Capítulo 1: Faraones
La brisa de finales de otoño empezaba a ser algo más fría cada día, ya no había ni una sola hoja en la copa de los arboles y el ambiente se sentía muy tranquilo en las calles de la ciudad a pesar de ser un sitio tan agitado. Los cabellos lacios de la joven descansaban sobre sus brazos al igual que su cabeza. Un suave suspiro salió de sus labios mientras su mente divagaba sobre diversos temas en su imaginación.
—Bien, muchachos, como se han portado excelente este semestre y han demostrado ser muy responsables, en lugar de la prueba final de lapso, que vale el 30% de la nota, tendrán que hacer una investigación escrita sobre uno de los reyes antiguos sobre los que hablabamos durante clases—dijo la profesora Madrian, de la clase de historía universal—. Para que sea justo repartiré los distintos reyes al azar. Sacarán un papel de este vaso y el tema que les salga será el que les toque—dijo la profesora alzando al aire el vaso del que hablaba para mostralo sus alumnos.
Acto seguido, se dispuso a acercarse a los pupitres de sus alumnos para que cada quien tomara un papel del vaso.
—Reyes mesopotámicos—dijo una joven morena rodando los ojos al instante y arrojando el papel sin darle importancia para nada. Era de esas chicas que no le interesaban sus estudios, solo el cómo se encontraba su maquillaje o si tenían la ropa a la moda.
—Emperadores chinos—una hermosa sonrisa se mostró en el rostro de un joven chico llamado Francis, le había encantado el tema que le había tocado y vaya que él si era un buen estudiante.
—Erica...—llamó la profesora que sostenía el vaso con los diferentes papelitos frente a la joven distraída. Aunque no hubo una respuesta de la castaña—. Erica—dijo esta vez en un tono algo más fuerte de voz para poder llamar la atención de la chica.
—Lo siento—dijo la joven algo exaltada; sorprendida por la voz de la profesora a quien no había visto acercarse. Metío su mano en aquel pequeño vasito y sacó un papelito con delicadeza abriendolo para ver lo que decía—. Faraones egipcios—anunció sin apartar la mirada de aquel pedazo de hoja con una media sonrisa puesta en su expresión.
Le había gustado el tema que le había tocado a investigar, los faraones y en general la cultura de egipto siempre habían sido de su agrado así que seguramente se le haría facil realizar aquel trabajo. Exhaló en un gran suspiro para después acomodarse un poco en su asiento. Tenía algo de sueño y ello no le dejaba concentrarse en lo más minimo. Había pasado gran parte de la noche realizando un trabajo para su profesor de literatura, ya que desgraciadamente había olvidado entregarlo antes.
Le ponía un tanto nerviosa el hecho de tener que realizar ahora aquel quehacer que valía nada más y nada menos que seis puntos para la materia. Bueno, en todo caso le reconfortaba saber que al menos aquel sería el último trabajo pendiente y después saldría de vacaciones.
—Ah, y como último detalle: quien entregue el mejor trabajo podrá tener la oportunidad de salir en el periódico de la escuela—exclamó aquella educadora como si aquello fuese algo de lo más emocionante que podría ocurrirle a un alumno; pero Erica sabía que ni si quiera se aproximaba a serlo. A esas alturas nadie leía el periódico de la escuela, todos pensaban solamente en lo que harían al salir de holganza.
Luego de guardar sus apuntes y guindarse la mochila al hombro, ella echó una ultima mirada a fuera de la ventana mirando los arboles deshojados y la gente que se ocupaba de sus propios asuntos. Suspiró y echó a andar para salir del aula de clases caminando tranquilamente por los pasillos sin prestar demasiada atención a sus compañeros de clases.
—¡Eh, Erica!—le llamó una voz familiar a su oído.
—Hola, George, tenía tiempo sin verte—saludó esbozando una mínima sonrisa en su rostro al ver al joven que se aproximaba a ella.
—Ya lo creo, es que volví hace poco de mi viaje a china... Estaba visitando a mi padre cómo te conté—respondió el joven de orígenes asiáticos, aunque este solo conservaba los rasgos de dicho origen, puesto que su nombre y manera de actuar ya era completamente americano.
