El verdadero Origen de Milo (MxC)

Hola. Una historia especial y extremadamente larga, solamente quiero aclarar, que aqui por primera vez, creo yo, he utilizado un poco el termino de Omegaverse. ¿A que me refiero? que los dos protegonistas representan el termino de Alfa y Omega, como uno de los personajes mencionados representa el Beta. 

Sin mas que decir espero y les guste. 

Pareja: Milo x Camus. 

Se me ocurrido por pensar en cosas locas.


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Los días en el santuario iban de lo mejor. Cada quien se encontraban en sus entrenamientos y durante ese tiempo. Athena hacia de las suyas. ¿A que nos referimos? Simple. 

—Athena, usted cree que realmente Milo quiera saber acerca de eso —hablo el pontífice quien detonaba unos nervios. 

—Tiene que saberlo, ya han pasado por mucho y sin embargo pienso que sera algo bueno para su antecedentes —hablo la diosa con suma calma. 

—Entiendo, llamare a Milo —dijo el maestro. 


Milo se encontraba en el coliseo, se encontraba conversando con su compañeros, Kanon y Aioria. Ambos reían de la situación, puesto en ese momento se encontraba siendo bromas pesadas y quien había caído había sido Aldebaran. 

—¡JA JA JA! —rieron. 

—¡Esto es gracioso! —exclamo Aioria entre risas. 

Cuando finalmente habían concluido y debido al presente santo de bronce, hicieron que su broma quedara en el pasado. 

—Maestro Milo, el gran maestro pide su presencia en el templo principal —hablo Hyoga quien en ese momento estaba presente. 

—¿El gran maestro? —pregunto lleno de duda. 

—¿Acaso hiciste algo y no nos dijiste? —pregunto Kanon con burla.

—No, no he hecho nada malo, acaso sera... —susurro, mas pronto se giro a ver al discípulo de Camus. —¿Por que te mando a ti? —pregunto. 

—No lo se, tal vez fue porque estaba con los demás —hablo relajado. 

—Bueno —dijo. 

Durante su camino, Hyoga caminaba a unos pasos detrás de Milo, el ruso veía de manera tranquila a su maestro, puesto para él, había aprendido también. 

—Maestro Milo, si le llegara una noticia buena, ¿usted la aceptaría? —pregunto. 

—¿A que te refieres? —pregunto curioso, mientras detenía el paso. 

—Ya sabe, si usted tendría conocimientos de su familia, ¿dejaría todo para irse con ellos? —pregunto el ruso. 

—Hyoga, por los dioses, yo no tengo familia, simplemente nací aquí en el santuario, solamente me queda esperar mi muerte —hablo. 

—Entonces usted no nos abandonaría —hablo.

—¿A que te refieres con eso? —pregunto nuevamente confundido. 

—Usted a sido como un padre para mi, sin contar la adversidad, desde que mi maestro murió, usted me a enseñado tanto, pero sin embargo lo que he sabido puede que no me agrade y a usted le haga algo bien —dijo el ruso. 

Las palabras del ruso habían dejado pensando al griego, realmente nunca se había esperado aquello, sin embargo la voz de Camus había resonado. 

—Hyoga, te pido de favor que no molestes al guardián de escorpio, no queremos tener problemas —hablo Camus quien bajo con calma. 

—Pero... ¡Ah! —suspiro. —Perdone Maestro Milo, pero sigamos el gran maestro quiere hablar con usted —dijo el rubio. 

Era notorio, el odio que Camus había dicho, puesto ¿como no? ya que todo el suceso había sido provocado por el onceavo guardián, quien debido a sus traiciones, habían herido tanto a los sentimientos del escorpio. Cuando finalmente habían podido llegar al templo principal, fueron recibidos por Shion, el pontífice, Hyoga termino por marcharse, dejando en claro la orden de su maestro Camus. 

—Milo, he mandando por ti, por una simple cosa. —hablo el mayor. —Hoy partirás a una misión importante —le dio la espalda —La diosa te dará mas información —hablo. 

El pontífice camino, sintiendo como el heleno caminaba detrás de él, cuando llegaron a la sala en donde se encontraba su diosa, la muchacha se puso de pie y una sonrisa se mostró en su rostros. 

—Bienvenido —hablo la diosa. 

—Señorita Athena, dígame mi siguiente misión —dijo quien se encontraba arrodillado. 

