Minos x Albafica
Minos es un se de oscuridad, mira desde la oscuridad lo brillante que es un jardinero, se siente celoso al no estar ahí, por el simple hecho de que el sol daña su cuerpo y no, no es un vampiro, sino que es un ser diferente, que la poca iluminación podría dañarlo, mirando siempre ese jardinero, viendo como sonrie, lleno de emociones cosa que el no podría darle.
Lo conoce desde que era un bebé, conoció a su padre, sabe quién fue y por desgracia la partida de su padre hizo ser un hombre serio, por fortuna, en su pequeño jardín, que era todo lo contrario ya que era inmenso jardín, se le veía contento, lleno de emociones como nunca se explicaría.
Quedo ahí sentando por horas, viendo con atención a ese joven quien no dejaba de trabajar en su jardín.
Ese niño no sé alejaba, la fortuna que su padre le dejo, le daba tiempo para pasar en ese inmenso jardín.
Albafica era seguro de sus palabras y una vez cruzando las puertas de esa casona, al interior, se volvía un hombre frío, que muchos conocen, ya que tenía una reputación inexplicable.
Cuando dejaba solo su jardín, sentía que alguien vagaba en el y en muchas veces intento descubrir de que pudiera ser, pero nunca tuvo esa oportunidad. Mira desde el ventanal, quiere ver algo inusual en ese extenso jardín quiere saber que es lo que se esconde, ni siquiera su padre pudo adivinar, sin embargo ese tiempo su padre no le molestaba incluso podía ver qué dejaba fruta que en ese jardín se daba, incluso pequeñas notas.
Regreso a su asiento, se recargo unos momentos solo para ver a ese tipo que se encontraba hablando de cosas estúpidas, Manigoldo es un amigo, le cae bien a pesar de ser un idiota, incluso su padre intento hacerle un matrimonio arreglado, pero a final de cuenta lo dejo pasar.
— Albafica, veo que no estás muy concentrado en mis palabras.
— Lo lamento, pero no... Estoy un poco...
— Supongo que quieres tiempo, no quiero molestarte.
Había sido tan simple, pero así era, Manigoldo podía entender las veces que su amigo necesitaba tiempo, incluso al verlo ponerse de pie, Albafica hizo lo mismo, acercándose solo para darle un abrazo.
— Gracias...
Aquello hizo ruborizar un poco al mayor, más no hizo nada más que regresarle el gesto, Manigoldo tenía mucho cariño, pero aceptaba la idea de su amigo, de que Albafica no lo amaba y él respetaba eso.
— De nada, para eso somos los amigos, si necesitas algo puedes llamarme, eso lo sabes ¿Cierto?
— Cierto, lo haré si lo necesito.
Tras decir aquello., Manigoldo partió, dejando a un Albafica más tranquilo.
La tarde estaba llegando, Albafica haia salido al jardín, miro una última vez sus rosales, incluso recordando la primera vez que su padre los plantó, solo para dejarle el cargo a su niño. Sin embargo se detuvo miro hacia la pequeña zona, una mesa de piedra que estaba en el medio, dónde usualmente se dejaba un tazón con fruta, que desde que su padre murió permanecia vacía.
Camino hasta ese sitio, solo para seguir con esa tradición, aunque no sabía a quién se lo daría, suponía que se trataba de duendes o ninfas, que pudieran cuidar su jardín, haciendo eso como su padre le dejo el tazón lleno de frutas.
— Supongo que las palabras escritas seran en otra ocasión.
Dijo así mismo, solo para acomodar la fruta, aunque dejo una hermosa flor blanca al costado de ese tazón.
Para esa misma noche, ese misterioso Minos apareció, entre las sombras, su mirada fue directamente hacia la rosa, quien le parecía muy hermosa, al tocar pudo sentir la delicadeza de este, haciéndole sentir algo diferente a lo que sentía por Lugonis en ese tiempo, Albafica era alguien importante.