—Oh, lo había olvidado—mencionó mientras retomaba la marcha entre los pasillos, mientras George la seguía, para que ambos pudiesen salir de la escuela—Y ¿qué tal le va a tu viejo? ¿Sigue vendiendo patos?—preguntó algo risueña, ella había conocido al padre de su amigo hacía unos cuantos años y este le había traído una cría de patito como regalo, nunca lo olvidaba, sobre todo porque la historia de todos los problemas que el pobre señor pasó en inmigración por el susodicho animal era realmente muy graciosa.
—Él está bien—respondió con una bella sonrisa al tener ahora fresco en su memoria aquél bonito recuerdo—, claro que sigue vendiendo patos, y por lo visto no se olvida de ti, me estuvo preguntando y te mandó saludos—indicó el muchacho ahora algo más contento.
Erica tenía una especie de don en cuanto a ello, no era muy risueña y tampoco era de ese tipo de chicas que te está apachurrando y abrazando a cada segundo; pero había algo, un "yo no sé qué" en su personalidad que siempre le transmitía una sensación de extraña calidez a las personas. En gran parte constaba de su habilidad para ser muy detallista, recordaba cosas que cualquiera podría olvidar por el hecho de creerlas insignificantes, pero ella atesoraba las memorias en su mente como tesoros de mucho valor.
—Eso me alegra, si lo llamas un día de estos o la próxima vez que lo visites dile por favor que yo tampoco lo olvido a él, ni al pequeño Smally—mencionó con ternura el nombre que le habían puesto a aquel patito.
—Por su puesto que lo haré—afirmó George mientras ambos salían de la escuela a aquellas frías calles. Ambos iban abrigados y agradecían eso.—Y ¿Qué te tocó para el trabajo de historia universal?—preguntó con su mirada fija en la acera mientras caminaban.
— Faraones de Egipto—respondió sin problema ante el cambio de conversación—¿Y a ti?
—Reyes de Jerusalén... ¡Ah! ¡Casi lo olvido!—exclamó sintiéndose algo torpe mientras sacaba una hoja bien doblada de su bolsillo trasero—. Como saliste rápido la profesora no alcanzó a darte esto y me pidió que te lo diera, son las pautas para el trabajo.
—Oh, gracias, George—sonrió cuando el muchacho de ojos rasgados entregó el papelito delicadamente en sus manos—. Lo leeré al llegar a casa.
—No es nada, sabes que somos amigos, haría lo que fuese por ti—dijo devolviendo la sonrisa—. Hablando de eso... ¿Quieres que te acompañe a tu casa?
—Pero, se desvía de la tuya—respondió mirándole algo preocupada, no quería atrasar a su amigo de llegar a su hogar, ella podía irse sola sin ningún problema.
—Bah, eso no es nada, prefiero asegurarme de que llegues segura—señaló sonriendo más ampliamente. Erica le mostró una sonrisa ladina como respuesta en agradecimiento sintiendo una suave tono rosa posarse en sus mejillas.
Ambos caminaban con tranquilidad por las calles hacia su destino, la charla variaba de temas entretenidos, como por ejemplo lo mucho que esperaban la siguiente temporada de Game of thrones, o la comida que George había probado en su último viaje a china, el raro encuentro de Erica con un ex-novio de hacía algunos años que ahora era transexual, o inclusive de lo tonto que era el periódico escolar. A Erica le agradaba tanto estar en compañía de aquel joven que el tiempo le había pasado volando, cuando menos se lo esperó su mirada se encontró observando su casa a menos de tres metros de ellos.
—Gracias por acompañarme hasta aquí, George, fue un gusto poder hablar contigo de nuevo—dijo con un gesto alegre y de agradecimiento en su bonito rostro.
—Oh vamos, no fue nada—respondió metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta azul marino—. Oye, me preguntaba si tú... bueno, si quisieras ir al cine conmigo el viernes, mi hermano irá con su pareja y no quiero hacer un mal tercio ahí con esos dos—pidió un tanto acobardado.
