Capítulo 5

Habían pasado varios días desde que llegaron al castillo. A pesar del descanso, la preocupación por Sora no abandonaba a Natalia.

Esa noche, se reunieron las chicas en su habitación. Kairi acariciaba su llave espada con gesto triste, mientras Honey Lemon intentaba animarlas.

—Debemos tener fe, amigas —dijo dulcemente—. Sora es muy fuerte, estoy segura que está bien.

—Ojalá tuviéramos más pistas —murmuró GoGo con el ceño fruncido.

Natalia suspiró mirando por la ventana, abrazando el collar. La luna llena iluminaba las torres del castillo.

"Sora, donde quiera que estés, espero que sepas que no descansaré hasta encontrarte", pensó decidida. Nada ni nadie las detendría en su misión.

Natalia sintió un peso en los ojos, quedando dormida cerca de la ventana. Despertó sobresaltada en medio de la noche. La luz de la luna bañaba la habitación. Todas dormían excepto ella.

Natalia se frotó los ojos, aún somnolienta. Al levantarse notó que la ventana se hallaba abierta.

"¿Lo dejé así?", pensó extrañada. Se asomó al balcón, expectante. La luz de luna iluminaba los jardines del castillo.

Fue entonces que lo vio. Una silueta estaba de pie junto al Sauce Bailarín, casi invisibles entre las sombras. Parecía aguardar.

De pronto, la figura volteó como si la hubiese sentido. Los rayos lunares iluminaron un rostro conocido.

—¡Sora! —susurró Natalia impactada.

No podía creerlo. Sin dudarlo un segundo, trepó rápidamente el balcón y saltó ágilmente hacia el suelo. Corrió descalza hacia donde lo había visto.

Pero cuando llegó, ya no había nadie. Solo la brisa moviendo las ramas del sauce.

“¿Habré soñado? No, estaba segura que era él...”, pensó confundida.

Natalia comenzó a escuchar un zumbido dentro de su cabeza. Luego, voces que parecían venir de muy lejos.

—Eres mía ahora... —decía una voz masculina de forma siniestra.

—Nunca te saldrás con la tuya —respondió otra voz, pero femenina.

El dolor de cabeza aumentó. Natalia llevó sus manos al rostro, arrodillándose en el suelo. Las voces se volvieron más nítidas.

—¡Basta! ¡Déjenme en paz! —gritó alterada.

De pronto, todo acabó. El zumbido cesó y el dolor se detuvo. Natalia jadeaba agitada, sudando frío.

"¿Qué demonios fue eso...?" pensó alarmada. Se puso de pie temblorosa, mirando a todas partes.

El miedo invadió su ser a ver la oscuridad, retrocediendo lentamente. Salió corriendo hacia la entrada del palacio para dirigirse a su habitación. Pero no se esperaba que iba a chocar contra Wasabi.

Natalia frenó de golpe, sobresaltada.

—¡Wasabi! Me asustaste —dijo jadeando, aún con la adrenalina del susto.

Él la miró preocupado—. ¿Qué sucede? Te veo pálida.

Ella dudó, sin saber cómo explicar lo ocurrido—. Tuvo una pesadilla —mintió a medias. No quería quedar como una loca.

Wasabi frunció el ceño, adivinando que ocultaba algo. Pero asintió sin presionarla—. Ven, te acompañaré a tu cuarto.

Natalia suspiró, sintiéndose más tranquila a su lado. Caminaron despacio por los pasillos iluminados por antorchas.

Cuando llegaron a la habitación, entraron sin hacer ruido y Wasabi llevó a la adolescente a la cama.

Wasabi arropó a Natalia con suavidad, como si fuese su hermana pequeña.

—Descansa, todo estará bien —murmuró con tono tranquilizador—. Nada ni nadie podrá hacerte daño aquí.

Natalia asintió, sintiéndose reconfortada por sus palabras. El miedo había empezado a esfumarse.

—Gracias, Wasabi —dijo en un susurro.

Él le dedicó una cálida sonrisa antes de dirigirse a la puerta para retirarse. 

—Buenas noches —se despidió con dulzura—. Que descanses.

Natalia le devolvió el gesto, sintiendo cómo el sueño comenzaba a vencerla. Se acomodó entre las sábanas, reconfortada por la sensación de la tela. Durmiendo profundamente al final.

