Canto

ONRYŌ

Autora: Clusmykitty

Fandom: Kimetsu No Yaiba/Omegaverse

Pareja: Uzuren.

Derechos: a que el senpai se dé cuenta de mí.

Advertencias: esto es un AU de mafia, por lo que habrá cosillas desagradables, algo grotescas, incómodas porque estos mundillos no son jardines de rosas perfumadas. Y como es un Omegaverse las cosas se ponen de color hormiga. Que no les digan que no les cuenten porque les mienten. Una historia de encargo.

Gracias por leerme.


*********


Canto.


Long walks in the dark through woods grown behind the park
I asked God who I'm supposed to be
The stars smiled down on me
God answered in silent reverie
I said a prayer and fell asleep

I had a dream
That I could fly from the highest tree
I had a dream

Dream, Priscilla Ahn.


Mansión Uzui.

Clan del Sonido


Su padre le dijo que nunca serviría.

Tengen le creyó de por vida.



En el Clan Uzui, las cosas se llevaban a otro nivel porque eran nada menos que los herederos de la vieja tradición ninja, por su sangre corrían los grandes secretos de todos esos estupendos guerreros cuyas habilidades ocultas bajo las sombras habían elevado el apellido del clan al nivel suficiente para que se les considerara una fuerza a temer. Lo que implicaba para sus miembros entrenamientos que rayaban en la tortura, porque solamente los más fuertes eran los que eran dignos de llevar el nombre sagrado por el cual eran de las casas más respetadas entre los yakuzas.

Tengen aprendió desde cachorrito que si deseaba tener un día de descanso, su única posibilidad estaba en ser superior a sus hermanos. Y debía esforzarse el doble por ello, cuando los demás cachorros Alfas estaban corriendo un kilómetro, él corría dos. Si todos nadaban dos horas, Tengen hacía tres. Resistió hambres, sueños, cansancios con tal de sobrevivir, de cambiar la opinión de su padre sobre él, porque no le miraba ni le decía palabra alguna de aliento como al resto de sus hermanos, simplemente por haber nacido ligeramente más pequeño de cuerpo, ese mismo que entonces decidió transformar a uno fuerte, alto y veloz como el sonido para callar todo rumor a cerca de su persona.

Como dictaba la tradición familiar, recibió tres esposas Beta, en espera de que pudiera continuar con el legado de sangre pura de los Uzui. Sus tres esposas eran hermosas, como adiestradas en el fino arte Shinobi y así asegurar que los siguientes cachorros tuvieran esa herencia digna del clan. Las tres eran Betas, si bien parecían a veces más Alfas que otra cosa por sus personalidades. Makio, Suma y Hinatsuru enseguida hicieron migas con él, incluso apoyándolo en esa suerte de cruzada personal por alcanzar el máximo nivel y ser superior a todos sus hermanos, curando sus heridas cuando regresaba de los entrenamientos, atendiendo las necesidades de su casta con discreción.

Pese a que Tengen creció tan decidido y robusto, su padre continuó ignorándolo, siempre alabando a su hermano menor por el tremendo parecido por su sed de sangre como la total lealtad a la misión del clan que podía involucrar el sacrificio de algún miembro del mismo, la propia familia. Cuando Tengen decidió armarse de valor y preguntarle a su padre la razón de su rechazo, este le respondió con un torneo donde lo puso a prueba, encerrándolo en una enorme sala con otros guerreros bajo la condición de que si salía victorioso de ahí -es decir, siendo el único que saliera vivo- entonces podría volver a llamarlo hijo.

La trampa estuvo puesta, y fue un titubeo del propio Tengen que lo hizo tropezar, dando un manotazo inseguro al rostro de su contendiente cuya máscara cayó, revelando el rostro de su hermano. Habían ocultado sus esencias para que nadie se reconociera, de modo que todos los competidores no eran otros sino sus hermanos cuya sangre corría por sus manos como la de su hermano. Ellos los asesinaron, Tengen ya no quiso pelear más, suplicándole a su hermano que dejaran el clan, este burlándose de él, de su debilidad y repitiendo las palabras de su padre quien lo exilió al notar que se había negado a asesinar al último de sus hermanos.

