10.Mei Mei
Miró, con ojo crítico, el enorme bosque que estaba frente a él, con una espesura conmensurable, dejando que oídos de animales y de hojas moviéndose por el viento llenaran sus oídos. Su padrino finalmente le había contado todo, o al menos por qué se hizo cargo en primer lugar de él. Era un onmyoji, una especie de hechicero, chamán o exorcista que había existido hacía cientos de años dentro del llamado mundo del Jujutsu, o así lo había señalado su padrino. Pero, ¿por qué él era un onmyoji? Resultaba que no solo él lo era, si no que su madre y todos sus familiares anteriores a él por línea materna lo habían sido. Uzumaki era un apellido respetado dentro del mundo sobrenatural por ser de una línea de onmyoji que se mantuvieron del lado bueno del imperio. Incluso les pagaron por sus servicios y luego los ocultaron cuando la gente empezó a dejar de ver a los espíritus.
Espíritus. Si bien estos también existían, Gojo Satoru le había mencionado que el término maldiciones quedaba mejor dentro del oficio. Parecía ser que tanto los hechiceros como los onmyoji habían combatido contra estos últimos mientras crecían por los pensamientos y sentimientos negativos de la gente; y ambas cosas tuvieron su auge en la era Heian, donde el Rey de las Maldiciones estuvo presente y todo sentimiento negativo estuvo en el ambiente volviéndolas mucho más fuertes. Cientos no, miles de hechiceros pelearon tanto contra el rey como contra el resto de maldiciones.
Ahora, en un tiempo más moderno, los hechiceros eran escasos.
Él aceptó todo lo que Gojo le dijo. Si lo pensaba con cabeza fría, tenía sentido. Desde niño, cuando tenía cuatro o cinco años, había visto seres extraños rondando su casa o por su escuela. Solo terminó de verlos cuando su madre le dibujó algo en la frente en uno de sus juegos que solían tener cuando ella estaba en casa. Gojo le explicó que aquello fue una especie de sello que contuvo su energía maldita y lo hizo invisible para las maldiciones a la vez que le negaba ver a las mismas. Pero estas nunca se fueron y siempre estuvieron delante de él.
Salió de su tren de pensamientos cuando oyó los pasos de su padrino. Giró la cabeza y miró con ojos analíticos al profesor de Jujutsu. Gojo Saturo no había cambiado en nada su vestimenta, aun llevaba el oscuro traje de hechicero que solía llevar y la venda cubría completamente sus ojos. Pero, en esta ocasión, él miró seguidamente a la mujer que caminaba a la par que su tutor legal.
Era una mujer de cuerpo escultural que llevaba oculto en un uniforme femenino de hechicero. Sus pies, envueltos en unas botas marrones, le hicieron recordar a aquellas botas que vio antes de caer en la inconsciencia. ¿Fue aquella mujer quien estuvo peleando con la maldición hasta que llegó Satoru? Él no podía decirlo a menos que la misma mujer se lo dijera.
Movió sus ojos. Ella tenía cabello plateado teñido de azul, lo que daba al mismo un aspecto realmente exótico. Sus ojos finos, de un color castaño, lo estaban mirando intensamente, como si estuviera evaluándolo, como si esperara algo de él. Pero no se movió. Lo único que hizo ante aquella mirada, fue lanzar una propia interrogativa.
―Ah~ este lugar nunca cambia―Satoru rascó su cabeza después de un estiramiento completo como si fuera un gato. Incluso los otros dos creyeron oír un crujido de los huesos del hombre―. Monte Kurama. Es un buen lugar lleno de maldiciones para que un joven inexperto pueda hacer explotar su energía y comprender el mundo del Jujutsu.
―O que simplemente muera―la mujer detuvo sus pasos y movió su hacha maldita para hacerla presente al más joven de los tres. El chico la miró, notando como parecía exudar energía maldita, aunque jamás al nivel de su padrino―. ¿Quieres que entrene al mocoso en este lugar? Repítemelo de nuevo, Satoru. ¿Por qué tengo que entrenarlo yo de todas las personas? Los viejos te pusieron a cargo del mocoso y tú eres su tutor legal.
Satoru desestimó aquellas palabras con la mano. Si, él era el tutor legal de Uzumaki Naruto. Si, él era el hechicero más fuerte dentro del mundo actualmente. Pero eso no lo hacía apto para el entrenamiento del chico en estos momentos. Había presenciado un poco y sentido como la energía actuaba en el muchacho. Los enfrentamientos en corto serían su especialidad y él, aunque era bueno en ese punto, no alcanzaba a la mujer a su lado.
