Capítulo único: súbete a mi góndola.
Tus vacaciones en la Costa del Sol acaban de comenzar. Como tu vida es muy triste, te has ido sola de vacaciones, porque todos tus amigos ya tienen sus vidas, sus parejas, sus hijos... Y tú, a tus 40 años, sientes que has perdido toda tu vida pero al menos te quedan las telenovelas de la Nova. Cada día sueñas con vivir una historia de amor como las de Pasión de Gavilanes o Cuidado con el Ángel, pero parece ser que no llega tu momento.
Estás haciendo un sudoku en la playa cuando, por azares del destino, te da por mirar de frente, al mar, y ves algo un poco extraño a la lejanía. No puede ser. "¿Eso que veo ahí a lo lejos es una góndola?" ¿Quién narices iría en góndola por la Costa del Sol? Había que verlo para creerlo. La cosa es que te dio bastante curiosidad, así que decidiste alquilar una barca de estas de pedales con tobogancico de estas típicas que alquilan en las playas del Mediterráneo (no sé si en otras las alquilan o no, no soy una experta en playas).
"Qué caro es esto, co", pensaste al tener que soltar 15 euros para alquilar la bendita barquita. Lo que no pensaste es que estas barcas están pensadas para ser alquiladas entre varias personas, pero como tú no tienes amigos, pues te sale caro. El caso es que acabas alquilando la barca. Pagas los 15 euros y te echas a la mar.
Todo va viento en popa, no hay mucha marea, y estás muy de relax. Al final de tanto relax te acabas olvidando de que hay una góndola navegando por el Mediterráneo como si tal cosa. Empiezas a pensar en tus cosas: "¿me habré dejado la puerta abierta al salir de casa?", "¿habré puesto el dvd a grabar los capítulos de Pasión de Gavilanes que he visto ya 50 veces pero que sigo viendo y grabando como la primera vez?", "¿a qué huelen las nubes?". El caso es que de tanto pensar te acabas alejando de la costa y, cuando te das cuenta, ya has llegado demasiado lejos y te sientes una gran navegante, a la altura del mismísimo Capitán Pescanova.
Entonces, sucede algo que no te esperabas. Aquella góndola que tanta curiosidad te despertaba pero de la que te habías olvidado enseguida al descubrir tus grandes dotes para la navegación acababa de chocar con tu barca de pedales. Ibas a ponerte a gritar y a cagarte en todo lo que se menea, a echarle una buena bronca a quien sea que estuviera llevando la góndola para que aprendiera a andar con más cuidado. Pero, entonces, te fijas que quien hay en la góndola es un rubiazo excesivamente sexy que parece sacado de las telenovelas de la nova. No tienes palabras al encontrarte con tal bellezón. No consigues echarle la bronca.
El rubiazo sexy empieza a hablarte. Pero lo hace en italiano y tú no tienes ni idea de lo que dice, pero asientes con la cabeza, le dices que sí a todo, aunque no sepas lo que te está diciendo. Empiezas a fantasear con liarte con el italiano en la barca de pedales. Y, es que, tu mayor fantasía de la adolescencia era tener un amor de verano con un guiri en la playa. Lo que no sabías es que se iba a cumplir tan tarde. Pero bueno, el amor no tiene edad, y ya era hora de darte una alegría.
El tío buenorro seguía diciéndote cosas en italiano, aunque cada vez con voz más alta y un tono más preocupado. Antes de que pudieras asimilar lo que estaba pasando, te percatas de que tu barca se está hundiendo (entre en agua y los fluidos de tu bubujiji). En efecto, lo que te decía el italiano era que tu barca había encallado y que tenías que salir de ahí cuanto antes.
Tú: Oh nooo, ¿y qué hago ahora?
Empiezas a llorar pero de manera sexy para intentar camelarte al tío buenorro que te acababas de encontrar. Entonces, el tipo te tiende la mano para que te subieras a su góndola. ¡Sí! Te ibas a subir a una góndola con el tipo más sexy que habías visto en tu vida. Por fin había llegado el momento de triunfar.
Llegas a la góndola y te sorprendes de lo limpia que está.
Entonces, también ves que hay una botella de lambrusco y dos copas. Vaya vaya, parece que tenía pensado tener visita. Te quedas mirando el lambrusco.