—Es simple. —hablo mientras se acercaba. —Milo tomaras tu vida, la guerra a concluido y la paz a reinado, es momento que ustedes se encuentren en un mejor sitio —hablo la diosa con una sonrisa. 

—¡Pero Athena! —replico alzando su vista. 

—Debes tener tranquilidad, no debes de tener miedo, tu lugar en esa isla es muy importante, mas, porque te necesitaran —hablo la diosa. 

—¿Necesitarme? —pregunto. 

—Si, Milo, tomaras tu verdadero trabajo, Milo, eres el próximo gobernante de las Islas Milo —hablo la diosa. 

Milo quedo petrificado. Realmente era real... 

—Señorita, usted no puede decir eso je je —rió por lo bajo. 

—No es una broma Milo —hablo Shion. 

—Pero, ¿como seré yo un príncipe? Eso es para Afrodita, Camus o tal vez Shura, pero yo, no creo eso —hablo el heleno nervioso. 

—Así como lo has escuchado. Tu fuiste elegido por mi, el alma de Ecarlate nació en ti, pero ahora ya es momento que vivas tu vida y si es necesario que vayas a disfrutarla —dijo la diosa. —Mañana a primera hora iras a las islas Milo, te presentaras ante el reino, ahí mismo se darán cuenta de tu parentesco —prosiguió. 

Milo estaba desconcertado. Termino por salir dejando a ambos en silencio. 

—Señorita Athena, ¿hizo bien dejar a Milo? —pregunto el maestro. 

—Habra mas información aun Shion —sonrió. 



[...]

Milo bajaba las escalinatas, había pasado por el templo de Piscis, este se encontraba habitado por el sueco, quien al verlo bajar con ese semblante decidió quedarse en silencio y dedicarse a seguir con su jardinería, siguió bajando hasta pasar por el templo de la vasija, pero ese templo no le provoco rencor ni nada, como lo hacia cuando subía, ahora era diferente, era nostalgia. 

Miro a Camus en la entrada, estaba serio como de costumbre, pero el guardián del templo al notar aquel aspecto del griego termino por preocuparse. Mas pensó que no era necesario, que aquel sujeto no valdría la pena ¿o si?

—Escorpio... —llamo. 

—Nos vemos Camus —logro decir. —Fue un placer a verte conocido, a ver podido luchar a tu lado y sentir el dolor y sufrimiento —prosiguió a decir. 

Aquellos habían sido duras palabras del heleno, mas su camino siguió y su aura de nostalgia se mostraba. Antes de que siguiera bajando aquellas escalinatas del templo lo detuvo. 

—¿A que te refieres con eso? —pregunto. Haciendo que el heleno se detuviera. 

—Athena ya no requiere de mis servicios —simplemente dijo aquello y siguió. 

Un fuerte punzada hizo sentir al francés, ¿realmente era cierto? Realmente Athena alejaba a Escorpio del santuario. Quería saber la verdad, sentía una pequeña pizca de curiosidad. 

Para Milo era un día realmente doloroso, puesto había vivido toda la infancia y adolescencia en aquel santuario, sin contar que ahora siendo un adulto partiría a otros rumbos, a su antiguo lugar de origen, en donde había entrenado y que ahora regresaba para tomar un trono. Que por ende no se sentía capaz de saber o con llevar aquello. 

La noche llego y con aquello el inicio de lo que seria una larga noche, no podría dormir en absoluto, eso estaba seguro. Eso sentía. Dio mil vueltas en la cama y aun no podía reconciliar el sueño, termino por salir de su templo con su maleta, dispuesto a irse no sin antes detenerse en lo que era un pequeño sendero en donde tomo asiento, dando por ultimo vistazo el enorme cosmos, el cielo estrellado, buscando su constelación y mirando como Antares brillaba con intensidad. 

—Si realmente escuchas a los seres humanos, realmente deseo estar tranquilo que estos abrumadores recuerdos desaparezcan y quiero que todo resulte como esperaba —hablo.

Habia tenido malos momentos, por el simple hecho de que su capacidad era muy diferente. Sus amigos habían dicho que aquellas acaloradas noches que sentía y que bajaba al pueblo eran basada a esos acontecimientos de la actualidad, que era un Alfa. Era una completa estupidez pero eso aparecía cada cierto tiempo, pero en ahora ya no. Y usualmente no quería hablar acerca de eso. Simplemente decía alejarse de todo aquello y mencionar que era "normal". 

