Capítulo 15

En el mundo Necrópolis de las Llaves Espadas, Aqua, Terra y los demás llegaban con cautela. Todo parecía demasiado tranquilo y silencioso.

—Qué raro que nos citaran aquí —comentó Riku desconfiado.

—Sea cual sea su propósito, debemos estar alerta —dijo Terra poniéndose en guardia.

Recorrieron las oscuras callejuelas con precaución, listos para defenderse de cualquier amenaza.

—¡Miren allá! —señaló Kairi.

Una nota estaba clavada en una pared cercana. Aqua la tomó y leyó en voz alta:

"Bienvenidos, guardianes. Espero que la travesía haya valido la pena. Los estoy esperando en el mausoleo principal para una...charla".

—Esto huele mal —murmuró Terra frunciendo el ceño.

—Puede ser una trampa —advirtió Riku tensando la mano en su llave espada. 

—Aun así debemos ir —decidió Aqua con determinación—. Quizá haya alguna pista sobre sus intenciones. Pero en guardia, no bajen la vigilancia.

Todos asintieron en alerta máxima. Siguiendo la nota, se adentraron más en aquel tenebroso mundo.

Siguieron caminando, observaron que lo único que había eran llaves espadas abandonadas. Wasabi tragó grueso del temor.

—¿De qué serán esas llaves espadas, chicos?

—Parece un cementerio de llaves espada —dijo Hiro con aprehensión.

Examinaron los alrededores con suma cautela. Algo en aquel desolado paisaje les erizaba los pelos de la nuca.

—Quien haya hecho esto debió ser alguien muy poderoso... o despiadado —comentó GoGo sombríamente.

Siguieron avanzando entre la maleza descuidada. Muchas de las llaves espadas yacían oxidadas y desgastadas por el tiempo. Honey no pudo evitar estremecerse.

—Wasabi debe tener razón... ¿Qué habrá sido de sus dueños originales? Es como si hubieran sido... abandonados.

Aqua apretó los puños, intranquila. Algo muy siniestro parecía ocultarse tras el ominoso escenario.

De pronto, Terra se detuvo en seco. Extendió un brazo para detenerlos también.

—Escuchen... —musitó, en alerta máxima.

Entre el polvo de la tierra pudieron oír el rechinido lejano de metales. Algo o alguien se avecinaba.

Todos se pusieron en guardia, preparados para defenderse de cualquier ataque. El rechinido se fue haciendo más fuerte a medida que se acercaba.

De pronto, entre las ruinas apareció una figura encapuchada, sosteniendo su arma.

—Quien quiera que seas, da la cara —desafió Terra, empuñando su arma.

La figura soltó una risa carente de humor que erizó los vellos de todos. Lento, se descubrió el rostro... 

—Bienvenidos, queridos visitantes —saludó Luxord con sorna—. El Maestro Xehanort los espera. Síganme.

Los demás asintieron en silencio, apretando con fuerza sus armas. Aqua especialmente había entrado en guardia, desconfiando de las intenciones de la Organización.

Comenzó a caminar a paso lento. Terra se acercó a Aqua en voz baja.

—Cualquier señal de peligro, estaré listo. No bajen la guardia.

Ella asintió, sosteniendo su llave espada con firmeza. Con cautela, el grupo siguió al miembro de la Organización hacia aquel misterioso encuentro.

Finalmente llegaron a un amplio mausoleo en ruinas. Dentro los esperaban varios miembros de la Organización con sus capuchas puestas.

En el centro flotaba la figura venerable de Xehanort y a su lado, Linda.

—Bienvenidos, guardianes de la luz —saludó Xehanort con calma aparente—. Es un placer tenerlos aquí.

Ninguno respondió. Estaban en tensa alerta, listos para desenvainar sus armas ante cualquier amenaza.

Marluxia se desligó del grupo y se acercó con sigilo a Wasabi.

—Es un placer verte de nuevo —susurró con una media sonrisa.

Wasabi se estremeció ante la cercanía del temible miembro de la Organización.

Marluxia señaló entonces a un hombre encapuchado de estatura similar a la de Wasabi—. Quizás haya alguien aquí con quien te sientas más... identificado.

Wasabi tragó saliva, incómodo. Hiro le susurró a Riku:

—Oye, ¿conocen a alguien de la Organización que sea así de alto?

Riku frunció ligeramente el ceño al escuchar a Hiro. En un susurro apenas audible le respondió:

—No estoy seguro... pero mantén tu guardia en alto. Quien sea que se oculte bajo esa capucha, no bajes la guardia.

