Capítulo 11
Este capítulo contiene escenas delicadas tales como dubcon (consentimiento dudoso) y uso de dr0gas. Se recomienda discreción.
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Mientras tanto, en Scala ad Caelum, dos sombras se materializaban en el techo del gran palacio.
—Ya casi hemos cumplido nuestra misión —dijo Vanitas poniéndose de pie.
Sora lo imitó sin decir palabra. Apenas comenzaba a recordar flashes borrosos de su pasado.
Caminaron hacia el balcón principal. Vanitas sonreía arrogante como de costumbre.
—Dime, ¿por qué actuaste de forma tan rara con esa chica de antes? —se atrevió a preguntar Sora con curiosidad infantil.
—Ah, ¿la de pelo naranja? —rió Vanitas—. Simplemente quería confundirla y sembrar caos entre ellos. Les hice recordar... ciertos momentos que pasamos juntos en el pasado.
Sora lo miró sin comprender. Vanitas chasqueó la lengua impaciente.
—No esperarás que te cuente los detalles, ¿o sí? Sólo digamos que entretuve a la chica por un rato en Scala.
Dicho eso, se adelantó hasta el balcón, dejando a Sora dubitativo y con más preguntas que antes. Pero como siempre, no obtuvo respuestas claras.
Al llegar al balcón, Linda ya los aguardaba. Su fría mirada se posó en Sora.
—Dime, chico, ¿cómo avanza tu entrenamiento? —preguntó con calma aparente.
—Yo... aún recuerdo poco. Las visiones son difusas —admitió él con timidez.
Linda chasqueó la lengua irritada. Miró a Vanitas interrogante.
—Está llegando a su límite. Pronto nos dará lo que queremos —aseguró Vanitas con siniestra seguridad.
Pero Sora ya no estaba tan convencido. Algo en su interior se negaba a obedecer ciegamente.
—Deberías esforzarte más, niño —espetó Linda fríamente—. O tendré que buscar... otros medios para despertar tu verdadero potencial.
Sus palabras helaron la sangre del portador. Algo en su fondo le decía que algo MUY malo iba a pasar.
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Habían pasado unos días desde el incidente. Natalia yacía en su cama, incapaz de dejar de darle vueltas al asunto.
Recordaba haber despertado en Scala ad Caelum, desubicada. Luego vio a Sora pelear junto a sus amigos, aunque su mente seguía nublada.
Y el encuentro con Vanitas... sus insinuaciones turbias cobraban nuevos y ominosos sentidos. Instintivamente supo que él ocultaba parte de la verdad sobre su pasado.
Pero ¿por qué? ¿Qué podría tener que ver con ella? La frustración la carcomía por dentro.
—¡Basta ya! —se dijo sentándose de golpe, respirando agitada.
Tenía que hallar las respuestas por sí misma, antes de enloquecer de una vez. Costara lo que costara, descubriría qué ocultaban sus lagunas mentales.
Se puso de pie decidida. Era hora de ponerse en acción y enfrentar a quien hiciera falta. Fuera lo que fuera que pasó, lo aclararía de una vez por todas.
Ahora el problema era: ¿cómo iba a descubrir la verdad?
Eran demasiadas cosas en su cabeza, ¿qué debería hacer? ¿Salvar primero a Sora o... descubrir que fue lo que sucedió con Vanitas y ella?
Natalia se debatió angustiada. Tanto Sora como sus propios recuerdos eran prioridad. Pero con su mente aún nublada, enfrentar a Vanitas era demasiado arriesgado.
Se llevó las manos a la cabeza, tirando de los cabellos con frustración. Necesitaba ayuda, pero no quería preocupar más a sus amigos. Ellos también tenían sus propias batallas.
De pronto recordó suavemente a Riku. Siempre había confiado en su astucia y fortaleza, más allá de la suya. Quizás él podría guiarla o tener alguna teoría sobre su caso.
Tomó aire y salió en su busca, rogando que aceptara escucharla. Explicaría su decisión de forma calmada, sin alterarlo. Juntos, tal vez hallarían una respuesta después de todo.
Sólo rogaba que el destino no le jugara una mala pasada, cuando tanto estaba en juego. No descansaría hasta resolver el enigma de su memoria.
