1. West Coast

"Love me tonight, but I'm asking you to please never forget me, Kim Taehyung".

Un bar a las afueras de la costa Californiana, abría sus puertas una noche más, para deleite de sus clientes estrellas. Los cuales sin falta buscaban un trago que les hiciera olvidar hasta de sus propios nombres, y a su vez anhelaban la inigualable presentación que brindaba el dueño del lugar cada anochecer, cuando la luna estaba en su máximo esplendor de belleza.

El propietario del famoso bar "For broken hearts" era Kim Taehyung, un sur coreano que vivió toda su vida en Estados Unidos y no conocía hogar más que la costa oeste. Ahí creció y se estableció. No tenía amigos, excepto por unos cuantos que si se lo pedían podía contar con los dedos de sus manos. Era reservado pero muy agradable. Tenía un pasado oscuro, como muchos otros, sin embargo no dejaba que eso le impidiera hacer lo que le gustaba, o al menos mientras trabajaba. Porque cuando llegaba la hora de ir a la comodidad de su pequeño hogar, la realidad le caía como un balde de agua helada. Y lamentablemente los recuerdos lo consumían más de lo que quería.

Esa noche la taberna estaba más concurrida de lo normal. Tanto hombres como mujeres bebían y comían, mientras hablaban entre ellos. El ambiente estaba abatido de luces blancas y amarillas, dando la visión de un restaurante gourmet. Sin embargo, estaba muy lejos de ser uno.

—Un doble, por favor —pidió el moreno soltando un suspiro cansado. Anoche había trasnochado más de lo planeado, debido a una pelea que se formó en plena hora laboral.

—Enseguida, jefe.

Sebastian preparó la bebida y la sirvió a su lado. Luego sonrió forzosamente y soltó un bufido exhausto.

—¿Qué sucede? —preguntó Taehyung algo desconcertado por su actitud preocupada—. Dilo de una buena vez, sabés que odio que te guardes las cosas.

Su hermano adoptivo vaciló tajante, pero luego se rindió ante la mirada amenazante del mayor.

—Es padre —dijo y el moreno resopló.

—¿Ahora qué diablos le sucedió?

Pasó el trago por su garganta de un solo golpe y dejó con un sonido tosco el vaso en la mesa. La sangre le hervía al escuchar que su progenitor estaba haciendo de nuevo de las suyas. Lo suponía, era muy raro no haber tenido noticias de él en todo este tiempo.

—Está detenido. Lo encontraron robando una licorería hace menos de una hora.

Taehyung se tomó el tabique de su nariz agotado. Mas tampoco le sorprendía, ese hombre era un maldito alcohólico. Debería de dejarlo ahí hasta pudrirse, pero el recuerdo de su madre no se lo permitía. Enojado se levantó del taburete y exclamó una maldición antes de decir más estupideces.

—Adelante, puedes ir por él y pagar su fianza. Pero solo después de que termines tu trabajo, falta menos de dos horas para ello. Imagino que podrá aguantarse allá un tiempo mientras reflexiona sobre sus acciones.

Sebastian asintió, sabiendo de sobra que su hermano mayor no daría su brazo a torser más que eso. Además tampoco veía correcto hacerle enfurecer. Necesitaba el trabajo con gran vehemencia para poder mantener a su padre. Por suerte Taehyung se apiadó de él, a pesar de todos los errores que cometió en el pasado, y le ofreció una fuente de dinero. Sin embargo, sabía que solo era cuestión de tiempo, antes de que tuviera que irse de ese lugar. Lo que había hecho no tenía disculpa alguna. Ni siquiera aún se perdonaba a sí mismo y cargaba con un gran peso sobre sus hombros.

La noche pronosticaba un clima frío, inundado de lluvias por la temporada de invierno que azotaba ese mes a la costa oeste de California. Taehyung se preparó tras el escenario, con un micrófono parecido al de los años 60' y lo tomó entre sus manos mientras el telón se abría y el salón se sumía en una completa oscuridad, excepto por la luz que el reflector desprendía después de enfocarlo.

