5.Inconsciencia
Estaba desorientado. Sentía la sangre cayendo por su sien y su cuerpo completamente entumecido, como si hubiera recibido un fuerte golpe o como si hubiera entrenado hasta romperse así mismo para luego volver a juntarse como si fuera un simple rompecabezas para niños, como un muñeco desmontable. Tragando saliva, sintiendo como la sangre acudía a su boca, intentó abrir sus ojos encontrando que era demasiado difícil, como si pesaran toneladas. ¿Qué era lo que había pasado? ¿Por qué, por más que intentaba, su cuerpo no podía moverse? ¿Estaba muerto acaso?
Exhaló aire por las fosas nasales. Sintió como estas se abrieron y siguieron la orden de su cerebro. Si estaba respirando, no estaba muerto, pero probablemente no estaba tan sano como había estado momentos antes de estar en aquella posición tan comprometida para sí mismo. Tanto que ni siquiera sentía sus extremidades o las falanges de sus manos. Era como si todo su cuerpo hubiera sido desconectado de su cerebro salvo su propia nariz.
Tsumiki.
El recuerdo vino a la vez que el nombre. Él había protegido a Tsumiki cuando una figura negra se abalanzó sobre ellos. La cubrió con su cuerpo y recibió de lleno el poderoso impacto que lo había dejado en aquel estado tan lamentable en el que se encontraba, siendo llevado a un estado parecido a la misma muerte. Pero no estaba muerto.
Ella ¿estará bien?
Tsumiki fue cubierta con su cuerpo. Él la tomó y no la separó de su cuerpo y la protegió incluso de la caída, del empuje. Recordaba como su espalda chocó contra una farola o tal vez fuera un semáforo, pero aun así no soltó a Tsumiki de su férreo agarre. Sin embargo, ahora no sentía absolutamente nada que no fuera el aire entrando por su nariz o sus pensamientos e imágenes entrando fuertemente en su cabeza.
No sentía a Tsumiki en sus brazos.
Eso comenzó a angustiarlo. Si Tsumiki no estaba en sus brazos o sobre él, ¿dónde estaba? ¿Tal vez había sido fan fuerte el golpe que su cuerpo quedó completamente parapléjico? Ni siquiera podía mover sus manos o sus piernas. Los párpados pesaban demasiado y solo podía ver oscuridad rodeándole, como si hubiera sido encerrado en una habitación completamente oscura y sin ventanas, pero dejando que aire entrara para que él pudiera respirarlo.
No sentía ni siquiera el aire rozando su rostro o meciendo su cabello. Su pelo siempre fue un desastre, una explosión de mechones que iban de un lado para otro como si alguien hubiera colocado su cabello allí y este solamente hubiera estallado.
Tsumiki...
Recordaba el momento, como Tsumiki lo estaba acariciando y como ella le estaba diciendo que eran familia a partir de ahora, que no volvería a estar solo y que no tendría que cargar con todo sobre sus hombros como había estado haciendo.
¡Tsumiki!
El grito solamente estaba muriendo en su garganta. No podía ni siquiera abrir los labios para pronunciar una letra. No podía vocalizar para gritar y llamar a Tsumiki con toda su fuerza y calmar la ansiedad que estaba golpeando su corazón con toda la fuerza actual.
Tsumiki...
Respiró hondo. Sintió como el aire, mezclado con gasolina y cenizas, entraba a sus fosas nasales. Había un incendio lo suficientemente cerca para que su olfato humano pudiera localizar y distinguir aquel sutil olor, que realmente de sutil no tenía absolutamente nada. Estaba llegando a sus pulmones con toda la fuerza del mundo, lo que indicaba que estaba muy cerca de su posición.
Tsumiki.
Tal vez por su deseo de abrir los ojos o de por calmar su ansiedad, su nariz captó aquel sencillo olor a lavandas que siempre llevaba Tsumiki consigo y que él grabó en su mente durante aquellos días. También, para calmar su propia ansiedad, estaba imaginando que los dedos suaves y tibios de Tsumiki estaban acariciando su cabello, enredándose en sus mechones desordenados y salvajes.