Se llevó a sus esposas consigo, trabajando de mercenario a sueldo hasta que uno de los sirvientes del Clan Uzui fue a buscarlo, pues su padre como su hermano habían muerto a causa de las Doce Lunas, esos enemigos acérrimos. No había otro heredero que él, su clan lo aceptaba con todo y sus vergüenzas pasadas con tal de no perder la posición que tenían. Tengen se lo pensó, primero queriendo rechazarlos y atestiguar la caída de los Uzui de una vez por todas, pero la nostalgia o ese buen corazón oculto bajo sus excentricidades y rudeza no lo dejó hacerlo. Regresó para tomar el mando del clan, justo cuando vino la nueva reunión de los Hashira, pues había cambios a considerar.

Ahí conoció a los nuevos líderes, como ese gritón de Kyojuro Rengoku con sus pelos de fuego, o su amiga quien le parecía casi una amante o ese tipo raro que odiaba respirar el mismo aire que ellos, siempre usando protecciones para su rostro. Todos tan diferentes que le sorprendió cómo era que su patrón era capaz de mantenerlos unidos con ideas tan dispares de cómo seguir adelante en tiempos tan problemáticos ahora que las Doce Lunas volvían para darles pelea. La idea que tuvo el clan Rengoku de abandonar negocios sangrientos le pareció muy buena, cosa que deseó imitar, si bien el clan Uzui no se dedicaba precisamente a eso, ellos eran más bien expertos obteniendo información.

El espionaje como la piratería informática era lo suyo, así que no hubo tantos problemas en hacer ajustes a las maneras del clan una vez que recibió su nombramiento oficial como Hashira del Sonido, celebrando con sus tres esposas quienes siempre leales y discretas continuaron apoyándolo en todo lo que necesitaba para ser un buen líder, más de una vez queriendo que olvidara esas palabras que llevaba clavadas en el alma y no podía desprenderse por más amor que recibiera de ellas. A veces Tengen se sentía como un auténtico canalla miserable porque no lograba alcanzar con sus parejas un verdadero placer, un auténtico amor como se debía y tal vez por ello los cachorros no aparecían.

Anhelaba tener un pequeñito en sus brazos, cuidarlo y procurarlo como su padre jamás lo hizo. Tener esa oportunidad de demostrarse que era bueno en algo.

Sobre todo en eso de criar un cachorro.

Posiblemente tal pensamiento influyó al momento en que se topó con Senjuro Rengoku en aquella calle, el pobrecito niño temblando ante el Alfa que estaba intimidándolo. Una criatura llena de tanta inocencia que su corazón y lo profundo de su ser gritaron porque lo protegiera a sabiendas que era el hermano de un rival, uno peligroso. Tengen quedó encantado con Senjuro, admirado de que alguien como Kyojuro pudiera haber criado solo un pequeño tan lleno de nobles sentimientos, sin maldad en el corazón y con esos valores que entre ellos era casi imposible de encontrar. Esa carita sonriente e inocente se clavó en su espíritu, motivo por el cual quedó pendiente de sus andanzas, había terminado perdido en su territorio y las cosas acabaron bien para el cachorro, pero Senjuro era muy despistado y podía perderse en otro territorio menos gentil.

—¡Señor Uzui!

—Te he dicho que puedes decirme Tengen, pequeño.

—Um, Tengen, Tengen.

—Mejor, ¿cómo has estado?

Senjuro respiró hondo, dejando caer sus hombros al mirar su mochila descansando en su regazo con sus pies meciéndose en el aire, los dos sentados en la misma banca donde esperaran al líder del Clan de la Llama.

—Pues no muy bien, mi hermano está triste y es mi culpa.

—¿Cómo es eso?

—Es que... no sirvo para nada.

—Senjuro, eso es imposible, tienes excelentes calificaciones y...

—¡Eso no sirve de nada! Mi hermano es muy bueno dirigiendo el clan, si algo le pasara, nadie me querría y yo... no sabría qué hacer.

—Piensas en cosas que posiblemente no van a suceder, cachorro.

—¿Puedo contarte algo súper secreto?

—Claro que puedes.

—A veces... a veces quisiera no existir, así mi hermano sería libre para hacer de su vida lo que quisiera, Kyo sería libre si yo no viviera.

Tengen frunció su ceño, gruñendo un poco al abrazar por los hombros al chico, besando sus cabellos en un gesto inusual para él.

