpo con un brazo y una pierna y apoyó la cabeza en su hombro, ocultando el rostro en su cuello; el cual olía al jabón Dove. El hombre la apretó más contra él.

—¿John?

—¿Mm?

Las lágrimas en los ojos de Lydia fueron la primera respuesta.

—No tuve mejor amante que tú.

Cuando alzó la cabeza para mirarlo, se encontró con que ya estaba dormido, así que volvió a la posición anterior. Antes de ella misma cerrar los párpados, buscó la mano de Johnny hasta entrelazarla con la suya, y con eternidad, se la acercó a los labios y se la besó.





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Qué les pareció el capítulo? Cuál fue su parte favorita? Yo siento que el amor TRASPASÓ la pantalla y espero que ustedes hayan sentido lo mismo 😭😩😭😩😭😩😭😩

Nos leemos, hopefully, en febrero 🩵

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