Treinta y cinco

Los ánimos de todos se relajaron cenando en compañía de la música. Faltaban pocos minutos para las doce cuando cerraron el local. Los chicos se fueron, y Paulo se ofreció a llevar a Alba hasta su casa.

Pero cuando Paulo le ofreció su casco, los ojos de Alba se inundaron y comenzó a llorar con congoja.

—Abi... ¿Qué pasa, corazón? —Paulo dejó el casco sobre la moto y se acercó a contenerla en un abrazo.

—No quiero estar sola, estoy cansada de estar sola.

Paulo se lo pensó un momento, podría tener un problema por hacer lo que estaba pensando. Más que un problema, podría desencadenar una ola de chismes sinsentido.

—¿A qué hora tenés que ir a la escuela?

—Seis y media... ¿Por qué?

—Perfecto, nadie te va a ver salir de mi departamento.

—¿Qué querés decir?

—¿Querés pasar la noche en mi casa? Digo... —Paulo se corrigió cuando escuchó lo mal que sonó su propuesta—. Así no estás sola, podés dormir en mi cama, yo duermo en el sofá.

Alba dejó de llorar, limpió sus lágrimas con la palma de su mano, y asintió con la cabeza. —Está bien, pero acompañame a casa a buscar algo de ropa para mañana.

—Okey, pero no te tardes. Vos dijiste que no era una zona segura a estas horas.

Se subieron a su moto y en diez minutos ya estaban frente a Plaza Miserere. Alba bajó y le entregó su casco.

—Andá a dar un par de vueltas mientras preparo la ropa, te hago sonar el celular cuando ya esté lista.

—Dale, no te tardes.

Alba dejó un beso en su mejilla y se introdujo en la casa que compartía con Raúl. Paulo dio vueltas por la zona hasta que su bolsillo vibró, Alba lo estaba llamando.

—¿Lista? —Ella solo asintió con la cabeza, Paulo le colocó el casco antes de que se montara tras de él y se aferrara fuertemente a su cintura—. Vamos, todavía tenemos que turnarnos la ducha.

Por primera vez, Alba entró al departamento de Paulo como quien pide permiso. Aferrada fuertemente a su mochila se sintió extraña, iban a compartir algo de intimidad, y no era bueno para los sentimientos que estaba experimentando.

Por su parte, Paulo sabía el riesgo que corría al albergar a Alba, suponiendo que estaba siendo vigilado. Pero por otro lado, era una manera de demostrarle a Raúl que no le tenía miedo en absoluto.

A lo que sí le temía, era a que ninguno de los dos pudiera controlar las ganas de darle rienda suelta a lo que sentían.

—Te dejé toallas en el baño, mientras te duchás voy a preparar mi cama acá en el sillón. Yo me ducho después. Decime si te falta algo.

—Mientras tengas shampoo y crema enjuague... Estoy bien —sonrió con timidez.

—Mhh... Crema enjuague te la debo, no uso esas cosas. Pero creo que tengo alguna muestra en el botiquín, dejame ver. —Paulo se internó en el baño y revolvió el botiquín, para dar con un sobrecito de muestra gratis, de esos que vienen en las revistas—. ¿Te alcanza?

—Sí, gracias Pau —se puso en puntitas de pie y besó su mejilla. Paulo cerró la puerta del baño y se dispuso a armar una cama en su sillón. Luego, preparó café y le extendió una taza a Alba, cuando salió del baño. Pero se quedó paralizado al verla envuelta en la toalla.

—Olvidé pedirte que me prestes algo para dormir. Es que hice todo tan rápido, para que no estés mucho tiempo solo en la calle, que olvidé traer mi pijama.

—Sí, sí... Ya te traigo.

Paulo volvió al poco tiempo con una de sus camisetas de Crucero del Norte, la más grande de su colección. Alba la tomó luego de agradecerle, y al verla salir del baño enfundada en la casaca del club de sus amores su pecho se aceleró.

—Ay, Dios... —soltó en un susurro imperceptible. Se aferró fuertemente al apoyabrazos del sillón, sobre el cual estaba sentado, y tragó saliva—. ¿Estás bien así? Es lo más grande que tengo, ya viste que todas mis remeras son entalladas.

—Sí, la tela es suave... No sabía que eras fana de Crucero.

—Bueno... Soy de Misiones, vi nacer a ese club cuando vivíamos en Posadas. Y ahora que estamos en primera división, no puedo más que lucir la camiseta con orgullo. Te queda bien. Y tu café —Paulo le extendió la taza—. Me voy a duchar, ya es casi la una de la mañana, vamos a dormir re poco.

Alba tomó la taza que le ofrecía, y se sentó en el sillón, con cuidado de no desarmar la cama que había improvisado Paulo. Salió en un santiamén, en cueros y usando un viejo jogging. El pelo corto, mojado y algo revuelto, provocó que Alba se mordiera los dos labios y desviara la vista hacia su taza, mientras movía una pierna intermitentemente. Nunca había visto tanta piel de Paulo, y era un cambio significativo ver un hombre en cueros que no se pareciera a un oso pardo, tanto sea por los pelos como por la parte abdominal. Es que Paulo era lo contrario a Raúl.

Si bien también tenía la piel color caramelo, el pecho plano y lampiño, con algunos pocos abdominales asomando por su estómago, marcaban una gran diferencia en las vistas de entrecasa. Alba se sintió algo sucia por los pensamientos pecaminosos que cruzaban su mente, pero luego recordó lo cerdo que podía llegar a ser Raúl navegando en internet y se le pasó. Se alivió por no ser ella la segunda en usar el baño, de otro modo sus manos podrían haberle jugado en contra una vez más.

Y a diferencia de Raúl, Paulo estaría despierto para escuchar sus suaves gemidos.

—Andá a dormir. Te llego a escuchar llorando de madrugada y me voy a enojar mucho, ¿sí?

—No te preocupes, si me escuchás llorar no es por él. Es por mí.

—Por nada ni nadie. Ya vamos a salir de esto. —Alba lo miró desde su posición, y él aclaró sus dichos. —Sí, escuchaste bien. Los dos. Porque yo te voy a acompañar en todo, y él se la va a montar conmigo. Y no me importa.

—No sé cómo agradecerte todo esto. Es demasiado, y apenas hace una semana que nos conocemos.

—Hay personas que solo basta un segundo para saber que son especiales. —Paulo se puso de cuclillas frente a ella, y colocó sus húmedos mechones tras su oreja—. Vos, por ejemplo. Andá a dormir —dejó un beso en su frente—, que descanses Abi.

 —Hasta mañana, Pau. Que descanses.

Alba se abrazó al cuello de Paulo y besó su mejilla, antes de ponerse de pie para internarse en la habitación y cerrar la puerta. Paulo se acomodó lo mejor que pudo en el sillón, y cuando estaba conciliando el sueño, el timbre de su departamento sonó brevemente. Se levantó de un salto y sin hacer ruido a espiar por la mirilla.

Érica aguardaba del otro lado de la puerta.


Dato informativo para los futboleros como yo. Si siguen las ligas argentinas, notarán que Crucero del Norte ya no milita en Primera División. Y es cierto, pero Onírico todavía está parada en el año 2015, cuando Crucero estaba en Primera.

Una boludez, pero que quería aclarar para los futboleros como yo. 😁

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