Por inercia, intentó abrazar aquella sensación o al emisor de la misma. Pero como anteriormente había sucedido, sus brazos no respondieron a lo que su cerebro quería y quedaron completamente estáticos, sin obedecer sus órdenes.
―Naruto-kun. Despierta, por favor. Debemos movernos.
Y él solo obedeció.
Sintiendo que sus párpados pesaban toneladas, Naruto usó toda su fuerza para abrirlos. El brillo del sol de primavera y las llamas a diez metros de distancia, hicieron que entrecerrara los ojos y parpadeara un poco sintiendo que sus ojos serían completamente quemados por ambas potentes luces.
―¡Naruto-kun!
Sintió como unos delgados brazos lo abrazaron. Dejando escapar un quejido suave, permitió que su cuello se moviera y sus ojos vieran a la chica que había protegido con su cuerpo: Fushiguro Tsumiki. La adolescente no presentaba mayores heridas que unos simples raspones que cicatrizarían completamente en unos pocos días sin dejar rastro alguno. Lo destacable de Tsumiki, era que su ropa estaba desarreglada y polvorienta, con su cabello completamente suelto y cayendo sobre sus hombros.
―Te ves linda incluso ahora, Tsumiki―Naruto sintió que las palabras salieron completamente arrastradas de su boca. Su garganta estaba rasposa, seca y su cuerpo no parecía querer moverse de aquella posición en la que estaba―. No puedo moverme. No siento mi cuerpo.
Tsumiki se movió y miró su estado. Sangre caía por su sien derecha debido al golpe contra el semáforo, mojando completamente su sudadera. El brazo derecho estaba completamente dislocado e inerte, como si no perteneciera a Naruto. La pierna izquierda estaba siendo atravesada por un trozo de metal, probablemente proveniente de alguno de los coches accidentados.
―Mierda―bajó levemente la cabeza y mordió su labio. Naruto realmente estaba en un estado muy malo y probablemente ella sola no podría llevarlo a una zona segura. Sus pesos y cuerpos eran distintos y no tenía la fuerza suficiente para cargarlo―. ¿Puedes intentar mover la pierna derecha? No hay lesiones visibles, al igual que con tu brazo izquierdo.
―Lo intentaré; pero no te prometo nada.
Sintiendo las manos de Tsumiki sobre él para levantarlo, Naruto hizo un gran esfuerzo para que su pierna derecha se moviera. Concentró todos sus pensamientos y órdenes en la pierna no lastimada, llegando incluso a fruncir el ceño como si estuviera pensando demasiado.
Tuvieron suerte. A los segundos la pierna se dobló y pudo ponerse de pie, dejando caer su peso mayormente sobre Tsumiki.
―¿Estás bien?―Naruto preguntó aquello a pesar de que no vio lesiones en ella, pero realmente estaba preocupado por la salud y seguridad de la misma Tsumiki―. ¿Puedes conmigo? Si no puedes, déjame y ve a...
―No voy a dejarte.
Aquella simple frase cortó cualquier réplica de su lado. Dejó que el aire escapara de su boca con un suspiro resignado e intentó, en medido de lo posible, no cargar todo su peso sobre Tsumiki. No creía que ella hubiera salido completamente ilesa de aquel accidente y dudaba demasiado que pudiera seguir caminando mucho más si cargaba sobre ella todo su pesado cuerpo.
Ella es demasiado amable.
La miró de reojo, con los ojos entrecerrados por el dolor y la sangre que empapaba su cara. Aquel rostro de piel pálida, de forma delicada y femenina, estaba contraído por el esfuerzo, con incipientes gotas de sudor formándose sobre su frente y perlándola de pequeños brillos que indicaban que estaba sudando. Ella estaba cargando con él y eso de cierta manera lo estaba haciendo sentir que se aprovechaba de ella. Por ello, para reducir el peso sobre ella, intentó tomar también toda la parte de aquella carga que su destrozado cuerpo le permitía. Su pierna izquierda no se movía y su brazo derecho tampoco debido a una dislocación, mientras que la pierna estaba siendo atravesada por el hierro de un coche, probablemente.