―Mei Mei―Satoru levantó un dedo―. De entre nosotros dos, ¿quién tiene el poder físico superior y un mejor conjunto de habilidades de combate cuerpo a cuerpo? Sin mi propio Mukagen (Técnica de Maldición Ilimitada), no supero por demasiado a otros hechiceros. Tú, en cambio, has tomado el poder físico para suplir técnica maldita que es un asco. No te ofendas.
―Dejé de hacerlo hace tiempo―la mujer dijo, moviendo la mano como si hubiera abofeteado a un pequeño mosquito―. Entonces es eso. ¿Quieres al chico en un poder físico equiparable al mío? ¿En un año? Eso es poco probable que suceda, Satoru.
―Ma~ ma~. Tengo fe en mi querido ahijado―colocó una mano sobre la cabeza del muchacho, desordenando su cabello. Naruto envió una mirada aguda contra el maestro de Jujutsu―. No quiero que lo coloques en un nivel excesivo. Su técnica maldita se encargará del resto cuando la hayas expuesto en el muchacho.
―¿Técnica maldita?―inclinó la cabeza y cruzó los brazos ante los ojos de Mei Mei y Satoru―. ¿Qué es eso? ¿Es como lo que usaste contra aquel tipo de los mil ojos?
―¡Exacto!―Satoru sonrió―. La técnica maldita es el arma de cualquier hechicero contra las maldiciones. Nosotros usamos la energía maldita y tomamos estas técnicas para derribarlas. Fue lamentable que yo usara la mía para repeler a aquella maldición, pero estaba algo agitado en el momento.
El chico cruzó los brazos. Si una técnica maldita era lo que necesitaba para eliminar a las maldiciones, ¿cuál sería la suya? Satoru le hablo sobre todos los onmyoji conocidos de su familia y clan: Ashina, Mito, Nagato y su propia madre Kushina. Cada uno de ellos había desarrollado su propi técnica maldita para pelear contra las maldiciones: Ashina usaba sus espadas; Mito usaba su propia fuerza; Nagato usó una maldición de gravedad y su madre usó las cadenas por la que lo conocieron. Entonces, ¿qué espíritu vengativo maldijo a su familia y con que técnica maldita los dejo? Era un misterio que ni siquiera su propio padrino pudo descifrar o que no le quiso decir en primer lugar.
―Entonces eso es lo que necesitas―Mei Mei colocó el hacha sobre su hombro. A ella le pagaron por entrenar al mocoso y era exactamente lo que iba a hacer―. Sacaré a relucir cual es su técnica maldita enfrentándolo con las maldiciones del lugar.
―¿M-maldiciones?
―Con suerte no pelearas contra el rey de los tengu―Satoru mostró una sonrisa descarada en su rostro―. Se dice que en el Monte Kurama fue entrenado el legendario Minamoto no Yoshitsune un general del clan Minamoto y no fue otro que el mismo rey de los tengu, Sojobo, quien lo entrenó en el arte de la espada.
El muchacho enarcó su ceja y miró directamente hacia Satoru. Ojos azules marinos contra una venda oscura como la noche. Uzumaki dejó entonces escapar un suspiró y señaló al adulto con un dedo acusador.
―Una cosa son las maldiciones y otra los estúpidos cuentos de niños contados por viejas―declaró―. No soy tan pequeño, idiota arrogante. Mi madre me contaba esas historias. No soy tan crédulo como para creerlas o pensar que son realidad, por más que las maldiciones existan.
Satoru resopló dibujando una sonrisa en sus labios ante el exabrupto de su ahijado. Lo miró. Lo estudió. Era un joven de estatura aceptable para su edad, con un cuerpo atlético. Kushina le contó como el chico había estado practicando deporte de contacto y como estuvo siendo uno de los jugadores claves dentro de su equipo de baloncesto. Ella misma le mandó fotografías de alguno de los momentos más importantes del muchacho. Aunque él se sentía molesto por la muerte de Kushina, causada por una de las maldiciones de grado especial más molesta que encontraron. Si él hubiera estado allí...
Resopló y encaró a su ahijado con la sonrisa dibujada en su rostro y sin perder ni un ápice de la misma.
―Oh, creí que eras un pequeño bebé recién salido del cascarón―dijo. Su voz sonó completamente llena de burla. No le importó que su ahijado clavara en él una mirada molesta, llena de un dolor invisible en su contra. También conocía la faceta bromista del mocoso, así como sus habilidades para no ser "detectado" en ninguna de sus travesuras. Satoru sabía perfectamente que Kushina si podía capturarlo si ella misma quería y, probablemente, sin sudar ni un poco. Era lo bueno de que la madre conociera al hijo como la palma de su mano―. ¿Lo harás, Mei Mei?