—No digas esas cosas, si tú murieras, tu hermano quedaría destrozado. Yo también.

—¿Ah? ¿Tú también?

Esos dos ojitos húmedos lo conmovieron, sabía que estaba cayendo en una trampa no de Senjuro sino de su propia naturaleza reprimida, pero no le importó.

—Yo también.

—¡Eres tan genial, Tengen! Yo también te quiero —confesó Senjuro, abrazándolo.

Invitar a Senjuro Rengoku a la mansión igual era una estupidez que podía tomarse como una declaración de guerra, confió en que Kyojuro no se lo tomara a mal, después de todo, estaba arreglando ese desastre suyo al encargarse de su hermanito. Sus esposas estuvieron más que encantadas de tener un invitado a una mansión donde no llegaban porque Tengen no era de ese humor para socializar así, bien podía armar fiestas y hasta orgías, pero jamás en la mansión, ese era territorio sagrado para su familia. Entre más charlas con el cachorro, se dio cuenta de que el Hashira de la Llama estaba algo mucho despistado con respecto a cómo lidiar con un jovencito que estaba dándose cuenta de la realidad de su mundo, por lo que decidió tomar cartas en el asunto, algo para lo cual era muy bueno.

Rengoku.

—Senjuro y yo iremos al cine, solo te aviso.

¡¿Qué?! Escucha Uzui, creo que una vez fue suficiente, tú...

—Si vas a estar tan ocupado limpiando las mierdas de tus negocios, entonces yo me encargaré del niño.

... Uzui, en serio...

—Te lo devuelvo el domingo.

¡Uzui, tú no...!

Tal vez, pero era muy poco probable, tal vez Tengen estaba igual vengándose de Rengoku. Y no porque hubiera robado algo de su información o atacado su territorio. Vaya, ni siquiera había derramado una gota de alguno de sus hombres. Era por una reunión de los Hashira donde Kyojuro lo dejó sin palabras cuando hizo una reverencia ante él cuando los presentaron formalmente, no solo de vista con saludos protocolarios. El Hashira de la Llama le sonrió como si estuviera conociendo al mismísimo Buda, esos ojos de búho tan penetrantes, llenos que vida que parecían inyectar valor en quienes se posaban cayeron sobre su seria persona antes de inclinarse.

—Es un honor para mí conocer a Tengen Uzui, espero que un Alfa como el Hashira del Sonido tenga compasión de mis pobres habilidades, admiro las espadas sagradas que han fortalecido a su clan y no olvidaré este momento de gracia que atesoraré enormemente, pues tengo delante de mí al más fuerte de todos nosotros.

Igual fueron palabras dichas con caballerosidad entre dos líderes de clan, pero la sinceridad impresas en ellas desconcertaron a Tengen, porque lo hizo sentirse bien. Lo hizo sentirse orgulloso de sí mismo, y eso lo molestó al final del día, un perfecto desconocido como Kyojuro Rengoku lo había sacudido con unas cuantas frases lindas cuando él ya se tenía bien dominado el arte de permanecer inmune a cualquier halago o insulto por igual para no perder concentración ni tampoco tomar decisiones que pudieran perjudicar a los suyos, a sus hermosas esposas por las cuales daría la vida. Rengoku ni siquiera esperó por una réplica, se alejó así con su reverencia y esa sonrisa segura, perdiéndose entre los demás Hashira.

Claro que ahora hacerlo perder el temple como él lo hiciera en la fiesta, era una venganza estúpida como deliciosamente adictiva.

—Mi señor —Hinatsuru lo buscó una tarde— Ha llegado una información delicada.

—¿Qué sucede, cariño?

—Al parecer, tenemos infiltrados entre los Hashira.

—¿Qué?

—Dimos con una conversación encriptada, no tenemos el remitente, solamente el receptor, está dentro de los dominios del Clan Rengoku.

Tengen dejó su libro para mirar a su esposa. —¿Qué decía la conversación?

—¿Recuerdas la pelea con el demonio de las armas?

—El accidente, sí. Una masacre en la que casi mueren dos Hashira.

—Parece que fue un atentado contra el Señor Rengoku. Específicamente contra él.

—¿Y van a volver a intentarlo?

