Flama

ONRYŌ

Autora: Clusmykitty

Fandom: Kimetsu No Yaiba/Omegaverse

Pareja: Uzuren.

Derechos: a que el senpai se dé cuenta de mí.

Advertencias: esto es un AU de mafia, por lo que habrá cosillas desagradables, algo grotescas, incómodas porque estos mundillos no son jardines de rosas perfumadas. Y como es un Omegaverse las cosas se ponen de color hormiga. Que no les digan que no les cuenten porque les mienten. Una historia de encargo.

Gracias por leerme.


**********


Flama.


Images of broken light which dance before me like a million eyes
They call me on and on across the universe
Thoughts meander like a restless wind inside a letterbox they
They tumble blindly as they make their way across the universe

Jai guru deva, om
Nothing's gonna change my world
Nothing's gonna change my world
Nothing's gonna change my world
Nothing's gonna change my world

Across the universe, The Beatles.



Mansión Rengoku.

Cuando los clanes de mafiosos decidieron tomar bandos entre quienes preferían el anonimato en un trabajo discreto sin involucrar gente inocente y aquellos que iban a disfrutar del poder sin importarles cuantas vidas les costara eso, uno de los primeros clanes en estar al lado de los señores Ubuyashiki fue el Clan de la Llama, los Rengoku, quienes en una muestra de lealtad, comieron un fruto ya extinto conocido por provocar un ardor tal que era capaz de matar a quien lo probaba, de ahí que se dijera que sus cabellos habían sido tocados por esta fruta rojiza que dejó impregnada su esencia en esos mechones rebeldes como en sus ojos. Siendo el primer clan leal, tenía un prestigio de por medio que seguir, generaciones enteras fueron entrenadas duramente bajo el principio de siempre mantener el orden entre todos los demás Hashira.

Kyojuro Rengoku tenía encima un legado familiar de toneladas de glorias y peleas obtenidas gracias a la fuerza de sus miembros como a la inteligencia del líder que no le daba mucho espacio para la diversión. Recordaba con nostalgia esa época familiar en la que vivió junto a sus padres, ignorando de momento que era el heredero de una poderosa dinastía y más adelante la cabeza de un clan que se imponía por sobre los demás, tenía una reputación a mantener, pero en esos momentos cargando a su hermanito Senjuro tan emocionado de tener ese pequeño bultito consigo que todo le pareció muy bien. Tal paraíso se convertiría en un infierno después de la muerte de Ruka, su madre, que dañó para siempre el corazón de su padre Shinjuro hasta hacerlo caer en el alcoholismo, olvidando su deber como Rengoku ante su patrón y el resto de los Hashira, obligando a un apenas adolescente Kyojuro a tomar el control del clan antes de que este se cayera a pedazos.

No lo hizo por su padre, quien tomó rencor contra sus hijos a quienes acusó de asesinar a su esposa, lo hizo solamente por su hermanito Senjuro, inocente como nacido con un alma muy diferente para pertenecer a los bajos mundos. Kyojuro pronto se dio cuenta que su hermano menor poseía esa blanca inocencia digna de ser protegida a cualquier costo, siendo ellos dos los únicos miembros de la familia líder, si algo le sucedía a Kyojuro, era el siguiente Rengoku quien debía tomar las riendas del Clan de la Llama y eso muchas veces lo aterraba porque sería manchar el alma bondadosa de su hermanito, motivo por el cual, si no podía deslindarse por completo de su servicio a la familia Ubuyashiki, al menos sí que podría hacer un cambio que el actual amo le permitió.

Kyojuro entonces hizo lo que ningún otro Hashira había propuesto hasta entonces: la reforma de las actividades de su clan, ya no más negocios ilegales donde se dañaran a terceros y en la medida de lo posible, hacer un cambio hacia un estilo de vida un poco más cercano al común de los habitantes de Japón. Toda una locura que un clan mafioso hiciera semejante cosa, Kyojuro soportó la burla, el escarnio, las críticas e incluso varios ataques de otros clanes que vieron en su actuar un gesto de debilidad, topándose con un Hashira de la Llama que los hizo retroceder, una vez más, solamente por Senjuro.

