Ohana
ONRYŌ
Autora: Clusmykitty
Fandom: Kimetsu No Yaiba/Omegaverse
Pareja: Uzuren.
Derechos: a que el senpai se dé cuenta de mí.
Advertencias: esto es un AU de mafia, por lo que habrá cosillas desagradables, algo grotescas, incómodas porque estos mundillos no son jardines de rosas perfumadas. Y como es un Omegaverse las cosas se ponen de color hormiga. Que no les digan que no les cuenten porque les mienten. Una historia de encargo.
Gracias por leerme.
**********
Ohana.
Take control of who you are
Stay the same, don't let them change you
Take control of who you are
'Cause ain't nobody gonna save you
Take control of who you are
When the world is getting stranger
Take control of who you are
Stay the same, don't let them change you
Take control, Kodaline.
Mansión Rengoku.
Clan de la Llama, Fuego.
Senjuro se mordió un labio, mirando el papel que le habían entregado en la escuela y que necesitaba la firma de su hermano mayor, Kyojuro. Sus pies se tallaron entre sí al mecerse sobre sus talones, indeciso frente a la puerta del estudio que le correspondía a la cabeza de la Familia Rengoku, el Clan de la Llama o del Fuego Solar como le decían también. Era un pequeño chico de casta Alfa cuyo dominio era muy frágil todavía para imponerse a su alrededor, diferente al de su hermano quien podía hacer inclinar cabezas con esa voz imponente que siempre suavizaba para él porque lo amaba por sobre todas las cosas y Senjuro sentía lo mismo, solo que a veces deseaba cosas que no eran posibles.
Como esa salida escolar.
Tomó aire, armándose de valor al levantar una mano para tocar las puertas dobles de fina madera talladas con el blasón de la flama, deteniéndose a medio camino porque ese coraje se esfumó igual que apareció, todavía indeciso. Kyojuro era como un padre para él, cuando su madre falleció, se hizo cargo de su tierna e indefensa persona porque su padre Shinjuro se convirtió en un fantasma entre la bebida y esos deberes que hasta el momento el cachorro desconocía pues su hermano mayor quería una vida diferente para él, razón por la cual había hecho muchos cambios en los negocios familiares con el fin de dejarle un patrimonio que no tuviera un pasado turbio. Nada le faltó, nada excepto la libertad de ir y venir por todos lados o de estar con cualquier persona que se le antojara como lo hacían los chicos de su grupo.
Una salida escolar era exponerse, si había algo en lo que Kyojuro le había pedido con especial hincapié que le obedeciera fue en eso, no ir a dónde no debía ni exponerse. Porque su familia era uno de esos respetadísimos, temidos clanes yakuza. Aunque su hermano lo disfrazara de otras cosas, Senjuro lo sabía, solo bastaba ver la gente que rodeaba a Kyojuro para darse cuenta de que ciertamente un exitoso comerciante de productos internacionales no lo era tanto. El pequeño Alfa gimió, apretando el papel con los ojos rozados porque estaba muy seguro de que no iba a darle permiso, se lo cambiaría por un viaje juntos a donde quisiera, pero no andar solo en un lugar donde su gente no pudiera cuidarlo.
Lo peor era que Senjuro lo entendía, sabía que si se exponía su hermano se volvería loco de dolor. Solo se tenían entre ellos, si algo le pasaba al otro, el mundo terminaba ahí. Tan solo era que quería mucho el poder ver otras cosas sin que Tanjiro estuviera cuidándole las espaldas o que Inosuke le reprendiera por dar los buenos días a un perfecto extraño. A veces prefería a Zenitsu por eso, con su narcolepsia extraña le daba oportunidad de echar una miradita por ahí de cuando en cuando. Era un cachorro al final de cuentas, inquieto y curioso que anhelaba ser un niño como los demás, o al menos intentarlo porque con esos cabellos que parecían en verdad de fuego era imposible pasar desapercibido en el distrito dividido en dominios por clanes.
—Hey, Senji, ¿todo bien?
—¡Koyuki! —el cachorro respingó al escuchar la voz de esa hermosa joven Beta de mirada cálida, era como de la familia y cuidaba de él cuando Kyojuro no podía— Am... sí.
