Onryō
ONRYŌ
Autora: Clusmykitty
Fandom: Kimetsu No Yaiba/Omegaverse
Pareja: Uzuren.
Derechos: a que el senpai se dé cuenta de mí.
Advertencias: esto es un AU de mafia, por lo que habrá cosillas desagradables, algo grotescas, incómodas porque estos mundillos no son jardines de rosas perfumadas. Y como es un Omegaverse las cosas se ponen de color hormiga. Que no les digan que no les cuenten porque les mienten. Una historia de encargo.
Gracias por leerme.
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Onryō.
"La duda: la escuela de la verdad."
Sir Francis Bacon.
"Nuestras dudas son traidores que muchas veces nos hacen perder el bien que podríamos ganar si no temiéramos buscarlo."
William Shakespeare.
"La preocupación es un juicio que espera las pruebas."
Conde de Rivarol.
Cerca de Okinawa.
—¿Senjuro?
—¿Mm?
—¿Qué pasa?
—Nada.
—Te sucede algo, lo sé, puedo olfatearlo.
—Yo estoy bien.
—Por favor, mírame.
—Solo quiero que seas feliz, hermano.
—Pero, Senjuro...
—No te angusties más por ti, toma tu espada, yo mismo la limpié.
—Dime qué ocurre, por favor.
—Todo está bien, cuídate mucho, Tengen te necesita.
Kyojuro no podía dejar de darle vueltas a esa última conversación con su hermanito, la actitud de Senjuro se transformó radicalmente antes de que partieran y no tenía la menor idea del por qué. Eso estaba atormentándolo, algo lastimaba a su cachorro siempre sonriente como bondadoso, pero ¿qué cosa? Y a eso le suma su creciente preocupación por el aroma de Tengen. Había querido decirle que no luchara tan agresivamente, que se mantuviera tras las filas de sus hombres, más le fue imposible no sin revelarle que llevaba un cachorro de ambos, lo cual tampoco era una buena noticia en esos precisos instantes. Necesitaba regresar cuanto antes, de hecho, su instinto Alfa lo había estado molestando por alejarse del Hashira del Sonido, cuando debía estar a su lado asegurándose de que ambos no sufrieran daño alguno.
—¿Señor?
—Estoy bien, Tanjiro, es hora de salir.
—¿Le preocupa que el Señor Uzui salga lastimado?
Kyojuro arqueó su ceja, mirando al joven. —Claro, es natural.
—Estarán bien —sonrió aquel.
No se movió, al captar las palabras de Tanjiro, viendo la espalda de este cuando se giró para llamar al resto de los muchachos. ¿Lo sabían? Recordó que su fiel acompañante tenía el mejor olfato de todos los Alfas en el Clan Rengoku, dándose un coscorrón mental por haberlo olvidado. Sonrió apenas, desenvainando con sus hombres listos. Un gesto de su mano y todos salieron de aquellas bodegas junto al muelle, lanzándose de lleno sobre los demonios. La primera de varias peleas que tuvo, abriéndole paso a sus hermanos Hashira detrás de él. Todo lo que debía hacer era pensar que intentaban lastimar a su Omega para que el fuego en su interior ardiera cual estrella en el firmamento.
El recibimiento vino a cargo de Gyokko, una de las Lunas Superiores bien conocido por sus curiosos tatuajes tan artísticos y esa sed de sangre que le hacía apilar cuerpos para formar obras de arte según su criterio. Sus demonios no eran los únicos, había otros que pertenecían a Akaza, pero este se encontraba ausente, seguramente resguardando el cuartel si la información había sido confiable. Los acorralaron, por supuesto, persiguiéndolos a una pequeña villa previamente desalojada por ellos, logrando que entraran en cierto pánico al no poder usar a la gente como escudos humanos.
—¡VAMOS TRAS ELLOS!
—¡Clan de la Llama!