Cuando Natalia despertó, los rayos de sol se colaban entre las cortinas. Se sentía reconfortada y descansada después de la mala noche.

Recordó las voces extrañas en su cabeza y se estremeció. ¿Habría sido producto de su cansancio? No tenía explicación lógica.

Se vistió y arregló, ansiosa por empezar el día. Salió de la habitación y caminó por los pasillos del castillo.

El lugar rebosaba de vida y alegría a pesar del conflicto en el mundo exterior. Los amigos de Sora se esforzaban por mantener el ánimo.

Al llegar al comedor, vio a Wasabi junto a los demás. Le devolvió el saludo con una sonrisa, agradecida internamente por su apoyo.

Comenzó a comer, pensando en su próximo plan de acción. No olvidaría tan fácil lo de anoche, pero por el momento debía concentrarse en la búsqueda de Sora. Pronto darían con él, estaba segura.

Riku levantó la mirada mientras masticaba un pan y miró a su amiga recién despierta.

—Buenos días —lo saludó con una sonrisa.

—Buenos días... —bostezo Natalia y se sentó a su lado.

Natalia devolvió el saludo a Riku con una sonrisa aún somnolienta.

—Hola, ¿dormiste bien? —preguntó el muchacho de cabello plateado. Tenía ojeras que evidenciaban sus propias noches de poco descanso.

—Más o menos —respondió Natalia sirviéndose una taza de té caliente—. Tuve algunas pesadillas.

Riku asintió con gesto serio. Ambos habían enfrentado demasiadas pesadillas en su corta vida. Tomó un sorbo de su propia taza, mirándola fijamente.

—Encontraremos a Sora, no lo dudes —prometió con firmeza—. Sea lo que sea que esté pasando, no descansaré hasta traerlo de vuelta a salvo.

Natalia le dedicó una mirada cargada de gratitud. La determinación de Riku la alentaba a no rendirse. Sabía que con amigos así a su lado, nada estaba perdido.

—Lo sé. Gracias por estar aquí con nosotros, Riku —dijo sinceramente. 

Él asintió, esbozando una leve sonrisa. Ambos se dispusieron entonces a degustar su desayuno, preparándose para un nuevo día de búsqueda. Encontrarían a Sora, costara lo que costara.

Habían pasado un par de horas desde el desayuno. Natalia se sentía con más energías para emprender el nuevo día.

En ese momento se encontraba en el muelle, donde estaba estacionada la nave Gummi. Los demás iban subiendo hablando animadamente.

Riku se acercó a ella—. ¿Lista para zarpar? —preguntó con una media sonrisa.

Natalia asintió decidida—. Voy tras ustedes.

Subió los escalones y se internó en la nave. Dentro todo era actividad, preparando los sistemas para el despegue.

Fue a instalarse en su asiento de copiloto favorito, desde donde podía ver el espacio exterior.

Su mente se llenó de expectativa, ansiosa por conocer su próximo destino. Donde quiera que los condujera su búsqueda, estaba dispuesta a enfrentarlo. Pronto encontrarían a Sora, podía sentirlo en su corazón.

Durante el viaje, Natalia y el resto de los chicos pensaban en cual mundo podrían ir para hallar pistas.

—Hmm... ¿y si vamos a la Ciudad de Halloween tal como acordamos?

—¡Sí! Vayamos ahí —dijo Goofy.

Wasabi fingió toser—. Solamente espero que no nos topemos con nada perturbador por ahí...

—Oh vamos Wasabi, no me digas que te asustan unas simples calabazas —dijo GoGo burlona.

—¡Claro que no me asustan! —se defendió Wasabi ofendido—. Solo digo que mejor ir preparados por si nos topamos con ese famoso rey del cementerio.

Todos rieron excepto él, que frunció más el ceño.

—Ya verás que cuando nos topamos con ese fantasma ni te reirás —masculló entre dientes.

—Tranquilo grandote, estamos todos juntos —intervino Riku, intentando calmar los ánimos—. Pase lo que pase, nos cubriremos las espaldas como siempre.

Natalia asintió dándole la razón. Sabía que podían enfrentar cualquier amenaza si permanecían unidos.

En eso pronto llegando al mundo Ciudad de Halloween...