Natalia bajó las escaleras, encontrándose con Riku y los demás en la sala de estar de la posada.
—Riku, ¿podemos hablar a solas?
Riku asintió intuyendo que se trataba de algo serio. Los demás comprendieron y salieron al jardín para darles privacidad.
Natalia inspiró hondo antes de comenzar.
—Riku... quería hablar sobre Vanitas y todo esa situación que ya ni me deja dormir. ¿Te acuerdas de cuando Sora y ustedes me encontraron en Scala ad Caelum?
—Hmm... sí. Lo recuerdo, te vimos con un vestido negro no tan corto ni tan largo. Parecías como si fueras una eh... marioneta por así decirlo. Básicamente era como si alguien o algo te controlaba —recordó Riku.
—¿Vestido negro? ¿yo? —tartamudeó Nat, era cierto eso...
—Sí. Lamentablemente yo y Kairi llegamos algo tarde. No pudimos ver la escena desde un inicio. Pero, Sora en ese momento estaba muy furioso —continuó Riku.
Natalia retrocedió abrumada, sentándose en el sillón más cercano. Un vestido negro... no podía ser cierto.
—Yo... no recuerdo nada de eso —murmuró llevándose las manos al rostro, tratando de rememorar desesperada.
Sin éxito. Esa parte de su memoria seguía envuelta en niebla. Tan sólo sabía que despertó confundida, para luego ser testigo del enfrentamiento.
—Dime... ¿qué ocurrió exactamente? —se atrevió a preguntar con un hilo de voz, temerosa de la verdad—. ¿Por qué Sora estaba enojado? Y más importante... ¿qué tenía que ver Vanitas en todo esto?
Miró a Riku suplicante. Necesitaba entender de una vez por todas el pasado que ocultaba su mente. Fuera cual fuera la respuesta, era preferible a seguir sumida en la angustia.
Riku suspiró culpable—. Lo siento, pero de verdad no sé de nada. Deberás ir a hablarle a Donald y Goofy... ellos estuvieron con Sora cuando te fueron a buscar en Scala ad Caelum.
Natalia asintió, aunque las palabras de Riku sólo acrecentaron su ansiedad. Si al menos él no podía ayudarla, la situación era más grave de lo que creía.
—Gracias de todas formas —musitó poniéndose en pie, con nuevas determinación—. Iré a llamar a Donald y Goofy. Espero que el Gummiphone funcione aquí
Se dirigió a la puerta con paso decidido. Antes de salir, se volvió hacia Riku una vez más.
—Cuento con tu apoyo si las cosas se complican. Nos vemos —prometió con firmeza.
Salió al jardín y se fue a sentar en una banca de hierro. Sacó su Gummiphone y intentó llamarlos. Afortunadamente la señal estaba buena y ellos contestaron la llamada.
—¡Naty! Hola. ¿Cómo estás? ¿Y los demás?
—Hola, estoy más o menos. —tomó aire antes de preguntar—. Donald, Goofy... ¿podemos hablar?
Ellos la miraron confundidos.
—Em... ¿sucede algo malo? —preguntó Goofy.
—Necesito que me digan con detalle lo que pasó cuando encontraron a Sora en Scala ad Caelum —pidió ella sin rodeos—. Vanitas mencionó... ciertas cosas que no comprendo.
Donald y Goofy intercambiaron una mirada inquieta. Claramente sabían más de lo que contaban.
—Vamos, por favor. Es importante —insistió Nat.
—Está bien —suspiró Donald—. Lo contaremos todo desde el principio.
Nat miró a ambos concentrada desde la pantalla.
—Verás, hace tiempo fuiste secuestrada por una mujer llamada Linda. Que al parecer es parte de la Organización... yo, Donald y Sora cuando supimos donde estabas, fuimos ahí a rescatarte. —continuó Goofy—. Primero apareció Linda, después Vanitas y al final llegaste tú con un vestido negro. Vanitas cuando tu bajaste las escaleras, te ayudó a bajar y te besó la mano provocando que Sora se pusiera un "poco" celoso.
Natalia escuchó el relato absorta, sintiendo que el alma se le caía a los pies. Un secuestro, un vestido oscuro, un beso... todo apuntaba a que había estado bajo el control enemigo.
