Feral

ONRYŌ

Autora: Clusmykitty

Fandom: Kimetsu No Yaiba/Omegaverse

Pareja: Uzuren.

Derechos: a que el senpai se dé cuenta de mí.

Advertencias: esto es un AU de mafia, por lo que habrá cosillas desagradables, algo grotescas, incómodas porque estos mundillos no son jardines de rosas perfumadas. Y como es un Omegaverse las cosas se ponen de color hormiga. Que no les digan que no les cuenten porque les mienten. Una historia de encargo.

Gracias por leerme.


**********


Feral.


"No trates con un hombre rabioso que no tiene nada que perder."

Anónimo.

"Apagaste mi furia para hacerla tristeza, pero mi furia fue primero tristeza."

Juan Gelman.

"Un hombre es tan grande como las cosas que le hacen enojar."

Winston Churchill.


En algún lugar de Tokio.


Gritos precedieron la estampida de demonios aventando los portones del almacén para huir lo más rápido posible del Hashira del Sonido que iba tras ellos. Lo sabían, era una regla no escrita que uno de esos Alfas cuando estaba realmente furioso era como un volcán estallando que arrasaba con todo y que Tengen Uzui estuviera cazándolos como si no hubiera un mañana era solo la premonición de una muerte dolorosa. No tenían idea de la razón, pero los sicarios eran lo suficientemente inteligentes para saber que ese tipo de preguntas no se respondían en esos momentos que buscaban llegar a los botes que los sacarían de ahí antes que las espadas bailarinas en manos de Uzui alcanzara sus cuellos.

—¡NO HUYAN MALDITOS CERDOS!

Uno de ellos trastabilló, cayendo al suelo entre rebotes, abriendo sus ojos de par en par al escuchar el rugido del Hashira a pocos metros de él, girándose a gatas queriendo ponerse de pie, cayendo de nuevo por el piso resbaloso gracias a la recién lluvia. Una fuerte mano lo alzó en vilo, azotándolo después sobre su espalda que rebotó dolorosamente, algo por ahí se fracturó, sin poder quejarse pues la punta de una espada curva cayó sobre su cuello.

—¡¿A dónde fue el convoy de Akaza?!

—¡N-No lo sé!

—¡Mentira!

—¡Juro que no lo sé!

Los ojos de Tengen brillaron en rabia, enterrando sus espadas en las manos del sicario, retorciéndolas para hacerlo gritar.

—¡PIEDAD! ¡PIEDAD! ¡EL CONVOY SE MARCHÓ A LA ISLA! ¡NO SÉ CUÁL ES, SOLO LE DICEN ASÍ!

Después de cortarle la cabeza, corrió hacia una de las motocicletas libres que tomó para alcanzar esa camioneta que notara había sido la primera en huir cuando llegó con sus hombres. Ellos debían saber, o al menos eso fue lo que pensó. No tenía tiempo qué perder, entre más dejara pasar las horas, Akaza podría hacerle daño o matar a Kyojuro, lo único que estaba deteniéndolo de no hacerlo ya era esa venganza de la que le había hablado Senjuro. Tenía el tiempo en contra, así que no podía desperdiciar ni un minuto, sin importarle si descansa, comía o dormía.

Saltando sobre divisiones de concreto, pasándose altos y derrapando por debajo de algunos transportes de carga pesada que aun circulaban por esas horas, por fin alcanzó la camioneta, tomando sus espadas listo para lanzarse sobre el techo, comenzando otro ataque que terminó con ellos saliéndose de la autopista y el vehículo rebotando. Tengen alcanzó uno de los demonios que arrastró sobre el pasto seco a un lado, haciendo lo mismo que con el primero, escuchando la dirección hacia donde aquella Luna se había llevado al Hashira de la Llama, buscando su celular para llamar y pedir otro transporte.

Había escuchado de esa isla, la usaban para mantener a sus prisioneros por largo tiempo sin que la policía o alguien más se enterara. El problema era su seguridad, pues tenía varios accesos que sin duda estarían resguardados ahora que Akaza le daría uso. Le sorprendería o quizás no tanto el que Mitsuri se uniera en su cruzada de rescate, sin decirle nada sobre su obsesión casi malsana de ir a toda prisa, ambos llevando solo un grupo pequeño de ataque, pues entre los dos fue más que suficiente para abrirse paso una vez que alcanzaron la delgada autopista que llevaba a la isla serpenteando por entre montañas hundidas en el mar que reflejó la luz de la luna.