🌊

Natalia parpadeó confundida al abrir los ojos y encontrarse en un lugar diferente. Lo último que recordaba era estar en la nave Gummi junto a los demás.

Al mirarse notó que su ropa había cambiado. Llevaba puesto un corto vestido victoriano de color rojo oscuro, junto a unas botas negras de tacón.

Al tocarse la boca, sintió una textura extraña. Eran sus colmillos, más grandes de lo normal.

—Pero, ¿qué demo...? —exclamó perpleja.

Fue entonces que cayó en la cuenta. Estaba disfrazada de vampira. Seguramente habían llegado a la Ciudad de Halloween y el mundo los había transfigurado para la ocasión.

Miró a su alrededor buscando a los demás. Sola en medio de un cementerio espeluznante, con las tumbas iluminadas por la Luna llena.

—Chicos, ¿dónde están? —gritó intentando calmar el miedo que comenzaba a invadirla.

Natalia comenzó a caminar aprisa entre las tumbas, llamando a gritos a sus amigos. Su voz cortaba el silencio sepulcral de la noche.

—¡Contesten de una vez! ¡NO ES GRACIOSO! —exclamó alterada.

Los colmillos le picaban incómodamente. Se detuvo un momento a observar el tenebroso panorama, jadeando agitada.

Fue entonces cuando escuchó un ruido detrás de ella. Se dio rápidamente la vuelta con el corazón encogido. Una sombra se movía entre las lápidas.

—¡Quien quiera que sea, muéstrese! —gritó tratando de sonar desafiante, aunque su voz temblaba.

La sombra se acercó lentamente, tomando forma... Era una figura envuelta en una capa oscura. Cuando estuvo frente a ella, descubrió su rostro...

La figura descubrió su rostro y Natalia reconoció una mata de cabello color castaño sobresaliendo debajo de la capucha. Era Fred.

—¡Fred, idiota! ¿Querías que me diera un infarto? —exclamó furiosa, dándole un golpe en el brazo.

Él se sobó el área golpeada con gesto de dolor—. Auch, tranquila fiera. Solo quería asustarte un poquito —dijo riendo.

—Pues no vuelvas a hacer alguna estupidez como esa —lo regañó Natalia tratando de calmar su respiración—. Estoy sola y asustada en medio de quien sabe donde.

Fred adquirió una expresión culpable—. Lo siento, no pensé que te pondrías tan mal. Prometo no volver a asustarte.

Ella suspiró aún enfadada—. Mas te vale. Ahora sí, ¿donde están los demás? Hay que encontrarlos cuanto antes.

—Por aquí, ven —le indicó Fred comenzando a caminar. Natalia lo siguió esperando realmente encontrar a sus amigos.

Cuando por fin llegaron, Natalia pudo ver a sus amigos también transfigurados.

Natalia sintió una oleada de alivio al ver a sus amigos a salvo. Corrió hacia ellos.

—¡Chicos! Qué bueno es verlos —dijo jadeando.

Se fijo en sus atuendos. Wasabi era un hombre lobo, Riku un vampiro igual que ella, Hiro era un pequeño zombie, GoGo una bruja, Honey Lemon una hada, Donald una momia y Goofy estaba disfrazado de Frankenstein.

—Nos separamos al llegar —explico Riku—. ¿Estás bien?

Asentío—. Sí, gracias a Fred. Casi me da un infarto del susto.

Todos rieron a carcajada limpia excepto Natalia. Aún estaba molesta con él.

—Bueno, al menos ya estamos juntos de nuevo —dijo Honey tratando de calmarla.

Asentio Nat—. Vayamos a explorar la Ciudad. Quizá encontremos pistas de Sora.

El grupo comenzó a caminar por las espeluznantes calles de la Ciudad de Halloween. Natalia observaba atentamente cada detalle, en busca de algo, cualquier cosa, que pudiera relacionarse con Sora.

—Separémonos para cubrir más terreno —sugiere Riku—. Si encuentran algo, no duden en llamar al resto. Tengan cuidado.

Todos asintieron. Natalia decidió ir con Fred, aún no muy convencida de dejarlo solo luego de su broma anterior. Caminaron en silencio unos minutos.

—Oye, de verdad lo siento... otra vez —dijo Fred tímidamente—. Solo quería divertirme un poco.

