Zaphiri x Krest
Krest es un rey tan amable, que incluso ha hecho grandes cosas por sus habitantes, entre ellos fue darles la valentía pare enamorarse y anunciar bodas de parejas.
Krest tenía claro que el amor podría triunfar en la tierra que estaba llena del caos, sin embargo el mismo monarca juraba que para el, no habría nadie más, el solo estaba dispuesto a ayudar a los necesitados de amor a encontrar su media naranja, ya que ese era el motivo de su basto conocimiento, pero sus más leales seguidores comenzaron a preocuparse, el monarca ya estaba pasando sus días, necesitaba un heredero, ya fuera de alguna mujer o un hombre.
Esa mañana Krest estaba en la sala del trono, miraba a una pareja que venía a agradecerle la bendición y los encuentros, cosa que Krest se limito a darle más bendiciones, puesto le gustaba que su gente estuviera contenta.
Lugonis se presentó ante el, una vez que esa pareja se fue, hizo una reverencia y finalmente miro al joven rey.
— Deberías buscar pareja, el trono necesitara un heredero amigo mío.
— Ya les he dicho que el amor para este rey no existe. Que posibilidad tenga que haya un heredero, lo más seguro es de que este rey se caiga, deberían a futuro elegir a su siguiente gobernante.
Las palabras de ese rey sonaron tan secas, realmente sorprendieron al pelirrojo que no sabía cómo reaccionar y es que pronto su mente le hizo recordar algunas cosas.
— Debería a menos conocer a gente, hay un hombre muy poderoso de las regiones desérticas, busca una pareja para brindar a su reino estabilidad, posiblemente ustedes dos...
— ¿Que dices? No es posible, podría ayudarle a buscar una pareja nada más.
Lugonis noto aquello, solo para aceptar, esperando que una vez que viera al dichoso hombre cambiará de opinion.
La semana paso rápido y tras la llegada de la siguiente Lugonis apareció, más no venía solo, Ilias y otro hombre venían con él.
Ilias hizo una reverencia y hablo de manera cordial, cómo si estuviera por presentar a la persona más importante.
— Alteza, presentó al faraon de las tierras desérticas, vencedor en innumerables veces en la guerra contra los enemigos de otros continentes, Zaphiri, el rey escorpión.
El hombre de piel morena y cabellos oscuros, vestía como si se tratara de un faraón, sin contar que su joyería era tan llamativa para todos los presentes, la mirada de ese hombre era tan fría que muchos jurarian que no buscaba nada bueno. Krest noto algo extraño, incluso su corazón salto de manera rápida, que a los minutos reaccionó de manera más relajada.
— Bienvenido a mi reino, rey escorpión.
El moreno no dijo nada solo movió su cabeza en una seña de asistencia, poco después los presentes dejaron la sala del trono, para que ambos pudieran tener una charla más tranquila, el monarca lo guió hasta una pequeña mesa en donde había dos sillas, cerca de ahí había bebidas alcohólica.
— Me he enterado que usted busca una esposa, dígame los gustos y podría buscar su otra mitad.
Zaphiri a principio no hablo, ni siquiera se había movido de su lugar de inicio, solo se limito a ver a ese rey, tenía preocupación, pero una vez que se acercó solo fue para escuchar ese simple comentario.
— No importa mucho lo que busque. Solo quiero conseguir un heredero, ninguna persona en mi pueblo fue lo suficiente digno.
Hablo con franqueza, mientras miraba a ese rey.
El ropaje de ese faraon era tan llamativo, dejando ver el cuerpo esbelto y bien trabajado, incluso su cabello, que no era tan largo, su vestimenta costaba de dos partes. Pero para Krest no le importaba en absoluto, solo se limito a verle, solo para sentir como su corazón latía rapidamente, incluso mirarlo le provocaba aquella sensanxion extraña.
— Bien... Entonces llamaré a unos cuantas personas, para que puedas elegir a una y vayas conociendo...
— Porque intentamos entre nosotros dos, no necesito un plebeyo para tener a mi descendencia.
— ¿Que?
— En mis tierras, el gobernante se debe enlazar con alguien de su misma categoría. Y por lo que estoy viendo tu eres perfecto.
— Espera yo soy un hombre, aparte no eres mi tipo.
— Que seas un hombre no importa, hay hombres que pueden concebir y por ver tu cuerpo me es suficiente que eres uno de ellos.
— Deja de burlarte.
— ¿Acaso no lo ves?
El azabache se acercó tanto, logrando dejar sus manos sobre los pequeños hombros de ese rey, quien no tardó mucho cuando bajo la ropa, dejando al descubierto la parte superior de ese pequeño cuerpo.