—¡Yo iré por la izquierda! —le anunció Mitsuri.

Tengen asintió, preparándose para otro encuentro con demonios, olfateando en el aire por si acaso descubría el aroma de Kyojuro. Se angustió de no poder detectarlo, gruñendo al sentir esa histeria intentando brotar en él. No, esa clase de cosas Omega no las podía usar ahora, lo que requería en esos momentos era toda la furia que pudiera sacar de cada célula de su cuerpo. Escuchando los gritos de la Hashira del Amor, sonrió para hacer lo propio, sus espadas danzaron en el aire silbando como una canción mortal que encontró muchos cuerpos donde dejar su huella. Casi al final cuando encontró una entrada que bajaba metros abajo es que por fin dio con lo que tanto buscaba entre ese bosque con cámaras y trampas que explotaron.


El aroma de Kyojuro.


Aún era fresco, todavía no había perdido esa firmeza y la esperanza cobró bríos en su corazón al detectar ese pulso de vida. Seguía vivo. Las energías del Hashira del Sonido volvieron como si no hubiera estado en acción por casi 24 horas, aullando como loco al romper con los sistemas, uno que otro demonio y bajando hacia el túnel que terminó en un pasillo anchísimo digno de cualquier película de prisiones de alta seguridad. Los hombres de Akaza ya lo esperaban con artillería que usaron apenas terminó de bajar los escalones del túnel.

—¡SOY UN UZUI, IDIOTAS!

Tal vez se veía demasiado loco para los demás, varios de los que le dispararon fallaron al temblar de solo verlo, tirando las armas y echando a correr. No se los permitió, alfombrando ese pasillo con ellos, deteniéndose solo cuando le salieron al paso media docena de gorilas quienes tronaron sus cuellos, sus nudillos luego antes de reír entre sí. Seis Alfas entrenados por el mismísimo Akaza. Tengen siseó, mostrando sus dientes antes de abalanzarse sobre ellos, encontrando que eran mucho más resistentes, menos torpes y muy precisos para saber dónde golpear.

Escupió sangre al rodar por el suelo, levantándose de inmediato, clavando una de sus espadas en el duro muslo de uno de ellos, recibiendo un puñetazo en su nariz. Tengen rugió, cortando en dos al gorila, ahora solo le quedaban cinco.

—¡¿POR QUÉ SE DIVIERTEN SIN MÍ?!

Mitsuri no pudo aparecer en mejor momento, estando más descansada y sin heridas le fue más sencillo enfrentarse a los gorilas, guiñándole un ojo para que continuara con su camino. Con un asentimiento de cabeza, dejó que ella se enfrentara a esos Alfas mientras iba tras el aroma de Kyojuro, cada vez más evidente, bajando otro nivel más, desesperando un poco al encontrar montones de puertas sin atinar quizás por la desesperación a cuál de todas guardaba a ese Hashira. Se quedó unos momentos quieto, respirando lento para calmarse, necesitaba templanza. Su increíble y fino oído escuchó un quejido, erizándosele la piel al saber que era Kyojuro siendo lastimado.

El rojo de sus ojos nunca fue más oscuro, apretando la empuñadura de sus espadas al ir a la puerta que reconoció como la indicada. Disparos la atravesaron desde adentro, evadiéndolos a tiempo, deslizándose dentro con una mini granada, comenzando otra masacre.

—¡AKAZA!

La Luna caminó hacia él, entrecerrando sus ojos con sus puños manchados de la sangre de Kyojuro. Eso fue suficiente para que todo desapareciera de la vista de Tengen, el tiempo dejó de correr, si acaso había sentido algo de dolor, se esfumó en el acto. Todo lo que su cuerpo y mente supo fue que debía asesinar a esa Luna Superior en nombre de su Alfa. El rostro de Akaza se hizo más grande al acercarse, sin despegarse de él hasta que todo se volvió confuso al haber caído en un estado de frenesí tal, que aquel demonio terminó por huir ante el inminente peligro desplegado en aquel dominio. Tengen no volvió en sí hasta que la propia Mitsuri le propinó un puñetazo en su mandíbula.

