Astronauta | Spin Off Días de Cuarentena
―¿Y ahora? ¡Qué mierda! ―bufó Alba visiblemente molesta―. Lo entiendo y es lo mejor, pero...
―Nada... ―Paulo la interrumpió mientras bajaba la tapa de su laptop―. Habrá que quedarse en casa. Una ventaja más de vivir en tu lugar de trabajo.
Paulo y Alba habían terminado de ver el anuncio presidencial en donde se establecía la cuarentena obligatoria, la noche del 19 de marzo. El desconcierto reinaba en el local, donde no solo ellos estaban pendientes del anuncio. El tiempo se había congelado lo que duró la conferencia; Guido, Cristian, Luis, y los tres clientes que aguardaban su pedido en el local de comidas de Alba, también estaban atentos a las palabras del primer mandatario. Todos habían observado cautelosamente la pantalla de la laptop de Paulo.
Y todos tenían la cabeza llena de preguntas.
Mientras los chicos despachaban los pedidos comentando la nueva medida, la cara de Alba mutó de desconcierto a tristeza. Una mueca que no pasó desapercibida para Paulo.
―Ya sé lo que estás pensando, no te preocupes que Raúl va a ser el primero en romper la cuarentena, si tenés suerte lo van a guardar un ratito. Y si se queda encerrado y se pone necio, me avisás y lo manejamos.
Dejó un beso en la sien izquierda de Alba y se acercó a asistir a los chicos. Le quedaban dos horas de libertad, porque cuando el reloj marcara la medianoche, la carroza de libertad se convertiría en el zapallo del aislamiento.
Consciente de eso, Alba cerró anticipadamente y reunió a sus muchachos sin olvidar a Paulo. La medida era clara: ella y los chicos podían seguir trabajando porque eran un servicio básico, incluido Luis, que era la última incorporación al equipo, haciendo delivery a domicilio. Solo debían trabajar sin atención directa al público. Tenían todo bajo control, pero... ¿Y Paulo?
Solo le bastó asomarse a la vereda a disfrutar los últimos ratos libres en la calle antes del confinamiento, cuando vio un pequeño tumulto que comenzaba a formarse en el hall del edificio: reunión de consorcio de emergencia tras el anuncio.
Arrojó al cordón de la vereda el medio cigarrillo que le quedaba por fumar, y cruzó decidido a entrometerse en la reunión. Rara vez era requerida su presencia, pero dadas las circunstancias sanitarias, él debía estar presente en esa ocasión. Hasta Érica estaba entre la multitud, otra que odiaba esas reuniones sinsentido. Con ella sí iba a practicar el distanciamiento social, después vería la mejor forma de suspender los encuentros íntimos, no era buen momento para el intercambio de saliva.
―¡Acá está! ―Doña Rita, la presidente del consorcio, lo tomó del brazo y lo llevó al centro del tumulto. ―Nene, necesitamos saber qué necesitás para desinfectar todas las zonas de circulación. Ascensores, escaleras...
―Eh... ―Paulo dudaba, lo habían agarrado desprevenido. Apenas estaba asimilando el anuncio del aislamiento social preventivo y obligatorio, y todos los vecinos hablaban al mismo tiempo, impidiéndole analizar el stock de productos de limpieza. Por más que quisiera hablar, no podía con semejante barullo. ―Señores... ―intentó calmar la multitud, en vano.
«Vas a tener que limpiar más».
«En mi piso hay chicos chiquitos, por favor tené eso en cuenta».
«En el sexto vive una pareja de médicos, no hay que dejarlos subir sin que se desinfecten acá en el hall».
―¡Paren un poco! ―gritó Paulo, y al fin obtuvo la atención que necesitaba―. Compren lo que ustedes crean necesario, yo me encargo de desinfectar bien las zonas en común. Permiso.
Suficiente había escuchado, no tenía sentido seguir allí, por lo que se alejó omitiendo las inquietudes de la mayoría. Volvió al local de Alba, aturdido y más preocupado por no poder verla tan seguido durante la cuarentena. Llegó justo cuando los chicos estaban terminando de cerrar la persiana. Se despidió de cada uno con un choque de codos, el nuevo saludo desde la pandemia decretada, y quedó a solas con Alba cuando Luis intuyó por dónde venían sus intenciones, en otra situación lo hubiera esperado para volver juntos, dado que el muchacho vivía en el departamento bajo la portería.