Hinatsuru asintió, sentándose a su lado, mostrándole la tableta con la conversación descifrada para que la leyera. El Hashira tomó el dispositivo, su rostro más tenso a medida que recorría las líneas que hablaban de un plan a largo plazo para deshacerse de cada uno de los Hashira, de modo que no hubiera nadie para pelear en contra de las Doce Lunas que se harían del poder de una vez por todas. Su primer objetivo era nada menos que Kyojuro Rengoku, pues era el más "vulnerable" debido a las alianzas perdidas cuando decidió cambiar los negocios del clan por otros menos sangrientos. Tengen gruñó, de solo imaginar que le hicieran daño a Senjuro, deseó tomar sus espadas y cortar cabezas.

—¿No tienen la dirección desde dónde fue enviada?

—Imposible, borraron los rastros.

—Eso solamente lo pueden hacer gente cercana a las Doce Lunas, sus manos derechas, estamos hablando que por lo menos dos de ellas están involucradas en este plan contra los Rengoku.

—Makio sospecha que Akaza es uno de ellos.

—¿Por qué?

—Se ha estado moviendo, si bien no ha provocado ningún ataque ni tampoco ha invadido territorios, sí ha estado desplazándose por las fronteras de su territorio.

—¿Algún otro candidato?

—Suma apuesta por los hermanos.

—¿Ellos? Su fuerte es la trata de blancas, no los veo queriendo meterse con Rengoku.

—Es lo mismo que le mencioné, pero desde que tuvo esa fotografía de Enmu con Daki cerca de la estación de trenes que manejan los Rengoku, ha estado haciendo teorías.

—De todas formas no hay que descartarlo. ¿Tú qué piensas, linda?

—Es una locura, te reirás, mi señor.

—Sabes que eso jamás sucederá.

—Bueno —Hinatsuru le sonrió— Yo creo que buscan provocar un ataque frontal entre las Doce Lunas y los Hashira, siendo estos quienes sean los primeros en agredir, de forma que ellos tendrían la excusa perfecta para sus invasiones a nuestros territorios.

—Además de pintarnos como los malos ante los demás.

—Necesitan una carnada.

Su esposa se quedó callada, mirándolo fijamente. Tengen parpadeó un poco, luego frunciendo su ceño al ponerse de pie de golpe, negando y resistiendo el golpear algo.

—Malditos hijos de perra.

—Mi señor.

—Claro, por eso han provocado esos "descuidos". Están más infiltrados de lo que pensamos. Debemos informarlo al patrón cuanto antes.

—Iré yo si lo deseas.

—Gracias, yo tengo que hablar con el niño.

—Pero no lo asustes.

—Nada de eso, hay que cuidarlo más, estos bastardos no lo van a lograr.

Ahora tenía una razón más creíble para estar cuidando de Senjuro, que incluso a los ojos de su patrón era entendible. El Clan Uzui era el proveedor de la información sobre todos los Hashira y las Doce Lunas, entre otras cosas, así que siempre estaban monitoreando las actividades alrededor de ellos, más ahora que sabían que Muzan estaba llamando a su gente y movilizándola. Ya habían tenido sospechas de que sus enemigos jurados estaban haciendo algo en las sombras, pero sus espías nada encontraron, nada al menos que fuese importante. Después de un ataque al Clan de las Mariposas es que se alertaron, porque era muy difícil que una de las Lunas se presentara en territorio enemigo, si lo hacían era porque tenían la seguridad de ganar pues así trabajaban ellos.

Tengen se mostró tranquilo y parlanchín cuando el pequeño Senjuro lo alcanzó en el parque, su punto de reunión fijo, para ir al cine. Entre comentario y comentario, sonsacó al cachorro la información que le dijera sobre algún sospechoso cercano a ellos, pues era un tema delicado además de complicado. Kyojuro no era para nada descuidado, tan disciplinado como él, sabía elegir a su gente, así que era casi imposible que hubiera un traidor. No tenía a nadie en realidad, los chicos que cuidaban de la familia tenían años con ellos, igual que la servidumbre o esa chica Beta amante del Hashira de la Llama. Imposible que hubiera un infiltrado, cosa que lo frustró un poco, recordando la conversación cifrada.

—¿Tengen?

—Dime, pequeño.

—¿Estás bien?

—Seguro, solo un poco... cansado de tanto trabajo.