Dio un suspiro, pero aquello termino cambiando todo. 

—Nunca pensé que deseara que todo el dolor desapareciera —hablo neutral. 

Milo había reaccionado, no quería girarse, puesto le provocaría cierto dolor, ese francés, le traía loco, pero debido a las miles de traiciones, había comenzado a perder aquella sensación de amor, mas aunque lo hiciera, no podía. 

—Si, supongo que seria lo mejor ¿No? —pregunto el griego quien se puso de pie. —Debo de irme —hablo quien comenzó a caminar. 

—Espera —lo tomo del hombro. 

Sentir la mano sobre su hombro lo hizo estremecer, mas se relajo. Tenia que demostrar firmeza. 

—Me gustaría arreglar las cosas contigo que todo quede bien, he sabido que no te habías despedido de nadie —hablo el francés. 

—No pensaba hacerlo, eso dañaría demasiado a mi persona —dijo neutral. 

—Milo me disculpo por todo lo que paso, mas no sabia como hacerlo, sentía molestia conmigo mismo, sabiendo que debía... debía... —silencio. —¿Me estas escuchando? —pregunto. 

—Si, lo hago —dijo relajado quien se giro.

Camus sintió algo raro, mas quito aquellos pensamientos y siguió relatando todo lo que podía sentir, realmente la mirada de Milo era tan penetrante, era diferente, en algunos casos solía dominar a una persona, termino por bajar su vista, sintiendo miles de sensaciones y cierto sentimientos encontrados. 

—Perdóname —susurro. 

—Camus, ya te he perdonando. —hablo y acaricio suavemente la cabeza de este. —Nos veremos en la siguiente vida —hablo. 

Esas palabras eran hirientes para el francés, haciendo que terminara por mirar a su compañero irse. Habia susurrado su nombre, creyendo que lo escucharía mas aquello nunca paso. 



[...]

Milo se encontraba en la bahía, vio su antiguo hogar, su lugar de entrenamientos, la nostalgia lo invadió, camino con calma, mirando a su alrededor, todo había cambiado, no estaba tan moderno, pero era lo esencial. Suspiro el aroma de aquel pueblo, una combinación con el agua de mar salada y el aroma de algunos guisos que había cerca de la bahía. 

Realmente esto era su hogar, este era el pueblo que gobernaría. 

Habia llegado a aquel castillo. Temió un poco, se dispondría a regresar, no quería que aquello fuera así, iría a buscar un pequeña choza a menos su antigua choza. Pero no. Ahí había sido jalado.

—Vaya si tenemos aquí a Milo, el santo de Athena —hablo aquel hombre, quien paso su brazo por los hombros del heleno. 

—Rigel... —dijo solamente. 

—Vamos Milo, nunca pensé que te viera, por cierto, ¿donde esta ese traidor? —pregunto. 

Aquellas palabras lo habían molestado en absoluto, mas simplemente alejo la mano de Rigel, pudiendo así ver al santo de Orion, quien termino por darle una sonrisa algo forzada. 

—Supongo que has venido a tomar el puesto, le avise a Athena de que debías tomarlo, el rey de estos dominio pereció antiguamente, pero había podido dar el testimonio, me es sorprendente que te parezcas tanto a él —dijo relajado el hombre. 

Milo no dijo nada, simplemente siguió a Rigel quien lo guió hasta el interior del castillo, no era muy grande, era mas bien una mansión o suficiente como para poder estar tranquilos, había personas que salían y entraban, sin contar que mas allá de unas puertas se encontraba la máxima autoridad, a menos lo que posiblemente podría estar. 

Con las siguientes indicaciones y la presentación de los orden de la corte del antiguo rey, habían decidido que ese muchacho tenia el enorme parentesco al rey, mas aun sentía que algo no andaba bien. 

—Porque se encuentra hasta estos momentos, Rigel, antiguamente te habíamos enviado por él —hablo uno de la corte. 

—Se encontraba en combate mi señor —hablo. 

—Ahora es demasiado tarde como para que podamos buscar algo placentero, buscar quien seria la pareja perfecta para el muchacho —hablo un segundo miembro de la corte.  

—¡¿Que?! ¡Esperen! Fui mandando aquí por el simple hecho de hacer algo llamado gobernar, que no se como haré eso —dijo el heleno. 

—Si, lo harás, pero debido a tu edad, ya debes buscar una pareja, el rey no puede presentarse hasta tener una pareja —dijo el miembro principal de la corte. 