Cada noche el moreno solía cantar para disfrute y deleite de sus clientes. Era un medio de desahogo de su tortuosa vida. Cuando cantaba el mundo desaparecía de su alrededor y solo era él con su voz. Nadie más existía.

La música empezó a sonar y los acordes de West coast inundaron el lugar. Taehyung liberó su voz y soltó la frustración que sentía por dentro. Odiaba absolutamente todo, su vida, la familia que desconocía por decisión y su existencia. Un dolor inmenso lo consumía la mayor parte del tiempo, y de a poco lo estaba carcomiendo. Él lo sabía. Que estaba cayendo en un hueco hondo con destino al vacío y parecía cada vez más difícil huir de ahí.

Tratando de olvidarse de su cruda realidad, se concentró en emitir la melodía de una manera seductora y desbordante.

Al otro lado del bar, la puerta fue abierta con un golpe tosco y fuerte, dando paso a un hombre con chaqueta de cuero negra y camisa blanca. Su rostro era serio e indescriptible. El cabello negro le brillaba bajo las tenues luces, y sus ojos de color miel se hacían demasiado atrayentes. Caminó con tranquilidad hacia uno de los balcones que daban al exterior, donde se encontraba una mesa vacía y se sentó.

Taehyung sintió un pinchazo en su corazón al instante.

Ese hombre...

El moreno no sabía ni entendía por qué, pero no podía despegar su mirada de él. Su cuerpo había reaccionado en seguida de chocar sus ojos con los del contrario. Los ojos café oscuro se aguaron de la nada y la garganta se le secó. Su semblante y aura enigmática lo envolvieron sin pudor alguno. Se sentía como si estuviera en una clase de hechizo, del que no podía escapar.

Siguió cantando con sensualidad, mientras presenciaba cómo el desconocido sacaba una cajeta del bolsillo de su chaqueta y destapaba un cigarrillo, para luego encenderlo y llevarlo a su boca.

Inhaló y exhaló el humo.

Para Taehyung era sublime verlo hacer aquello. Sin embargo las lágrimas no paraban de derramarse.

“Lo empujas con fuerza, yo me alejo, me siento más caliente que el fuego.
Supongo que nadie nunca realmente me hizo sentir mucho más alto.
Te deseo, cariño. Chico, eres tú a quien deseo.
Tu amor, tu amor, mi amor.

Puedo ver a mi bebé balanceándose.
Su Parlamento está en llamas y sus manos están arriba.
En el balcón y estoy cantando.
Ooh, bebé, ooh, bebé, estoy enamorado.

Puedo ver a mi dulce chico balanceándose.
Está loco y cubano como yo.
En el balcón y yo digo:
Muevete, bebé, muevete, bebé, estoy enamorado”.

Cantó las notas finales con un deje de déjà vu y ansiedad. Luego las luces se encendieron, dejando atrás la oscuridad del momento. Taehyung carraspeó con fuerza para poder soltar el micrófono y bajó los escalones, mientras escuchaba los aplausos y silbidos de sus clientes estrellas.

Tomó una gran bocanada de aire y se limpió las lágrimas con el torso de la mano cuando estuvo abajo. Sentía que se le bajaba el azúcar al pensar en el hombre que se hallaba a dos metros de distancia de él. Sinceramente no comprendía qué le sucedía. Él no era así, parecía un puberto emocionado por su primer orgasmo.

Con los nervios aún revoloteando a su alrededor se dio la vuelta para ir a la barra. No le apetecía seguir comportándose como un niño, así que planeaba asaltar unos tragos y olvidar las emociones de hace un momento. Sin embargo, al girarse, chocó de bruces con el torso duro del sujeto que en esos instantes abarcaba sus pensamientos.

Su corazón se detuvo y amenazó con no volver a latir. Lo desconcertaba la electricidad que lo recorrió al tocar al contrario.

—Disculpa, no te vi. —Cuadró sus hombros y pasó por su lado, pareciendo desinteresado.

—Espera —lo llamó con un sonido ronco y Taehyung no tuvo más remedio que regresarse—. Se te cayó. —Le pasó la pulsera que le regaló su madre antes de morir y que siempre solía utilizar cuando cantaba.