—¿Qué es eso que traes ahí? No me digas que te han castigado.
—¡No! No, que va, solo era una calificación que deseaba mostrarle a mi hermano, pero se la mostraré luego.
—Senji...
Koyuki entrecerró sus ojos, adelantándose para arrebatarle el papel antes de que Senjuro hubiera podido meterlo aprisa al bolsillo de su pantalón.
—¡Dámelo!
Ella rio, corriendo por el pasillo con el papel en alto, llevándoselo lejos de aquellas puertas, llegando a un jardín de cerezos donde lo leyó mientras el cachorro intentaba quitárselo entre manotazos nerviosos. Koyuki se detuvo, cambiando su expresión alegre por una seria, poniéndose en cuclillas para verlo.
—Senji, sabes que esto no puede ser.
—Ya sé —gimoteó el chico.
—Tu hermano hace mucho por ti, lo único que...
—¡Que ya lo sé!
Con lágrimas en los ojos, Senjuro por fin recuperó su permiso, haciéndolo bolita en su mano al darse media vuelta e ir corriendo a su recámara, azotando la puerta al cerrarla y lanzándose a la cama, hundiendo su rostro entre las almohadas que apretó para que no se escuchara su grito de frustración. Si fuese al menos la mitad de fuerte como lo fue su hermano a su edad, un Alfa dominante, decidido que ni siquiera un accidente lo detuvo para tomar las riendas de la familia y seguir adelante como cabeza de un clan poderoso, defendiendo su territorio por una pequeña e inútil razón llamada Senjuro Rengoku.
El cachorro se sobresaltó cuando una mano acarició esos cabellos rojizos como el fuego, levantando su mirada hacia Kyojuro quien le sonrió paternal. Con sus lágrimas atrapadas en sus ojos, se abrazó a su hermano mayor, soltando uno que otro hipo de llanto hasta que se calmó entre unos brazos amorosos que prometían que nada ni nadie iban a lastimarlo.
—¿Qué ha sucedido?
—Nada.
—¿Ya no me tienes confianza?
Senjuro levantó su rostro hacia su hermano. —Lo siento.
—¿Por qué?
—Soy una molestia.
—Tú no eres una molestia y lo sabes. Koyuki me dijo que quieres algo, dímelo.
Reprimiendo un gemido, el cachorro sacó de su pantaloncillo el permiso todo arrugado que extendió para que Kyojuro lo leyera, sabiendo la respuesta al ver entristecerse esos ojos porque tenía que darle una negativa. Se dejó abrazar, que lo meciera mientras escuchaba la negativa.
—No puedo, hermanito, es demasiado peligroso. Sabes que... que los niños de familias ricas están muy expuestos, así no te puedo cuidar.
—Lo sé.
—Pero podemos salir tú y yo.
—Sí —concedió el pequeño, apretando una débil sonrisa— Eso me gustaría mucho, hermano.
—Tal vez un día sí puedas ir, pero por el momento no. ¿Puedes aguantar otro poco, Senjuro?
—Puedo.
Kyojuro tenía un problema con la decepción, no la tomaba muy bien y eso tenía mucha culpa su padre. Tanjiro decía que el dolor de perder a su pareja lo trastornó, pero Senjuro sentía que su progenitor simplemente quiso vengarse con su hermano mayor al que pisoteó de todas las formas posibles luego de la muerte de su madre, pasando por su persona. No hubo día en que no escuchara cuan inútiles eran ambos, no eran Alfas dignos del apellido Rengoku ni de estar en uno de los clanes con mayor tiempo que había heredado el poder del más peligroso yakuza. A su hermano llegó incluso a golpearlo, a veces por defenderlo a él, siempre oyendo lo indigno que sería toda su vida porque no sabía ser un Hashira.
Si alguien le hubiera preguntado, Senjuro hubiera dicho que odiaba a su padre.