La noche solo se limitaba a ver la rosa que terminaba por llevársela, dejando el tazón lleno de esa fruta, a la mañana siguiente Albafica iba a revisar, dándose cuenta que la fruta seguía ahí, pero la rosa ya no, confundido por aquello, se limito a seguir haciéndolo, dejando fruta y rosa, pero siempre era lo mismo, la rosa.
— ¿Por qué?
La pregunta sonó por los aires, era una mañana de verano, Albafica estaba algo triste, la fruta que creía deliciosa no era así, ya que siempre permanecia en ese tazón, cosa que Minos se dió cuenta y esa noche, Albafica siguió ahí, esperando encarar al ser que estuviera en su jardín. Minos lo miro en plena oscuridad, la luz de la luna lo hacía ver hermoso, delicado, parecía que ese manto luminoso hacia un excelente trabajo, sentía su pecho brincar, su corazón parecía estar emocionado e incluso no le importo y comenzó a caminar.
Movio los arbusto, logrando obtener la atención de esa persona, esos orbes zafiro lo miraban atento, agradecía que la mitad de su rostro estaba cubierto por una máscara, así que el miedo no era tanto.
Ninguno de los dos podía hablar, estaba tan sorprendido, aunque el hombre que recibía en el jardín no podía hacerlo, solo podía permanecer en silencio, mientras miraba en la oscuridad.
— ¿Tu eres aquel que permanece en mi jardín?
Albafica sintió un escalofríos, más al notar que era más alto, sin contar que ese hombre tenía una especie de cráneo de algún animal cubriendo la mitad de su rostro, que era imposible ver sus ojos o algo, podía distinguir la larga melena albina de ese tipo, sin embargo le parecía extraño.
Minos comenzo a dar unos cuantos pasos más, creyendo que ese chico finalmente lo aceptaría, pero se dió cuenta de la realidad.
— Esto debe de ser una broma, debes de ser un ladrón...
Esto asustó tanto al mayor, quien estaba retrocediendo, incluso a tal punto de huir como si fuera humo, ocultabdose en lo más oscuro del jardín. Albafica quedó paralizado, ¿Que había visto?
Al darse cuenta de su error intento remediarlo, dejando esos habituales ofrendas, pero no había caso, ese ser dejo de presentarse.
Y si lo hacía solo era para verlo por unos momentos e irse.
En la oscuridad absoluta, Minos se encontraba viendo la docena de rosas blancas que había conseguido por día, se veían hermosas y parecían iluminar su entorno, sin embargo ese sentimiento no era más que una simple mentira, ese chico que alguna vez creyó sentir algo le hizo sentir mal, lo desconocía por completo, no había tenido esos tipos de sentimientos en un largo tiempo.
Y como cada noche iba a verle de lejos, pero que caso tenía ni siquiera podía decirle algo, sus palabras no salían, tenía prohibido hablar si eso hacia tendría problemas.
Esa noche, lo miro irse, se acercó a la pequeña ofrenda, mirar una vez más esa rosa que se iluminaba por la luna, solo para escuchar la voz que lo hizo estremecer.
— No te vayas...
Ese ser se giro, mirando atento al chico que se encontraba de pie, se veía hermoso, sin embargo alejo su vista, el menor pudo notar aquello, por el simple hecho al darse cuenta de cómo apretaba sus manos, a tal punto de dañarse, esto asustó al peliceleste quien se aproximó a tomar las manos de este e impedir que se hiciera más daño.
— No lo hagas, solo ten en cuenta que no salió bien...
El sujeto lo miro, incluso noto esa preocupación y su corazón comenzó a latir aún más rápido, estaba tan cerca de él, incluso podía sentir la calidez que irradiaba.
— Yo quiero disculparme... No debí tratarte mal.
Sin esperar una respuesta, lo abrazo, que clase de persona se atreve a abrazar a alguien desconocido, era evidente que no se conocían en absoluto, incluso el mayor pensaba eso también, que ni siquiera pudo hacer lo mismo.
— ¿Por qué no dices algo?
