Cambio
Milo siempre había sido un niño muy feliz hasta el dia en que sus padres fallecieron, el joven niño terminó en un orfanato, quien tiempo después conoció a un niño francés, llamado Camus. Ambos eran inseparables, se llenaba aquel vacio que había dejado y a través de los días de juegos y travesuras, llegó un día especial, la adopción.
Milo se encontraba cargando una mochila, en su interior llevaba lo necesario, el niño francés quedó de pie en la entrada de la puerta.
—Milo, ¿te iras? Yo creí que te quedarías, conmigo —logró decir con una voz delicada, quebrándose a poco segundos.
—Camus, te prometo que convenceré a estas personas para que te adopten a ti también y nos vayamos juntos a casa —dijo el niño quien se colocó enfrente y dejó sus manos sobre los hombros del francés.
—¿Lo prometes Milo? —preguntó ocultando su tristeza.
—Lo prometo Camus —afirmó.
El pequeño francés abrazo con fuerza al griego, era un abrazo lleno de ternura, lleno de amor, sentía una extrañeza al dejarlo solo, pero tenía esperanza de que aquella pareja regresaría por ese francés.
[...]
Habían llegado, más de dos horas de viaje para llegar a un enorme castillo, aquella persona que era su "mamá" le miro con cierto toque de indiferencia, simplemente le indica que la siguiera, el pequeño comenzó a sentir un poco de temor. Unas enormes puertas de roble negro se abrieron enfrente, quedando con asombro al notar un hombre sentado detrás del escritorio.
—Se encuentra aquí, señor —habló la mujer quien empujo levemente al niño.
Milo sintió un poco de miedo al mirar comoa que el hombre se ponía de pie, su larga melena negra y de una manera alborotada, su piel pálida y una especie de ojos brillantes de color aguamarina, su rostro detonó neutralidad.
—Bien, quiero estar a solas con el pequeño —habló el hombre con una voz tenebrosa.
La mujer terminó por afirmar, dejando a solas a ambos, el pequeño trato de seguir a su "madre" pero fue detenido, por la mano de la mujer, el pequeño alzó la mirada encarando a la mujer que se negaba a que fuera.
Una vez que quedaron solos, el niño siguió de pie, estaba tembloroso, sentía que todo lo que se había imaginado no sería así.
—Finalmente conozco a la persona que he buscado por todo estos años —habló con aquella voz tenebrosa.
El niño miró con miedo, temblaba ante aquello, miró la enorme mano de aquel sujeto como se hincan a quedar a su altura. Estiró su brazo y tomó al pequeño, dándole un abrazo, el pequeño niño sintió algo diferente, era una sensación de preocupación y poco a poco fue cambiando. Se relajó podía escuchar el susurro de aquel hombre.
—Que bueno que estás en casa —susurro.
Se separó logrando volver a ver al pequeño, el niño miró extrañado, aunque pronto se relajó.
—Yo soy Hades, yo seré tu padre de ahora en adelante —hablo.
—¿Qué hay de la señora? —preguntó el pequeño.
—Yo la envié, pero sabía de cada niño que estaba en ese orfanato incluso de ti —hablo calmado.
—Entonces usted puede adoptar a Camus —dijo con emoción.
—¿Camus? —pregunto.
—Camus es mi amigo en el orfanato, somos inseparables, pero esta vez nos separaron por la familia, aunque el quedo solo ahí, quiero que usted lo adopte, para que este conmigo —dijo con una sonrisa.
—Milo —se hincó —Yo no puedo adoptarlo, el estado solamente me permite uno, debido que no tengo esposa, no puedo hacerlo, aunque pague millones, me sería imposible —dejó su mano en el hombro de este.
—Entonces usted.
—No Milo, no puedo —dijo sin esperanzas.
Milo bajó su vista, triste por tal revelación, sabía que esto pasaría, ya no le quedaba de otra, escucho la voz del mayor quien pronto camino hacia la puerta, el pequeño lo siguió sin muchos ánimos pensando que había sido una mala idea a ver seguido a esa mujer.
Se detuvo al mirar al hombre enfrente de una puerta, las mucamas simplemente reverenciaban ante su presencia, en cambio, el pequeño no lograba entenderlo.
—Esta será tu habitación —abrió la puerta —Tuve que contratar a un decorador de interiores —el pequeño entró, mirando todo a su alrededor —Espero y sea de tu agrado.