Ella suspiró—. Está bien, te perdono. Pero no vuelvas a asustarme, ¿de acuerdo? Aquí las cosas dan más miedo.

Él sonrió agradecido. Siguieron explorando, con los sentidos en alerta por si detectaban alguna pista sobre el paradero de su amigo perdido.

Mientras, con Wasabi junto a GoGo y Goofy, caminaban por la plaza.

—Aquí solamente veo monstruos por doquier —comentó Wasabi.

Goofy asintió, hasta que vio una figura familiar y fue corriendo a saluda dejando a los dos chicos solos—. ¡Jack Skellington! ¡Hola!

—¡Espera Goofy! —gritó Wasabi alarmado.

Pero la misteriosa criatura se dio la vuelta, revelando un esquelético rostro sonriente. Reconocieron al Rey del Halloween, Jack Skellington.

—¡Hola Goofy, cuanto tiempo sin verte amigo! —saludó alegremente.

Wasabi y GoGo suspiraron aliviados. Se acercaron cautelosos pero Jack los recibió cordial.

—Pero miren que tenemos aquí, más invitados —se les acercó tenebrosamente para Wasabi—. ¿Cómo se llaman?

Wasabi tragó saliva nervioso ante la cercanía esquelética de Jack. Pero Goofy parecía muy amigable con él.

—S-Soy Wasabi —dijo con un hilo de voz—. Ella es GoGo.

—Mucho gusto —agregó GoGo con más confianza, aunque también lo miraba con precaución.

—¡Bienvenidos a Halloween! —exclamó Jack alegremente—. Por favor disfruten de nuestros festejos. ¿Les ofrezco algunos dulces?

Wasabi dio un respingo ante la mención de "dulces", asociando la palabra con algo tenebroso proviniendo de él. Pero Goofy ya se veía degustando algunos.

—Verá señor Skellington, en realidad vinimos buscando a nuestro amigo Sora —intervino Goofy tranquilo—. ¿Lo ha visto por aquí?

Jack ladeó su calavera pensativo—. Me temo que no... pero, puedo ayudarlos si gustan.

—¡Genial! Solo esperanos un momento. Llegamos enseguida —se despidió Goofy.
Él corrió a buscar al resto del grupo para decirles lo que había conversado con Jack Skellington. Pronto los reunió a todos en la plaza.

Les contó emocionado sobre el ofrecimiento del Rey del Halloween para ayudarlos. Asintieron esperanzados.

Regresaron donde Jack. Al verlos, les dirigió una sonrisa esquelética.

—Amigos, les presento a Jack Skellington —dijo Goofy alegremente—. Él ha accedido a guiarnos por la ciudad.

—Encantado de conocerlos —saludó cortésmente Jack—. Lo lamento, últimamente todo ha estado bastante tranquilo por aquí. Pero no pierdan las esperanzas, quizá encontremos alguna pista.

Y así comenzó el recorrido. Jack los llevó por cada rincón de la ciudad, contándoles anécdotas pero sin ninguna novedad sobre Sora. Su paciencia y amabilidad nos reconfortaba. Seguiremos buscando.

Pronto llegaron al bosque tenebroso, Natalia buscaba con la miraba sin estar concentrada en lo que decía Jack.

Mientras Jack hablaba, de pronto Natalia divisó algo brillando entre los árboles. Se detuvo en seco enfocando la vista, incrédula.

—¡Chicos, miren ahí! —gritó señalando, para luego echar a correr en dirección al objeto.

—¡Espera Natalia, puede ser peligroso! —exclamó Wasabi preocupado y salió tras ella.

Los demás los siguieron alarmados. Cuando alcanzó a Natalia, Wasabi la encontró arrodillada en el suelo, en silencio sosteniendo algo en sus manos.

—Natalia, ¿estás bien? No vuelvas a asustarme así —la regañó paternal Wasabi. Pero verla callada lo preocupo un poco—. ¿Nat?...

Ella levantó lo que sujetaba. Brillaba bajo la luz de la luna. Era la llave espada de Sora.

Los demás llegaron a donde estaban Wasabi y Nat, sorprendiéndose también. —Su Llave espada... —musitó Honey—. Ay, cielos. ¿Pero cómo terminó aquí?

Natalia sostenía la llave espada con delicadeza, temerosa de que pudiera desvanecerse. La encontró aquí, ¿pero dónde estaba Sora?