Milo termino por quedar en silencio. Ya todo estaba siendo un desastre. 


Durante los siguientes días. Milo terminaba por ser arrastrado, las veces que quería dormir mas le era imposible, puesto los sirvientes iban a despertarlo, Rigel se burlaba al ver al heleno quejarse, mientras era arrastrado, sin contar que algunos miembros de la corte se dedicaba a seguir dándole clases de modales y ciertas cosas. 

—Adorare ver los siguiente sufrimientos —pensó Rigel con burla. 

Los siguieran transcurriendo y con aquellos seguía aprendiendo lo necesario. Pero con aquello una presencia mas en aquellos dominios. 


[...]


—¿Aquí es Hyoga? —pregunto el francés cuando noto la mansión que se encontraba enfrente de ellos. 

—Si, a menos eso me dijo Shun, que por cierto, Athena fue muy amable de pagarnos —sonrió el ruso. 

—Supongo que si —hablo el francés. 

El francés llego a la entrada principal, en donde miraba a los habitantes entrar y salir, sin embargo se detuvo cuando ingreso, el lugar estaba adornado como antiguamente eran los templos de Grecia, sin contar que había guardias en cada cierto metro. Al final del pasillo había una puerta en donde estaba custodiada por mas guardias. 

—Esto es una tontería —hablo el francés en susurro. 

—Vamos maestro, tenemos que ver si Milo quiere hablar con nosotros —hablo el ruso con una sonrisa. 

Camus quedo en silencio, pensando si seria necesario, mas pronto la presencia de aquel hombre los hizo detener, Camus lo había reconocido, un conocido para le griego, pero había algo que le molestaba y era la sonrisa que este detonaba. 

—Bienvenido al palacio de las islas milo —hablo Rigel. 

—Hemos venido a ver a Milo, así que déjanos pasar —dijo el francés sereno. 

—¿Milo? —pregunto. —El no se encuentra disponible, no por el momento —hablo Rigel. 

Rigel había sido ignorado por el francés, viendo como caminaba hacia la puerta, mas los guardias lo habían detenido, para Camus aquello le importo poco haciendo que aquellos guardias fueran congelados a menos de las partes de sus piernas. 

—¡Maestro! —dijo Hyoga con sorpresa. 

—Hyoga si no me ayudas te mandare a entrenar a Siberia por un largo tiempo —dijo el francés al notar a los demás guardias. 

—Pero... —dijo mas fue interrumpido. 

—¡HYOGA! —regaño. 


Hyoga termino por obedece y cuando tuvo el camino libre, Camus abrió la puerta, mirando una serie de de personas en aquella sala, un muchacho de melena morada se encontraba sentado, mientra dos consejeros se encontraba a sus lados, enfrente tenia una serie de personas, entre niños, mujeres y hombres. 

—Vamos señor, debe elegir —hablo uno de los consejeros. 

La mirada de Camus había encontrado los zafiros del heleno. Quedando asombrado por completo. 

—Milo... —llamo con calma. 

Los presentes giraron su vista, mirando como el francés se encontraba de pie. 

—A él... —señalo el heleno. 

Aquello había alegrado a los consejeros, mas pronto quedo confuso el francés el motivo por la cual había sido señalado por el griego. 

Cuando finalmente se quedaron solos. Milo se aproximo la túnica que llevaba hacia juego, puesto parecía llevar una manta color tinto. 

—Hola Camus —saludo el griego quien se coloco enfrente de Camus. 

—Hola —saludo. —Vamonos —dijo. 

—¿Que? —pregunto confuso el griego. 

Camus que estaba embobando en aquellos ojos reacciono, agito su cabeza y miro hacia otro lado. 

—Me refería a irnos, creo que nos eras feliz aquí así que vamonos —hablo el francés. 

—Pense que me odiabas sin contar que creías que te odiaba. —Dijo el griego quien pronto se relajo. 

—Se lo que dije, mas no quiero que esto quede así, aparte he sido suficientemente... —fue interrumpido. 

—No es cierto, el maestro Camus lo extraña demasiado, solo que lo niega —dijo Hyoga quien tiempo después Camus cubrió su boca. 

—Athena era lo que quería, no puedo desafiar sus ordenes, recuerda lo que paso cuando lo hicimos y terminamos siendo unas estatuas. —dijo el heleno quien termino desanimarse. 