Su hermanito era su motor de vida, todos los cercanos a él lo sabían. Cuando fue el ataque a los puertos, un episodio sangriento en su carrera como Hashira, fue el temor de dejar solo a Senjuro lo que hizo que con todo y la agonía de sus oídos provocados por la explosión de sus enemigos se levantara de entre los escombros a terminar con esa Luna Creciente que los había atacado en su propio territorio. Si los demás Hashira eran provocadores, las Doce Lunas, ese otro bando que no escatimaba en derramar sangre, era la constante en la vida de Kyojuro. Los Demonios, como se llamaban los líderes de sus respectivos clanes, jamás habían dejado de atacarlos, más cuando Kyojuro hizo ese cambio en su clan, motivo por el cual tuvo que enviar la cabeza del Demonio de la Flauta de vuelta a casa para que lo dejaran en paz.

—¡Hermano! ¡Mira! ¡Me han dado una estrella en la escuela por mi tarea de historia!

Senjuro lo miraba como si fuese una suerte de dios y Kyojuro a veces quería romper a llorar porque se sentía indigno de la admiración de su hermano menor, manchado con sangre, envuelto en líos que jamás terminaban con la constante amenaza de las Doce Lunas que habían dejado de atacar por un tiempo, volviendo lentamente a sus andadas ahora que Senjuro había crecido con esa sonrisa limpia y su mirada libre de agobios justo como había esperado. No todo era tan bueno, el Hashira había tenido que ponerle guardias de su confianza para protegerlo pues su hermanito poseía una tendencia no maliciosa a meterse en líos por curioso, porque estaba probando esa vida de la gente ordinaria que ansiaba para él, pero las Doce Lunas era algo que no podía ignorar menos con la vida de Senjuro en riesgo.

Como si no fuera suficiente ser un Hashira, además debía mantener a raya a todos los Alfas de su clan, y vigilar que otros fuera de su dominio no se quisieran hacer los graciosos. Era cierto que Kyojuro había nacido con esa esencia tan fuerte que hasta el momento cuando la usaba para aplastar a otros Alfas nadie había podido vencerle, más era cansado para él ese papel tan de tiempos antiguos, para él ninguna casta era superior a otra, lo que importaba era más otros talentos, como un corazón noble. De ahí que sus guardias personales fuesen con esas características, como Tanjiro Kamado, quien no tenía problemas con soltarse a llorar con películas dramáticas o Inosuke Hashibira, la explosión emotiva por excelencia bajo ese supuesto mal humor que se cargaba sin olvidar al irreverente dormilón de Zenitsu Agatsuma, quien engañaba a sus rivales al parecer tan miedoso.

—¡Hermano! ¡Hermano! ¿Veremos la serie esta noche?

—Claro, Senjuro. Lo prometido es deuda.

Nunca entendió por qué su padre siempre despreció a los Omegas cuando su madre había sido precisamente de esa casta, sin tener los rasgos típicos de ellos. Ruka fue una mujer imponente, hermosa que jamás aceptó que alguien ni su propio Alfa le alzara la voz. Claro que así había sido elegida para el líder del clan más antiguo de los Hashira, heredero de la Llama que era lo más cercano al auténtico poder, pero en los recuerdos de Kyojuro, ella nunca se basó en su casta Omega para ganarse o hacer algo, una lección que permeó en la mente del joven Alfa cuando conociera a otras personas de castas diferentes. Por ello era tan respetado entre los Hashira, Kyojuro nunca menospreciaba ni humillaba a nadie por no ser un Alfa como él, mientras demostrara tener calidad humana, bastaba para considerarlo un aliado o incluso un amigo.

—¿Hermano?

—¿Qué sucede, Senjuro?

—¿Es cierto...?

—¿Senjuro?

—¿Es cierto que has matado gente?

Llegó el día en que las actividades de Kyojuro no podían pasar por meros negocios comerciales internacionales para Senjuro, así que esa noche cuando su hermanito lo miró con lágrimas en los ojos al no poder creer que su dios viviente fuese en realidad un monstruo, Kyojuro le habló de lo que eran en realidad, de lo que él pretendía que pasara con el Clan Rengoku y para lo cual necesitaba que Senjuro se mantuviera bajo ciertos parámetros de conducta pues el transformar una Manada de mafiosos en un grupo de comerciantes "normales" iba a costarle más que simplemente disgustos, ruptura de pactos o una que otra explosión malintencionada.

—Lo siento —Kyojuro soltó los brazos de su hermanito, avergonzado de sí mismo— Si ya no deseas dirigirme la palabra, lo entenderé. Solo quiero que sepas que siempre te amaré, Senjuro, eres todo para mí.