—¡Despierta ya!

Se encontró siendo sujeto por una docena de sus hombres, la Hashira del Amor empapada en sangre, herida y no por sus rivales, los cortes de espada los reconoció como suyos, hasta le había cortado una de sus preciosas trenzas rosas. Los ojos de Tengen buscaron desesperados hacia el fondo de la celda, donde un pequeño grupo de la gente de Mitsuri rodeaba a Kyojuro. Trató de zafarse del agarre de tantos brazos, pero no se lo permitieron, sintiendo lágrimas porque olió demasiada sangre, demasiado dolor. Su Alfa estaba agonizando.

—¡NO, KYO! ¡KYOOOOOO!

—¡Tengen, cálmate ya!

—¡Déjenme verlo! ¡Necesito verlo!

—¡Mi señora, está demasiado alterado!

—¡Hay que sedarlo!

—¡No se atrevan! ¡Kyooo!

La Hashira respiró hondo, cerrando sus ojos al asentir. —Háganlo.

—¡NOOOOOOO!

Cayeron al suelo con Tengen retorciéndose, zafando una mano hacia el grupo atendiendo a Kyojuro, alcanzando a ver entre tantos pies, brazos y manos, su rostro pálido apenas reconocible por golpes y sangre empapando esos lindos cabellos de fuego. Fue todo lo que pudo ver antes de que el sedante hiciera su efecto, con el rostro estampado contra la fría loseta de la celda, entre gritos de los demás al llamar por una ambulancia. Su último recuerdo sería el rostro lloroso de Mitsuri que se perdió en medio de una neblina, cayendo en la oscuridad.

El Hashira del Sonido volvería en sí hasta días después, en una elegante habitación de hospital, con varios ramos de flores alrededor, una amplia ventana por donde colaba una luz matutina cálida, tocando el sofá de descanso donde estaba olvidada una chaqueta y una frazada. Makio. Al girar su rostro, con el ardor en la garganta de haber sido entubado, notó una silla acolchada con unos bolsos. Suma y Hinatsuru. Lo que más le sorprendió fue bajar la mirada al sentir en ese costado su cuerpo demasiado pesado, encontrando que Senjuro estaba ahí, dormitando a su lado, abrazándole por la cintura.

Quiso hablarle, pero la garganta todavía le dolía mucho para ello, quedándose quieto, notando la intravenosa como los monitores conectados a su pecho. ¿Tan mal había terminado? Contaba con los dedos de una mano las veces que eso había ocurrido y tenían ya tiempo. Recordó cómo se había sentido al reconocer el aroma de Kyojuro, todo su cuerpo entró en un trance que lo hizo atacar sin más, arriesgando su propia vida por salvar a su Alfa, solo por esa razón. Había sido un Omega Feral en toda la extensión de la palabra.

Tengen rio apenas, eso le costó hacerlo, no estaba tan bien, su cuerpo había tocado el límite de sus fuerzas y energías, iba a tomarle un buen rato el poder levantarse. Hinatsuru entró de puntillas, abriendo sus ojos al verlo consciente, luego limpiándose una lágrima traicionera con una mano, haciéndole una reverencia, todo en absoluto silencio para no despertar al cachorro. Su esposa se acercó, posando delicadamente una mano en su hombro, ladeando apenas su rostro para susurrarle al oído.

—Bienvenido al mundo de los vivos, mi señor, un poco más y te perdíamos.

El Hashira bajó la mirada hacia Senjuro, luego a la Beta quien negó apenas, sonriendo tranquila.

—Está vivo, todavía en Terapia Intensiva, pero el diagnóstico es alentador. Dado que no permiten visitas de momento, el cachorro se ha quedado aquí —una mano de Hinatsuru acarició los cabellos de Senjuro— Solo así es que ha estado tranquilo, mi señor. Descansa, le diré a las otras chicas que estás despierto.

Ni siquiera tuvo que esforzarse, cayendo dormido enseguida, bien arrullado también por el aroma suave de ese cachorro necio al que ya no encontró a su lado cuando despertó de nuevo, esta vez más temprano en otro nuevo día. Sus tres esposas estaban ahí, se les notaba cansadas y preocupadas, cada una tomándose su tiempo para saludarlo. Había más flores y también uno que otro peluche cortesía de Mitsuri. Tengen al fin encontró algo de voz en su garganta adolorida.

