Había veces en la que no veía a Sumiyoshi y eso le desesperaba, pero, el no poder verlo y escucharlo gritar, le era peor. Y sí, porque él amaba incondicionalmente al joven Doncel qué ahora mismo estaba dando a luz a su primogénito, sentía las manos temblarles, nervioso, tímido y asustado.

Y él llanto potente se hizo escuchar.

El bebé de ambos había nacido sanó y a salvó, para suerte de ambos. Pero había un problema desde qué el pequeño Tanjiro había nacido.

Yoriichi, se negaba a tomarlo en brazos.

Y es que temía hacerle llorar o lastimarlo. Yoriichi era alguien tan inseguro qué no quería correr riesgos, se mantuvo al margen, besando de vez en cuando su frente y de vez en cuando acariciando sus pómulos rosados. Era un niño precioso, con una gentil expresión, parecido a la de su amado.

Una curiosa noche, cuándo los grillos cantaban y las ranas pedían agua, Sumiyoshi se encontraba sentado sobre las maderas del suelo de su casa, moviendo sus piernas, lento y con parsimonia.

-¿No puedes dormir?

El Kamado levantó su mirada, cansada, en efecto el pequeño bebé sollozaba pequeñamente mientras lo mecía.

-Lamentó haberte despertado a tales horas, Yoriichi-san, al parecer Tanjiro-chan no puede dormir

Sumiyoshi estaba cansado. Así qué Yoriichi se animó a sentarse a su lado e indicarle qué le pasará al pequeño.

-Pero...

-Está bien, Quiero hacerlo

Sumiyoshi entonces le sonrió y le entregó a su pequeño, quién en brazos de su padre, sonrió.

-Yoriichi-san, le agradas Tanjiro-chan

Sumiyoshi juntó sus manos y le sonrió cerrando sus ojos, Yoriichi se mantuvo serio, no quería correr ningún riesgo.

-Ara Ara, Yoriichi-san lo hace bastante bien

Suyako se había levantado, al parecer, para ver si Sumiyoshi había hecho dormir al pequeño. Sin embargó se vio muy contenta al ver como Yoriichi sostenía a su pequeño en brazos.

Quizás ahora, podrían dormir un poco.

Fin