Tú: Si bebes no conduzcas.
Rubiazo: ???
El rubiazo te dice que lleva dos copas porque nunca se sabe cuándo va a tener una interesante velada en la góndola. Pero te lo dice en italiano así que tampoco es que te enteres. Intentas mantener una conversación con él así que empiezas a hablar en castellano pero más alto de lo normal porque te crees que así te entiende mejor, cuando la verdad es que por mucho que hables alto, tus palabras no se van a traducir automáticamente.
Tú: HOLA, ME LLAMO ______ *esto es para que insertes tu nombre porque se supone que es un xreader jaja salu2*
Parece que el italiano entiende lo que le has dicho, así que se presenta y te dice que se llama Caesar. Tú también entiendes cómo se llama porque tampoco es que haya muchos problemas para entender lo que te están diciendo cuando te hablan en italiano.
Y, entonces, Caesar te ofrece un poco de lambrusco. Y tú no le dices que no. Hoy pillabas.
Empiezas a beber lambrusco y comienzas a abanicarte con pose sexy. Entonces, Caesar empieza a decirte moñadas en italiano, a lo que no te puedes resistir. Te abalanzas sobre él y le comes la boca y el bigote, porque llevaba un bigote bien cuidado y sexy. Y parece que él no se extraña. Debe estar muy acostumbrado a estas situaciones.
Entonces, Caesar te pregunta en italiano algo que no entiendes.
Tú asientes y sigues morreándole, pero vuelve a preguntártelo.
Al final, empieza a hacer gestos y te enteras de que la pregunta es si te has duchado hoy.
Le dices que sí aunque sea mentira, porque la verdad es que no te duchas mucho pero no podías decir ninguna cosa que espantara al yogurín que tenías enfrente, que se le veía muy pulcro y limpio. De hecho, olía muy bien, como al jabón del Mercadona ese de glicerina. Una maravilla.
Te gusta tanto como huele que empiezas a lamerlo, y entonces sucede la magia. Caesar se quita el traje hortera que lleva y te pones a silbar porque está como un tren. Como bonus, estornudas y sueltas la siguiente frase, que es la que siempre usas para ligar.
Tú: Achús, soy alérgica al polvo y tú tienes unos cuantos.
La verdad es que esa frase no te había funcionado en la vida, pero aquí daba la casualidad de que el chavalín en cuestión al que te querías ligar no tenía ni idea de castellano, así que tenías la suerte de que no te entendía y tu frase lapidaria no iba a cortarle el rollo. Si es que todo te estaba saliendo de perlas.
Te quitas el bañador del Oysho mientras estás lamiendo el limpio cuerpo del italiano, porque sabes hacer dos cosas a la vez y querías mostrarlo. Caesar también te chupa a ti, pero cuando pasa cerca del sobaco pone mala cara y deja de chuparte. Todo apunta a que te canta el alerón. Pero, ¿qué se le va a hacer?
Caesar va a tu bubujiji y parece que va a chupártelo. Pero, sorpresa, también huele a sudor. Si es que no se puede ir por la vida sin ducharse. El chaval pone mala cara otra vez, pero tú pasas de ello y le chupas el bigote para que se anime.
Pero la cosa es que Caesar se para y pone cara de frustración. No le gusta que la gente no se duche. Así que te pone una excusa mala para decirte que se tiene que ir.
Caesar: *traducido al castellano* Me tengo que ir porque tengo que bañar a mi pez.
Suena a excusa mala, pero viniendo de Caesar nos podemos esperar que sea verdad y bañe a su pez todos los días. Así que se pone la ropa y te dice que te va a llevar a la orilla. Tú también te pones el bikini y carita triste.
Cuando llegas a la orilla, Caesar se va en su góndola hacia el horizonte y tú le miras apenada porque la cosa no haya ido a más. Te has quedado sin polvo. Y, encima, el señor del alquiler de barcas de pedales está ahí pidiendo explicaciones de dónde está tu barca, la cual vas a tener que pagar con tus ahorros de toda una vida.
Y así es como acaba esta triste historia con final trágico y una moraleja que jamás se te podrá olvidar: dúchate todos los días.
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