—Mm, eres como mi hermano, siempre están dándolo todo aunque ya no puedan más.

—Es nuestro deber, es lo que hace un Hashira.

—Pero es bueno un descanso de vez en cuando ¿no?

—Y es lo que estoy haciendo contigo en estos momentos.

Senjuro sonrió, mordiéndose una mejilla por dentro, sus pies bailando un poco al armarse de valor para decirle algo, tirando de su manga para que inclinara y así pudiera susurrar en su oído.

—Te quiero, Tengen.

Este se sorprendió, suavizando su mirada al sonreírle, dándole otro de sus abrazos con un beso en los cabellos del chico, prometiendo en silencio que no permitiría que nadie ni nada le hiciera daño. Senjuro le dio un fuerte apretón, luego buscando en sus bolsillos un morralito que le tendió, con las mejillas sonrojadas por la pena.

—Esto lo hice yo para ti, porque eres muy bueno conmigo y me importas. Está feo porque no sé hacer estas cosas, pero...

—Será lo mejor para mí —cortó Tengen, tomando el morralito que abrió para ver su contenido.

Senjuro le había hecho a base de trocitos de tela el símbolo de su clan, una llama. Tenía esas feas costuras de manos poco diestras, pero el aroma impreso llevaba nerviosismo y emoción, de un corazón que desea mostrar su cariño con todo y sus torpezas. Tengen acarició esa llama, porque además era un regalo muy importante, nadie obsequiaba el símbolo de su clan tan descuidadamente. Se puso en cuclillas, guardando de nuevo su obsequio dentro del morralito con aroma a chocolate y fuego.

—Lo llevaré siempre conmigo como tus palabras.

—¿Sí te gustó?

—Claro, cachorro, ¿por qué no habría de gustarme?

—Porque está feo —murmuró el muchachito bajando su mirada— Yo no...

—Ah, ha, no otra vez con eso, lo hemos hablado, eres bueno en muchas cosas, Senjuro.

—Pero no las que necesita mi hermano.

—Tu hermano necesita que tú seas feliz, entonces sí que lo ayudarás.

—¿Tengen?

—Dime.

—¿Tú puedes ser amigo de mi hermano? Es que no tiene amigos, ósea, así amigos de verdad. Y creo que necesita uno al menos. Sé que estoy pidiéndote algo imposible porque eres otro Hashira y no se puede, solo... ¿podrías intentarlo?

—Senjuro —Tengen sujetó sus brazos, mirándole fijamente— Tu hermano tiene sus amigos, solo que no pueden estar con él todo el tiempo.

—Ah.

—Pero yo puedo ser su amigo también.

—¿Sí?

—Claro.

—¡Sí! —los ojos de Senjuro brillaron de alegría— Solo no te enojes mucho con él, es que no siempre se mide ¿sabes? Él siempre está queriendo hacer las cosas solo, no le gusta que los demás se arriesguen por él, por eso luego termina en el hospital o en la cama sin poder moverse. Dice que es un Alfa muy fuerte y por eso su deber es proteger a los demás, que si logra que nadie sufra entonces ya habrá logrado su misión. A mí me asusta que haga eso, pero es que es la cabeza de la familia, si no lo hace él nadie más podrá lograrlo, ni siquiera yo. Pero se me hace que eso de andar cuidando a medio mundo es cansado porque entonces... ¿quién lo protegerá a él? ¿Tú conoces a Batman?

—¿El tipo vestido de murciélago?

—Ese.

—Sí, algo.

—No tiene poderes como el resto de sus amigos que son mucho muy poderosos, pero ahí está peleando junto a ellos. Tiene a un mayordomo que lo cuida, él siempre lo salva cuando cae herido o le han tendido una trampa, hasta lo ha protegido de enemigos muy feos... yo quisiera que mi hermano tuviera así a alguien que hiciera lo mismo por él.

—Ese es un deseo muy lindo, Senjuro.

—Y tonto, lo sé. Los Rengoku no necesitan a nadie, pueden defenderse solos, eso decía padre.

Tengen se quedó callado unos segundos, esas palabras le recordaron otras, sintiendo un tirón en su estómago al recordarlas. Negó, sonriéndole al pequeño, tirando apenas de sus brazos para que le mirara.

—Incluso el más feroz de los leones necesita una manada que lo proteja.