Se alejo, está vez mirando el rostro, aunque esa máscara impedía ver con claridad, posiblemente era el rostro de este, pero había veces que podía moverse de su lugar.
El albino no dijo nada, solo se alejo de ese chico y desapareció como si fuera humo, huyendo a la oscuridad de aquel bosque.
Los días posteriores, Albafica iba todas las noches, lo esperaba aunque era evidente que no aparecía y si lo hacía pronto huia al verlo ahí.
Aunque poco a poco esos dos comenzaban a acercarse, los días pasaban y el inicio de invierto estaba próximo, los rosales y los demás árboles que no eran de esa época se secaban, como un método de cuidado, haciendo imposible ocultarse para ese ser, tomando otro lugar que uno de los cobertizos viejos de esa casona.
Ya que era un lugar que Lugonis le había entregado, ahí pudo encontrar su amadas rosas ya seca, debido al tiempo, dió un suspiro y como todas las noches salía solo para ver a ese chico abrigado, el no sentía el frío en absoluto, pero se sentía diferente preocupado porque ese humano pudiera resfriarse y enfermar.
En las épocas de nevada, ese albino quedó sentando, enfrente de esa mesa de piedra, no esperaba nada, eran los días para extremos, ni siquiera el humano saldría. Por ende tomaría un poco de tiempo, llevo su mano a la máscara quitando por completo y dejándola a un costado, alzó su vista al cielo, sintiendo esos helados copos de nieve que caían en su rostro, sin embargo sintió una presencia y cuando quiso ponerse la máscara de nuevo había sido demasiado tarde, ese chico estaba tan cerca.
— Este... Eres tú...
Hablo bajo, capaz de ser escuchado por el albino, quien se había sorprendido por la repentina presencia y aunque más lo sorprendió fue no a verle sentido antes.
Quería huir, estaba tenso que no podía usar su poder y escapar fácil, aún más cuando sintió los delgados dedos de ese chico tocar su mejilla, alejando ese fleco albino y finalmente ver sus orbes.
Albafica en cambio, quedó asombrado, cómo una persona o algo extraño vivía ahí, estaba bien abrigado, usaban una bufanda que podría cubrir la mitad de su rostro, el frío era insoportable y más en la noche, había salido con la intención de dejarle un aperitivo pero se llevo una sorpresa, verlo ahí sin su mascara, se acercó tanto como pudo, logrando estar a pocos centímetros de él, solo para verle mejor.
— Habla, dime algo... ¿O estás enojado conmigo?
Era algo confuso, Albafica no entendía porque ese tipo no hablaba, pero el albino no parecía muy seguro si debía hacerlo en absoluto.
— Está bien, no voy a obligarte, pero...
Sus manos las depósito en la mejilla de ese podía sentir lo tibio que era, comparado de sus manos que estaban frías, solo para unir sus labios a los del albino, dejando perplejo a Mino.
No queria tocarlo, pero la sensación era inexplicable, quería saber cómo continuar, quería saber cómo responderle, pero su poco conocimiento de esto era algo inusual y simplemente quedó estático, cómo si de una roca se tratara.
Albafica noto aquello y de una manera decepcionada de alejo.
— L-Lo siento... No debí hacer eso...
Alejo su cuerpo, quedando arrodillado enfrente del albino teniendo su vista baja, sus manos estaba enfrente que parecían moverse de manera nerviosa.
— Me iré... Por cierto toma...
Dejo el tazón lleno de fruta, entre ellas y en lo más alto había una rosa de plástico, aunque era evidente que a Minos no era de su gusto las rosas artificiales, sin embargo lo guardo con recelo, una vez que ese chico huyó de ahí.
En las siguientes estaciones, Minos salía,está vez durante el día, estaba debajo de la poca sombra que los árboles estaban generando, pudiendo ver a cierto chico a lo lejos, que de vez en cuando le daba un saludo y este respondia. Poco a poco Minos iba entiendo, iba comprendiendo como tratar al humano, ya que este se acerca y le daba besos en la mejilla y en algunas veces en los labios.