No vio a Senjuro varios días, Tanjiro le dijo que estaba bien, solamente muy callado apenas si comiendo sus alimentos. Fueron días amargos para Kyojuro, dejando su humor usual de carcajadas sonoras porque había perdido la audición y casi no se escuchaba a sí mismo, más serio durante la última reunión de los Hashira en la mansión de su patrón, escuchando sobre el regreso de las Doce Lunas quienes ahora no solo ansiaban controlar la economía de Japón sino también su política. Mitsuri, su mejor amiga del Clan Kanroji, lo notó cabizbajo, invitándolo en una zona neutra a que tomaran un té que era una forma de decir que ella iba a comer toneladas en tanto Kyojuro le hablaba sobre lo que pasó con su hermano.

—Oh, ya veo, solamente él te puede poner en semejante estado.

—Mi hermano me odia.

—No, Senjuro podrá estar molesto, pero nunca te odiaría, Kyo.

—¿Lo crees?

—Solo dale tiempo, igual que las flores, necesita del tiempo para madurar.

—Gracias, Mitsuri.

—Yo diría que mejor te prepararas para tu Celo, ya hueles a él.

Kyojuro ya tenía la edad para elegir una buena pareja, entre los cambios internos como los nuevos ataques de las Doce Lunas no se había dado el tiempo, también era que tenía cierto recelo. Invitar a alguien a su estrecho círculo familiar era difícil. Cuando sus Celos llegaban, su gente era lo suficientemente discreta para conseguirle con quien pasarlo pues un Rengoku Alfa no era tan fácil de satisfacer por muy buenos modales o paciencia que tuviera. Usualmente eran rostros que Kyojuro solo veía una vez. Si acaso había logrado hacer migas con alguien luego de pasar su Celo, fue con una joven Beta muy hermosa llamada Koyuki, quien más adelante se convertiría en una suerte de amiga amante ocasional pues el joven Alfa aun se mantenía inseguro respecto a dar el paso final.

Para callar rumores o meter en más líos a Koyuki, lo que hizo fue comprometerse con ella, de esa forma calmaba a su ya inquieta gente y por otro dejaban de acosarlo con propuestas. Kyojuro todo lo que deseaba era una vida tranquila, el poder saber que Senjuro estaría a salvo el resto de su vida haciendo lo que su hermanito deseara, aunque eso implicara abandonar el clan, ya había contemplado eso en sus libros, lo cual le pareció sano y correcto, pero para lograr semejante salida había que mover cielo, mar y tierra con tal de que nadie fuese tras su hermanito. Quizás el Clan Rengoku estaba por extinguirse, esa sombra se cernía sobre ellos, sería inevitable, nada es para siempre, lo tenía claro el Hashira, la gloria de su gente pasaría a ser una leyenda si todo se completaba como él lo había planeado.

—Um, señor.

—¿Qué sucede, Tanjiro?

—Es hora de su cena.

—Gracias.

Luego de lo que le pareció una semana de tortura, Senjuro le preparó una cena, esperándolo en el comedor todo nervioso con todo y ser un pequeño Alfa Rengoku. Había cocinado para él su siempre codiciado camote que a los demás asustaba, con una brema a la parrilla con ensalada en salsa de soya. Kyojuro abrazó a su hermanito, besando sus cabello no queriendo llorar. Fue su manera de decirle que estaba bien, que perdonara el que lo alejara. A partir de ahí hizo todo lo que estuviera en sus manos para hacer la vida de Senjuro lo más normal posible, Koyuki le ayudaba mucho llevándolo a esos sitios que eran impensables para ellos como un cine atestado de gente o un parque de diversiones.

Por eso cuando se perdió aquella tarde después de clases, Kyojuro sintió que la vida estaba cobrándole todas sus malas acciones, no haber sido un buen hijo, un buen líder, un buen hermano... un buen Alfa. Oró porque su hermano menor estuviera a salvo así le costara la vida, respingando cuando su teléfono sonó y escuchó la voz de Senjuro junto a la de nada menos que Tengen, el Hashira del Clan Uzui quien estaba custodiándolo pues su hermano había terminado en su territorio por mero accidente. Como fuese, Kyojuro agradeció a los cielos por semejante bendición, negándose a que Koyuki o Tanjiro fueran por él, pues era meterse en dominios de otro Alfa. No le importó, porque además quiso agradecerle en persona al fiero Hashira por su gesto de bondad que jamás olvidaría.

Ahora tenía una deuda con él, claro, sus consejeros estallaron en ira indignada porque los Rengoku nunca le debían nada a nadie. Kyojuro hizo de oídos sordos que no le costó mucho trabajo, feliz de tener de vuelta a su asustado hermanito quien le contó la odisea provocada por su adicción al chocolate. Todo pareció calmarse, hasta que días después su teléfono volvió a sonar y descubrió que era el mismo número privado de Tengen, quien estaba llamándolo. Se preguntó su acaso Senjuro dejó olvidado algo que debían ir a recoger, respondiendo al celular mientras iba en una limusina con Tanjiro rumbo a una reunión de negocios.