Terra dio unos pasos al frente y encaró a Xehanort con seriedad.

—Habla claro, ¿por qué nos has citado aquí? ¿Cuáles son tus verdaderas intenciones?

El Maestro esbozó una media sonrisa inquietante.

—Mis intenciones son asegurar el balance en los mundos, como siempre ha sido. Pero quizá mejor que sigas observando por el momento, Terra. Luces algo...tenso.

Ante esto, Aqua se acercó hasta quedar al lado de Terra, lista para luchar espalda contra espalda de ser necesario. La tensión en el ambiente era casi tangible.

El ambiente de tensión se podía cortar con un cuchillo. De pronto, Marluxia soltó una risita oscura.

—Parece que nuestro invitado está curioso por verte —dijo dirigiéndose al encapuchado—. Quizás deberías mostrarte.

Lentamente, el misterioso individuo se descubrió el rostro. Hiro y los demás ahogaron una exclamación de sorpresa al ver que se trataba de una réplica de Wasabi, sólo que sus ojos relucían amarillos como el oro líquido.

Wasabi palideció, retrocediendo instintivamente ante su espeluznante doble.

—Pero... ¿qué significa esto? —atinó a decir con un hilo de voz.

—Sólo deseábamos darte la bienvenida —replicó él con una voz carente de la calidez del verdadero Wasabi. Avanzó un paso hacia él, que retrocedió azorado.

—¡Aléjate de él! —lo amenazó Hiro blandiendo su llave espada.

Pero Marluxia soltó una risa siniestra. La tensión alcanzaba su punto más álgido, y una pelea parecía inevitable.

El aire se sentía pesado, cargado de oscuridad. De pronto, una risa fría y cortante rompió la tensión.

—Que empiece el espectáculo —declaró Xehanort con maldad.

La batalla estalló de inmediato. Wasabi se vio frente a frente con su espeluznante doble, quien le asestó un rápido combo de golpes. Wasabi logró bloquearlos apenas, tan sorprendido que estaba.

—No...tú no eres yo —jadeó, tratando de ganar confianza.

Atacó entonces con fiereza usando su llave espada. Su doble esquivaba con facilidad, como anticipando cada movimiento. Era como verse en un espejo retorcido.

Mientras, Riku se enfrentaba a un ensimismado Sora, cuyos ojos dorados reflejaban el control de Xehanort sobre él.

—¡Despierta, Sora! —gritaba Riku bloqueando sus ataques—. ¡Tienes que luchar contra él!

Los demás combatían ferozmente contra el resto de la Organización. Terra y Aqua peleaban espalda con espalda, cubriéndose mutuamente. Pero la situación se veía desfavorable. La oscuridad amenazaba con engullirlos a todos.

La batalla entre Riku y Sora era encarnizada. Ambos combatían con maestría, sus estilos tan sincronizados que parecían adivinar los movimientos del otro.

Sin embargo, la oscuridad que controlaba a Sora le daba ventaja. Pronto tuvo acorralado a Riku, su llave espada a punto de asestar el golpe final.

—Por favor, detente... —jadeó Riku, agotado—. Soy yo, tu amigo Riku.

Los ojos dorados de Sora lo miraban sin emociones, vacíos. Riku pensó que era su fin, hasta que una idea cruzó por su mente.

—Recuerda todos nuestros momentos juntos... —suplicó con lágrimas en los ojos—. La isla, la promesa...nuestra amistad es más fuerte que cualquier oscuridad.

En ese momento, Sora dejó escapar un quejido. Su cabeza empezó a dolerle horriblemente, como si algo dentro luchara por salir.

De pronto, sus ojos recobraron su cálido color azul. Parpadeó, confundido, y su llave espada cayó al suelo con un sonido metálico.

—...¿Riku? —murmuró con un hilo de voz. Los recuerdos perdidos comenzaban a inundar su mente.

Riku sonrió, aliviado. Sora había vuelto.

Riku abrazó a su recuperado amigo. Sora no entendía nada, pudo observar varias novedades...

¿Qué hacían Bh6 peleando con La Organización... y por qué llevaban Llaves espadas!?

—¿De qué me perdí? —vaciló desconcertado.

Riku tomó un gran suspiro—. Después te lo explico. Debemos que seguir peleando.

Sora tardó en asintir. Se sintió extraño de despojarse de aquella túnica que lo cubría, como si lentamente fuera recuperando su verdadera identidad. Al tomar su llave espada entre sus manos, sintió una oleada de alivio y familiaridad.