Estuvo muy agradecido que se muriera, no tanto luego cuando Kyojuro de pronto se vio agobiado por la carga que su padre dejó atrás al no resolver cosas importantes. Demasiadas cosas para un par de hermanos solos en una enorme mansión que una vez tuvo risas. Senjuro suspiró, abrazando por el cuello a su hermano sorbiendo su nariz. Kyojuro estaba haciendo todo lo mejor posible para que él estuviera tranquilo, a salvo, no debía estar pidiéndole idioteces como una salida escolar cuando ya sabía que eso no se podía por muchas razones y ninguna. Más tranquilo, dejó que su hermano se marchara con la promesa de que se verían en la cena. Otra de las mentiritas a las que ya estaba acostumbrado. Había demasiados pendientes todo el tiempo a todas horas como para cenar del diario con él.
No le molestaba en realidad, era una cosa por otra, eso de recibir en sus manos el primer libro impreso de su autor favorito o que consiguiera el videojuego que nadie encontraba tenía un precio y era el tiempo de Kyojuro dedicado a los negocios familiares. Después del accidente, su hermano cambió, decidió que las cosas serían diferentes y todavía estaba lidiando con ello mientras se convertía en un apuesto Alfa. Senjuro no estaba seguro del por qué su hermano aun no se había casado, seguramente no le faltaban propuestas siendo tan aguerrido, exitoso e inteligente además de tener un dominio apabullante como un incendio que consume todo de pronto.
Koyuki había llegado a sus vidas por esa razón, Senjuro la conoció como una novia de su hermano, no estaba seguro si seguían siéndolo, continuaban siendo cercanos y la tenía en mente como una hermana adoptiva. Si habían aparecido otras parejas, de eso no tenía conocimiento, como en muchos aspectos de la vida de Kyojuro, eran caras que él desconocía. Al final, tuvo que cenar solo, con Inosuke cuidándolo muy de cerca para que no se saltara las verduras. Sería el único niño que no entregaría su permiso al día siguiente en la escuela, tan solo ofreciendo una sonrisa quieta a su profesora quien también le regaló una sonrisa diplomática sin hacerle preguntas.
—¿Ya probaste los helados de Wong? —le preguntó una de sus compañeritas.
—¿Helados de Wong?
—Están cerca de aquí, unas cuantas cuadras, ¡están sensacionales! Deberías probarlos, yo fui ayer y me atasqué de todos los sabores.
—Claro que no.
—A que sí, son deliciosos. Cuando los pruebes ya me dirás.
Su maestro de matemáticas no apareció por ningún lado, aparentemente estaba enfermo, así que podían salir antes. Todos gritaron emocionados, llamando a sus casas o bien despidiéndose porque eran cachorros que tenían el privilegio de ir solitos por la calle sin espadachines en traje oscuro cuidándoles las espaldas. Senjuro buscó su teléfono para decirle a Tanjiro que podía pasar por él, quedándose muy quieto porque no lo encontró. Buscó de nuevo, con sus compañeros ya saliendo del salón todos emocionados haciendo planes. No, no había metido su celular. Recordó que había olvidado el permiso sobre su mesita cuando Koyuki lo llamó para que subiera a la limusina, dejando el teléfono por tomar el papel.
—Ops...
¿Qué podía hacer? No podía pedirle a sus compañeros un teléfono porque estaba prohibido dar el número personal de la gente de su hermano o de él mismo. Mientras salía del edificio correspondiente a su grado, Senjuro pensó rápidamente en las posibilidades. Bien podía esperar a que llegara Tanjiro a la hora normal de la salida, o buscar si estaba alguno de los otros guardaespaldas rondando por la escuela. Como era en el territorio de su hermano, no solían estar tan al pendiente, la escuela se ubicada en una zona bien vigilada donde era imposible que alguien más entrara. Eso se lo había dicho Zenitsu entre sueños. El cachorro se rascó una mejilla, caminando entre el resto de niños que iban ya a la salida. Dos enormes puertas de metal decorado abiertas de par para ellos.
Libertad.
Un pensamiento muy peligroso apareció en la mente del cachorro, preguntándose si podía pasar el tiempo restante de su clase en los Helados de Wong. Su compañerita había dicho que no estaba lejos, podía ir y venir, quedándose en las bancas de los jardines frontales de la escuela como siempre. Mirando alrededor sin encontrar a nadie conocido, Senjuro tomó aire con sus pies llevándolo fuera del complejo, saliendo a la calle con el corazón latiéndole a mil por hora. Eso le podía costar unas buenas nalgadas de parte de Kyojuro si estuviera viéndolo, lo mejor era ir aprisa por el helado y volver, así nadie iba a enterarse.