Llevó una mano a su cabeza, sin dar crédito. Tantas piezas encajaban ahora, aunque deseaba con fervor que fuera mentira.
—¿Y luego qué pasó? —preguntó con un hilo de voz, a pesar del temor a la respuesta.
—Linda le ofreció una apuesta a Sora. Y la apuesta era que si él perdiera en la batalla contra Vanitas te ibas a quedar con Linda y Vanitas. Y él ganará, serías liberada —relató Goofy.
Natalia se llevó una mano a la boca, ahogando un grito. No podía ser... ¿Habían apostado con su libertad como un simple objeto?
Miró a Donald y Goofy, esperando que negaran lo que acababa de oír. Pero sus rostros de pesar le confirmaron la cruda realidad.
—No... no puede ser —musitó con los ojos anegados en lágrimas. Sentía el estómago revuelto ante tanta información—. Y Sora... ¿lo hizo por mí?
—Pues... técnicamente él aceptó la apuesta y peleó por tu libertad —comentó Donald.
Natalia escuchó atónita y desolada. Usada como objeto de trueque, privada de su libre albedrío... era demasiado para asimilar de golpe.
Las lágrimas brotaron incontenibles por sus mejillas. Pese a todo, Sora arriesgó su vida por salvarla. Eso sólo acrecentaba su culpa.
—No merecía que pasara por esto... —sollozó abrazándose a sí misma, sintiéndose rota—. Todo este tiempo, sufriendo sin recordar la verdad.
Miró a Donald y Goofy con mirada turbada. La angustia daba paso al creciente deseo de venganza contra sus captores.
—Gracias por contarme... Debo asimilarlo —murmuró poniéndose de pie, tambaleante.
Dicho eso colgó la llamada, sumida en turbios pensamientos.
—¡Espera Natalia! —gritó Goofy. Pero su amiga ya había colgado la llamada—. Oh, no... espero que no haga ninguna locura...
Natalia salió de la posada sin rumbo fijo, sólo deseando alejarse del torbellino de emociones que la dominaba.
Caminó por horas entre callejones desiertos, dejando que el frío viento arrastrara sus sollozos. Mas nada lograba apaciguar la tormenta interna.
Al caer la noche se desmoronó en una esquina, agotada física y mentalmente. Apenas podía creer lo que le habían revelado. Su libertad, su Sora... le habían sido arrebatados de la forma más atroz.
[...]
Lentamente, Natalia comenzó a salir de la oscuridad. Poco a poco, el tacto de las suaves sábanas bajo su cuerpo se hacía más nítido, así como el dolor sordo que recorría cada parte de su ser.
La luz tenue de las velas la limitaban de la visión completa de la habitación, se sentía mareada y desorientada, se intentó levantar aún aturdida apoyándose en el elegante tocador que estaba aún lado, cuando se reincorporó se escuchó el ruido de la puerta abrir y cerrarse.
—Deberías estar acostada, aún estás muy débil amor mío —dijo con cariño, se acercó a su oído y le susurró un nuevo hechizo.
Natalia se sintió mareada otra vez y por alguna extraña razón su cuerpo se sintió necesitado de Vanitas, su corazón se aceleró y se sonrojó ante sus atenciones.
—¿Qué sucede mi pequeña? Estás tan sonrojada, tan... Necesitada —susurró en su oído con dulzura.
Natalia sonrió como una tonta, quiso acercarse a él, pero sus piernas le fallaron y por poco se cayó.
Vanitas la sostuvo firmemente, atrapándola en sus brazos antes de que cayera al suelo.
—Oh, querida Natalia, parece que aún estás más débil de lo que pensaba. No te preocupes, cuidaré de ti —dijo con una sonrisa maliciosa, mientras la llevaba con cuidado hacia la cama.
Colocó a Natalia con suavidad sobre las sábanas de seda, asegurándose de que estuviera cómoda antes de sentarse en el borde de la cama, mirándola intensamente.
—Estoy aquí para ti, mi amor. Seré tu apoyo, tu fuerza... tu todo. Solo tienes que quedarte conmigo —dijo acariciando suavemente su mejilla.
Natalia se sentía atraída hacia él de manera inexplicable, como si estuviera bajo algún tipo de influencia. Su corazón latía con fuerza y el deseo por Vanitas comenzaba a crecer dentro de ella. Sin embargo, algo en su interior le decía que eso no estaba bien, que estaba siendo manipulada. Pero, por alguna razón, era difícil resistirse a él.