Ers un poco complicado, pero se iba acostumbrando.
Y es que después de haber hecho sentir mal al chico se dió cuenta que había sido cruel y no decirle o buscar una manera de decirle que desconocía todo, por ende durante días enteros pasaban juntos tenían extensas charlas que Albafica era el único que podía escucharse hablar.
— Siempre he tenido curiosidad... ¿Por qué no hablas? Acaso ¿es algún tipo de ley para ti?
Minos miro atento, aunque pronto dirigió su vista hacia enfrente, pensando en una manera de explicarle, regreso su vista y comenzó a hacer unos intento de señas, moviendo sus manos de muchas formas, en un principio Albafica no entendió y simplemente le detuvo.
— Espera, no te preocupes, es algo natural que no puedes explicarme bien tu asunto no estoy molesto.
Con eso se puso de pie, después de dejarle un beso en la mejilla, solo para así despedirse e irse.
Minos en cambio, quedó ahí, viendo como esa persona se iba y es que él junto a sus demás colega porque no era el único, no podía hablar, debido a lo que era una sombra, algo inexistente al mundo mortal, eran como fantasmas, demonios o cosas así, no tenían un trabajo en absoluto que pudiera hacer, solo eran seres oscuros.
El pasar de los años fue tan rápido, Minos cada vez veía a su joven chico madurar incluso lo fue viendo envejecer, cosa que podía notar la tristeza de ese chico.
— Es increíble como los años pasan y tú sigues viendote tan joven...
El albino que durante la presencia de ese peliceleste se quitaba la máscara miraba un tanto triste.
— Cuando me vaya, espero visitarte verte por lo menos unos momentos.
Esas palabras parecían de despedida, Minos intento hacerle olvidar eso, así que hizo todo lo posible para que no pensara en eso, moviendo sus manos y hacerle ver qué no era necesario.
Y esa noche...
Minos estaba ahí, la oscuridad de la habitación daba a entender que algo no estaba saliendo bien, la poca iluminación era perfecta y era por qué estaba minos ahí.
— Minos...
Le llamo, tomo su mano por última vez se sentía tan heladas en pleno verano. Minos finalmente revelo la verdad le estaba doliendo el pecho, no le gusta a eso.
— Te amo, nosotros no hablamos porque... Podremos morir al hacerlo, pero ahora que tú no estarás conmigo no tengo porque seguir vivo...
Albafica quedó sorprendido, sus orbes se abrieron, era increíble como ese tipo había estado en silencio durante tanto tiempo, se sintió feliz al saber su sentimiento e incluso se sintió realmente diferente al saber que el también iba a morir.
— No debistes, pudistes...
— No, no puedo más, he soportado tanto sin poder decirte.
Finalmente tuvo la iniciativa, se acercó, beso esos arrugados labios, cómo una muestra de despedida, ya que lentamente se iba desvaneciendo cómo si se tratara de un humo, cuando se separó logro darle una sonrisa triste, con una pequeña lágrima caer por su mejilla, cosa que Albafica le dolió y como si fuera algun veneno lo siguió, cerrando sus ojos y cayendo en el sueño eterno.
[...]
Ha pasado bastante tiempo, y en ese tiempo se ve dos personas en el jardín, en esa mesa de piedra, sus charla se escuchan por esa zona y muchos de lo que limpian y arreglan el jardín, solo lo ignoran saben de quién se se trata, a menos a uno de ellos.
Un pequeño niño de cabellos celestes caminaba por ese inmenso jardín, la sombra era poca y el verano ya estaba de salida, aunque se detiene, al ver a dos seres casi transparentes recostado en el árbol, la sombra es notoria siente un poco de miedo y solo huye de ahí, en cambio Albafica que miro aquel niño solo se ríe, solo para apegarse más a ese sujeto que se encuentra a su lado, su juventud regreso y con él, el amor eterno que le tenía a esa persona, que en estos momentos lo tiene a su lado.
Fin.
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Estuve escuchando soundtrack melancólicos por eso nació la historia haha
Hasta la próxima.
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