—Gracias señor —respondió con un toque apagado.
—Milo, perdón por no poder adoptar a tu amigo —se hincó hasta la altura del menor —Jamás quise —fue silenciado.
—Descuide señor —acercó su mano para tocar el rostro del sujeto —Yo me tomaré la molestia de buscarlo cuando sea grande —solo dijo con una sonrisa nostálgica.
Hades guardó silencio, aquel pequeño niño demostraba fiereza ante los sentimientos de no negarse a todo. Milo camino hasta la cama, en donde lanzó su mochila e intento subir, había sido complicado, pero poco después sintió las manos de aquel sujeto, subirlo a la cama.
—Se que hice mal, pero haré lo suficiente para tenerte complacido y feliz —dijo con una pequeña sonrisa.
Milo guardó silencio, miró al hombre y bajó su vista apenado. Aún sentía cierta vergüenza, no era su hogar, aunque debía hacerse a la idea, guardó silencio y se dedicó a continuar con su día.
Lo que resto del día fue más calmado. Hacia lo que él quería, aunque su mayor anhelo se encontraba demasiado lejos, una noche, Milo se encontraba en su habitación, miró con un poco de somnolencia, había ruidos afuera, era raro que se escucharan, camino hasta la puerta, mirando como el padre de este detonaba una especie de seriedad. Enfrente estaba aquella chica que era su "madre", pudo notar el rostro de terror de aquella mujer.
—¡Te dije que no hicieras una estupidez! —reclamo —Ahora me encuentro en los noticieros inclusive pronto vendrán al castillo en búsqueda de pruebas —la tomó de la muñeca.
—Perdone señor, no pensé que esa mujer quisiera atentar contra nosotros, es una chiquilla mimada —habló, su voz se hacía chillona debido al miedo.
—Esa "chiquilla mimada" me causará problemas, ¡Demasiados! Problemas —replicó molesto.
—En serio señor, no fue mi intención —Hades empujo a la mujer, haciendo que cayera al suelo.
—Ya no me sirves Pandora —habló secamente —Si no te vas de este castillo... —guardó silencio se agacho y tomo aquellas mejilla con fuerza —...Voy a matarte —soltó.
La mujer quedó petrificada, estaba asustada. Su vista se posó hacia la puerta, mirando con terror al pequeño, quien pronto se había percatado Hades.
—Señor, hermano, por favor, no puedes hacerme esto, yo soy tu hermana, dijiste que éramos los mejores —habló con temor.
—Solo cuando hay conveniencia —soltó Hades sin quitar la mirada de la puerta —¡Largo!
Pandora terminó por levantarse con miedo e irse. Hades se puso de pie, caminó con tranquilidad hacia aquella habitación, haciendo que el pequeño niño corriera y subiera a la cama, cubrió su cuerpo entero, temía por lo que pasara.
Sintió aquella mano tocar su hombro, haciendo que sintiera un miedo que siguió aumentando, terminó por sentarse asustado por lo que había sentido y visto.
—No temas, te he protegido de mi hermana —habló el hombre
Milo quedó confundido, aunque sintió aquellos helados labios posarse sobre su frente, era acogedor, era algo diferente, había tenido algunos malos entendidos con aquella mujer, llevándolo siempre a una guerrilla de travesuras pero ahora sería diferente.
Había momentos un poco raros, siempre era lo mismo, si había una persona molestando al pequeño, era mandado al otro mundo o simplemente alejado de aquello. El pequeño Milo era un enorme trofeo para Hades, era algo que jamás había imaginado en su vida.
Pero poco a poco fue cambiando su manera de ser, el pequeño niño no sonreía en absoluto, cada vez se sentía menos ante todo, miraba algunas familiar en donde veían con emoción como aquellos niños eran felices, pero él no fue así.
[...]
Aquel niño de 7 años, ahora era todo un adultos de 26 años.
Aquel heleno de larga cabellera mirada, sus ojos eran opacos a como era hace años, todo aquello se había perdido.
—Joven Milo está lista las entrevistas —hablo una chica de cabellos rojos.
—Esta bien, voy para allá —hablo calmado.