— Los hombres capaces de concebir, tiene un cuerpo similar al tuyo, piel suave, caderas anchas y unos lindos rasgos femeninos. La única manera en que se sientan atraídos es por el llamado, el llamado de su pareja destinada, así como unes a la gente, así son unidos, los pequeños donceles cómo lo conocen la mayoría de la gente se basan por el destino.
Krest estaba tan sorprendido e incluso comenzó a creer que era una idea ridícula, pero aquello se desvaneció ya que había recordado como había pasado, incluso había hombres más pequeños que otros, cosa que le hizo quedar en silencio y pensar con claridad.
Sin embargo sus labios se movieron, intentando negar todo aquello.
— Pero yo soy el monarca no puedo tener un destinado, no puedo tener pareja.
Para el moreno aquello no fue tan lo suficiente sugerente cosa que terminó por acercarse, mientras sus manos le impedian cualquier escape, su cuerpo aún estaba al descubierto, Krest se sentía vulnerable, incluso su voz no salió, ya que ansiaba pedir ayuda, lentamente los labios del moreno tocaron los suyo, buscando relajar ese momento, Krest comenzó a sentir esa extraña sensancion, su cuerpo se erizo y comenzó a seguir el suave beso, sus manos que los apretaba lentamente dejaron de hacerlo, solo para parecer lleno de necesidad.
Zaphiri pudo sentir aquella tranquilidad que desde hace mucho tiempo no tenía, incluso la tensión que ese pequeño generaba desapareció, solo para luego sus manos continuaron el pequeño recorrido que hace momentos deseaba.
Suaves jadeos y pequeños gestos de parte del menor fueron suficiente para que Zaphiri continuará besando, incluso bajando por el cuello, dejando marcas. Krest estaba tan sumido en el deseo que parecía desead más, de no ser que su mente le hizo regresar que fue capaz de empujar al faraon. Su rubor era tan notorio mientras sus manos hacían lo imposible por ocultar ese cuerpo.
— Es usted un pervertido. Llamaré a los guardias para que...
— No lo harás, sabes bien que nosotros somos destinados.
De nuevo se acercó, está vez sin hacer mucho, cosa que causó que el pequeño monarca le mirada con el rubor notoriamente, que incluso alejo la mirada esperando no ser descubierto, estaba nervioso, no podía creer que un hombre lo pusiera así, nadie lo había hecho, los "pretendientes" que había tenido jamás había sentido algo así.
— Vete... No quiero verte...
— ¿No quieres? Se bien que eso es mentira.
El moreno le tomo del mentón, de.manera suave le hizo que girará su vista, logrando ver esos hermosos orbes cafeces.
— Se que tú me buscarás, estarás necesitado, no hagas que yo pierda mi paciencia y te busque... Porque no seré tan suave.
Le beso la frente de manera cariñosa y amorosa, cosa que sorprendió tanto al rey, quien pronto lo miro irse. Su cuerpo aún estaba necesitado, pero era algo tan estúpido, temblaba en absoluto, imaginándose que fuera capaz de muchas cosas aquel hombre.
_
Habían pasado ya dos días desde aquel suceso, dos días que pasaba en su habitación sintiéndose extraño, cómo si tuviera fiebre, incluso su cuerpo reaccionaba diferente al tacto de él o de otro. Ya que con el se sentía estimulado, buscando con más desespero los roces, de otro se sentía asqueado, se negaba a ser tocado, incluso su mente le jugaba una mala pasada, ya que le hacía imaginar a ese hombre sobre el, mientras sus manos rosaban si cuerpo, imaginándose ser tocado por él.
Lugonis había notado aquello realmente no sabía cómo ayudarlo, ya que desde que estuvo así, solo se limitaba a dar pequeñas quejas ese gobernante.
Cómo último recuerso termino por llamar a ese faraon, ya que había escuchado de parte de él que tenía la solución de aquello y en efecto.
Después de unos minutos, Lugonis se encontraba a su lado, explicando cómo su rey seguía sumido en esa fiebre que no cedía con nada.
— No es una fiebre cualquiera, le advertí a él que me buscará, déjame a solas con él, que nadie nos interrumpa.
— Usted... ¿Que hará?
— Solo haga lo posible que nadie nos moleste.
Zaphiri jamás alejo la mirada de ese rey, quien parecía dar suaves jadeos, mientras parecía hacerse bolita sobre la cama, pudo notar el cuello y pecho al descubierto, sin contar que sus manos parecían buscar tocar con torpeza su cuerpo. Lugonis a principio no iba a dejar a su rey solo, pero al ver la firmeza de ese hombre termino por irse, dejando a ambos solo, Zaphiri se acercó, tomo asiento en la orilla de la cama, logrando acariciar aquella mejilla.
— Te dije que me buscaras...