Riendo consigo mismo, el pequeño echó a correr, pasando por la ancha calle privada, esquivando una que otra persona y buscando ansioso el nuevo local que apareció cuadras más adelante. La emoción embargó a Senjuro, formándose en la corta fila, pidiéndose un helado de chocolate con chispas de chocolate y jarabe de chocolate y cubierta de chocolate. Su estómago gruñó ante semejante festín, recibiendo además de su helado en un tazoncito, un volante que le daba derecho a subirse a un juego mecánico en el parque que estaba mucho más adelante, la propia heladería tenía un hermoso carrito sin techo que llevaba a sus clientes a ese destino. El pequeño ni se lo pensó con las mejillas embarradas de helado, subiéndose al transporte que marchó, alejándose de esa zona protegida.
La adrenalina de la emoción cegó su prudencia, comiendo goloso de su helado antes de que sus ojos brillaran al ver el esplendoroso parque lleno de colores con juegos mecánicos disfrazados de animales salvajes de formas tiernas. Senjuro tuvo líos para elegir en cuál subirse, entregando su volante en lo que eran los carritos de gusanitos de colores que iban por todo el parque en un circuito largo que le sirvió para terminarse su helado justo cuando bajó del juego. Cuando buscó la salida donde estaba el transporte que lo podía llevar de regreso, notó que estaba perdido, no lo recordaba y el parque era enorme.
Antes de que el miedo le ganara la partida, preguntó a un guardia del parque por el carrito, teniendo que caminar un tramo para dar con la salida que equivocó de nuevo al confundirse con los letreros. Senjuro comenzó a preocuparse, sintiendo un escalofrío que lo dejó cual estatua cuando al pisar la acera y mirar hacia un cartel de un negocio al frente, notó un símbolo. El símbolo del Clan del Sonido. Una de las reglas sagradas para andar por la calle era que jamás, por nada del mundo, debía estar en un lugar que no tuviera el símbolo de su clan impreso en una pared o negocio de forma discreta. Eran símbolos que solamente entre los Hashira conocían, como una manera de advertir que no podía pisar territorio enemigo.
Senjuro estaba ahora en el dominio del Clan del Sonido.
Se llevó una mano a sus cabellos, imposible que no fueran a reconocerlo. El miedo vino como un tsunami que lo puso a temblar, llorando al mirar alrededor sin saber qué hacer, abrazando su mochila como si esta fuese a protegerlo del inminente peligro al que estaba expuesto porque no tenía forma de comunicarse con la gente de su hermano, a menos que encontrara un teléfono público para llamar. La idea lo calmó lo suficiente para andar alrededor, buscando ansioso esa cabina que pronto encontró, hurgando aprisa dentro de su mochila por las monedas restantes porque no solía traer mucho dinero consigo, al fin y al cabo siempre los demás eran los que le compraban las cosas. Con una mano temblorosa, echó las monedas por el orificio, comenzando a teclear cuando una manaza colgó la llamada.
—¿Qué hace un lindo cachorrito de cabellos de fuego por aquí?
Un Alfa de aspecto descuidado le gruñó, mirándolo de arriba abajo antes de cambiar de una expresión hostil a una que no le dio buena espina. Senjuro tembló de nuevo cuando esa manaza tiró de su cuello, dejándolo al examen más minucioso de aquel tipo con el tatuaje del clan en el cuello, debajo de la mandíbula cuadrada con una barba descuidada y que apestaba a alcohol.
—¿Sabes lo que les pasa a los intrusos?
—L-Lo siento... siento mucho...
—No creo que lo sientas, pero me encargaré de que pidas disculpas de forma apropiada.
El hombre acarició su mejilla y Senjuro tuvo ganas de vomitar, sollozando y abrazado a su mochila. Apretó sus ojos cuando el Alfa se inclinó buscando su rostro. De pronto, cayó al suelo con ese aroma pestilente desapareciendo. Otra mano, más cálida apenas si tocó su hombro.
—¿Estás bien, cachorro?