—Vanitas... no entiendo qué está pasando. ¿Por qué me siento tan... atraída hacia ti? —preguntó de manera confusa y un tanto avergonzada.
Él le acarició el cabello con ternura, una sonrisa satisfecha en su rostro.
—Es porque nos pertenecemos mutuamente, Natalia. Estás bajo mi influencia, pero también estás bajo mi protección. Eres mía y yo soy tuyo. Acepta esta conexión entre nosotros y tu vida será llena de placer y poder.
Natalia luchaba internamente contra su atracción hacia él, pero sus palabras resonaban en su mente de manera inquietante. No podía negar que había algo magnético en su presencia, algo que la llamaba hacia él.
—No puedo... no debería... tengo a alguien más en mi vida —susurró con voz temblorosa, tratando de mantenerse firme.
Vanitas la rodeó con sus brazos, atrayéndola hacia él en un abrazo posesivo.
—Ese alguien no te merece, Natalia. No te puede dar lo que yo puedo. Déjame cuidar de ti, satisfacer tus deseos más profundos. Seremos más fuertes juntos.
La lucha interna de Natalia continuaba, pero un sentimiento oscuro comenzaba a apoderarse de ella. La idea de abandonarlo todo y entregarse a Vanitas se volvía cada vez más tentadora. Sabía que era peligroso, que había mucho en juego, pero sus pensamientos y emociones parecían estar nublados por su presencia.
—Vanitas... no sé si puedo hacer esto. Pero... me atraes tanto, y la idea de estar contigo es... irresistible —confesó entre susurros, cediendo lentamente a su voluntad.
Vanitas sonrió triunfante y se inclinó hacia ella, capturando sus labios en un beso ardiente y apasionado. En ese momento, Natalia dejó de luchar y se dejó llevar por la oscuridad que se cernía sobre ella, confiando en que Vanitas la protegería y la llenaría de placer y poder.
[...]
Natalia despertó agitada, sentándose de golpe en la cama. Su corazón latía frenético y el sudor perlaba su frente. Tomó algunos minutos para calmar su respiración y reconocer dónde estaba.
La posada... estaba a salvo. O eso creía.
Llevó una mano temblorosa a sus labios, reviviendo la gélida sensación de aquel beso. Un estremecimiento de asco la recorrió.
No podía ser sólo una pesadilla... Demasiados detalles coincidían con lo contado por Donald y Goofy. El vestido oscuro, el encierro... Vanitas.
Las lágrimas brotaron silenciosas. Había estado tan cerca de caer en la oscuridad, de convertirse en un títere más. Sola y asustada, a merced del enemigo.
Miró sus manos, preguntándose cuántos actos atroces habían sido obra suya bajo el control ajeno. Cuánto dolor había causado sin siquiera saberlo.
Lo único claro era que debía enfrentar su pasado de una vez. Cada pieza del rompecabezas llevaría al verdadero culpable. Y haría que pagara por todo...
Natalia miró el reloj del cuarto, eran las 8:30 de la mañana. Lo mejor era bajar a desayunar... aunque realmente eso no quería del todo.
Se levantó y fue al baño a darse una ducha rápida. Ya no se sentía segura ahí dentro.
Cuando salió del baño y se vistió, bajo las escaleras más desanimada de lo normal.
Natalia bajó apesadumbrada, sumida en sus turbulentos pensamientos. Al llegar al comedor, la algarabía de voces parecía un griterío ensordecedor.
Entornó los ojos buscando a Riku y los demás entre las mesas. Necesitaba hablar con alguien, desahogar un poco de su carga. Pero no los vio por ningún lado.
Con desgana, se dirigió a la barra a pedir su café. La posadera la saludó alegre como siempre, ajeno a su desconsuelo.
—Qué cara traes muchacha, anímate —la instó con buena intención.
Natalia apenas esbozó una mueca que pretendía ser una sonrisa. Sufriendo en silencio, volvió a la soledad de su mesa, con la mirada perdida en la oscuridad de su taza.
Natalia estaba tan sumida en sus cavilaciones que no advirtió a Riku acercarse. Sólo reaccionó al oír su voz.
