Agua y fuego

El sol aún no había despuntado en el horizonte cuando el escuadrón de rescate se acercó bordeando el casco del imponente barco de guerra de la nación del fuego. Un escuálido grupo de guerreros de agua, armados nada más con armas de madera y algunos cuchillos de mano subieron con el pecho pegado a la fría superficie de acero. A la cabeza iba Lance Mcclain, tal vez sin darle la seriedad que la misión se merecía, pero muy entusiasmado de todos modos.

-Bien, ¿alguna duda antes de entrar? –dijo en un susurro cuando todos hubieron llegado a cubierta y se habían agazapado en las sombras. Uno de sus hombres, de nombre Hunk, levantó la mano casi con vergüenza.

-uhh... si, ¿puedes decirnos por qué estamos haciendo esto? –Los ojos de Lance brillaron de emoción al tener que explicar su brillante plan otra vez.

Para liberar el tesoro de la princesa Allura de las manos de la nación del fuego, solo así recobraremos la paz para nuestra gente.

-Lance, no estamos seguros de que ellos tengan el tesoro. –dijo Pidge acomodándose los lentes en el puente de la nariz. –además, se suponía que el escuadrón de Corran se encargaría de llevar a cabo la búsqueda, ya sabes, los profesionales.

El muchacho resopló herido en su orgullo. No pensaba dejarle toda la gloria al loco de Corran, mucho menos si con aquella misión podría impresionar a la princesa. El sería quien tomara cartas en el asunto.

-Esos son detalles, chicos. –dijo. –mientras el tesoro sea recuperado no importa quien lo haga.

-Si, pero...

-A trabajar, no queremos que los soldados se despierten y nos encuentren discutiendo. –dijo dando por finalizada la conversación. Los tres amigos salieron al trote para tomar sus lugares. Pidge desconectaría el sistema de alarma, Hunk se encargaría de los guardias de turno, Lance entraría a buscar el tesoro.

Fueron casi diez minutos perdido entre pasillos que iban y venían. Todos exactamente iguales y con infinidad de puertas imposibles de abrir. Tuvo suerte en el tercer piso bajo cubierta, no pudo reprimir un chillido de júbilo cuando una puerta cedió. Entró con prisas cerrando a su espalda para encontrar se con lo que parecía ser un dormitorio, pero mucho más impersonal e intimidante con todas esas antorchas rojas y resplandeciente.

-Vale, supongo que aquí no está. –dijo dando un paso atrás. Casi se quedó mudo de la sorpresa cuando, al voltearse, se topó con un muchacho apoyado en la puerta que lo miraba ceñudo y cruzado de brazos. No podía ser un soldado, no al menos en horas de trabajo. Llevaba un pijama color carmín y sus ojos violetas refulgían con recelo y curiosidad. –eh... chico, será mejor que te apartes de mi camino. Soy un guerrero, ¿sabes? Voy armado.

-¿Qué haces en mi cuarto? –dijo ignorando las amenazas. Lance se llevó una mano a la cantimplora de agua que llevaba atada al cinto, pero había algo que no le permitía moverse. Tal vez su clara inferioridad en la situación. Estaba en un cuarto cerrado y lleno de fuego, el muchacho se veía más joven que él, pero no significaba que no supiera controlar el fuego, y en el pero de los casos, nada le impedía llamar a gritos a los soldados. Eso, o puede que hayan sido los nervios que le provocaba la sola presencia del azabache. – será mejor que cooperes, podría prenderte en llamas por allanamiento.

-Vine a recuperar algo que le fue robado a la tribu agua. –dijo parándose erguido, pero su coraje duró solo hasta que el muchacho comenzó a caminar a su alrededor, tan lento y letal como una pantera. –n-no me iré sin el tesoro.

-¿Qué te hace pensar que nosotros lo tenemos?

-Son la tribu fuego, ¿Quién más podría tenerlo sino? –el menor puso los ojos en blanco con fastidio, de pronto su voz ya no sonó tan calmada.