Se puso de pie con gesto preocupado—. Chicos, esto debe significar algo. Sora estuvo aquí, o tal vez... —no quiso completar la idea.

Wasabi posó una mano en su hombro reconfortante—. Tranquila, estoy seguro que Sora sabe cuidarse solo. Encontraremos alguna pista.

Jack se acercó observando la llave espada pensativo—. Es extraño, ¿cómo es que no la vi antes? Revisaré de nuevo este bosque. Ustedes continúen explorando la ciudad.

Natalia asintió aún inquieta. Los chicos continuaron explorando sin hallar nada, y cuando Jack llegó, no mostraba una buena cara—. No encontré nada... le pregunte incluso a Sally si había visto algo extraño, pero no.

Ellos suspiraron tristes y decepcionados por la noticia.

—No te preocupes, gracias por querernos ayudar —dijo Goofy agradecido.

Riku suspiró resignado. Parecía que en ese mundo no encontrarían más pistas.

—Gracias por todo Jack, pero creo que lo mejor será irnos —dijo con calma.

El esqueleto asintió comprendiendo—. Estuvieron cerca esta vez. Sigan buscando, estoy seguro que pronto hallarán una pista.

Se despidieron del Rey del Halloween. Subieron todos a la nave Gummi, despegando rumbo al siguiente mundo.

Natalia se sentó agotada, la preocupación por Sora la estaba desgastando. Miró la llave espada que había encontrado, lo único que les daba esperanzas.

De pronto sintió una fuerte punzada en la cabeza. Su sueño recurrente vendría de nuevo. Antes de que alguien lo notara, se quedó profundamente dormida.

Riku la observó preocupado. Era evidente que la búsqueda afectaba demasiado a Nat. Esperaba encontrar pronto a Sora, por el bien de todos.

El viaje fue largo para algunos. Llegaron después de unas horas al mundo Castle Disney y aterrizaron en el estacionamiento. Riku se levantó de su asiento y miró a la chica de cabellos naranjas durmiendo aún.

—Bien, ¿quién la carga hacia su cama?

Los demás miraron fijamente hacia Wasabi, quien se sobresaltó al notar todas las miradas puestas en él.

—P-pero, ¿por qué yo? —tartamudeó nervioso.

—Vamos Wasabi, tú eres el más cercano a ella —dijo Hiro con picardía.

—Además eres muy cuidadoso, la llevarás en perfectas condiciones —agregó Honey dulcemente.

Wasabi suspiró resignado. Sabía que no tenía caso discutir.

Con cuidado la tomó en brazos, sorprendiéndose de lo ligera que era. Natalia ni se inmutó en su profundo sueño.

—Bien, los alcanzo en un rato —dijo dirigiéndose a la salida.

Caminó lento para no despertarla. A pesar de la molestia fingida, en el fondo disfrutaba poder ayudar a su amiga. Solo rogaba que pronto encontraran la manera de librarla de esa pesadilla.

Wasabi llegó a la habitación de las chicas antes que ellas y la deposita en su cama. Honey se acerca a verla, admitiendo que está preocupada por ella.

—Siento pena por Naty, debe estar muy triste desde que Sora desapareció... —murmuró ella.

Wasabi asintió a Honey con tristeza—. Sí, ha soportado mucha presión estos días. Esa pesadilla la está debilitando.

Observaron pensativos el rostro apacible de Natalia durmiendo. A pesar de todo, su serenidad les daba algo de paz.

—No pierdan la fe chicos, estoy seguro que Sora aparecerá —dijo una voz a sus espaldas.

Se giraron para ver a Riku sonriendo con confianza. Wasabi estuvo de acuerdo.

—Riku tiene razón. Mientras Nat siga en pie para buscarlo, estamos un paso más cerca —dijo Honey decidida.

En eso Natalia comenzó a despertar. Parpadeó confundida ante la luz.

—¡Nat! ¿Cómo te sientes? —quiso saber Wasabi con dulzura.

Ella bostezó adormilada—. Un poco mejor, gracias. La siesta me sentó bien.

Sus amigos sonrieron aliviados de verla repuesta. Su entereza los inspiraba a continuar la búsqueda.