—Gracias, Riku —dijo con sinceridad—. De verdad lo aprecio. Ahora, vamos a terminar con esto.

Escaneó rápidamente el campo de batalla. La situación se veía crítica para sus amigos, por lo que se lanzó velozmente a la acción.

Con movimientos coordinados y precisos, Riku y él comenzaron a hacer retroceder poco a poco a la Organización. Sora se sentía renovado con la luz de su llave espada, recuperando instintos y habilidades adormecidas.

Pronto localizó a Wasabi peleando con su encarnizada réplica. Se abalanzó para apoyarlo.

—¡Wasabi! ¡Resiste, ya voy! —gritó blandiendo su arma.

Luchar espalda con espalda con sus amigos le infundía nuevas fuerzas. Pelearía hasta el final por proteger la luz que aún habitaba en sus corazones.

Wasabi observó a Sora. Por poco empezó a llorar incrédulo—. ¡Sora! ¡Has vuelto! —exclamó. Apenas pudo esquivar el ataque de su réplica.

—¡Aguanta amigo, ya te ayudo! —exclamó Sora con decisión.

Se lanzó contra la réplica oscura de Wasabi blandiendo su arma. Sus movimientos eran más ágiles y potentes que antes, como si la luz en su interior le diera nuevas fuerzas.

La réplica lograba esquivarlos apenas, pero la presión crecía. En un descuido, Sora logró asestarle un golpe que la hizo retroceder jadeando.

—¡Ahora, Wasabi! —gritó lanzándose de nuevo al ataque—. Cuéntame rápido, ¿qué pasó? ¿Por qué tienes una réplica?

Entre bloqueos y estocadas, Wasabi alcanzó a responder:

—Sólo recuerdo que Marluxia se me acercó cuando estaba solo respirando aire fresco. Me dijo algo raro y luego oscuridad... desperté en la misma calle. ¡Cuidado! —agregó esquivando a duras penas al furioso doble.

Sora frunció el ceño, preocupado. Sea lo que fuera que tramaban en la Organización, no sería bueno. Pero ya encontraría la forma de detenerlos... después de vencer a esta amenaza.

La batalla contra la réplica de Wasabi estaba siendo cada vez más reñida. Ambos amigos luchaban hombro con hombro con gran coordinación.

De pronto, una estocada bien dada de Sora logró desarmar a la réplica, que cayó de rodillas jadeando.

—¡Lo logramos! —exclamó Sora, triunfante.

Fue entonces cuando, entre el fragor de la batalla, vislumbraron una corta cabellera naranja entre la multitud. Wasabi lanzó un grito agudo.

—¡Es Natalia! ¡Tenemos que detenerla, rápido!

Se abalanzó entre la lucha buscando alcanzarla. Sora no comprendía la angustia de su amigo, pero lo siguió de cerca.

Divisaron a Natalia dirigirse a toda velocidad contra Vanitas, que en ese momento estaba enfrascado contra Fred. Por el brillo en sus ojos, la chica parecía poseída por la ira.

Antes de que alguien pudiera reaccionar, Natalia derribó a Vanitas de un certero golpe, quedando sobre él con el puño levantado. Sora jamás la había visto tan furiosa.

—¡Natalia, detente! —gritó Wasabi aterrado, tratando de acercarse.

Pero la situación se veía extremadamente peligrosa.

Ella ni siquiera lo oyó, y ni sabía que Sora había regresado después de mucho tiempo.

—Tú... maldito bastardo... —frunció su ceño apuntando su Llave espada hacia Vanitas—. Acabaste con mi vida... me heriste... ¡Ya sé que fue lo qué pasó entre nosotros, idiota!

La mirada de Natalia estaba encendida en furia y dolor contenido. Su llave espada presionaba el cuello de Vanitas, quien la observaba con sorna desde abajo.

—Vaya, al fin recuperas la memoria —dijo con mofa—. Felicidades.

—Cállate —siseó Natalia entre dientes—. Por tu maldita culpa...yo...

Las palabras se atoraron en su garganta. Sus ojos se llenaron de lágrimas de rabia.

—¡Estoy embarazada! —gritó finalmente, descargando todo su sufrimiento—. ¡Embarazada de ti, monstruo! Arruinaste mi vida...

Su llave espada tembló, anhelando acabar con Vanitas en ese instante. Pero él solo se carcajeó con crueldad.