Camus quedo en silencio, miro a Hyoga quien termino por soltarlo, pudiendo así darle una especie aire, Camus miro al heleno y simplemente guardo silencio. 

—No quiero pensar mas, pediré que ustedes se quede —dijo el heleno quien termino por irse. 

La noche había llegado, cada quien había elegido un lugar a descansar, pero Milo se encontraba aun rodeado por los dos consejeros. 

—Tiene que hacerlo si no lo hace seria una traición, si usted quiere que le digan así, son las reglas escritas —hablo el consejero. 

—Pero... ¿no se puede esperar? —pregunto. 

—No —dijeron los dos al mismo tiempo. 

Ambos consejeros había empujado al heleno hasta la habitación. En donde Camus se encontraba, era malo, no debía a ver mencionado aquello, mas sin embargo había al entrar noto que estaba vacía aquella habitación, aquello le había alegrado, así saldría con la intención de que no estaba aun. Mas algo no andaba bien. Un aroma que lo hacia sentir cómodo lo hizo investigar. 

Era exquisito ante las fosas nasales del heleno, parecía a vainilla, se detuvo al detonar que se encontraba enfrente de la puerta del baño, fue ahí cuando reacciono, pensó que ahí se encontraba Camus, termino por alejarse, aquel olor era tan fuerte, que le hacia seguir pegado a la puerta. 

Sin previo aviso abrió la puerta... le importo poco. Lo llamaba podía sentirlo. Camus se encontraba ahí, estaba apegado a la pared, sintiendo que su cuerpo se quemaba y sus mejillas ardía, estaba en el suelo, sentía aquello recorrer su cuerpo, el aroma se había hecho mas fuerte, puesto al mirar al heleno sus ojos se abrieron, estaban llorosos. 

—To-Tócame... —ordeno. —Haz-Hazlo —suplicaba. 

Sus jadeos eran notorios y su respiración caliente, ¿que estaba pasando? ¿Que le sucedía? Termino por sentir las manos desesperantes del francés quien lo jalaron, lo había jalado en dirección a sus labios, con aquello todo se había perdido. 

Pronto algo el aroma había hecho que se envolvieran, haciendo que Milo comenzara a jugar con el francés, tocando el cuerpo caliente de este. Realmente deseaba en absoluto aquello, sus sentidos se perdían cada momento que pasaba, en ese momento todo se había perdido y sus pensamientos estaba él, estaba Camus. Le excitaba ver el rostro del francés en ese estado, sus besos eran feroces, sin contar que los roces hacían excitarlo aun mas. 

Habia comenzado a preparar la francés, haciendo que su entrada estuviera dilatada, mas de lo que estaba en ese momento, los gemidos de este le provocaban placer al heleno y siguiendo con aquello termino por penetrarlo. 

Cada movimiento iba en aumento, haciendo que ambos sintieran el amor de cada uno, Camus había quedado en cuatro, mientras sentía como el heleno se adentraba aun mas a su cuerpo, sentía los dientes de su amante morder su espalda, hasta que finalmente sintió una lengua recorrer su nuca. Su cuello. 

Habia salido del cuerpo del francés, lo había girado y miro nuevamente aquellos ojos llorosos. Entre jadeos podía escuchar como el francés suplicaba por mas y mas. En camio Milo solamente obedecía, puesto su estado había cambiado, sus razonamientos estaban bloqueados, nuevamente penetro al francés, haciendo que este se aferrara al cuerpo del griego, en su espalda arañaba, provocando severos rasguños, sus piernas se habían envuelto en las caderas del heleno mientras sentía como lo movían de manera feroz. 

En ese momento, el tiempo se había detenido, para ambos era algo que parecían a ver deseado mucho, puesto entre susurro, el francés parecía mencionar lo mucho que lo amaba, mas sin embargo todo lo que había pasado había sido una cruel jugada de su destino, en cambio Milo escuchaba mientras hacia aquellas acciones, salio del cuerpo del francés, haciendo que eyaculara, Camus simplemente lloraba por aquello, para pronto quedar sobre el heleno quien nuevamente seguía jugando con el sexo del heleno, realmente era extraño mirar al santo mas educado de la orden zodiacal hacer tales acciones, mas el griego no parecía molestarle y prosiguió a sentir puesto de la misma manera el hacia sentir algo a su compañero. 


