Ryomen Sukuna

Entre Maldiciones y Sentimientos

Desde el primer momento en que Tn se encontró cara a cara con Ryomen Sukuna, el Rey de las Maldiciones, sintió una mezcla de ira y desprecio. No solo porque era una maldición poderosa que amenazaba la vida de muchos, sino porque Sukuna tenía una actitud arrogante e intimidante que la hacía hervir de rabia.

—¿Qué clase de insecto eres? —preguntó Sukuna la primera vez que cruzaron palabras, mirándola como si fuera una simple molestia.

Tn no era alguien que retrocediera ante nada ni nadie, así que, con una mirada gélida, replicó:

—El tipo de insecto que no vas a poder aplastar tan fácilmente.

Sukuna se rió, una carcajada oscura que resonó en todo el campo de batalla, pero no fue una risa de diversión. Era una risa de amenaza.

Desde ese momento, estaba claro que la relación entre ambos estaría marcada por el odio... al menos, al principio.

Fase 1: Odio

Cada vez que se cruzaban, Tn y Sukuna intercambiaban palabras llenas de veneno. Ella lo odiaba por ser cruel, despiadado y por la manera en que subestimaba a los humanos. Él, por su parte, la despreciaba por su arrogancia al desafiarlo y por su resistencia a someterse, aunque en el fondo, esa resistencia le parecía extrañamente intrigante.

—¿Sigues aquí, humana? —bufó Sukuna en una ocasión, observándola con desdén mientras ella se levantaba tras un enfrentamiento—. ¿Cuántas veces tienes que perder para entender que no eres rival para mí?

Tn, jadeando por el esfuerzo, no se dejó intimidar.

—Nunca me rendiré ante un monstruo como tú.

Sukuna sonrió de manera peligrosa, admirando la determinación que brillaba en los ojos de Tn. Aunque jamás lo admitiría, empezaba a encontrar entretenido cada encuentro con ella.

Fase 2: Rivalidad

Con el tiempo, el odio se transformó en una competencia feroz. Tn no paraba de buscar formas de volverse más fuerte, de encontrar maneras de enfrentarse a Sukuna y demostrar que no era alguien que podía subestimar. Cada encuentro entre ellos era una batalla de fuerza y voluntad, pero también de intelecto y estrategia.

—Estás mejorando, humana —admitió Sukuna una vez, mientras Tn lograba esquivar uno de sus ataques con una precisión inesperada.

—¿Eso es lo mejor que puedes hacer? —se burló ella, respirando con dificultad pero sonriendo de manera desafiante.

Sukuna la observó con una mezcla de molestia y respeto. Ningún humano había sido capaz de desafiarlo tanto como ella. Aunque seguía siendo una maldición arrogante y despiadada, no podía evitar notar cómo Tn se hacía más fuerte con cada batalla.

Fase 3: Tolerancia

Eventualmente, las batallas entre ellos dejaron de ser sobre destrucción total. Ambos sabían que, de alguna manera, se habían convertido en rivales dignos. La hostilidad seguía allí, pero ahora había un extraño entendimiento entre ellos.

—No eres tan inútil después de todo —dijo Sukuna tras un largo enfrentamiento, observando cómo Tn se levantaba una vez más, a pesar de las heridas.

—Y tú no eres tan invencible como crees —respondió ella, limpiándose la sangre de la comisura de los labios.

Por primera vez, Sukuna no respondió con burla ni desprecio. Simplemente la observó, interesado en ver hasta dónde podría llegar su rivalidad. Había algo en Tn que lo intrigaba, una fuerza interior que no se quebraba, no importaba cuán abrumadora fuera la situación.

Fase 4: Enamoramiento

Con el tiempo, la tensión entre ellos comenzó a cambiar. Cada vez que Tn enfrentaba a Sukuna, sentía algo distinto, una emoción que no podía identificar al principio. No era solo rabia o determinación, había algo más profundo, algo que la confundía. Y, a pesar de ser una maldición, Sukuna también empezó a notar algo diferente en cómo la veía.

Ya no solo la consideraba un simple entretenimiento. Cada vez que luchaba contra ella o la veía avanzar, algo en su pecho se encendía. La forma en que Tn no retrocedía, su coraje implacable, la luz en sus ojos al enfrentarse a él... todo eso comenzó a fascinarlo de una manera extraña.

Una tarde, mientras ambos se recuperaban después de otro enfrentamiento, Sukuna habló, aunque su tono era diferente esta vez.

—Eres... diferente a los demás humanos —murmuró, sin apartar la mirada de ella.

Tn, sorprendentemente, no lo tomó como un insulto.

—¿Eso es un cumplido viniendo de ti? —preguntó, alzando una ceja con escepticismo.

Sukuna sonrió, una sonrisa que no era tan cruel como solía ser.

—Tómalo como quieras.

Fase 5: Declaración

Finalmente, después de innumerables enfrentamientos, momentos de tensión y miradas intensas, ambos se encontraron en un escenario diferente. Había dejado de ser solo rivalidad; la atracción entre ellos se había vuelto palpable.

—No puedo entender por qué sigues buscando pelear conmigo —dijo Sukuna un día, su tono más suave de lo habitual, aunque aún mantenía su arrogancia—. Sabes que nunca podrás derrotarme.

Tn lo miró fijamente, sin retroceder ni un centímetro.

—Tal vez ya no se trata de derrotarte —admitió, sorprendida por la honestidad en sus propias palabras.

Sukuna la observó por un largo momento, su mirada profunda y calculadora. Finalmente, dio un paso hacia ella, su presencia imponente, pero esta vez no era para intimidarla.

—Entonces, ¿de qué se trata, Tn? —preguntó, su voz más baja, cargada de una intensidad que hizo que el corazón de ella latiera más rápido.

Tn sintió cómo el aire se volvía pesado entre ellos, la tensión palpable. Respiró hondo antes de responder.

—Creo que, a pesar de todo... te he llegado a admirar. Tal vez más de lo que debería.

Sukuna la miró con sorpresa genuina, algo que rara vez mostraba. Luego, su habitual sonrisa arrogante volvió, pero había algo diferente en sus ojos.

—Y aquí estaba pensando que los humanos no podían sorprenderme —dijo, inclinándose hacia ella—. A pesar de lo que eres... debo admitir que me atraes más de lo que quisiera.

El silencio que siguió fue cargado de una electricidad inexplicable. Tn, sin poder evitarlo, dejó que una pequeña sonrisa se formara en sus labios.

—Supongo que eso significa que nuestra rivalidad se acaba aquí —dijo ella, susurrando.

—No lo creo —respondió Sukuna, acercándose aún más, sus ojos brillando con una mezcla peligrosa de deseo y desafío—. Esto apenas comienza.

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