—¿Cómo está él?

—Mejor —sonrió Suma— Hoy en la noche nos anunciaron que saldría de Terapia Intensiva.

Miró fijamente a Suma, porque hubo algo en su voz que no le gustó mucho, percatándose de sus aromas angustiados no por él. Tengen apretó apenas sus manos, viendo a cada una.

—¿Qué sucede? Díganmelo ya.

—Pero...

—No quiero mentiras.

Hinatsuru fue quien habló, luego de un intercambio de miradas, sentándose en la orilla de su camilla, tomando una de sus manos.

—Está fuera de peligro, pero... su oído... se ha perdido, igual que su ojo izquierdo.

—¿Qué...?

—Y no están seguros todavía si habrá secuelas neurológicas... —ella contuvo sus lágrimas, bajando su mirada— Lo torturaron demasiado...

Tengen se quedó en silencio por largo tiempo, mirando hacia el ventanal, el solo se elevaba en el horizonte, el día comenzaba y para muchos probablemente con alegría. Suma y Makio tomaron asiento alrededor de su camilla, alcanzando sus manos, sin decirle nada, tan solo acompañándolo así, igual que cuando dejaron el Clan y llegó la noche sin que supieran qué iba a ser de ellos de ahora en adelante. Una incertidumbre superada ahora por otra más dolorosa. El Hashira cerró sus ojos, recibiendo un abrazo cuidadoso de ellas tres, ocultándose entre sus cuellos al llorar por Kyojuro, de pronto sintiendo que no había sido un buen Omega porque había permitido que su Alfa fuese lastimado así.

—Él es fuerte, lo logrará —consoló Hinatsuru.

Estuvieron así por varios minutos, hasta que tuvo las fuerzas para empujarlas apenas, dando a entender que estaba mejor. Suma limpió su rostro, Makio recordó algo.

—Senjuro vendrá para la tarde, se había rehusado a ir a clases, pero consideramos que era lo mejor. Estar aquí tampoco es sano para un cachorro.

—Bien —apenas carraspeó.

—Iré a buscar el médico —Suma se retiró.

No tuvo los mismos ánimos, las bromas y risas iban a tener que esperar un tiempo, preparándose mentalmente para la visita de Senjuro pues se dijo que debía tener mejor cara para el pequeño, así que cuando el cachorro llegó acompañado de Makio, le sonrió, palmeando al lado suyo. El chico no perdió tiempo, feliz de verlo bien despierto, corriendo a abrazarlo y estampar un beso en su mejilla, aguantando como todo tierno Alfa el no llorar frente a todos.

—Estás mejor ¿verdad?

—Sí, bebé.

—Makio me contó, no lo creía, habías estado mucho tiempo... dormido.

—Tranquilo, ya pasó.

Senjuro asintió, con un tierno puchero que no pudo esconder, ocultándose en su hombro al subirse en la camilla. El Hashira miró a sus esposas, un gesto de su mano para que lo dejaran a solas con el cachorro, acariciando sus cabellos, esperando a que estuviera más tranquilo para hablar con él, era mejor irlo preparando para lo que venía.

—Vamos a estar bien, ¿de acuerdo?

—¿Mi hermano... se repondrá?

—Claro, mi niño —sonrió apenas, mirándolo al levantar su mentón— Necesito de tu ayuda, ¿puedes hacerlo?

—Sí, te ayudaré. ¿Qué debo hacer?

—Kyojuro se tomará su tiempo en salir del hospital, mientras tanto, debes continuar con tus estudios y ser un buen cachorro.

—¿Tengen?

—¿Sí?

—Él... va a estar bien ¿verdad? Es decir... ¿no le pasó nada?

Tengen tomó aire, acomodando al cachorro en su costado, dejando que su aroma pudiera influir en su estado de ánimo.

—Ha sido herido, y aunque salga del hospital, tendrá que rehabilitarse —uno de sus pulgares limpió la lágrima que brotó en esa mirada asustada— Pero lo hará bien porque es un Rengoku como tú, son de madera dura que no se rompe tan fácil.