—Nat, qué sucede? Te noto decaída —dijo con tono conciliador.
Ella alzó la mirada, sorprendida. Las palabras se agolparon en su garganta pero no logró articular ninguna.
Riku no necesitaba ver las lágrimas brillando tras sus ojos para saber que algo grave la atormentaba.
Repentinamente, Natalia se puso de pie con brusquedad y tomó a Riku de la muñeca.
—Vámonos de aquí —murmuró arrastrándolo fuera del comedor.
Cruzaron el vestíbulo a toda prisa. Al llegar a un corredor vacío, Natalia se desplomó contra la pared, incapaz de contener el llanto más tiempo.
—R-Riku... acabo de tener una horrible pesadilla... y coincide completamente con lo que ocurrió en Scala ad Caelum hace tiempo —gimeteó ella con temor.
—Tranquila, respira hondo —dijo Riku con voz serena, acariciando su espalda—. Cuéntame, desahógate. Sabes que puedes confiar en mí.
Natalia balbuceó algunas frases inconexas entre sollozos. Hizo un esfuerzo por serenarse y relató todo lo sucedido en su sueño.
—Creo que no fue sólo un sueño... algo verdadero ocurrió ahí, y me hicieron algo horrible —hipó, aferrándose a Riku con desesperación.
Él la recibió en sus brazos, transmitiéndole calma. En el fondo, bullía la rabia contra quienes se atrevieron a dañarla.
—Vamos a descubrir la verdad juntos, te lo prometo. Nadie volverá a lastimarte —susurró, estrechándola con firmeza.
Natalia asintió con un hilo de voz. Con Riku a su lado, sentía que podría enfrentar cualquier prueba.
Pronto Wasabi junto a Honey se acercaron a ver que sucedía.
—Naty, Riku. ¿Qué sucede? —se agachó él a la altura de ambos adolescentes.
Natalia alzó la mirada hacia Wasabi sin soltar a Riku, aferrándose a su calor como a un salvavidas. Sus ojos enrojecidos delataban el torbellino de emociones que la sacudía.
—V-Vanitas... yo... creo que me hizo algo horrible —balbuceó, temblando de pies a cabeza.
Riku le dio un suave apretón para infundirle ánimos. Ella inspiró hondo y resumió su cruda pesadilla, apenas en un hilo de voz.
—Temo que haya sido un recuerdo reprimido, no quiero vivir más así —hipó, sintiéndose al borde del colapso.
Honey le acarició el cabello con dulzura, intentando reconfortarla. Sabía que el camino a la verdad no sería fácil, pero no dudaba de su valentía.
—Sea lo que sea, no estás sola —dijo Wasabi con solemnidad—. Saldremos de esta, lo prometo.
Natalia asintió con un esbozo de sonrisa, agradecida por su compañía y apoyo incondicionales.
De pronto, un temblor sacudió las paredes. Riku se sobresaltó, asustado.
—¡¿Qué demonios es esto?! —exclamó.
—Cálmate, es sólo un sismo —dijo Wasabi con calma, aunque examinaba los alrededores en alerta—. Salgamos de forma ordenada.
Los chicos salieron rápido de la posada. A lograr salir, vieron a la multitud de personas fuera de sus casas en pijama.
—¿Un sismo? Donde yo vivía no existía esa clase de cosas —reveló Riku.
La tierra volvió a estremecerse bajo sus pies, provocando gritos de pánico entre los presentes. Riku sintió que se le erizaba el vello en la nuca.
—Tranquilo, esto es normal en nuestro mundo —explicó Wasabi con calma, aunque manteniéndose alerta.
Sus ojos escaneaban los alrededores buscando posibles daños en techos o postes. Luego del último temblo secundario, el temblor pareció cesar.
—En la Isla Destino jamás tuvimos que enfrentar desastres naturales —musitó Riku, aún impresionado.
Natalia le tomó la mano con suavidad.
—Aquí aprenderemos cosas nuevas cada día. Lo importante es que estamos juntos —dijo, brindándole una sonrisa reconfortante.
—Ah... ¿chicos? No los quiero preocupar más, pero no creo que haya sido un simple temblor... —habló Hiro mientras retrocedía.