—Uzui.

¿Por qué has castigado a Senjuro?

El joven Alfa abrió sus ojos, mirando a Tanjiro quien le observaba curioso por haber pronunciado el nombre de aquel Hashira, no entendiendo por qué estaba reclamándole algo que ni había sucedido... ni tampoco le concernía para el caso.

—¿Disculpa?

Responde.

Kyojuro tosió, incrédulo. —No lo he castigado, ¿quién...?

¡Claro que sí! Le has prohibido salir.

—Espera un momento, yo no le dije que tenía prohibido salir, le dije que esperara unos días a que pudiera hacerle nuevas rutas seguras que es diferente, eso no es castigar.

Eso me suena a castigo.

—Uzui, con todo el respeto que te mereces, ¿por qué te interesa esto?

Porque me importa y punto.

—Sí, pero...

El cachorro quiere divertirse.

Tanjiro arqueó una ceja al ver a su jefe quitarse el celular para mirar la pantalla como si de repente algo malo le sucediera a su teléfono con una singular expresión de indignación que jamás le había visto. Lo que estuvieran hablando esos dos Hashira se había puesto interesante. Kyojuro frunció su ceño no creyendo que Tengen Uzui estuviera dándole lecciones sobre cómo criar a un cachorro.

—A todo esto ¿tú cómo sabes del tema?

Senjuro me dijo.

—¡¿Cuándo?!

Yo le hablé.

Kyojuro se juró que tendría una embolia si trataba de comprender esa parte.

—Uzui, ¿puedo saber el motivo para que te hayas comunicado con mi hermano menor sin mi permiso?

¿Lo necesito luego de que casi lo pierdes?

—¿Qué...? —el Hashira de la Llama soltó una risotada porque de alguna manera esa conversación le pareció de una pareja divorciada— Uzui, déjate las bromas para luego.

Estoy siendo muy serio, ese cachorro necesita quien vele por él.

—Tiene quién lo haga, gracias.

No están haciendo bien su trabajo, pasaré por él hoy, así que avisa a tu gente.

—¡Oye...! ¡UZUI!

—¿Todo bien, jefe? —preguntó Tanjiro cuando vio que casi rompía el celular en la mano.

—Ustedes tienen algo que confesarme y será mejor que sea ahora.

La culpa inicial era de Zenitsu porque él había sido quien le había permitido a Senjuro que marcara a Tengen desde nada menos que el teléfono de la mansión porque el cachorrito había tenido muchas ganas de agradecerle bien y luego como era en su naturaleza gentil, platicarle de su vida que involucró ese cambio en su agenda para evitar desapariciones involuntarias. Luego entonces, el Hashira del Sonido, había llamado a Senjuro a su propio celular, en una charla que Kyojuro había ignorado porque nadie de su gente tuvo el valor de decírselo pues recién había pasado un Celo y los Alfas Rengoku no estaban en el mejor humor después de eso, sobre todo si había todavía estrés como en el caso de Kyojuro, quien de pronto se sintió en un melodrama coreano al escuchar la verdad.

—¿Quiere que recojamos al Señorito Senjuro?

—No, no, lo que menos necesito es a Tengen Uzui llegando a mi mansión a reclamarme porque no le cedí a mi propio hermano.

Por más irrisorio, insólito y absurdo que fuera semejante actuar, Kyojuro no tuvo más remedio que permitir a Senjuro pasar una tarde con Tengen Uzui. Se podía disfrazar como una forma diplomática de establecer nuevas relaciones con otros clanes, y que su hermanito fuese el embajador ayudaba a que su clan lo viera como un buen sucesor en caso de que a él le pasara algo. Kyojuro estuvo a nada de marcarle a Uzui para preguntarle sobre el estado de Senjuro, pero era mostrar inseguridad en sí mismo como en su hermano menor, además de un insulto al otro Alfa porque estaría dando a entender que no le tenía la confianza suficiente... lo cual era más o menos cierto, pero no como pudiera sentirlo Uzui.