Gyokko buscó huir un poco más lejos, donde el bosque que terminaba en una de las playas seguramente ahí tenía su transporte esperándolo. No debía lograr salir o les daría aviso pues estaban demasiado cerca de su objetivo principal. El Hashira de la Llama sujetó mejor su espada, con la vista fija en esa Luna Superior tan huidiza, tenía unos excelentes pies, debía reconocérselo, pero él tenía una increíble resistencia. Kyojuro no fue muy lejos, fue detenido por una enorme barricada, con demonios cerrándole el paso, listo a perder sus vidas con tal de darle una oportunidad de escape a su amo. Levantó su espada, dispuesto a abrirse camino, una mano firme sujetó su hombro.
—No.
—Tokito.
El adolescente le miró fijamente. —Esto déjamelo a mí.
—Debo quitar del medio...
—Esto no —el chico ladeó su rostro con esa mirada siempre tranquila— Busca a Uzui.
—¿Por qué?
—Tal vez me equivoque, y esto no es de mi incumbencia, pero... creo que está gestando.
—¿Qué?
—Mejor sacarse de dudas, yo detendré a Gyokko, vuelve con tu Omega.
—¿Estarás bien?
Muichiro asintió, una débil sonrisa se formó en esos labios. —Tu espada servirá mejor con él.
Dejó para después indiscreciones y lecciones de mocosos, esa inquietud en su pecho crecía, así que hizo caso de las palabras dadas, silbando a Tanjiro y los demás, tomando una camioneta y conducir a toda prisa de regreso con Tengen. El rostro de este como de su hermano volvieron mientras sujetaba con fuerza el volante, frunciendo su ceño, jadeando un poco debido al reciente esfuerzo. ¿Qué pasaba? Sentía que algo se le escapaba, una pieza no encajaba en sus pensamientos.
—¡Señor! —Inosuke casi chilló por el volantazo.
—Lo siento.
—La velocidad no importa —observó Tanjiro— ¿Sigue con nosotros?
—Deben ayudarme, sacará a Tengen, tienen que cubrir su lugar.
—¡Delo por hecho!
Cruzar la autopista a la siguiente isla le fue eterno a pesar de ir a toda velocidad. Su corazón latía más aprisa, su Alfa interior gritando peligro. Kyojuro miró su piel erizarse, dejando escapar un ligero gruñido. Peligro, peligro sobre su Omega y su cachorro. Derrapó al llegar al punto de encuentro, buscando una motocicleta pues la senda necesitaba esa clase de vehículos, los tres muchachos le siguieron de cerca, subiendo por una colina y tomando una vieja carretera. Zenitsu gritó al olfatear la sangre a lo lejos, la quietud dejada por una pelea recién terminada.
El Alfa ni siquiera dejó que la motocicleta frenara por completo, saltó de ella corriendo hacia donde su nariz lo llevó, encontrando primero a una exhausta Mitsuri, quien le saludó jubilosa entre pequeños brincos, con un vendaje en la cabeza.
—¡KYOJURO! ¡AQUÍ!
Su mirada buscó ansiosa la figura de Tengen, sin hallarlo, usando su olfato. Kanroji se echó a reír, sacudiéndolo por los hombros.
—No permití que lo lastimaran.
—¿Mitsuri?
—Ve allá por el granero de techo abierto, anda vomitando.
Kyojuro se dijo que eso de callarse las cosas no salía muy bien cuando se trataba de Hashiras, parecía que todo el mundo ya lo sabía. De nuevo corrió, su dominio Alfa aflorando sin darse cuenta en cuando su Omega apareció en la escena, echándose agua en la cara con una jarra, vaciándosela toda y sacudiendo sus cabellos que soltó de su coleta. Tenía moretones y cortes, pero nada que fuese grave, de todas formas no pudo evitar ir hacia él y abrazarlo con todas sus fuerzas.
—Tengen.
—¿Qué carajos haces aquí?
—No pude separarme así, no cuando tú...
—¿Yo qué?
El Hashira de la Llama levantó su rostro. —Debemos hablar.