—¿Pero qué dices? Claro que fue un-
—¡AAAAAAAAAH! —gritó Kairi presa del pánico.
A lo lejos, se podría ver un sincorazon enorme con apariencia de monstruo japonés.
—¡NO PUEDE SER! ¿¡ESO DE AHÍ ES GODZILLA!? —bramó Honey.
—No lo es, Godzilla no lleva el signo de los sincorazones —explicó Fred sabiamente.
—¡Entonces corran cómo si fuera Gozdilla!
Riku sintió que el alma se le caía a los pies. Esa criatura era como nada que hubiera enfrentado antes.
—¡Todos a cubierto, ya! —exclamó Wasabi tomando el mando.
Corrieron despavoridos buscando refugio. El monstruo se abalanzó destrozando lo que encontraba a su paso.
Riku debía proteger a sus amigos. Sacó su keyblade, mas el temor lo paralizaba. Natalia frunció su ceño y se adelantó invocando su arma.
—¡Natalia, no! —exclamó Kairi.
Natalia se lanzó hacia la bestia blandiendo su arma, pero alguien la detuvo por detrás. Giró sobresaltada sólo para encontrarse con los ojos de Riku.
—¡Es demasiado peligroso, Natalia! —gruñó conteniéndola con firmeza—. ¡Vámonos!
Quiso replicar mas no tuvo tiempo. Los otros guerreros ya combatían al monstruo. Hiro y Kairi atacaban por los flancos mientras Wasabi, Goofy y Honey L evacuaban a los civiles.
De pronto, detectó movimiento por el rabillo del ojo. Se giró y notó a una chica pelirroja haciéndole señas desde lo alto de un terraplén.
—¡Pss, Hey! —murmuró la extraña llamándola con un dedo.
Algo en su mirada le resultaba familiar, como un viejo recuerdo grabado a fuego en su memoria. Intrigada, se escabulló sigilosa para reunirse con ella.
Con cautela, Natalia ascendió la colina donde aguardaba la misteriosa pelirroja. Sus ojos turquesas lucían risueños, aunque en ellos bailaba una sombra de melancolía.
—Te he estado buscando por mucho tiempo —dijo con voz suave, como una caricia.
Natalia frunció el ceño, desconcertada. No lograba recordar a esa chica, pese a sentir una extraña familiaridad.
—¿Quién eres?
La desconocido esbozó una sonrisa—. Llámame Strelitzia. Por favor, quiero que tú y tus amigos vengan conmigo.
—¿Eh? ¿Por qué? —cuestionó Nat confundida.
—Porqué... yo estuve con Sora cuándo el vino a este mundo —confesó Strelitzia.
—No comprendo... ¿Tú conociste a Sora? —preguntó Natalia, intrigada pero cautelosa.
Había algo dulce y soñador en la chica que inspiraba confianza.
—Sí. Fue hace un tiempo. Lo encontré en la calle debilitado y lo llevé a mi departamento. Fue un buen amigo en ese tiempo, hasta que desapareció... —relató Strelitzia.
—Tú sabes que le pasó, ¿cierto? Al parecer, la organización XIII secuestró a Sora y le "lavaron" el cerebro —comentó Nat.
—Así es —confirmó Strelitzia con semblante ensombrecido—. La Organización lo capturó por orden de una mujer. Fue una época oscura para todos.
Un estremecimiento recorrió a Natalia al oír ese nombre. Su instinto le decía que podía confiar en aquella chica, a pesar de la extrañeza de la situación.
—Quiero ayudar a tus amigos a recuperar sus recuerdos —añadió Strelitzia con mirada suplicante—. Vengan conmigo, los pondré al tanto de todo lo ocurrido.
Natalia vaciló, dividida. Sus amigos se enfrentaban a un gran peligro mientras hablaban.
—Llévame a verlos primero. Si pruebo que dices la verdad, consideraré tu propuesta —dijo con firmeza. Strelitzia asintió complacida.
Ambas partieron raudas. Sólo el tiempo diría si la joven pelirroja era de fiar.
Cuando llegaron al centro de batalla, Natalia invocó su llave espada.
—¿Sabes pelear, Strelitzia?
Strelitzia sonrió de lado, invocando su arma también—. Sí sé, ¡vamos!