Eso fue la gota que derramó el vaso. Con un grito de furia, Natalia le propinó una furiosa patada en las costillas que lo hizo retorcerse.

—¡Ríete de esto, maldito! —bramó bañada en lágrimas—. ¡Me las vas a pagar!

Su dolor se transformaba en una fiera ira  que doblegaría al más osado. Nadie se atrevió a interrumpir su merecido desahogo.

En su merecida furia, Natalia no había notado una nueva amenaza acercándose velozmente.

Fue entonces cuando una bola de fuego de un rojo oscuro impactó contra ella, lanzándola lejos de Vanitas. Soltó un grito de dolor al estrellarse contra una ruina.

—Basta de juegos —dijo una fría voz femenina. Linda avanzó con elegancia, su guadaña brillando amenazante.

—¡Natalia! —gritó Wasabi corriendo a auxiliarla.

Pero la chica ya se incorporaba trabajosamente. Deseando acabar con todo esto.

—Tú... —siseó con odio contenido. Natalia rugió y se lanzó al ataque cegada, ignorando su debilidad. Wasabi trató de detenerla en vano. Una nueva batalla se desataba.

Ella blandía su llave espada con ferocidad creciente contra Linda, quien esquivaba sus ataques con elegancia burlona.

—Eres patética, humana —se mofaba a cada oportunidad—. Tu rabia te ciega y debilita.

Fue entonces cuando Linda decidió dar por terminado el juego. Con un rápido y preciso movimiento, arrojó su guadaña como si fuera un boomerang mortífero.

Natalia no tuvo tiempo ni de gritar. El arma la impactó de lleno en el estómago, sacándole el aire. Se desplomó escupiendo sangre, indefensa.

—¡Natalia, no! —gritó Wasabi horrorizado, corriendo a socorrerla.

Linda soltó una carcajada al ver esto. Se elevó en el aire, dirigiéndose a los miembros de la Organización.

—¡Vámonos! —proclamó triunfante—. Es hora de irnos.

Su grupo la siguió alejándose de allí. Una derrota agridulce para los guerreros de la luz, pero no el final.

Wasabi se arrodilló con cuidado junto al cuerpo malherido de Natalia. Sus ojos se llenaron de lágrimas al verla escupir sangre, su piel mortalmente pálida.

—No, por favor...resiste —rogó tomando su mano entre las suyas.

Natalia balbuceó algo ininteligible, retorciéndose. De pronto, posó una mano débil en su vientre ensangrentado. Fue cuando los demás se acercaron, alarmados.

—¡Ay no! —gimió Wasabi, comprendiendo la gravedad de la situación—. ¡Rápido, hay que llevarla devuelva a Disney Castle!

Todos se veían conmocionados y nerviosos, menos Sora, ajeno al secreto de Natalia. Frunció el ceño, confundido.

—Chicos, ¿qué sucede? Acaso... —empezó a decir, cuando GoGo lo interrumpió rápidamente.

—¡No hay tiempo para explicaciones! Ayúdanos a cargarla, Sora, hay que movernos.

Entre todos lograron subir a Natalia a la nave Gummi cuidadosamente. Mientras partían a toda velocidad, la chica deliraba cada vez más débil en brazos de Wasabi. Todo se veía muy mal...

El viaje en la nave Gummi había sido una tortura para todos. Al llegar a Disney Castle, Wasabi salió disparado cargando a Natalia, llamando desesperado.

—¡Ayuda, por favor! ¡Se nos muere!

Daisy y la Reina Minnie aparecieron alarmadas por el alboroto. Su rostro se tornó pálido al ver el cuerpo ensangrentado de Natalia.

—¡Dios mío! —exclamó Daisy llevándose las manos a la boca—. ¡Le advertí que no saliera en su estado!

Rápidamente indicaron la dirección a la enfermería. Wasabi y los demás corrieron con Natalia. Sora los siguió alterado, tratando de comprender.

Ya en la enfermería, los médicos se apresuraron a atenderla, pidiendo mantenerse alejados. Sora los observaba desde la puerta, conmocionado.

—Chicos...alguno podría decirme ¿qué rayos pasa aquí? —balbuceó con un nudo en la garganta.

Todos estaban demasiado tensos para responder. Solo Wasabi, entre sollozos, alcanzó a musitar:

—Natalia...estaba embarazada...

Sora abrió sus ojos en shock. No, era imposible...

—¿Q-qué?...

Cuando Wasabi pronunció esas palabras, Sora sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Sentimientos encontrados lo invadieron.