—Primero tendrán que atenderte. ¡Tanjiro! ¿Por qué tu jefe conduce malherido?
—Es que nos da miedo contradecirlo.
—Ja.
—¡Perdónenos!
Uzui lo pescó de un codo y lo arrastró a una de las carpas donde curaron sus heridas que ni siquiera se había fijado traía encima. Razón de que Mitsuri lo hubiera visto de esa manera. Esperaron hasta quedar solos, cosa que sucedió al alejarse de todo el barullo. Kyojuro alcanzó a ver a lo lejos un grupo custodiando un par de cuerpos.
—¿Dos Lunas?
—¿Yo qué, Kyojuro Rengoku?
Miró a Tengen, abriendo la boca, luego cerrándola, rascándose su nuca. Vaya que era difícil sostenerle la mirada a un airado Omega.
—Tú... bueno...
—¿Qué? Gyutaro me puso de malas, no te unas a su club.
—No sé cómo decirlo.
—Pues como sea, me estás poniendo ansioso.
—Tengen... estás... estás con cachorro.
El joven Alfa se juró que era el único en la faz de la Tierra que fingía no saber de la condición de su pareja, esos ojos tan inquisitivos no se inmutaron en la debida sorpresa, por lo que dejó caer sus hombros, derrotado y algo aliviado de que sí lo supiera, por ello Mitsuri estaba más herida, ella lo había protegido de la misma forma que Muichiro lo empujó a volver. Pensando en ello, no se percató de cuando Tengen se acercó, sujetándolo por la cintura para estamparle un beso con sabor a sangre y pólvora que no le negó, enredando su lengua con la intrusa, recordando lo que estaban hablando, empujando ese pecho firme para ver a su Omega torcer una sonrisa.
—Con que ya lo sabías ¿eh?
—Digamos que sí. ¿Tú desde cuándo...?
—Eso no importa.
—Tengen, sí que es importante —Kyojuro se relamió los labios— Quiero decir...
—¿No lo deseas?
—¿Qué? ¡No! Es decir, ¡sí! No estés confundiéndome ahora.
—Hinatsuru hizo los análisis, todo está bien. ¿Puedes creerlo? Luego de todo esto, de tanto... no hay nada de malo con nuestro cachorro.
—Hey —alcanzó una mano de Uzui al verlo vacilar— Tú nunca has tenido nada malo.
—No digas mentiras, los Omegas no deben ser...
—Pueden ser como se les dé la gana.
—¿Vienes a decirme que todo está bien y que bailaremos sobre un arcoíris?
—No, quiero decirte lo mucho que me importan, los dos, que los amo.
Tengen se tensó, separándose. Luego riendo apenas. —No quería decirte porque sabía cómo ibas a ponerte, luego parece que medio mundo se entera.
—¿También te pasó?
—No interrumpas, este es mi momento.
—Lo siento, continúa.
—De pronto me doy cuenta de que el patrón nos envió a zonas poco peligrosas, a ambos. No me había fijado de ese detalle tan importante. Caímos como estúpidos que somos. No quería que saliéramos lastimados.
—Que tú sufrieras daño.... Sí, me callo.
—Kyo, no deseo ni pretendo arruinar nada de tu vida. Las reglas dicen que este cachorro será nuestro heredero, y no me puedo permitir semejante cosa con Senjuro. No debe ser una amenaza, porque en tal caso...
—Yo jamás he pensado en quitarlo —confesó Kyojuro, apretando sus puños— Esto puede sonar muy egoísta, por eso tampoco quise decirte que ya lo sabía... sé lo que significa que yo tenga hijos.
—Es nuestro bebé, estamos de acuerdo ¿no? Como este garbanzo.
Kyojuro resopló divertido al escuchar eso. —La verdad no tengo idea de qué hacer, pero tú eres importante para mí, no voy a hacerte a un lado, tampoco a Senjuro, y esto...
—Hey, hey, Kyo, respira, respira.
