3.Una extraña familia
Anonadado, detuvo sus pasos en frente de un enorme cuadro que ocupaba una pared completa del pasillo. No había mucho dibujado en él. Ni siquiera lo que había era algo completamente excepcional o algo que fuera llamativo y poco visto. Lo único que aquel cuadro que estaba viendo tenía, eran dos personas. Una de ellas era una hermosa mujer de cabello negro como el ala de un cuervo siendo agitado por el viento que estaba siendo representado por líneas suaves y blancas. En posición de seiza, aquella mujer tenía un rostro triste, melancólico y cabizbajo. Incluso siendo una pintura, aquella mujer lo representaba como si fuera una emoción completamente real, como si ella fuera real.
Vestida con un simpe kimono morado con un estampado de flores de cerezo, la mujer mantenía ambas manos sobre su regazo y sus ojos, cerrados, puestos en sus mismas manos. Pero, entre aquellas manos de color porcelana, otra estaba entre ellas siendo sujetada.
Aquella mano estaba unida a un brazo grueso, con las marcas de los músculos definidas por oscuras pinceladas precisas y seguras. Este brazo corría hasta unirse al cuerpo de la segunda figura allí representaba. Esta, al contrario que la primera, mostraba a un hombre de piel algo oscura, bronceada, con el cabello negro atado en un moño alto. Al contrario que la mujer, que vestía ropas finas y caras, aquel hombre vestía con un kimono andrajoso, sucio y recosido por varios sitios, como si hubiera sido roto incontables veces.
El rostro del hombre, contraponiéndose al de la mujer en posición de seiza, mostraba alegría. Las finas trazas que dibujaron aquel rostro, lo dotaron de una sonrisa ligera dibujada con precisión perfecta. No había fallado alguno y, como la mujer, aquella emoción parecía hacer real a aquel hombre de la pintura.
Solo dos figuras en un cuadro. Eso le había llamado completamente la atención y por eso detuvo sus pasos en medio del recorrido que estaba haciendo por la casa de los Gojo; casa que ahora le pertenecía a Satoru por herencia familiar.
Ni siquiera sabía porque se detuvo realmente.
―La bella señora del cuadro representa la tristeza de la madre, mientras que el andrajoso señor representa la energía y la felicidad despreocupada de un hijo.
El rostro de Tsumiki ocupó su visión periférica y pronto se dio cuenta que había entrado en su espacio personal, por lo que veloz se hizo a un lado. La chica solamente rio ligeramente.
―¿Cómo lo sabes?
―Gojo-kun me lo explicó la primera vez que lo vi. En aquel momento no lo entendí porque era una niña―el rostro de la chica se contrajo y el joven notó que parecía estar recordando algo―. "Los jóvenes siempre son despreocupados. No miran alrededor. No se dan cuenta ni de cómo van vestidos. Pero, aun así, son los que más disfrutan y sufren a partes iguales en la vida, por eso sus madres siempre están tristes". Eso fue lo que Gojo-kun me dijo sobre el cuadro. No tiene demasiado sentido, ni siquiera tiene un verdadero trasfondo.
El muchacho miró de nuevo el cuadro. Un detalle que había escapado de sus ojos, era las pinceladas que dieron forma a aquellos rostros. Así como el artista logró recrear perfectamente las emociones, lo hizo también con el rostro de ambos, dando a la mujer su edad apropiada y al hombre la suya. La mujer tenía ligeros toques oscuros que denotaban las arrugas en su piel. Por su lado el hombre tenía ligeros toques brillantes que hacían ver la juventud de su cuerpo, siendo el contraste de aquella mujer que lo hacía compañía.
―Aún no le encuentro el sentido.
―No te esfuerces demasiado, Uzumaki-kun. Llevo años buscando el sentido de las palabras de Gojo-kun y del cuadro mismo. Aun a día de hoy no he encontrado una pista para entender el cuadro y las palabras de Gojo Satoru―Tsumiki entrelazó sus manos detrás de su espalda. Naruto la miró de reojo. Su rostro era suave, de piel clara y brillante con la escasa luz que tenían―. Es un poco frustrante. Pero me lo tomé como un juego.
―¿Uhm?
Tsumiki cerró levemente los ojos y sonrió ante aquel ligero gesto de confusión del muchacho. Ese no hizo mucho para ocultar que estaba confundido y, al ver aquel gesto de la chica, solamente apartó sus ojos de ella y tosió para deshacer su sonrojo ligero.
No quería que lo mirara por mucho más tiempo. Fushiguro Tsumiki realmente era linda, o es era su pensamiento cuando la veía sonreír cada pocos segundos. ¿Alguna vez habría llorado? Pero no quería verla llorar ni preguntárselo. Si lo hiciera, probablemente se lo imaginaría poco después y no podría conciliar el sueño pensando en cómo Tsumiki lloraba.
―¡Chicos~!