—A ti te cuidan tus esposas ¿verdad?

—Mucho, como no tienes idea. Y también pueden cuidar de ti si quieres. Pero debes prometerme no más ojitos tristes.

Senjuro rio apenas, asintiendo un poco y abrazándose al cuello de Tengen quien palmeó su espalda, olfateando ese suave aroma Alfa en el cachorro. Nunca sería agresivo, no al menos como sus hombres o los demás Hashira, sería de esa clase tan rara de encontrar: los Alfas que sabían sanar a los demás. Pero para que eso ocurriera, primero debía asegurar que nadie lo lastimara. Un auto se acercó a ellos, Tengen se puso de pie abriendo la portezuela, saludando al joven Tanjiro en el volante.

—Nos veremos luego.

—¡Sí! ¡Te escribiré!

—Quedamos en que me contarías sobre ese tal Julio Verne. Cuídate, cachorro.

—¡Adiós, Tengen!

Muzan no era un líder idiota, tenía consigo a gente demasiado peligrosa porque eran tanto muy fuertes como inteligentes. De las Doce Lunas, las seis inferiores eran las que solían moverse, verlos por ahí queriendo provocar problemas era pan de cada día. Pero las Superiores, esas sí que eran algo de temer. Alfas cuyo dominio podían paralizar a otros, con una sed de sangre que dejaba ríos carmesí a su paso. El único asunto era que casi siempre estaban en sus propios dominios, solo cuando había algo de importancia es que se reunían como salían de sus madrigueras. Que ahora todas las Lunas Superiores estuvieran en movimiento parecía un cuento del fin de los tiempos.

—Mi señor —Hinatsuru apareció a su lado.

—¿Qué sucede?

—Tenemos una pista importante.

—Escucho.

—Akaza se ha movilizado porque está buscando el rastro de su prometida.

Tengen se giró, frunciendo su ceño de brazos cruzados. —Imposible, está muerta.

—Lo hemos confirmado.

—¿Viva? ¿Dónde?

—Al parecer, alguien de los otros Hashira la tiene prisionera.

—¿Qué? Yo sé que tienen sus cosas raras y modos algo cuestionables, pero nadie de ellos es capaz de retener a una joven por más que sea prometida de una Luna Superior.

—Es lo que a él le han dicho.

—Y va a arrasar con todo por ella. Luego dicen que los Alfas no son románticos. Esa reunión con el jefe ya no puede esperar.

Sacó su teléfono celular enviando un mensaje rápido a Kyojuro Rengoku para ordenarle que se reunieran en un teatro abandonado en territorio neutral para la noche siguiente. La respuesta llegó a los pocos minutos, casi pudo ver la expresión de desconcierto del Hashira de la Llama en sus palabras, no creyendo que le impusiera un encuentro casi a la fuerza para "hablar del niño", lo cual no era una mentira porque si tenía que ver con Senjuro aunque no directamente. Tengen sonrió complacido para sí mismo, nada como un Alfa alterado porque el orden de las cosas no funcionaba en alguien como el Hashira del Sonido, demasiado extravagante para ser sometido por cualquiera, improvisando sobre la marcha de la misma forma que una canción adaptándose a la voz que la entona.

¿O era al revés?

Abrazó a su esposa por los hombros, pensando en esos dos idiotas de cabellos de fuego que de pronto estaban entrometiéndose en su vida. Era una misión divertida, si lo pensaba un poco. Nada como proteger a un par de Alfas en peligro, al estilo inigualable de Tengen Uzui. Hinatsuru lo observó en silencio, luego riendo con una mano ocultando sus labios.

—¿Eh? ¿De qué ríes?

—De algo curioso, no te había visto tan decidido con algo desde... que salimos aquella vez de la mansión.

—Fueron tiempos tristes que no vale la pena recordar. Solo que no entiendo, ¿cómo que tan decidido?

—Sí, incluso tu rostro está más radiante.

—Es la luz de las lámparas.

—Claro, claro.

—¡De verdad!

—Mi señor, me alegra que tengas algo por lo cual emocionarte, parece que las oraciones sirven.

—Ja. No espera, ¿están orando por mí?

Hinatsuru rio, librándose de su abrazo para correr y escapar con una verdad que ya estaba en Tengen, pero que tardaría un poco en descubrir.

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