—Ya veo, el novio de tu hermano te asusta—dijo ella cruzandose de brazos, anzando una ceja y sonriendo de manera ladina mientras conservaba una mirada traviesa.
—¡Oye! Sabes que no es cierto—dijo ahora carcajeandose por esa expresión de su amiga—. Solo que en serio no quiero escuchar cómo intercambian saliba mientras finjo hacer algo muy interesante con el movil.
—Bueno, bueno, iré. Tendré que cancelar un compromiso con mi hermana, pero me apiadaré de tí e iré contigo—rió.
—Entonces nos vemos el viernes—suspiró acercandose a despedirse de ella con un beso en su mejilla,
—Nos vemos allá. Llega con bien a casa y que no te violen—se despidió como siempre bromista para despues entrar a su casa.
La joven castaña saludó a su madre y a sus hermanos de modo cariñoso para después solo subir a su habitación dispuesta a tomar una buena siesta. Se puso ropa más comoda, apta para estar en casa con su look de "vagabunda". Estaba exhausta, así que apenas reposó su cabeza en su suave almohada cayó rendida en un profundo sueño.
Cuando hubo despertado su mirada y su rostro reflejaban que ni si quiera sabía que año era, las gruesas cortinas estaban cerradas así que no podía determinar si era de día todavía o ya había caído la noche. Al tomar su móvil, estando con el cabello hecho un nido de aves, pudo ver que era la una de la mañana. Aún podría seguir durmiendo pero no logró conciliar el sueño. Suspiró cabreada sabiendo que no podría salir de la habitación o podría despertar a uno de sus hermanos y este le metería la cabeza en el retrete hasta que dejara de respirar.
Encendió una pequeña lampara de noche que tenía al lado de la cama en la mesita de noche y se levantó a buscar su mini laptop y sus audifonos dispuesta a ponerse a ver una pélicula en netflix o empezarse alguna serie nueva. Pero recordó lo del asunto de los faraones y entonces pensó que sería más productivo ponerse al menos a investigar un poco en lugar de perder su tiempo —como siempre hacía en realidad—viendo series.
Buscó las intruscciones del trabajo en el bolsillo del pantalón que cargaba puesto para ir a la escuela y empezó a leer a la luz de aquella pequeña lampara. Las indicaciones eran bastante sencillas en realidad; una de ellas indicaba que tendrían que escoger uno de los gobernantes destacados del tema que les hubiese tocado y hacer una breve biografía de este. En su caso tendría que escoger un faraón en específico de los muchos que gobernaron egipto en la antiguedad. Esto sería un poco dificil para ella. Habían muchos faraones interesantes, como Ramses II, Ahkmerah, Tutankamón, Zoser... En fin, eran muchos de donde elegír.
Entre estos conocía muy bien a Ramses II, había hecho una extensa investigación sobre él hacía algunos años; pero eso le quitaba interés, ya sabía bastante de él y hacer de nuevo un trabajo sobre este le parecía algo aburrido. Del faraón Ahkmenrah en realidad no sabía mucho, solo una poca investigación sobre una especie de tabla mágica que su padre había mandado a elaborar para él en el día de su nacimiento; sonaba bastante atrayente, a decir verdad.
Aunque nada quitaba la probabilidad de que podría consultarlo con un hermana mayor después, para estár segura de su decisión. Su hermana era ese tipo de chica que no te decía qué hacer, pero, te llevaban a razonar con hechos y pensamientos lógicos que te impulsan a tomar la mejor decisión. Era también curiosa, extrovertida, con mucho deseo de aprender cosas nuevas siempre que pudiera. Ambas siempre habían sido complices, y era de esperarse; con cinco hermanos varones que siempre querían salirse con la suya era necesaria mucha astucia para que ellas saliesen triunfantes en cuanto a variados asuntos.
Habían sido totalmente apegadas a pesar de la diferencia de edad hasta que la mayor se casó y dejó de vivir junto a Erica; pero incluso así seguían conservando una buena amistad.