Ambas chicas corrieron a enfrentarse al sincorazón gigante.
Natalia blandió su llave espada con destreza, atacando los puntos débiles de la bestia. Strelitzia la secundaba con vívidos movimientos, cubriéndole las espaldas.
Pronto Hiro y Kairi se unieron a la refriega, seguidos por Wasabi. Juntos comenzaron a hacer mella en la voluminosa masa oscura.
—¡Acabémoslo de una vez! —bramó Riku al reunirse al fin con ellos.
Natalia asintió, cargando su ataque más poderoso. Todos se pusieron en posición para dar el golpe de gracia.
—¡Ahora! —gritó.
Blindaron al unísono, desgarrando el cuerpo del sincorazon con un rugido triunfal. Éste profirió un alarido postrero antes de disolverse entre neblinas negras.
La amenaza había concluido. Natalia se volvió hacia Strelitzia, aguardando una explicación.
El grupo regresó jadeante a la Posada. A pesar de la victoria, el cansancio comenzaba a hacer mella en todos.
Al entrar al vestíbulo, Natalia se detuvo y se dirigió a Strelitzia:
—Adelante, te presentaré con los demás. Estoy segura de que tienes mucho qué contarnos.
La joven pelirroja asintió con una sonrisa agradecida. Siguió a Natalia hasta la barra, donde el resto celebraba su triunfo.
—Amigos, ella es Strelitzia —la presentó Natalia—. Dice conocer a Sora y desea ayudarnos.
Todos fijaron su atención en la recién llegada.
—Hola, Strelitzia. Un gusto en conocerte —saludó Honey sonriente.
Riku se acercó a ella ansioso—. ¿De verdad conociste a Sora?
—Así es —respondió Strelitzia con calidez—. Lo encontré Sora en las calles perdido hace tiempo y lo acogi en mi casa hasta que se recuperó.
Todos la escuchaban ávidos de detalles. En especial Riku, quien había sido amigo de Sora desde la infancia.
—Sabes lo que realmente le ocurrió ese día en que desapareció, ¿verdad? —preguntó Wasabi con cautela.
Ella asintió, expresión ensombrecida—. Sí. La Organización XIII fueron tras él por algún motivo, lamentablemente no sé que sucedió con Sora. Ya que de la nada desapareció de Quadratum en ese tiempo.
Natalia posó una mano en su hombro en gesto reconfortante. La atmósfera parecía a punto de tornarse oscura.
—Gracias por contarnos, Strelitzia. Con eso podremos ver qué hacer —agradeció ella.
Riku escuchó con atención el relato de Strelitzia. Un nudo se le formó en la garganta al enterarse del destino de su viejo amigo.
—La Organización... siempre arruinando vidas —masculló con amargura.
Honey posó una mano en su hombro con gesto solidario—. Una vez los enfrentamos, estoy segura de que podremos hacerlos pagar por lo que le hicieron a Sora —dijo con firmeza. Kairi asintió decidida.
—Gracias por tu confianza, Strelitzia —dijo Natalia con una sonrisa—. Estamos juntos en esto.
La pelirroja pareció sinceramente conmovida. Natalia intuyó que en el fondo, también ellos fueron víctimas de la oscuridad. Era hora de iluminar el camino hacia la verdad.
—Bueno... ¿a alguien se le ocurre un plan para encontrarnos con la Organización de una vez por todas? Recuerden que no podemos salir de Quadratum —preguntó GoGo.
Riku cruzó los brazos, sumido en profunda reflexión. Después de un momento, alzó la mirada.
—La Organización no actuaría directamente en un mundo como este sin tener cierta base. Deben ocultarse en algún lado —opinó.
—Riku tiene razón —corroboró Wasabi—. Si buscamos en los barrios más oscuros y laberínticos, es posible que encontremos alguna pista.
—Dividámonos para cubrir más terreno —sugirió Hiro—. Si algo encuentran, avisen a los demás. Vamos a darles caza.
Natalia asintió decidida. Por fin tendrían la oportunidad de hacerles pagar por todo el daño causado.
—Yo iré con Strelitzia —se ofreció—. Estoy segura que puede guiarme mejor por este mundo.
Todos se dispersaron tras acordar un punto de encuentro. La cacería había comenzado. No descansarían hasta hallar respuestas.
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