Tengen sujetó su rostro, no se había dado cuenta de que estaba teniendo un ataque de pánico. El dulce aroma Omega lo relajó, dejando caer su cabeza sobre uno de esos anchos hombros, respirando hondo para llenar su olfato con ese suave perfume mientras era envuelto entre los brazos de su pareja. Deshacerse de los viejos traumas no era tan sencillo, menos en una situación delicada.
—Los quiero a todos conmigo —murmuró.
—En eso estamos bien de acuerdo.
—Me has hecho feliz, y tengo miedo de serlo.
—No me va a suceder nada.
—Gyutaro te lastimó.
—Bah, apenas unos cortes, en realidad debemos agradecer al hermano de Sanemi porque se apareció por aquí, todos están haciendo bien su trabajo. ¡Al fin! —el Hashira del Sonido miró al frente, respirando hondo sin soltarlo, apretándolo un poco— Tampoco sé qué rayos hacer, Kyo, todo me da vueltas, quiero este bebé, pero también a mi otro bebé. ¿Qué tal si de momento nos concentramos en ayudar a los demás Hashira y luego resolvemos lo que haya que resolver?
—Suena bien.
—Voy a sonar como un idiota, pero sí necesito de tu compañía porque luego tiendo a pensar que estoy haciendo mal, que no lo lograré.
—¿Tú? —Kyojuro rió, quejándose por el fuerte apretón— Está bien, está bien.
—Yo también te amo.
Se quedaron así, abrazados, con los demás dando de gritos o buscando algo en medio del caos dejado por ese enfrentamiento. Aún faltaba el ataque mayor. No tuvieron que temer por Tokito, lo tenía perfectamente controlado con una Luna Superior fuera de combate. Así de bueno era. Tampoco les extrañó que el Señor Ubuyashiki los llamara de vuelta a su mansión con el pretexto de tenerlos de guardaespaldas personales cuando Himejima anunció que todo estaba listo para el plan maestro, moviendo a todos los Hashira con sus gentes rumbo al cuartel.
Ya estaban enterados de que Muzan enviaría un grupo de policías corruptos donde ellos estaban, con el fin de arrestar a su patrón. La idea fue hacerles creer que ahí se encontraban la mayoría de sus fuerzas, de modo que pudieran capturar a esos oficiales e impedir su regreso y alerta a los demás. Eso era pan comido, luego de enfrentarse a Lunas Superiores, unos cuantos policías no eran un problema. Los dos estuvieron en las afueras, trepados sobre un cobertizo espiando por la llegada de esas patrullas, camionetas blindadas y cuerpos a pie colándose por entre las sombras.
Una mano de Tengen apretó la de Kyojuro, sonriéndole en la oscuridad. Se acercó a darle un beso, asintiendo antes de bajar. Ni siquiera tendrían que despeinarse. En cuanto las primeras señales de los policías aparecieron en el horizonte, iniciaron una nueva escenificación. Fue rápido, muy satisfactorio, sin tanta sangre qué derramar. El Alfa dejó que su pareja descargara sus malestares con esos corruptos, no molestándolo y solo viéndolo intimidarlos con brazos cruzados.
—¡Señor! —Tanjiro fue a buscarlo— ¡Mensaje!
Kyojuro tomó el celular mientras Tengen alzaba por la camisa a un capitán de policía, reclamándole a gritos su traición al juramento de servicio al pueblo. Rodó su ojo, respondiendo el teléfono.
—Rengoku.
—¡Kyo! —sonó la voz de Suma, muy alterada— ¡Senjuro desapareció!
Fue como recibir una espada en el pecho, jadeando en sorpresa, mirando a su Omega y luego a Tanjiro escuchando que su hermanito se despidió para ir a dormir, pero las chicas estaban inquietas pues no había cenado ni tampoco quiso hacer juego alguno. Makio fue a verlo, para asegurarse de que estuviera bien, encontrando una cama sin deshacer y una pequeña nota que solo decía "Gracias, los quiero a todos". Lo habían buscado en todo alrededor, moviendo a sus ágiles espías para dar con un chiquillo escapando a medianoche, pero no apareció.