Su semblante era neutral, había estado ante la mirada de su padre durante mucho tiempo, logrando copear todo lo que había vivido, sentía un pequeño desprecio hacia algunas gentes, a menos a aquellas que le provocaba, pero, no todo era así oscuridad, puesto aquel hombre de semblante frío había sido bondadoso, lleno de amor, era diferente, no le gustaba la guerrilla pero debía proteger a lo que amaba.
Dio un suspiro, pensaba en lo que haría, era algo tonto, no tenía aquel tiempo. Entró a aquella sala de juntas, estaba dispuesta hacerlo rápido, no tenía muchas ganas de ver a una serie de persona que tal vez fueran su asistente personal, Shoko camino relajada hasta que comenzó a llamar uno a uno, cada uno de esas personas iban con temor, otras interés.
Estaba aburrido, ya iba a irse, pero la puerta se abrió, llamando la atención de la joven secretaria.
—Lamento el retraso, pero ¿aún está el puesto? —pregunto.
Una voz suave se escuchaba, Milo no sabía de quién era, pero no deseaba ver a otra persona más, estaba dándole la espalda la silla se encontraba en dirección al ventanal que se mostraba la inmensa ciudad.
—Joven Milo, debería a menos escuchar al joven... —miró al recién llegado —... Camus, Camus Diamond.
Aquello hizo que Milo quedará en perplejo en aquel lugar. No pensaba girarse, pero de un momento a otro lo miró, se había girado, mirando al recién llegado, larga cabellera lacia y unos ojos amatistas, su piel blanquecina, sin contar que detonaba una sonrisa ligera.
—Perdon por hacerle perder el tiempo señor, pero he buscado trabajo y me he especializado demasiado en esto —habló el joven aguamarina con una pequeña sonrisa.
—¿Señor? —preguntó la secretaria.
—Hemos dado por terminado esto —regresó en sí, su tono serio, camino hasta la salida, dejando confundido a ambos.
—¿Hice algo malo? —pregunto confuso.
—No, no creo, el joven Milo ha tenido algunos percances en su vida, su padre no era muy efectivo —habló con calma.
—¿Como? —pregunto confuso.
—Bueno... —iba a hablar, pero un grito desde afuera la detuvo —Perdone, tengo que seguir al joven, si el joven Milo cambia de opinión le avisaré a usted —se dedicó a salir.
Camus quedó en silencio, mirando hacia afuera de aquella sala, dio un suspiro y termino por salir de aquel lugar. Era su única oportunidad, aunque era efectivo, le había gustado lo que miro, sabia que Milo era feliz, aunque fuera un sujeto serio en el trabajo, había pasado demasiado tiempo buscando a aquella persona y ahora lo encontraba, tal parecía que no lo reconocía y estaba bien. Salió de aquel edificio, en donde miro lo alto que estaba aquella estructura.
—Milo, me da gusto que estés bien —susurro —Me da gusto que seas feliz y que... que... —intento decirlo —Y que no recuerdes de mi —logro decir mientras se abrazaba a sí mismo y se iba a casa.
Sabía que Milo jamás contrataría a un sujeto como él, era efectivo, ni siquiera había mencionado algo al respecto cuando se presentó, esperaba a menos un gesto afectivo a un abrazo, pero nada, simplemente quedo en blanco cuando aquel heleno solo respondió de una manera neutral. Fue ahí donde Camus entendió que algo había pasado en estos años, transformaron por completo a ese niño sonriente.
Camus sabía que Milo ya no sería lo mismo, ya no sería aquel niño feliz. Ya no.
....
Fin.
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Hola.
He regresado, he venido dejando esta historia, alguien me pidio que le hiciera esto y pues trate de hacerlo, me costo un poco porque son dos personajes demasiado opuestos, estan bien lejos de tener una relacion, ya sea familiar, amorosa o etc. Pero intente hacer lo mejor que pude, aunque espero y no conlleva a nada malo, aunque pienso que esto sera demasiado extraño.
No contiene una pareja demasiado definida, puesto jamas coloque que hubiera algo asi, si se habla acerca de un Milo x Camus, aunque no esta muy presente, puesto como digo, no estaba previsto mucho un tipo de historia asi.
Bueno, espero y le haya gustado y si no, pues, perdon, trata de hacer lo mejor posible, en serio.
Muchas gracias por leer.
Saben que los quiero mucho.
Hasta la proxima mis amores. ~<3
—AntaresLaks
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