-No puedo creerlo, ¿vas a salir con eso después de tanto tiempo? –Se le había acercado tanto, que sus narices se rozaban, Lance tembló de pies a cabeza, no tanto por el peligro inminente de tener a un maestro fuego enojado cerca como por el delicioso aroma del más bajo. -¿crees que solo por ser maestros fuego, somos malos, no?

-Pues...-

-No tenemos tu tesoro, no lo encontrarás en este barco ni en ningún otro.

-¡Mientes! –dijo Lance y destapó la cantimplora, pero antes de que pudiera hacer cualquier cosa, el muchacho ya tenía una lanza de fuego apuntándole al pecho. Sus ojos refulgían con brillos rojos, pero, al contrario de lo que se podría pensar, no estaba enojado, sino infinitamente triste.

Se escuchó un par de golpes en la puerta, una voz gruesa habló desde el otro lado y al castaño se le pusieron los pelos de punta. Así acababa todo, moriría rostizado.

-¿Keith, estás bien? Escuché ruidos desde mi habitación. –él se aclaró la garganta y respondió.

-No es nada, padre. Solo se cayó un cuadro. –El hombre se alejó, y por casi un minutos, ambos se quedaron en silencio. El alma le volvió al cuerpo a Lance solo cuando Keith deshizo su lanza.

-¿Qué ha sido eso?

-No somos asesinos, ni ladrones... igual que la tribu agua, solo intentamos cuidar de los nuestros.

-Claro, pero nosotros no andamos de matones por el mundo. –replicó estúpidamente, de pronto olvidada que con un chasquido de dedos de Keith, podía quedar reducido a cenizas.

-El agua también puede matar. –dijo Keith. –de la misma forma que el fuego puede dar vida, si sabes cómo utilizarlo. – Sintió sus palabras como un golpe en el estómago, dicho así, tenía bastante sentido. –No tienes que juzgarnos por ser diferentes a ti.

-Quizá el agua y el fuego no sean tan diferentes. –respondió, sin saber por qué, pero al ver la sonrisa en los labios del azabache, todo pareció tener sentido.

-Quizá. –Keith avanzó hasta la escotilla en la pared. Abrió la ventana y una brisa fresca inundó la habitación. –Lamento que no pudieras hallar tu tesoro. Pero ahora tienes que salir, el cambio de guardia será en unos minutos.

Lance asintió confundido, ¿por qué estaba siendo tan amable? ¿Se trataba de una trampa? Aunque le había parecido sincero, sobre todo al sonreír. Trepó como pudo y sacó el cuerpo por la ventana. Las gritas en el metal le dejarían moverse sin problema hasta cubierta, era casi demasiado sencillo como para ser verdad. Se detuvo un momento a mirar al azabache, Keith levantó una ceja sin comprender, o el muchacho no le importaba su vida o era rematadamente estúpido.

-¿Qué esperas?

-Quizá... puedas ir a visitarme a la tribu agua del norte... Es decir, no a mi precisamente. A todos, lo digo para mejorar las relaciones entre nuestra gente... nadie te hará daño, puedes quedarte a dormir conmigo... Ehh... en mi casa, no en mi cama, yo uhh... quiero decir... -Keith rió por lo bajo y se acercó a la ventana para despedirlo con un beso en la mejilla.

-Me encantaría.

-M-me llamo Lance, por cierto. –Dijo el castaño con el rostro tan rojo como la pijama de Keith.

-Me encantaría, Lance. –Quizá iría a visitarlo, quizá aceptaría quedar en su casa, y quizá también, aquel era el primer paso para que las relaciones entre agua y fuego comenzarían a mejorar

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¡Feliz San Valentín para todos! Hagamos que todos los días sean en honor al amor <3 Espero que les haya gustado ^3^ Fui la persona más feliz del mundo al escribirlo, larga vida a Avatar, al Klance y a los cruces de universos :v 

Nos vemos en el siguiente Oneshot, Bai

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