—¿Estarás con nosotros?

—Por supuesto.

—¿Tengen?

—¿Qué pasa?

—Yo... —Senjuro apretó sus labios, inquieto— ¿Puedo decirte algo? No es un secreto, pero se siente como uno, ¿si me comprendes?

—Creo que sí.

—Yo creo... bueno, a mí me parece que tú y mi hermano... están bien juntos.

Uzui levantó ambas cejas, sorprendido por esas palabras. —¿Te gusta que seamos amigos?

—Bueno, no amigos amigos sino... algo más. A lo mejor es mucho y está bien si no quieres, pero solo quería decirte que me gusta a mí, se siente bien para mí y sería lindo... si pudiera ser así. Creo que estoy hablando mucho.

—No, bebé, entiendo que tratas de decir.

—Gracias.

—No hay de qué, Senjuro.

No le cupo duda alguna que Gyutaro y Akaza estaban en coordinación, o el primero no hubiera sido tan terco queriendo retenerlo pese a que Tengen ordenó una retirada cuando se enteró de la verdad sobre el ataque a su mansión. Tenían a Daki como prisionera, más eso no era una moneda de cambio, los demonios no hacían tratos y menos las Lunas Superiores. Con Akaza suelto igual que Gyutaro, un contraataque sería lo próximo a suceder, no estuvo seguro de que les darían la tregua necesaria para que Kyojuro se recuperara de sus heridas. Iban a necesitarlos a todos, pero en serio, no solo una ayuda fugaz, debían ser tan unidos como lo estaban siendo esas Lunas o terminarían muertos.

El cachorro se quedó otro poco antes de que Makio fuera por él, para llevarlo a la mansión de verano, una residencia secundaria de los Uzui, más pequeña por ser una auténtica fortificación. Hinatsuru le prometió que no perderían de vista al pequeño ni un solo momento, de hecho, para sorpresa del propio Tengen, Shinobu había enviado a su mejor pupila para ser la sombra del hermano menor de Kyojuro, una chica que no hablaba nada o bien lo suyo no era la interacción con más humanos. El asunto fue que eso lo alegró, nada mejor que una aprendiz de Hashira para cuidar de su niño.

La siguiente visita sería de Tanjiro, recuperado también de sus propias heridas, que había llegado para saber del estado de su señor como de Tengen a quien ofreció otro ramo de flores, colocándolo entre el montón que ya tenía. El joven Alfa dejó escapar un suspiro, sentándose en el sillón junto a su camilla.

—Me siento culpable, Señor Uzui, no fui lo suficientemente rápido ni fuerte para rescatarlo.

—¿En dónde me dejas a mí con eso?

—Lo siento, pero es que yo... soy parte del Clan, mi deber sagrado es protegerlos y él... él...

—Va a estar increíble porque lo conozco lo suficiente para saber que no querrá lástimas ni tampoco caras largas de sus estudiantes.

—Admiro su optimismo, señor.

—Estar triste no lo ayudará a recuperarse.

—Se lo diré a Zenitsu —bromeó Tanjiro, luego mirándolo— Jamás había visto a un Hashira caer en semejante trance. Ni tampoco a un Alfa. Los Uzui están hechos de otros materiales, sin duda.

—Fue mera suerte, o desesperación, como quieras verlo.

El joven negó. —No creo, fue un dominio como ninguno, hasta me atrevería a ofenderlo diciendo que tuvo otro aroma, otro sabor en el aire que no era Alfa, como algo superior.

—También pudieron ser los nervios.

—Sí, creo que sí —rió Tanjiro.

Durante su tiempo siendo nada más que un exiliado, Tengen recordó de una abuela quien le enseñó cómo llevar mejor sus Celos, contándole de su ancestro quien aparentemente había inventado ese remedio para controlarlos, un Omega que había sembrado el terror en su villa pues no hubo Alfa que lo pudiera someter ni tampoco controlar, tenía un dominio que muchos describían como si fuese una suerte de bestia salvaje. Los hacía sentir igual que si estuvieran tratando de someter a un león o tigre, y a veces habían sido necesarios muchos Alfas para calmar ese ancestro cuando su rabia se desbordaba.