Ya sabía que ese Hashira era todo menos ordinario, todo mundo siempre hablaba de su forma de ser tan excéntrica y a veces demasiado alocada, que contrastaba mucho con su ferocidad para dirigir su clan. Estaba probando algo de ese humor fuera de sus cabales, mirando el reloj contando los minutos antes de que Senjuro regresara a la mansión, llamándolo a voces con unas compras en la mano y una enorme sonrisa de felicidad que se reflejó en sus ojos. Al menos volvía en una pieza, se dijo Kyojuro, recibiéndolo en el corredor con un fuerte abrazo.

—¡HERMANO, HERMANO, HE VUELTO!

—Bienvenido, Senjuro, ¿qué son todas esas bolsas?

—Um, me las obsequiaron.

—¿Quiénes?

—Las esposas de Tengen.

—Señor Uzui.

—Me dijo que podía decirle Tengen.

—... ¿diste las gracias?

—Sip. ¡Te traje algo!

—Supongo que ya has cenado.

—¡Sí! ¡Me prepararon hamburguesas con muchas papas!

—Veamos qué tanto has traído consigo.

De entre las costumbres ninjas que habían dado origen al Clan Uzui, estaba el tener un harén, tres esposas Betas bien entrenadas como Tengen. Por alguna razón todavía no tenía un cachorro con ellas, no era su asunto tampoco. Saber que Senjuro había estado con ellas en un restaurante fue demasiada información. O el Hashira del Sonido había perdido la cabeza, o quería tenderle una trampa. ¿Para qué más aferrarse a hacer amistad con un cachorro cuya lengua se soltaba con chocolate o papas fritas?

—Senjuro, estos regalos son costosos.

—Sip.

—No debiste permitirlo.

—Tengen dijo que estaba ok.

—No es por él, sino por ti.

—Pues él dijo que me faltaba... muchosidad.

—¿Muchosidad?

—Bueno, no lo dijo así, pero se refirió a eso.

—Hermanito, estoy hablando en serio, tendrás que...

—¿Qué?

—Nada.

—Aw, yo quería saber.

—Espero que en verdad hayas agradecido de forma correcta todo esto.

—Sus esposas me dieron muchos besitos en mis mejillas, dijeron que huelo bonito.

—Mm...

—¿Estás celoso?

Kyojuro suspiró. —Tal vez.

—¡Hermano! —Senjuro lo abrazó con fuerza— Tú eres el mejor para mí, no hay nadie igual a ti para mí.

—¿Ni Uzui con sus regalos lujosos?

—...

—Senjuro.

—Je, je, caíste.

—Bien, ya es hora de dormir, suficiente de visitas extrañas, tienes escuela mañana.

—¿Kyojuro?

—Dime.

—Si te casaras...

—Senjuro, eso no va a suceder.

—Pero, Koyuki...

—Digamos que pudiera suceder en un futuro MUY lejano, ni así yo te alejaría de mí.

—¿Ni aunque tuvieras un cachorro? Si tuvieras un cachorro... no tendrías que sufrir más por mí porque habría otro Alfa Rengoku para sucederte. Yo entendería, es decir, no te diría nada porque está bien... sé que estorbo porque no soy un Alfa tan fuerte como tú.

Kyojuro se quedó serio, ese era otro tema que flotaba como un fantasma entre ellos y también el motivo por el cual no había tomado ninguna pareja. Claro que si llegaba a casarse y tener hijos, Senjuro sería olvidado por obvias razones y eso no le pareció, podía ser otra alternativa para que hiciera su vida a su gusto, pero a un precio alto porque perdería estatus como herencia ya que la línea de sangre que importaba era la de los líderes, no los segundos hermanos. No, Senjuro estaba protegido porque era su heredero, si era posible que alcanzara sus sueños era por esa razón, cambiarlo sería lanzarlo a los lobos.

—Eso no va a pasar.

—Pero...

—Ya es tarde —el joven Alfa besó los cabellos de su hermano— Buenas noches.

—Buenas noches, hermano, te quiero.

—Y yo, Senjuro.

El Hashira se dejó caer en la orilla de su cama, sus manos tallándose contra su rostro. De pronto el mundo quería volverse loco y no le daba tiempo de comprender qué estaba pasando. Koyuki entró a la habitación, siempre discreta, caminando descalza hasta donde estaba sentado, alcanzando una de sus manos que puso contra su mejilla.

—Tienes que relajarte, tu aroma está muy ácido.

—¿Se nota tanto?

—Déjame ayudarte —Koyuki lo empujó contra la cama, gateando sobre él.

Cerró sus ojos, dejando que las manos de su prometida hicieran lo suyo, olvidando de momento todos esos agobios. Ya iría resolviéndolos poco a poco. Todo lo que más le importaba estaba bien, que era la felicidad de Senjuro. 

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