—Sigue durmiendo, niña. Ya es de noche —indicó Wasabi cubriéndola con las cobijas.

Natalia bostezó de nuevo, sintiendo cómo el sueño la vencía poco a poco. Se acomodó entre las cálidas mantas que Wasabi le arropaba con delicadeza.

—Gracias por cuidar de mí, Wasabi —murmuró somnolienta.

Él le dedicó una tierna sonrisa—. No es nada. Aquí estaremos si necesitas algo más.

Los demás asintieron a su alrededor, devolviéndole la sonrisa a Nat. Honey le acarició el cabello dulcemente.

—Descansa bien. Mañana será otro día de búsqueda —le dijo Riku con firmeza.

Pronto los párpados de Nat se hicieron más pesados. Cuando cayó en el sueño, Natalia se vio transportada a un lugar desconocido. Estaba lloviendo sobre una gran ciudad de raras construcciones.

Caminó confundida bajo la lluvia, buscando alguna pista. De pronto, al dar la vuelta en una esquina, lo vio.

Una figura encapuchada con una túnica negra, con el cabello de un color tan familiar... su corazón dio un vuelco.

—¡Espera! —gritó tratando de alcanzarlo. Pero cuando extendió la mano, todo se volvió oscuro.

Abrió los ojos sobresaltada. Jadeaba agitada, con el pulso acelerado.

Miró a su alrededor confundida. Estaba de nuevo en su cama.

Pero ese sueño... se sintió tan diferente y vívido. ¿Habrá sido una señal?

Se levantó de un salto. Notando la oscuridad del cielo—..No voy a conseguir dormir sola... —murmuró avergonzada. ¿Y si buscará a Wasabi para saber si puede dormir con él?

Natalia se levantó agitada tras ese inquietante sueño. Su corazón aún latía aprisa ante la extraña visión.

Se asomó por la ventana, la oscuridad de la noche ahora le parecía aterradora. No quería estar sola.

Salió de su habitación y caminó lento por el pasillo, rogando no despertar a nadie. Llegó frente a la puerta de la habitación de los chicos y lo abrió despacio.

Wasabi despertó por el ruido que provocaba la puerta—. ¿Naty? ¿Qué haces despierta a éstas horas? —susurró somnoliento.

Natalia se asomó tímidamente. La tenue luz de la luna se filtraba por la ventana, iluminando su rostro apenado.

—Lo lamento Wasabi, sé que es tarde pero... tuve un mal sueño y no puedo volver a dormir —confesó abrazándose a sí misma, sin atreverse a mirarlo.

Su respiración aún era agitada por los residuos del temor. La oscuridad parecía cobrar formas terroríficas.

—Puedo... ¿puedo quedarme aquí contigo? No quiero estar sola —suplicó con un hilo de voz. No le importaba parecer una niña asustada en ese momento.

La mirada de Wasabi se suavizó—. Ay, niña... claro, ven —se apartó un poco para darle espacio.

El rostro de Natalia se iluminó de alivio ante la respuesta de Wasabi. Se apresuró a entrar y acercarse a la cama con timidez.

—Gracias —murmuró con una pequeña sonrisa, aun arropándose temblorosa entre los remolinos de su mente.

Se acurrucó del lado que él le dejó, acogiendo con gratitud el calor de otro cuerpo cerca. Su corazón comenzó a tranquilizarse.

—Perdona por molestarte —se disculpó casi en un susurro, recobrando la respiración serena.

Pero se sentía profundamente agradecida con Wasabi. Sabía que con él cerca, nada malo podría alcanzarla esa noche. Pronto el sueño volvió a reclamarla, trayendo calma a su alma inquita.

Al día siguiente, Riku fue el primero en despertarse. Se levantó de la cama y estiró su cuerpo dando un pequeño gemido—. Iré a desayunar... —murmuró y cuando estaba yendo hacía la puerta, vio a Wasabi durmiendo junto a Natalia. Y él ya hasta apuntó de caerse de la cama.

Riku no pudo evitar reprimir una pequeña carcajada al ver la escena. Wasabi estaba totalmente torcido, prácticamente colgando del borde de la cama, mientras que Natalia se había apoderado de casi todo el espacio restante.

Se acercó sigiloso para observarlos mejor. Dormían plácidamente, ajenos a su posición divertida. 