Su voz sonó suave, mientras no dejaba de acariciar esa suave mejilla, incluso comenzó ver cómo el rey se dejaba más, a tal punto de entre abrir sus ojos y suplicar que le ayudará.
Cosa que el mayor lo hizo, alejo la sabana y comenzó a dar suaves caricias a ese cuerpo, quitando poco a poco esa ropa.
Los roces de ambos labios, eran perfecto, Krest estaba sumido en el deseo, a tal punto que sus manos buscaban con desespero tocar la piel y aferrarse a él.
Zaphiri haría un buen trabajo, tenía muchas cosas para ese monarca, llevarse y tener una vida plena en el desierto, le importaba poco el reino donde ahora residía, necesitaba a su pareja a su lado, más si llegaba a concebir, el era muy posesivo, aún más cuando se trataba de las cosas que más deseaba en el mundo.
Ahora que había encontrado a ese monarca no lo dejaría ir tan fácilmente.
Las horas pasaban y parecía que ningún de los dos quería detenerse, era como si se hubieran contenido durante mucho tiempo, ambos cuerpos estaban sumido en el deseo y calentura, no querían detenerse en ningún momento, en muchas ocasion, Zaphiri era un salvaje, a tal punto de dejar claro su título como el rey escorpión.
[...]
Después de ese encuentro, Krest abrió sus ojos, sentía que había dormido demasiado su cuerpo se sentía mejor.
Sin embargo las marcas eran notorias por todo su cuerpo, entre sus piernas había marcas de dientes que dejaba claro que se había metido con un hombre, cosa que le hizo sentir tensión, los vagos recuerdos le habían ver borroso y solo le hacían imaginar que se trataba de ese faraon, Lugonis entro después, está vez iba a despertar al monarca y ayudarle a limpiar, ya que había pasado bastante tiempo.
Krest estaba confundido que incluso pidió saber quién se había metido con el.
Durante la ducha, Lugonis le ayudaba a limpiarse, mirando las marcas y moretes que había por todo su cuerpo, en cierta forma el monarca sentía vergüenza.
— Descuide señor, esto no saldra de esta habitación.
Las palabras de su amigo fueron sinceras y confiables, aún así tenía que mantenerse a margen.
— ¿Dónde está ese faraon? ¿A encontrado a alguien en específico?
Lugonis quedó en silencio por unos segundos y es que recordó lo que ese faraon le había dicho. Especificando que no debía decirle nada del encuentro que tuvo con ese monarca.
— No, solo dijo que no quería meterse en problemas y a decidido a regresar a su pueblo.
— ¿Se... Fue?
— Si.
Krest sintió un hueco en lo más profundo de si, parecía que ahora esa idea no le gustaba.
— ¿Sabes si el piensa regresar?
— No se señor. Mentiría si le digo que si.
— Entiendo...
Tras aquello, la tristeza de Krest surgió, incluso intento seguir con su arduo trabajo de llevar su nación a una paz con otras naciones, pero la soledad lo seguía invadiendo, la extraña sensancion no sé desvanecia.
Muchas veces se levantaba demasiado tarde, en otras pasaba en los jardines intentando distraerse, su mente comenzaba a llamar a ese tipo que durantes ese corto periodo de visita había sido el mejor de todos.
Sin embargo todo esas tristezas comenzaban a ser más molestas, ya que Krest dejo de comer por el simple hecho que la poca comida que ingeria era regresada, los médicos revelaban que era por la abundante tristeza que pasaba el gobernante, sin contar que esos costantes mareos era por lo mismo.
Sin embargo con el pasar de las semanas el pequeño gobernante recobro los sentidos e incluso hasta fue más, ya que había comenzado a tomar algo de cuerpo, a tal punto dejar su estómago notoria. Que incluso la ropa holgada que usaba habitualmente era visible.
Lugonis incluso comenzó a ponerlo a dieta pero fue imposible.
Finalmente cómo último petición, Krest exigió ir a ver al famoso rey escorpión, exigiendose que debía estar a su lado, sin embargo no sabía que problemas podía llevarse estando en esos pueblos del desierto ¿Verdad?
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Hola gente
Vengo a dejar una pequeña información.
Krest en esta historia es de una region que está entre lo oriental y europeo. Aunque no encuentro la vestimenta que podria usar nuestro querido Krest, así que use la típica vestimenta tradicional de china.
Zaphiri por otro lado, sabemos que es de la regiones desérticas, pero sería como si fueran egipcion así que utilice una ropa que podría ir un poco acordé a lo que podría describirse. Solo que en vez de usar la cabeza de un perro sería algunos detalles de un escorpión.
Así quedaría perfecto.
Así que hasta aquí pronto continuaré una segunda parte.
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