Cunado había concluido, el heleno había despertado, reacciono de golpe al tener la vista de unas hebras aguamarina, sobre todo notar un cuello marcado. Termino por brincar fuera de la cama, temiendo por aquello, sintió como algo le faltaba y era su túnica, se vistió con rapidez, había hecho una tontería en absoluto y simplemente se disponía a salir. Miro como el francés estaba por despertar, no se quería quedar, puesto no quería ser regañado o metido en un ataúd de hielo. 

Cuando camino hasta su habitación se encerró, se dio un baño y se dedico a seguir con su labores, suplicaba a los dioses que Camus no recordara nada. No iba a salir de la habitación era o mas seguro, Rigel había aparecido seguido de los dos consejeros quien parecían estar sonriente. 

—En fin, pronto sabremos la noticia y finalmente la familia real sera revelada al pueblo —dijo Rigel con una sonrisa. 

—¿De que hablas? —pregunto. 

—Debemos dar inicio a los preparativos de la boda y la llegada del heredero al futuro trono —hablo el consejero. 

—¿Boda? ¿Heredero? —pregunto aun confuso. 

—Si, cuando tienen la primera noche es seña de buen paso, lo mas posible es de que pronto llegue el heredero, por eso pondremos marcha para la boda —dijo el consejero numero dos. 

—Suerte Milo —dijo Rigel quien salio. 

Milo estaba que se moría de coraje. ¡¿Que demonios pasaba?! ¿Realmente era así como vivían esta gente? Añoraba regresar al santuario, dejar todo esto y tener la vida común de un santo de oro, mas no, Athena tenia que hacer de las suyas. Extrañaba hacer bromas con Aioria y Kanon, escuchar las ridículas historias de Aioros y Saga y sus "rivalidades" que mas bien era amor mutuo. sin contar la asquerosa relación de Dita y Death Mask que a final de cuenta se llevaban a Shura. Y sin contar que Shaka era receloso con Aioria, Aldebaran que intentaba conllevar una vida feliz con Kiki y Mu, puesto Kiki era un dolor de cabeza para el santo de Tauro. 

Y finalmente Dokho y Shion. Que su amor era eterno.


—Los extraño chicos —susurro Milo quien termino sentándose en la orilla de la cama. 

—Entonces por que no nos vamos —hablo Hyoga. Aquello lo había asustado, haciendo que brincara, mas pronto se relajo. 

—Pero ¿que hay de estos habitantes? —pregunto

—Dejárselos a Rigel, total, usted maestro es alguien mas importante para alguien —hablo el ruso. 

Milo pensó en aquello suponía que tenia razón, pero... como lo vería de ahora en adelante. 


—Así que vamos, Athena termino por negarse a esto, pensó que usted se quedaría para la mañana pero se equivoco —dijo el ruso. —Por eso me envió, mas sin embargo el maestro Camus se unió —dijo con una sonrisa nerviosa. 

—Si... —dijo en susurro. 


[...]


—Vaya sigo sin creer que me hayan dejado libre, después de todo lo que hice —dijo Milo quien caminaba junto a Hyoga. 

—Si lo mismo pienso —dijo el ruso. 

Atrás, algo atrás, se encontraba Camus, este veía a ambos con su platica, realmente no recordaba mucho, solamente algunas imágenes en su memorias una de ellas era Milo, un sonrojo lo había inundado, puesto realmente sentía mariposas en el estomago, sin contar que realmente lo quería, mas sin embargo no podía, a menos no quería hacerlo sentir mal. 

—Maestro Camus, debería apurarse, no queremos que el santuario piense que nos ha traicionado de nuevo —dijo con toque de burla. 

—Hyoga —susurro con frialdad. 

—Vamos Camus, realmente el tiene razón —dijo el heleno. 

Aquello hizo ruborizar el francés, los ojos del heleno detonaban una especie de indiferencia, era algo superior, solamente afirmo y continuo su camino. Sin contar que algo mas podría cambiar. 


Algo mas se avecinaba y eso no le tenia muy bien sabido...


Ambos eran felices y serian así, aunque para Milo seria mejor alejarse de aquel francés, pensar que seria lo mejor y para todos. 


-Fin.

................

Bien que les ha parecido este capitulo. 

Es el mas largo y espero les haya gustado, en serio. ;-; 

En fin, muchas gracias por leerlos. 

Nos veremos a la próxima. 

Los quiero muuuucho. 

-AntaresLaks

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