Por un instante tuvo el impulso de despertarlos, pero se arrepintió. Se veían tan tranquilos que no quiso romper el momento.

Salió de puntillas de la habitación, llevándose la curiosa imagen guardada. Sin duda se divertiría contándosela a los demás luego del desayuno. Pero por el momento, dejaría a esos dos seguir descansando en paz.

Riku entró al comedor real con su fresca sonrisa. Las chicas ya estaban sentadas a la mesa.

—Buenos días —saludó despreocupado.

—Buen día Riku —le devolvieron el saludo.

Kairi lo miró extrañada—. Oye, ¿no has visto a Natalia? No la vi en su cama cuando desperté.

Los ojos de Riku centellearon traviesos—. Oh, eso me recuerda algo gracioso que vi hoy...

Procedió a relatarles la escena de Wasabi y Natalia que lo había entretenido esa mañana. Sus descripciones hacían reír a carcajadas a todas.

—¡No puede ser! Qué dormilones —exclamó Honey limpiándose una lagrimita.

—Apuesto a que Nat descansó bien igual —opinó Kairi divertida.

En eso apareció Wasabi bostezando. Sin duda su noche había sido aún más incómoda de lo usual.

—Buenos días —saludó Wasabi. A notar de las miradas divertidas de las chicas y Riku, cruzó sus brazos—. ¿Qué me ven o qué?

Riku le dirigió una pícara sonrisa—. Oh, nada fue especial esta mañana... sólo que curiosamente dormiste muy apretado en tu cama.

Las mejillas de Wasabi enrojecieron al instante. Detestaba ser el centro de atención de esa manera.

—Fue una noche difícil, ¿de acuerdo? Natalia tuvo un mal sueño y yo solo...

—Tranquilo Wasabi, solo bromeamos —lo interrumpió Honey tomándolo del brazo.

Pero las risitas de las chicas lo hacían sentir más nervioso. Se sentó deseando que cambiaran de tema pronto.

—Entonces un mal sueño tuvo, ¿cierto? —GoGo dirigió su mirada al moreno.

Wasabi asintió con la mirada baja—. Sí, dijo haber tenido una pesadilla que no la dejó dormir. Por eso fue a buscarme.

—Pobre Natalia —se conmovió Honey—. Seguro extraña mucho a Sora.

Riku frunció el ceño pensativo—. Ese sueño...quizá era una pista. Deberíamos comentárselo.

En ese momento apareció la susodicha. Saludó somnolienta y se sentó con ellos.

—Gracias por dejarme quedarme, Wasabi —le sonrió apenada. Sabía que ahora sería el centro de atención.

—No fue nada —se apresuró a contestar él, más calmado. Solo quería ayudar a su amiga.

—Buen día Nat. ¿Podemos preguntarte algo? —preguntó Honey.

Natalia asintió, dedicándole toda su atención a Honey—. Claro, dime.

La chica de cabellos negros continuó con delicadeza—. Riku nos dijo que tuviste una pesadilla anoche. ¿Nos podrías contar sobre ella?

Un escalofrío recorrió a Nat al recordarla. Procedió a relatarles la inquietante visión sobre la extraña ciudad bajo la lluvia, y la misteriosa figura encapuchada en las sombras.

—Ese cabello...estoy segura de que era Sora —concluyó angustiada.

Todos se miraron pensativos—. Quizá fue una señal —dijo Riku entrelazando sus dedos con determinación.

—Sí, es extraño... últimamente estás teniendo varios sueños que tenga que ver con Sora. Y eso no es normal —comentó GoGo.

Natalia sintió un nudo en el pecho. Esos persistentes sueños la llenaban de dudas.

—Quizás mi mente trata de decirme algo....pero no sé descifrarlo —confesó frustrada.

—No te preocupes, lo descubriremos —la animó Hiro con su acostumbrada convicción.

—Es cierto, entre todos estamos seguros de dar con la respuesta —concordó Honey tomando su mano en señal de apoyo.

Wasabi asintió decidido—. Mientras sigas teniendo esas visiones, estaremos un paso más cerca de encontrar a Sora.

Las palabras de sus amigos lograron calmar un poco la inquietud en su interior. Siguió el consejo de Riku de anotar cada detalle de sus sueños. Pronto sabrían su significado, y entonces podrían emprender la búsqueda.





















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