Quizá eso le había sucedido al olfatear el estado de Kyojuro, no estuvo seguro. Tengen aceptó que cuando eso pasó, nada le importó, ni quién estaba con él ni tampoco quién era su rival, en su mente todo lo que habitó fue el instinto de proteger a su Alfa a cualquier precio. Por eso había herido a Mitsuri, quien lo visitó días más adelante, cuando ya había dejado esa cánula de oxígeno tan estorbosa, y podía comer con sus propias manos algo más que tontas papillas o gelatinas insípidas.

—Te pido una disculpa por tu cabello.

—Crecerá, Uzui.

—También por tus heridas.

La Hashira sonrió. —¿Sabes? Tenía su rato que nadie me ponía en aprietos como tú.

—No me hace sentir mejor.

—Querías salvarlo, me di cuenta. Así que no hay ofensa pues tuve el mismo sentimiento de solo verlo.

—¿Cómo está? No me dejan verlo.

—Oh, oh, qué malvados, puedo llevarte a donde lo tienen ahora si lo quieres.

—Por supuesto.

Fuese porque deseaban verlo relajado o porque temían que volviera a ponerse como loco, Tengen no había podido moverse fuera de su habitación pese a ser capaz ya de caminar por un rato. Gracias a la ayuda de Mitsuri, fueron a otro piso donde tenían en vigilancia a Kyojuro, rodeado de diferentes monitores con intravenosas y mascarilla de oxígeno. La enfermera en turno les dijo que estaba bien, sus signos vitales ganaban fuerza, así que despertaría pronto, abriéndoles la puerta para que pudiera visitarlo solamente unos minutos, eso sí.

—Te dejaré con él, yo puedo venir otro día —susurró la Hashira, dejándolo a solas con él.

Su mano rápidamente buscó la de Kyojuro, notando ese vendaje sobre su oído, el parche blanco en su ojo, férulas en un tobillo y dedos de su otra mano. Aun se notaban los rastros de los golpes de Akaza, sintiendo esa rabia en su interior. Pronto, pronto me vengaré. Tengen se acercó al rostro de su Alfa, juntando sus cejas en gesto de preocupación, retirando un mechón de cabellos para verlo mejor, esos moretones espantosos, sus labios partidos. Respiró apenas, con un nudo en la garganta.

—Vuelve a mí ¿me escuchaste? Tienes que hacerlo, no puedes primero hacerme caer por ti y luego dejarme solo, no te lo permito. Vuelve a mí, Kyojuro Rengoku. Debemos hablar de un tema serio.

Sonrió aunque poco duró su sonrisa, transformándose en una mueca de dolor, cerrando sus ojos antes de inclinarse mejor para besar esa frente pálida, odiando con todo su ser el aroma a medicamentos y enfermedad que rodeaban al Hashira de la Llama. La puerta de abrió, anunciando el término de su tiempo de visita, apretando la mano de su Alfa antes de soltarlo con renuencia, girándose sobre sus talones con una mano apoyándose en ese suero que debía seguirlo, asintiendo a Mitsuri quien le ofreció su brazo.

—Regresemos.

—Para hacerte sentir mejor, tengo el gusto de darte una excelente noticia —comentó ella, mientras volvían a su habitación— Todos los Hashiras hemos jurado al patrón que no habrá descanso alguno en nuestros Clanes hasta no haber vengado a Kyojuro.

—¿Quieres decir que se unirán para contraatacar?

—Estamos contraatacando, justo ahora los demás se movilizan para acorralarlos. Vamos a forzarlos a salir de sus madrigueras, haremos que se arrepientan de haber tocado a uno de los nuestros.

—Sí que es una buena notica.

Mitsuri sonrió de oreja a oreja. —¡Me alegro tanto! Ahora, a descansar.

Había sido una corta caminata, pero se sintió como si hubiera participado en el maratón anual de Tokio. Todos iban a atacar, como equipo. Era una lástima que fuese en semejantes circunstancias, pero ahora Muzan y sus estúpidas Lunas Demoníacas iban a arrepentirse de haberse cruzado en su camino, de haber tocado a su Alfa, de haber hecho llorar a su cachorro, lastimado a sus esposas, causado daño.


Tengen se prometió obsequiarle a Kyojuro las cabezas de Gyutaro y Akaza.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top