Abrió sus ojos al escuchar una voz que le pareció de un cantante, encontrándose con unos ojos púrpura, un rostro lindo y cabellos platinados. Otro Alfa muy diferente que lo hizo romper a llorar en serio, levantándose de golpe para tirar del fino traje de quien reconoció debía ser alguien del Clan del Sonido porque solamente ellos tenían esos rasgos de la misma forma que él poseía esos cabellos de fuego con ojos de ámbar.
—¡LO SIENTO SEÑOR NO ME DI CUENTA POR FAVOR NO ME MATE!
—Heeeey —el Alfa rio nervioso, mirando alrededor y dando indicaciones con la mirada a alguien detrás de Senjuro, mirando a este al sacar un pañuelo para limpiar su rostro— Sshh, no voy a matarte, yo no hago esas cosas.
—Losientolosientolosiento...
—Ya, ya, tranquilo, cachorro. Dime, ¿te hizo daño ese Alfa?
Senjuro negó con los ojos llenos de lágrimas, hipeando de forma escandalosa. El Alfa resopló, poniéndose en cuclillas, ladeando un poco su rostro.
—No te haré daño, tienes mi palabra.
—Señor, no me di cuenta, por favor no se enoje con mi hermano.
—¿Tu hermano?
—Mi hermano es Kyojuro Rengoku, yo soy Senjuro Rengoku —acto seguido, el cachorro hizo una serie de reverencias— ¡Perdone mi falta al pisar su territorio! ¡Por favor, no nos ataque!
Hubo un largo silencio, seguido de una risa loca antes de que una mano cariñosa levantara el mentón del pequeño, mirando esos ojos brillantes y esa sonrisa amistosa del Alfa.
—Vamos a hacer una cosa, ¿qué tal si vamos por un helado y me cuentas cómo es que has terminado por acá metido en líos?
—No tengo dinero ya, señor.
—Yo invito... y llámame Tengen.
—¿Usted es Tengen Uzui? —Senjuro abrió grandes sus ojos.
—El mismo que viste y calza, ¿qué no se nota?
Era imposible no fijarse en ese alto Alfa enfundado en un traje de seda blanca con una camisa azul oscuro usando anillos y aretes presumiendo sus finos cabellos de plata en una coleta alta. Senjuro sorbió su nariz, limpiándose un ojo más tranquilo porque ese tal Tengen no estaba siendo agresivo, al contrario, la esencia de aquel Hashira era muy amigable como si estuviera invitándolo a una fiesta.
—Eso es, ¿vamos por el helado?
Asintió, tomando la mano del Alfa sin pedirle permiso, acostumbrado a hacerlo con su hermano. Fueron a otra heladería donde probaron uno que Tengen aseguró era la maravilla de su territorio, un helado llamado Alas de Ángel. Sabía muy bueno, tuvo que aceptarlo mientras lamía apurado la cuchara que metió a su enorme copa, ellos dos sentados en una banca del parque al que volvieron para contarle su desventura por ir de glotón por ese mismo postre que ahora degustaba.
—Ya veo, por eso te perdiste.
—No sabía que había viajado tan lejos, de verdad lo siento.
—Te prometí que no haría nada y cumplo mis promesas, Senjuro.
—Entonces ¿puedo volver a casa?
—Claro, pero no puedo ir a dejarte, no tengo el permiso —sonrió Tengen— Como tampoco voy a dejarte ir solo, ya es tarde y deben estar angustiados por ti.
Senjuro miró el cielo que comenzaba a enrojecer por la tarde. No había reparado en eso por su glotonería. Tanjiro debía estar chillando cual cerdito, rogando a su hermano que no lo decapitara. Kyojuro no hacía esas cosas, solamente que le gustaba imaginar que sí.
—Pero no tengo mi teléfono, se me olvidó en la mansión.
—Te puedo prestar el mío.
—¿Si me da permiso?
—No hay problema, cachorro, diles que pueden venir sin problemas hasta acá, nadie va a molestarlos. Diles que Tengen Uzui da su palabra de honor.
Una histérica Koyuki le respondió, cuando al fin se calmó, le contó lo sucedido, como la promesa de Tengen de que podían ir por él hasta el parque sin que nadie los atacara porque tenían la palabra del Hashira del Sonido que no habría problemas. Al terminar, le devolvió el teléfono al joven Alfa, dedicándose a terminarse su helado porque sería un auténtico crimen el dejar algo cuando estaba tan sabroso. Tengen lo observó con una sonrisa, pensando en quién sabe qué cosas, sentando del otro lado de la banca.