Y arde como el infierno.
Ahora que había recuperado sus sentidos, aunque no fuera al cien por cien, sentía lo destrozado que estaba su cuerpo. Probablemente dos o tres costillas estaban destrozadas, por ello al respirar un punzada lo golpeaba con cada inspiración y exhalación. Siguiendo la misma línea, tenía una brecha en la sien derecha por la que aun emanaba sangre y que le impedía abrir completamente el ojo derecho, todo cubierto con sangre.
No sentía más su carne abierta o alguna otra herida que estuviera expuesta; pero no descartaba que internamente hubiera algunas heridas y que incluso alguna estuviera en su espalda, la cual no podía mirarse por más que lo intentara.
—¿Dónde está tu bolsa?
Siendo observador, Naruto captó que la bolsa escolar de Tsumiki había desaparecido tras el impacto, perdiéndose entre los trozos de coches, el fuego y la sangre.
—La perdí cuando chocamos—Tsumiki resopló nada más dio aquella respuesta. Naruto pesaba cerca de setenta kilos, estimación a ojo, y arrastrando una pierna como estaba haciendo con la izquierda, creaba sensación de que cargaba mucho más peso, lo que generaba en ella que su resistencia fuera mermando constantemente, lo que le provocaba una falta de aliento constante, que tuviera que tomar más oxígeno con mucha más frecuencia—. No llevaba algo de mucho valor.
—No te creo—Naruto tragó duró. Sintió como un latigazo golpeó su espalda y casi cayó al suelo sobre su pierna. Si Tsumiki no lo hubiera tomando de la cintura, él habría terminado en el suelo—. Siempre llevas esa foto de Megumi en el móvil. Es muy importante para ti.
—¿Por qué lo dices?
—Te he observado cuando la vez—él admitió, bajando el tono de su voz a causa del dolor—. Es de las pocas fotografías en las que sales con Megumi y está sonriendo. Y, deduciendo que es de las pocas, diría que es tu fotografía favorita de tu hermano.
Tsumiki mantuvo el silencio por los siguientes eternos siete metros. Naruto llevaba razón. Aquella fotografía era la más importante que tenía junto a Megumi y se odiaba ahora mismo por perder su teléfono, el único lugar donde la tenía. Fue muy afortunada de que Megumi hubiera sonreído para aquella foto, y mucho más que hubiera querido salir en una.
—¡Aparta!
Ella parpadeó. Un momento estaba sujetando a Naruto y al otro era empujada hacia un lado.
A cámara lenta, mientras caía, miró como el chico estaba a unos metros de ella, no más de dos, con el brazo extendido que indicaba que fue él quien la empujó. También vio a cámara lenta como algo invisible, como una perturbación en el aire, avanzaba hacia adelante y esta chocaba de lleno contra el Uzumaki.
—¡Gah!
Vio también como, a cámara lenta, el muchacho escupía una inmensa cantidad de sangre hacia el pavimento y como caía sobre sus piernas, con la boca siendo empapada en sangre oscura, casi negra.
—¡N-naruto..!
—¡No te muevas, Tsumiki!
El grito del Uzumaki la detuvo.
Él había comprendido algo. No fue un coche lo que chocó contra ellos. No fue una persona la que los empujó o un ciclista descuidado el que chocó contra ellos. Ni siquiera fue un animal propiamente dicho lo que los empujó.
Desde que había sido pequeño, él siempre vio "cosas", aunque más adelante su madre le dijo que no eran cosas, si no espíritus o maldiciones, típicos términos exorcistas que no le interesaron demasiado. Estos espíritus siempre estuvieron en su mundo, pero fueron desapareciendo según se iba haciendo mayor. ¿Tal vez porque fue aprendiendo como minimizarlos y olvidarlos por completo? Aun así, en algunas ocasiones el volvía a ver a estos "espíritus" en contadas ocasiones.