Risueña, la voz de un hombre sacó a ambos adolescentes de sus propios pensamientos. Tsumiki abrió los ojos y giró su cuerpo. Naruto dejó en lo más hondo de su mente las imágenes de la chica y centró sus ojos en la persona que los había hablado.
―¿Gojo-kun?
El hombre de cabello plateado y ojos vendados se mantenía pegado a la pared, sacando la mitad superior de su cuerpo por el extremo de la misma y movía la mano derecha en un gesto circular, como si estuviera formando un aro.
―¡Me alegro tanto de que os llevéis bien! ¿Has llorado suficiente, Naruto-kun?―preguntó con una sonrisa dibujada en su rostro. Mostrando como su rostro enrojecía, apartó la mirada a la vez que cruzaba los brazos sobre su pecho tomando una posición completamente indignada por el comentario de Gojo―. ¡Ajá! ¡Has llorado!
Él no lo reconoció. No mencionó que lloró en los brazos de Tsumiki cuando no llevaba conociéndola ni dos minutos y no lo mencionaría delante de aquel extraño y extravagante hombre. Extravagante, porque parecía mover las manos de un modo extraño mientras los "miraba". Aunque, ¿realmente lo estaba mirando? Sentía curiosidad por ver como era el rostro de Gojo Satoru sin aquella venda en sus ojos.
―¡Has llorado! ¡Has llorado!
Gojo lo señaló con el dedo. El chico torció el gesto y su sonrojo se intensifico mientras intentaba agachar la cabeza. ¡Claro que había llorado! ¿Por qué si no sus ojos estaban rojos? ¡Incluso ahora las lágrimas estaban comenzando a acumularse en sus ojos! ¿Es que ese hombre no tenía tacto alguno?
Pam
―¡Itai!
Tsumiki se mantenía frente al hombre de cabello blanco. Naruto la miró y abrió los ojos. Con un chichón en su cabeza y lágrimas saliendo milagrosamente de su venda, Gojo Satoru se mantenía asustado y adolorido.
―¡Compórtate, Gojo-kun! Uzumaki-kun lleva poco aquí y ha perdido a alguien importante para él. ¡Deja de ser molesto!―Tsumiki comenzó el regaño hacia el hombre, haciendo lo inverso. Gojo parecía un niño y Tsumiki había tomado el papel de adulta en la conversación―. Además, ¿no estabas con Megumi? ¿Lo has dejado solo de nuevo?
―Ya es grande. ¡Él podrá lidiar con todo!
Satoru había recuperado la compostura. El chicón desapareció mágicamente de su cabeza y señaló con un signo de paz a Tsumiki. El chico por su lado mantuvo el silencio y observó aquella interacción. ¿Gojo era el adulto? ¿O lo era Tsumiki?
―¡Jajajaj!
Satoru movió la cabeza hacia la derecha. Tsumiki giró el cuerpo y, aun señalando al hombre, miró al chico con ojos abiertos como platos. Poco después, tanto el adulto como la adolescente, rieron ligeramente gracias a la risa de Naruto.
Limpiando una lágrima de su rostro, Naruto dejó escapar un suspiro.
―Gracias.
―¿Ah?
Satoru miró desconcertado al muchacho. Por su lado, Tsumiki golpeó al adulto directamente en el estómago y lo detuvo de decir cualquier comentario, obligando al hombre a agarrar su estómago.
―Uzumaki-kun. No hay que agradecer. Nosotros...
Tsumiki abrió los ojos. Involuntariamente, el chico se abalanzó sobre ella y la abrazó fuertemente. Ella sintió aquellos brazos, como la apretaban y no pudo contener el sonrojo que espolvoreó sus mejillas. Tampoco pudo decir nada. El muchacho se separó y la tomó de los hombros.
―¡Gracias, Tsumiki!
Sin poder contener sus músculos faciales, la muchacha permitió que sus labios se torcieran. Levemente, los labios se movieron y una sonrisa se dibujó en su rostro plasmando una bella sonrisa.
―No hay de que Uzu...
―Llamame Naruto. ¡Na-ru-to!
Tsumiki asintió una sola vez.
―Naruto-kun.
Ambos jóvenes se mantuvieron en aquella posición. Él mantenía sus manos sobre los hombros de la chica, estando separado de la misma unos dos pasos. Ella mantenía su sonrisa cálida, mostrando un imperceptible sonrojo en sus mejillas.
―¿Esto es el amor juvenil? ¿O amor de verano? ¡Hmm~!
El sonrojo creció en ambos jóvenes. Ante la mirada intensa de Satoru, los dos se separaron y se dieron la espalda respectivamente. El hombre suspiró y rio internamente.
―¡Ma, ma!―tomó al chico del hombro izquierdo y a la chica del derecho. Con fuerza, tiró de ambos arrastrándolos fuera de aquel lugar―. ¡Ya hemos dejado a Megumi-kun demasiado tiempo solo! Y su modo emo cuando está solo puede traer problemas. ¡Además, se peleará con gente!