—¡Seguimos buscando! ¡Perdónanos!
—Tranquila... yo lo buscaré también.
—¿Señor Rengoku? Hay otra cosa...
—Ya lo sé, Suma.
—Uh, oh, bueno... felicidades, no es el mejor momento, no quería dejarlo pasar.
—Estaremos en contacto.
La mano le tembló al dejar el celular en manos de un confundido Tanjiro, volviéndose a Tengen, quien sintió su pánico creciente, dejando en paz a los policías para ir con él.
—¿Qué sucede?
—Senjuro se marchó —Kyojuro jaló aire, sintiendo que las lágrimas brotaron solas— Soy tan estúpido, era lo que le pasaba y...
—Kyo, también es mi culpa.
—No, no...
—Claro que sí, a partir de este momento, compartimos todo ¿recuerdas? ¡TENEMOS QUE ENCONTRARLO A LA VOZ DE YA!
—¡Señores! ¿A dónde van?
—¡TANJIRO DILE A MIS ESPOSAS QUE ENVÍEN A LOS RANTONCITOS!
El Hashira del Sonido tomó su mano y lo llevó a una carrera frenética a la primera camioneta disponible que era de la esposa del patrón. Sin pedir permiso, salieron de la mansión hacia el territorio del Clan Uzui, ambos serios, mirando alrededor como si de pronto Senjuro fuese a aparecer entre la gente, las lámparas solitarias de la autopista o en las zanjas debajo. Kyojuro respiró hondo, alcanzando una de las manos de su Omega, calmándolo al sentirlo demasiado alterado.
—Tengen...
—Si algo le pasa no me lo voy a perdonar.
—Lo sé.
—¿Alguna idea?
Lo pensó bien, Senjuro no era de tener escondites ni tampoco sabía de lugares donde ocultarse. Era un niño demasiado bueno para eso. Borrando una lágrima traicionera, miró hacia el exterior, sus cabellos revoloteando al aire. ¿A dónde podría haber ido? Si entendió a Suma, no se había llevado nada salvo acaso un morralito con ropa. No tenía muchos recursos para ir lejos. El haber emulado a la gente de Uzui significaba dos cosas: o halló rápido donde meterse o alguien más se lo había llevado.
—No, eso no —gruñó Tengen.
—¿Qué?
—Eso que estás pensando no, no sé qué es, pero se siente mal y no. Nuestro bebé está a salvo, solo está... muy herido. Qué par de idiotas somos.
—Creo... creo que tengo una idea, toma esa desviación.
Oró porque su idea fuese acertada, no podría vivir si acaso Senjuro terminaba lastimado o peor. Sacudió su cabeza a ese pensamiento. No, su hermano era un Rengoku, un dulce Alfa que podía ganarse el afecto de la gente, inspiraba respeto y ternura, no le harían daño.
Nadie le haría daño.
A él no.
—Oh, cielos —respiró agitado, aferrándose a su asiento.
—Voy a acelerar.
La pantalla de la camioneta se encendió, mostrando de inmediato un mapa. Esos ratoncitos de los que hablaba Tengen no eran otra cosa que drones de espionaje, tan pequeños como unos ratones de ciudad, capaces de meterse donde otros no. Habían encontrado un rastro de Senjuro. El corazón de Kyojuro dio un vuelco, leyendo aprisa la información, mirando a su Omega, señalándole un camino menos transitado que tomaron casi derrapando por la velocidad. No estaba mal en sus suposiciones.
—¿A dónde vamos?
—Es la casa paterna de nuestra madre.
Tengen lo miró por unos segundos, asintiendo y sujetando bien el volante, siguiendo las instrucciones del mapa que los guiaba a la dirección que Kyojuro estaba tecleando.
Ninguno de los dos vio el camión que les salió por un costado, lanzándolos fuera de la carretera.
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