Por siempre, reina
Siobhan era una de esas chicas adheridas a la idea de que el precio de la belleza es dolor. Nadie pudiera haberlo pensado. Su rostro de piel meticulosamente bronceada contaba con atributos perfectos, complementados por un cabello envidiable.
En sus momentos de bienvenida soledad, frente al espejo, se decía a sí misma que sería, sin lugar a dudas, la reina del baile de final de curso. Ya saben; ordenado en las estrellas.
Si acaso, lo más difícil sería hacer ver que el anuncio la tomó como sorpresa. A puerta cerrada, sonreía, alardeando de la culminación de un trabajo al que comenzó a dedicarse en la escuela intermedia y dio el perfecto resultado durante su último año de preparatoria.
Lo tenía todo dispuesto, es decir, todo lo que podía preverse.
Nadie esperaba su muerte repentina en un accidente en la carretera media hora antes de alcanzar el máximo honor al que puede aspirar una abeja reina de instituto.
Su funeral fue concurrido, pero no a causa de la fidelidad de sus amistades. Se trataba de un evento donde el morbo se justificaba, disfrazado de piedad. Los que asistieron, no tuvieron la satisfacción de ver su rostro. Fue un velorio de ataúd cerrado, lo que provocó la habladuría del pueblo por un par de semanas, antes de que lo cotidiano volcara sus prioridades sobre la vida, olvidando lo muerto y enterrado.
Pasaron unos años de por medio. Y entonces, tal vez por uno de esos asuntos de clases graduadas que se reúnen con el tiempo, alguien trajo a colación la historia de su triste muerte. Y en poco, como en todo suburbio, los chicos, aburridos de sus privilegios, dieron lugar a un ritual.
Desde aquellas que pudieran haberse sentido identificadas, las futuras reinas de belleza, las animadoras, e incluso una que otra participante del club de matemáticas, que soñaba a brillar más allá de los libros, comenzaron a invocarla.
Solo un juego, como tantos. Era cuestión de acercarse a la tumba, tocar el mármol negro de letras doradas y murmurar: "Espero verte en el baile."
Quien lograra completar la frase, sin mostrar miedo entre risas nerviosas, ganaba algo de reputación en el instituto.
Lo que no sabían era que cada golpe en el mármol abría un espacio que debió haber quedado cerrado de manera eterna, por la muerte.
La intención, por inocente o cruel que sea, es poderosa.
Era poco lo que podía restar del cuerpo de Siobhan; pero un poco es suficiente cuando voluntades superiores a la vida pueden forjar los desechos de la tumba en una obra de arte macabra.
Volvió, construyéndose a sí misma, recordando quien fue a través de las palabras a medias de colegialas que decidieron traerla de vuelta de entre las memorias.
Médula y hueso se levantaron desde las profundidades del infierno, volviéndose a moldear sobre el acero que una vez se incrustó en su piel.
Nada es suficiente, no ahora, con una eternidad para perfeccionar su aspecto.
Cada noche, desde que su cuerpo se levantó de entre las piedras de mármol negro, lanza las suertes y apuesta por la elusiva belleza. Y, al aparecer al pie de la cama de quien la invoca, no busca otra cosa que desollar tersa piel, y usarla como una máscara.
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N/A: Esto básicamente un micro, basado en un sueño que tuve los otros días cuando me dió una de esos cansancios de "viejitud" 😅. Una mezcla entre la leyenda urbana de Bloody, Mary y una empusa, si me preguntan. Lo tiré así, son añadirle más detalles. Imagen tras imagen.
-Lynn
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