El moreno suspiró y se reprendió mentalmente, debería ser más precavido. Si perdía esa manilla, su susto sería mortal. Al tomarla de las manos ajenas, no pudo evitar observar un gran tatuaje en su brazo derecho, en donde un dragón escupiendo fuego y quemando todo a su paso era el protagonista.

Un sentimiento arriesgado lo inundó y todo su cuerpo tembló.

Retrocedió al instante del contacto y respondió con un escueto gracias, para al final terminar alejándose lo más que pudo de él. Sabía que lo mejor era no volver a cruzar caminos. Algo muy dentro de sí, le advertía del inminente peligro que lo rodeaba. Había una cosa que no le gustaba ni le cuadraba del todo sobre ese sujeto, así que preferiría mantener distancia. Sus instintos a lo largo de su vida le habían salvado de apuros. Y en esta ocasión no sería la excepción.

Aún si unos ojos color miel de pecado placentero, le perforaban la espalda a medida que se apartaba.

Kim Taehyung cerró la taberna y caminó hacía su carro, estacionado a unas cuantas cuadras de donde se encontraba. Ya todos se habían ido y no faltaba mucho para que fueran más de las tres de la mañana. El aire frío y helado lo recibía a medida que se acercaba a su destino. Era una noche más en California, y la playa se vislumbraba de una manera hermosa. Las calles estaban desiertas, no había una sola alma en pena merodeando por los alrededores.

Suspiró mirando hacia el cielo. Era cuestión de minutos antes de que una lluvia torrencial cayera sobre la costa oeste. Las nubes estaban demasiado grises, avecinando el inminente aguacero.

Caminó con desdén recordando a su madre, estaba cansado de tanto. Perder a alguien que amabas con todo tu ser, te podía descolocar a niveles indescifrables. Su madre había sido todo para él, pero se marchó mucho antes de lo que debía, e injustamente. Le habían cortado las alas a un ángel lleno de vida y alegría. Porque a pesar de todo lo que había sufrido al lado del hombre que tenía como padre, intentó ser feliz y contagiar a Taehyung de esas emociones. Sin embargo, ya nada importaba. Su madre no estaba y su asesino aún caminaba libre por las calles.

Su corazón se apretujó de impotencia y su sangre hirvió de cólera. Le enojaba el hecho de no haber podido hacer algo más para salvarla, y recordarla solo lograba hundirlo aún más hondo de lo que ya había caído. No obstante, no sé quejaba, sabía que se lo merecía. Él no creía que pudiera apelar a la justicia divina cuando ya había dejado de creer en un Dios desde hace mucho.

Por ello no se permitía ser feliz, y siempre distaba de hablar de su familia. Para él nada de eso tenía alguna importancia y mucho menos tenía un hogar en el que se sintiera resguardado de todo mal.

Llegó por fin al estacionamiento al aire libre y visualizó su auto. El estacionamiento estaba desierto como cada noche. Se acercó a la puerta de su automóvil con la intención de abrirlo. Pero antes palpó su bolsillo en busca de sus llaves, fracasando en el intento. No estaban. Las llaves para abrir el carro que lo llevaría a su casa, se habían extraviado.

Taehyung soltó un sonoro bufido, incapaz de creer lo que estaba sucediendo. Segundos después como obra del destino, la prevista lluvia comenzó sin intenciones de cesar, mojando al moreno en el proceso.

Exhausto corrió debajo de una gran palma tratando de abrigarse de la fuerte tempestad. Los chorros de agua bajaban por su lado y todo el lugar se veía borroso. Suspiró nuevamente por lo que iba de la noche y se abrazó a sí mismo, dándose calor.

Un motor se hizo paso entre el ruido del aguacero. Un Ford Mustang negro se estacionó a su lado y Taehyung supo de inmediato quién era siquiera antes de que bajaran la ventanilla del conductor. Su sexto sentido se lo advirtió.

Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza cuando observó los ojos miel de aquel sujeto de hace unas horas. El mismo que le gritaba peligro con cada acción que hacía.