―¿Otra vez peleó?―la chica miró al hombre directamente. Por la mejilla de Satoru escurrió una pequeña gota de sudor―. ¡Megumi!
Por alguna extraña razón, el muchacho sintió pena por Fushiguro Megumi, el hermano de Tsumiki. ¿A caso ella lo golpearía? Lo había hecho con Satoru, el hombre que los había acogido a los tres. Seguramente con su hermano sería mucho menos permisiva y lo golpearía para que se centrara. Eran hermanos, después de todo.
El muchacho abrió los ojos cuando salieron al jardín trasero de aquella enorme mansión. Era más grande que el jardín delantero e incluso superaba el tamaño de la vieja casa.
Hierba verde, fresca, se movía con las ligeras ráfagas de viento, generando un bello sonido primaveral. Parpadeó una sola vez y captó movimiento a su derecha. Un joven de cabello negro caminaba hacia ellos con un chándal oscuro. Llevaba las manos metidas en los bolsillos de su pantalón y estaba siendo acompañado por dos perros, uno blanco y otro negro.
―¿Hermana? ¿Gojo-sensei?
―¿Sensei?―extrañado ante el calificativo, Naruto miró al hombre de cabello blanco con los ojos cerrados―. ¿Eres maestro en algo?
―¡Si!―Satoru levantó las dos manos. Moviendo dos dedos frente al rubio, le mostró dos signos de paz―. ¡Y soy un maestro genial! ¿Verdad, Megumi-kun?
―¿Uh?
Miró hacia el hermano de Tsumiki. Como él, era alto, con el cuerpo delgado y el cabello desordenado de un color negro ligeramente desarreglado, con sus ojos verdes alternando entre Satoru y él.
―¡Ah! ¡Déjame que os presente!―Naruto sintió como era movido y quedaba justo frente a Megumi―. ¡Él es Uzumaki Naruto-kun! ¡Espero os llevéis bien, Megumi-kun!
El joven de cabello negro empujó con su mano al hombre de cabello blanco apartándolo de ellos. Satoru había metido el rostro entre ambos adolescentes, dando aquella sonrisa alegre.
―Si, si. Como digas, Gojo-sensei―replicó el joven de un modo despectivo. Cuando se deshizo del hombre, miró al Uzumaki con sus ojos entrecerrados. El chico sintió que era analizado por el menor―. Un placer. Fushiguro Megumi.
El muchacho estiró la mano hacia Naruto a modo de saludo. El rubio aceptó la mano moviendo la suya y apretándola. Por segundos, ambos chicos mantuvieron aquel apretón y se miraron a los ojos directamente. Megumi sentía algo extraño con el chico y, a su vez, Naruto estaba sintiendo algo con el Megumi.
―Bonitos perros. ¿Cómo se llaman?
Fushiguro abrió los ojos ligeramente. Este gesto fue copiado por su hermana, la cual miró directamente hacia el único adulto allí. Satoru no mostró emoción alguna, más allá de la sonrisa ya plasmada en sus labios.
―¡¿A qué si?! Yo le digo a Megumi-kun que debe sacarlos más a pasear, o se estresaran. Con esos pelajes, parecen representación del yin-yang―el hombre pasó los brazos por los hombros de ambos chicos, obligando a los adolescentes a soltarse del apretón―. Así que, ¿qué vamos a cenar hoy? Hoy es un día especial y debemos apoyar a Naruto-kun.
Megumi miró hacia su hermana. Observó como esta agachaba la cabeza y llevaba la mano derecha hacia el dije en su cuello. Cuando los dedos de esta se cerraron sobre el amuleto, comprendió que el rubio había perdido a alguno de sus padres, el único con el que vivía.
―Pizza―sin apartar los ojos de su hermana, Megumi respondió a la pregunta de Satoru con claridad―. Quiero pizza; pero de barbacoa. No quiero más de sus inventos―clavó el dedo en la nariz del adulto―. La última vez pasé en el baño siete días. Casi muero por deshidratación.
―¡Jajajaj! ¡Eso si fue un buen día! ¿Verdad, Tsumiki-chan?
Satoru mostró los dientes en una enorme sonrisa. La chica sonrió moviendo un poco sus labios.
―Si, fue muy divertido.
―Hm.
Separándose de Satoru, Megumi caminó hacia la casa acompañado de sus dos perros, por lo que el chico de cabello rubio quedó aprisionado por los brazos del maestro de Fushiguro.
―Voy a darme una ducha―detuvo los pasos justo frente a la puerta―. Y ni se te ocurra entrar, Satoru. Esta vez si te golpearé.
Con aquel aviso, el chico desapareció de la vista de todos. Tsumiki sonrió y negó con la cabeza. Satoru solamente suspiró y rascó su cabello con la mano. El chico rubio miró aquello con una confusión, como si estuviera formando una exclamación en su cabeza.
Aquel grupo de personas era demasiado raro.
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