Paulo comenzó con lo inevitable, a mal trago darle prisa.
―Bueno... ¿Esto es un adiós?
―Ni ahí. Sos mi empleado también, sos el chef principal. Así que te quiero todas las noches en la cocina. Si tengo que inscribirte como mi empleado, lo voy a hacer, aunque te pague con comida ―ironizó soltando una risa―. Así que, señor chef... Lo espero mañana cuando termine su turno en el edificio.
Paulo rompió todos los protocolos de distanciamiento social y abrazó fuertemente a Alba, para luego dejarle un beso en la mejilla. Acto seguido, tomó el alcohol en gel que guardaba en su bolsillo, y embadurnó una pequeña cantidad en la mejilla que había besado. Ella no pudo más que mirarlo embelesada, mientras acariciaba el camino de frescura que había dejado el producto.
―La veo mañana, jefa.
Paulo cruzó con las manos en los bolsillos, y cuando se aseguró de que no venían autos por la avenida, volteó a verla por última vez, todavía lo observaba con una sonrisa estampada en sus labios. La reunión de consorcio ya se estaba dispersando, pero él no se detuvo hasta llegar al ascensor, el cual llamó hundiendo su codo en el botón. Sabía que al día siguiente comenzaría una temporada de trabajo extra y por demás minucioso a la hora de limpiar el edificio.
Y no se equivocó cuando al otro día encontró en su cuartito de limpieza un arsenal de desinfectantes: lavandina, dispensadores de alcohol en gel para instalar en las zonas clave del edificio, y algo que lo hizo soltar una sonora carcajada.
Su nuevo uniforme de trabajo. Un traje Tyvek blanco, barbijos, guantes, protectores descartables para el calzado, y una máscara protectora plástica, por si no era suficiente protección.
―No sé si me odian o me quieren por demás. Doña Rita y sus paranoias... Lindo disfraz de astronauta...―habló para sí mismo conteniendo una risa―. Esto va a ser divertido.
Se colocó toda la indumentaria protectora, y sonrió para la selfie, a sabiendas de que solo se verían sus ojos en la fotografía. Sin dudas, tenía que retratar ese momento de su vida para la posteridad.
Según reza la historia, aproximadamente cada cien años el mundo sufre una pandemia, permanecer vivo para contarlo como anécdota a una ronda de nietos, es un privilegio que depende de todos y cada uno de nosotros. Paulo lo sabía, y ese era su motivo para sonreír a pesar de la situación mundial.
Y gracias a Rita, por supuesto, quien aportó «el disfraz de astronauta». Las risas corrían por cuenta de ella.
Nena... KEJESTOOOOOO DESPUÉS DE TANTO TIEMPO CERRADA LA HISTORIA!!!!!!!
Quienes leyeron Onírico en vivo, recordarán que se publicó el 29 de diciembre de 2019, y se fue actualizando durante 2020. Bueno, en pleno confinamiento por el Covid-19, cuando todo el mundo entero estaba guardadito, la amiga SonFuentes creó una antología llamada Días de Cuarentena, en donde invitaba a los escritores a crear un pequeño relato que cuente cómo nuestros personajes llevaban la cuarentena.
Y yo le mandé a Paulo y Alba.
Como dice el título, es un spin off, entonces, lo relatado aquí es una mini historia independiente de la novela y la línea temporal. Solo tomé el mundillo, los personajes, conflictos principales, y salió Astronauta.
No lo subí apenas lo escribí para darle la exclusiva a Son, además de que por aquel momento (mayo de 2020) íbamos por la mitad, y no quería cortar el hilo de la historia. Y cuando llegamos al final se me pasó. Hace bocha que lo quería subir, y siempre por un motivo u otro no lo hacía, me olvidaba, no podía, pero hoy dije "Es hoy, basta de postergarlo". 🤣
Pasen por su perfil a leer esa antología, quién dice y encuentran personajes conocidos por ustedes, o descubren nuevos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top