―¿Preguntas eso cuando ya me has pagado?―Mei Mei desplazó su cabello entrenzado con un movimiento de mano―. A todo esto, que seas de los Gojo puede ser el porque tienes tanto dinero, ¿no? Gastas demasiado en esta tarea.
Satoru tarareó ligeramente.
―Son un total de trescientos sesenta y cinco días en este bosque, en una de las parcelas de mi familia―Satoru rascó su cuello―. Un año entero encerrada en este bosque, sin tu hermano pequeño el cual seguirá en su hogar esperando por su hermana mayor. Sé exactamente lo doloroso que es para ti separarte de él, por lo que un plus es completamente necesario para ello.
―Hm~―Mei Mei saboreó las palabras del legendario Gojo Satoru. Dentro del mundo de Jujutsu, los Gojo fueron la mejor de las ramas de hechiceros que existían y, con la aparición de Satoru, el equilibrio entre hechiceros y maldiciones se había establecido desde su nacimiento―. Eso es correcto. Un millón de yenes. Siempre es demasiado bueno hacer tratos contigo, Satoru. Los viejos se molestarían si supieran lo que haces a sus espaldas.
Naruto escuchó aquellas palabras completamente atónito. ¿Satoru había pagado un millón de yenes a Mei Mei para que lo entrenara? ¿De donde sacaba el dinero para ello? ¿Por qué lo desperdiciaba en él? Frunció el ceño. Odiaba que la gente desperdiciara dinero en algo idiota como un entrenamiento y eso era demasiado dinero para estar un año en el bosque. Podía ocuparse de eso por sí mismo y aprender sobre la marcha. Siempre fue bueno en eso y su maestra empujó su habilidad para automejorarse así mismo, incrementando su capacitación autodidacta dentro de los deportes; aunque él sabía que la tenía para todo en general, siendo más aguda en actividades físicas. Solo necesitaba un punto de partida. Con eso era suficiente para él y mejorar desde ese punto.
―Satoru―miró a su padrino―. ¿Cómo es eso de que has gastado un millón de yenes para mi formación? ¡Es una locura!
―¿Ah?―Satoru parpadeó. Cuando comprendió las palabras de su ahijado, soltó una carcajada ligera―. ¡Tranquilo, polluelo-kun! Mi trabajo como un maestro de Jujutsu genera los suficientes ingresos como para recuperarme en poco tiempo. También soy un hechicero de Grado Especial, por lo que mis pagas son mejores. Añade que soy un Gojo, que son uno de los Tres Clanes. Tengo tesoros que muchos chamanes desearían o que incluso soñarían. Tengo suficiente dinero como para desperdiciar en un juego como este, Naruto-kun. Los viejos me dieron la misión de prepararte para el mundo del Jujutsu. Según mi lógico pensamiento, Mei Mei es la mejor para tu estilo de aprendizaje y mejora. Ella podrá explotar tus habilidades y alcanzar la técnica maldita de tu familia, aunque realmente los Uzumaki son extraños―Satoru revolvió el cabello del adolescente, obteniendo un Naruto ceñudo bajo su mano―. No te preocupes por eso. Los viejos terminaran pagando por los gastos y el material a usar. No son tan idiotas como para tenerme en su lado malo y ni siquiera creo que gastes demasiado en material. Todo el bosque es un material, junto a las diferentes maldiciones de menor grado que hay.
―Hm...
―Así que, chico Uzumaki―el sonido de metal cortando el aire, atrajo los ojos del muchacho. Naruto miró el arma albina en las manos de la hechicera. Entonces se percató de la sonrisa que se dibujó en los labios de la mujer mientras lo miraba―. Creo que será un infierno todo este campamento de "capacitación". Un año es demasiado tiempo como para que te decidas que hacer con tu vida. ¿Estás dispuesto a tomarme en este bosque? Será un infierno. Cuando Satoru-kun me contrata para algo, suelo esmerarme. Es un buen benefactor y no puedo decepcionarlo.
Una risa escapó de Satoru.
―No lo rompas, Mei Mei―el maestro miró a su ahijado―. ¿Estás dispuesto a tomar eso? Ni siquiera deberías hacerlo si no quieres y puedo lidiar con los viejos.
Recuerdos de Tsumiki llorando llegaron a su mente. Él fue el causante de aquel incidente. Él fue el causante de que la chica llorara. Cerró las manos y bufó entre labios.
―Échame lo que tengas, Mei-sensei.
Mei Mei solo sonrió.
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