Y fue uno de estos seres lo que los empujó. Lo comprendió cuando aquel "espíritu" se posó a veinte metros de ellos y los señaló. Poco después, él empujó a Tsumiki a un lado y recibió, como en la ocasión anterior, el impacto directamente en su cuerpo, salvo que en aquella ocasión había sido de lleno en el pecho.
¡Cough!
Sintió como su cuerpo se echaba hacia adelante y, sin poder evitarlo, tosió una enorme cantidad de sangre sobre el asfalto. Su cabeza palpitaba y su corazón golpeaba su pecho como un martillo que golpeaba un clavo, siendo un sonido constante, creando en sus oídos el incesante sonido de sus propios latidos.
—¡Tsumiki!—Naruto reunió toda la fuerza que tenía. Debía hacer que ella se fuera. Nunca peleó contra un "espíritu" o lo que fuera, pero aquel realmente quería lastimarlos—. ¡Vete! ¡Ahora!
Nunca había peleado con una de aquellas cosas. Ni siquiera sabía si podía golpear a una de esas cosas. ¿Podría hacerlo? ¿No era como un fantasma o algo así? Tampoco es que su cuerpo destrozado le diera altas probabilidades de enfrentar o sobrevivir a aquella cosa. Pero tampoco tenía muchas vías para tomar.
—¿Naruto?
—¡Tsumiki!—gruñó con fuerza. Sangre en forma de saliva escapó de su boca cuando habló—. ¡Vete!
Pero vio en sus ojos que ella no se iría. Entendió con aquel cruce de miradas, que Tsumiki Fushiguro no era alguien que lo abandonaría a su merced por más fea que estuviera la cosa.
¡Tsk!
Tomando la única vía posible, viendo como Tsumiki se acercaba a la vez que aquel feo ser los miraba, solo pudo ponerse de pie como pudo y encarar a aquel ser con su cuerpo. No podía permitir que Tsumiki saliera lastimada. No podía permitir que ella fuera asesinada. Realmente nunca tuvo problemas con aquellos seres, pero debió deberse tanto a la presencia de su madre como a la de aquel hombre.
Cuando Tsumiki llegó a su lado, el espíritu volvió a escupir un viento invisible. Le pareció un boqueo de pez buscando oxígeno. El espíritu infló los carrillos y después mandó aquella honda de viento hacia ellos con fuerza, hundiendo sus mejillas hasta tomar un aspecto que lo haría pasar por alguien muerto de hambre.
No voy...¡a permitir que Tsumiki sea dañada!
Él aceptó la muerte cuando su madre murió. Todos morirían en algún punto de sus vidas; pero no podía simplemente dejar que Tsumiki, alguien que era buena con él, sufriera algún daño.
Tomando a la chica del hombro y obligándola a bajar, él solamente estiró el brazo con su mano cerrada, formando un puño y gritó de impotencia.
—¡JODER!
Siguiendo solamente su propia desesperación, golpeó aquella energía con su propia mano. Tsumiki abrió los ojos, observando y sintiendo como el aire agitaba endemoniadamente su cabello.
—¡MIERDA!
Cuando el aire cesó y la presión desapareció, la chica miró a Naruto con ojos desorbitados. La mano que había usado el Uzumaki para detener aquel ataque, estaba en carne viva con residuos de una energía brillosa, anaranjada.
—Jo-der...
Un sonido sordo.
Tsumiki vio el cuerpo inconsciente del chico tirado en el suelo, sangrando, con la piel mucho más pálida que de costumbre. Cuando ella fue a moverse, sintió un mareo y terminó perdiendo la consciencia.
Lo último que vio, fueron unas botas de color marrón oscuro, acompañadas de los ecos de los tacones.
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