—Eres un niño lindo, Senjuro.
—No lo soy —se detuvo unos segundos para verlo— Le doy muchos problemas a mi hermano.
—¿Cómo es eso?
—Sufre mucho por mí.
Tengen se quedó callado, deslizando sus codos por la banca, acercándose a él.
—¿Quieres mucho a tu hermano?
—Montones. Pero no sirvo, él siempre tiene que cuidarme, como ahora. No soy tan buen Alfa como él.
—No digas eso, creo que eres un buen chico.
—¿Tú tienes hijos?
El Alfa rio, negando. —No ha sido posible.
—¿Por qué?
—Bueno, digamos que... han existido complicaciones.
—Mi hermano también usa esa palabra cuando no me quiere decir cosas.
—Estás muy pequeño para escucharlas.
—Mm...
Justo cuando daba la última cucharada, un auto deportivo apareció por la calle. Senjuro sonrió, abriendo sus ojos de par en par al olfatear a su hermano, quien salió del carro, mirándolo como luego posando sus ojos en Tengen a quien se dirigió primero. Para sorpresa del cachorro, su hermano mayor hincó una rodilla en el suelo, una mano en su pecho inclinando su cabeza. Un Alfa sometiéndose a otro, un gesto de disculpa más que sincero porque eso no se hacía a menos que fuese algo de vida o muerte.
—Hashira del Sonido, te expreso mis más sinceras disculpas por este incidente. Te pido que no haya en tu corazón resentimientos en contra de mi hermano, solamente es un cachorro que no deseó molestarte, si me permites, me lo llevaré con tu permiso. Yo, Kyojuro Rengoku te doy las gracias por protegerlo.
Su hermano mayor era el mejor para esas cosas, Senjuro miró el rostro de Tengen que fue curioso, no hubo nada de molestia, tampoco en su aroma, hasta le pareció que estaba emocionado por algo. Quizá fue el helado que tenía embarrado en una mejilla porque incluso olfateó algo dulce, seguramente el azúcar de esa crema lechosa que relamió con su lengua, tomando su mochila antes de ir con el otro Hashira, estampándole un beso en su mejilla.
—Gracias por el helado, eres muy bonito.
—Senjuro.
Con un adiós de su mano, el cachorro se despidió de aquel Alfa, subiendo al auto que salió de ahí con algo de prisa. No fueron directo a la mansión. Senjuro se abrazó por última vez en ese día a su mochila, encogiéndose en su asiento preparándose para la dura reprimenda porque había cometido todas las faltas que no le estaban permitidas. Pero por el contrario, Kyojuro lo llevó a uno de esos restaurantes de comida rápida donde vendían unas sabrosas alitas enchiladas que tanto le gustaban. Ya era noche, hora de la cena, así que entraron al restaurante, tomando una mesita con dibujitos de pollitos felices algo descascarados por el uso.
—¿Estás enojado conmigo?
—No, Senjuro, tuve mucho miedo de perderte cuando no te encontramos.
—Lo siento —el chico inclinó su cabeza— Solo quería...
—Divertirte —terminó su hermano por él, cepillando sus cabellos— Tan solo querías divertirte.
—Perdón.
—No tengo nada qué perdonarte.
—Prometo ser más prudente y no desobedecer.
—Quisiera más bien que no pienses en que estoy enojado contigo. Te quiero, Senjuro.
—Y yo te quiero mucho, Kyo.
—¿Pedimos alitas?
—¡Sí!
Tal vez debió mencionar que su número se había quedado en el teléfono de Tengen Uzui, pero no creyó que hubiera algún problema, después de todo, lo más seguro era que ese Alfa iba a borrarlo apenas tuviera la oportunidad. ¿Para qué le llamaría a su hermano si entre clanes no se dirigían la palabra? Senjuro sacudió su cabeza, olvidando el tema cuando llegó su plato de papas fritas con alitas picosas y enorme vaso con soda bien fría. Tampoco mencionó que había estado comiendo mucho helado, si un número telefónico privado no importaba, tampoco su dieta ¿o sí?
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