Al día siguiente, después de la escuela, Erica se fue directamente a una panadería frente a una plaza no muy lejos de su casa. Al entrar buscó con la mirada a una jovén de cabellos oscuros y mirada apacible hasta que dió con ella.
—Hola, Angela—le saludó dejandole un beso en la mejilla—¿Qué tal estás?gracias por venir como te dije—preguntó tomando asiento frente a ella en la mesa.
—Hola, preciosa—respondió ella con igual cariño—. Todo bien ¿Qué tal tú y todos en casa? Sabes que siempre vendré si me llamas y no estoy demasiado atareada.
—Todos estamos bien, ya sabes, los chicos nunca dejan de ser insoportables y haces falta en casa, pero mamá sabe cómo manejarlos—respondió con una preciosa sonrisa mientras reía un poco recordando varios escenarios de peleas entre sus hermanos y su madre.
—Me imaginó que sí. Ustedes también me hacen mucha falta, no los olvido nunca—una pequeña sonrisa nostalgica se pintó en el rostro de la azabache—. Oh, tóma esto antes de que se me olvide—dijo risueña levantando una bolsa grande el piso que venía con varios regalitos para todos en casa de Erica, perfecta y delicadamente empaquetados con papel de regalo, también iban bien identificados con pequeños papelitos que tenían el nombre de cada uno, y la entregó en manos de la más joven.
—Oh, Angie, no te hubieses molestado— respondió enternecida por aquel hermoso detalle de su hermana.
—Sabes que amo hacerles regalos. También son de parte de Adam, el tuyo lo escogió él directamente—señaló sonriente— . Bueno, ahora, hablame hermanita ¿qué me cuentas?
—No mucho en realidad; te quería preguntar algo sobre lo que estoy un poco indecisa—comentó ahora riendo al notar que su hermana se inclinaba sobre la mesa reposando su mentón en el dorso de sus manos, sosteniendose de sus codos, como si estuviera lista para escuchar algún asunto de vida o muerte—. Sucede que tengo que escojer un faraón egipcio para cierto trabajo de la escuela, pero no puedo decidirme, me gustaría escojer a Ahkmenrah, pero, no estoy del todo convencida.
—A ver,a ver—dijo sonando como si fuese un policia que necesita extraer cada pequeña migaja de pista para resolver un importantisimo caso—¿Por qué te gustaría escoger a ese faraón en particular?—fingió sacarse un cigarrillo de la boca y exhalar el humo haciendo que la joven riera a carcajadas.
—Pués, es porque suena realmente interesante, y que no sé mucho de él. Apenas he podido leer algunos fragmentos de su historia y son realmente sugestivos—respondió para después comer un pedazo de galleta que su hermana había pedido con anterioridad a que ella llegara para ambas.
—Entonces si lo investigas a él podrás tener la oportunidad de aprender algo nuevo y hacer un excelente trabajo ¿no?—preguntó ella arqueando una ceja mientras sonreía de modo ladino.
—Tienes razón, entonces no me queda ya ningúna duda. Haré mi trabajo sobre él—dijo felizmente entonces de haber salido de aquella duda que tenía.
—Bueno... cambiando de tema, quería decirte que, Adam y yo estuvimos discutiendolo bastante y llegamos a la conclusión y decisión de que estamos listos para tener un hijo—mencionó mientras jugueteaba un poco con sus manos.
—¡¿Qué?! No me lo creo, eso es fantastico hermana—exclamó conmovida, emocionada —. Esperaré ansiosa el día de ser tía—realmente le encantaba la idéa de que Angela tuviese un hijo, ella era muy buena con los niños y Adam todavía más. Era pediatra en una conocida y famosa clínica de la ciudad.
—Me alegra que reacciones así hermanita. Aún no he quedado en cinta ni nada, pero, creeme que serás la primera en saberlo—le dijo guiñandole un ojo —. Aunque por favor, no le digas nada a mamá todavía, Adam y yo queremos que sea una sorpresa.
—Mis labios están sellados, prometido—le dijo extendiendo su dedo meñique para cerrar la promesa con su hermana.
Angela entrelazó su meñique con el de su hermanita mientras sonreía ampliamente también.
—Prometido.
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