—Parece el destino —su sonrisa era ladina y algo perversa, pero a la vez inocente.

—No lo creo así —respondió a la defensiva. No le gustaba el hecho de que tuviera que volver a cruzar palabras con ese hombre del cual no conocía ni su nombre y lograba descolocarlo con su sola respiración.

—¿Quieres que te dé un aventón? —el masculino hizo un chasquido con su lengua y lo perforó con la mirada.

Taehyung se sintió desnudo con ese barrido que le hizo el de cabellos negros y recordó que su ropa estaba empapada y partes de su anatomía posiblemente a la vista. Tragó en seco y murmuró maldiciones en contra del otro.

Rodó sus ojos y resopló, para evitar la vista del sujeto en el carro. No quería respónderle y esperó que el contrario entendiera sus intenciones. No obstante, lo pensó detenidamente. Era de madrugada y estaba lloviendo. Las calles a esas horas eran peligrosas y si se quedaba mucho más tiempo en ese helaje, pescaría un resfriado. Lo que más odiaba era estar enfermo.

Pero por otro lado, ese hombre era el mismísimo lucifer en persona. Todo en él gritaba riesgo.

Bufó sonoramente y se atrevió a ir hasta el auto y abrir la puerta del copiloto. Entró con afán, evitando mojarse más de lo que ya se encontraba. Cuando cerró y puso el seguro, un olor a colonia masculina lo inundó inesperadamente. Volteó su cara encontrándose con los ojos del contrario viendolo expectante.

—Vivo en Venice —soltó evitando observarlo más de la cuenta. El aire era algo asfixiante y sentía que en cualquier momento desfallecería.

El sujeto a su lado asintió y emprendió camino. Durante unos minutos ambos permanecieron en silencio y ninguno objetaba nada. Hasta que llegaron al lugar indicado. La lluvia seguía estruendosamente y parecía que ni dentro de unas horas se detendría.

El moreno respiró con fuerza sintiendo los ojos del contrario sobre él. Sin embargo no era capaz de soltar palabra alguna y seguían sumidos en un silencio algo devastador y anticipatorio.

Taehyung sintió su corazón desbocado, sus manos sudaban y sentía la garganta seca. Alzó la mirada y comprobó que efectivamente el masculino lo observaba de una forma atravesadora. Sus ojos se conectaron en cuestión de segundos y su labio se sacudió. Taehyung soltó una exhalación temblorosa. El ambiente era absorvente, parecía que un calor abrasador los estaba consumiendo de a poco.

Así comenzaron una batalla desafiante entre ellos. Esperando ver quién se atravería primero a cruzar la fina línea entre lo correcto e incorrecto. La tensión sexual era palpable y sus corazones estaban expectantes. Taehyung no quería caer, sabía que era un grave error pensar lo que sentía en esos momentos, no obstante la atracción era demasiado grande como para negarlo. Desde el primer momento en que cruzaron miradas en el bar, ambos sabían que no había vuelta atrás para ninguno de los dos.

El pelinegro fue el primero en romper esa barrera que los separaba. Mordió el labio del moreno con necesidad y pasión. Taehyung le correspondió con un gemido ronco y excitado. El fuego los atravesó y ni la lluvia podía apagar la brama de la pasión que crecía entre ellos.

—Dime tu nombre —pidió el desconocido.

El aludido no dudó en responder.

—Taehyung —soltó en medio de los besos y caricias. Aunque se detuvo por unos pequeños segundos para pasarse a su lado, montándose sobre él y proseguir con el excitante momento—. ¿Y el tuyo?

—Jungkook. —Le avisó con una sonrisa infame y seductora. Taehyung supo en ese mismo instante, donde le quitaban la camisa y se dejaba consumir por los labios del contrario, que Jeon Jungkook sería el diablo que lo tentaría a pecar. Dos fuerzas malignas destruyéndosen en el proceso.

Y lamentablemente para ninguno de los dos, dar marcha atrás era una opción. La atracción inevitable que estaba propagándose, daría paso a un enamoramiento que los devoraría y destrozaría al pasar del tiempo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top