—Es...es una broma, ¿cierto? —tartamudeó con voz temblorosa, alternando la mirada entre sus amigos—. Díganme que esto no puede ser verdad.

Pero la angustia en los rostros de todos confirmaba lo peor. Sora se recargó contra la pared, tratando de asimilar lo sucedido.

Natalia, su amor, había estado pasando por algo así sola...y ahora su vida pendía de un hilo por esa bestia llamada Vanitas. Una ola de rabia lo recorrió al pensar en ello.

—Ese maldito... —masculló entre dientes con los puños cerrados—. Juro que lo pagará si algo le sucede a Natalia.

🌊

El tiempo pasó con una lentitud agonizante para los amigos de Natalia mientras aguardaban noticias en la sala de espera. El ambiente era sombrío y tenso.

Sora no dejaba de dar vueltas como león enjaulado, rememorando cada momento vivido junto a Natalia, tratando de imaginar lo mucho que debió sufrir en silencio.

Fue entonces cuando finalmente salió el médico quitándose los guantes ensangrentados. Todos se acercaron presurosos, conteniendo la respiración.

—Logramos estabilizar a la paciente —informó con gesto serio—. Y el feto también pudo resistir, mas ella no ha despertado hasta ahora. Pueden ir a verla, pero solamente uno.

—¡Gracias al cielo! —exclamó Wasabi aliviado. Sora suspiró aliviado.

Wasabi dirigió su mirada al chico y le acarició la espalda—. Ve tú, Sora. Natalia ha estado desesperada por salvarte, le alegrarás el día a saber que volviste a la normalidad.

—De acuerdo —asintió Sora con una leve sonrisa—. Yo...necesito verla.

Con paso vacilante se dirigió a la habitación, tratando de calmar el tumulto en su pecho. Al asomarse, la encontró tendida en la cama, sus blancos rostros contrastando con las sábanas. Parecía frágil como el cristal.

Sora se acercó despacio, tomando su mano con suavidad. Los recuerdos los invadieron.

—Natalia...soy yo, Sora —dijo en un murmullo roto—. Sé todo lo que has vivido, lo siento tanto. Pero ya estoy aquí y no pienso dejarte nunca más. Resiste por favor...por los dos.

Apretó los ojos, derramando finas lágrimas. La extrañaba tanto. Solo rogaba porque despertara para volver a ver su sonrisa.

Natalia despertaba lentamente de su agotamiento, como si emergiera de un profundo sueño. Al abrir sus ojos con esfuerzo, la imagen borrosa que se formó a su lado la hizo creer que aún seguía soñando.

Pero podría reconocer esa silueta en cualquier parte.

—¿Sora? —musitó débilmente, tratando en vano de enfocar más la vista—. Eres tú...de verdad estás aquí.

Sus ojos se anegaron de lágrimas contenidas. Con manos temblorosas, alcanzó a tomar la mano de Sora entre las suyas, como queriendo asegurarse de que no se desvanecería.

La vida le había dado un respiro, aunque aún se sentía exhausta y adolorida. Pero en ese instante, nada de eso importaba. Sora había regresado a su lado, dándole la fuerza para luchar una vez más.

—Creí que nunca más te volvería a ver —balbuceó con la voz rota. Apretó la mano de Sora con ímpetu, necesitando de su calor para calmar su corazón.

—Estoy aquí, Natalia —dijo Sora con dulzura, acariciando sus manos—. Larga historia, pero al fin logré volver a tu lado.

Ella sonrió débilmente, hasta que de pronto su semblante se ensombreció. Recordó entonces la cruda realidad.

—Sora, yo...estoy esperando un hijo —murmuró entristecida, apartando la mirada—. De Vanitas. Ya no podrás amarme...

Se zafó de su caricia, luchando por contener el llanto.

—¡Ya no me siento valiosa para ti! —exclamó con amargura—. ¿Cómo podrías seguir queriendo a alguien manchada?

Sora la observó apenado, comprendiendo su angustia. Se acercó para acunar su rostro.

—Eso no importa, Natalia —dijo con ternura—. Sigo amándote a ti, solo a ti.

Pero ella negaba, desmoronándose.

—¡Soy muy joven para ser madre, no estoy lista! —sollozó—. No quiero este bebé, Sora. Es demasiado...

Y rompió en un desconsolado llanto, desahogando toda su tristeza y confusión. Sora solo pudo estrecharla entre sus brazos, deseando aliviar su dolor.












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