𝓒𝓱𝓲𝓼𝓱𝓲𝔂𝓪 𝓧 𝓝𝓲𝓻𝓪𝓰𝓲

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Ese maldito enano lo volvió a hacer. ¡¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?! Verlo así, defendiendo su causa, sus ideales, poniéndose en contra de mi jefe y de mí mismo, lo único que ha logrado es que me ponga durísimo al ver sus facciones marcadas por el enojo, por el coraje, aunque esté dirigido a mí.

Tuve que salir a grandes pasos de esa sala de juntas; estaba por explotar y si me quedaba un poco más las bolas se me pondrían azules. Maldije a ese idiota por lo que me hacía sentir. Ahora tendría que buscar una habitación vacía para satisfacerme, y eso fue lo que hice justo doblando en una esquina.

Me recosté en la cama tendida, pude jurar que olfateé su aroma, más temprano que tarde mi mano se deslizó por entre mis pantalones para liberar a la gran erección que había provocado el idiota de Chishiya. Comencé a tocarme pensando en él, en su cabello, en las venas que saltaban de su cuello, en su torso desnudo. Me lo imaginé gritando mi nombre mientras yo lo llenaba, pero me detuve cuando escuché pasos aproximarse.

Las voces venían tan cerca que lo primero que hice fue esconderme en el armario de esa habitación...un segundo, no me estaba imaginando el olor, ¡esa era la estúpida chaqueta de Chishiya colgada en el perchero! Maldición, de todas las habitaciones me fui a meter a la boca del lobo.

Lo vi entrar, sereno como siempre, aunque con una mueca de desconfianza al ver su cama desatendida. En La Playa las puertas de las habitaciones no tenían llave, por lo que cualquier persona pudo haber entrado. Revisó sus cajones y soltó el aire en señal de alivio, ¿qué es lo que escondes, Chishiya? ¡Oh, no!, ¡No vengas al armario!, ¡Mierda!

—¿Tú?— pregunta, intento hacer una contestación sarcástica o molesta, como que venía a molestarlo o algo por el estilo, pero su mirada baja rápidamente al gran problema que tengo entre las piernas.

—¿Qué, nunca has visto uno?

—No uno tan grande.— esa mirada, es...¿deseo? Se ha oscurecido. Quizá está buscando lo mismo que yo, pero me siento abrumado de ser descubierto de esa forma.

Intento escabullirme, pero no cede el paso.

—Necesitas ayuda con eso.— dice, y ha comenzado a levantar mi camisa.—Y yo puedo ayudarte.

Baja mis pantalones y siento esa mano cálida tomar mi miembro, una mano más pequeña que la mía que con un par de sus dedos sujeta mi pene, comenzando a masturbarme.

—Espera...espera...

Le pido y le ruego que me deje, pero mis palabras en vano, este le da por tirar hacia abajo mi traje de baño, y encaminándonos hacia la cama del centro de su habitación, comienzo con mi mano a acariciar su pecho por debajo de la camisa e ir descendiendo hacia su vientre y finalmente sus nalgas.

Posa su barbilla sobre mi hombro, comenzando a besar mi cuello, este maldito sabe exactamente dónde tocar. Yo ni corto ni perezoso, comienzo a masturbarlo también, descendiendo mi cara hasta estar frente a su miembro aún cubierto por el traje de baño, para poder liberarlo y hacerle tremenda felación.

Con su dedo índice toca mi barbilla y la sube para unir nuestros labios en un húmedo beso, el primero de muchos de esa noche. Las ropas se hacen pocas en cuestión de segundos, y nosotros seguimos con nuestra tarea de darnos placer mutuamente.

Comienzo a estimular su entrada, y acto seguido tras varios intentos, acabo por introducirle mi miembro en su interior, comenzando unas incesantes embestidas que lo hacen gemir de placer y a mí de satisfacción.

Estaba en la gloria, embistiendolo una y otra vez, lo sujeto por las caderas, y paso sus brazos por detrás dejando que su pecho descanse en la cama, mientras con una de mis manos lo masturbo.

Acaba por hacerme saber que se va a venir, y es algo mutuo. Es maravillosa la sensación mientras me estoy corriendo y a la vez , como este se corre, sintiendo que por entre mis dedos escapa su semen, acallando sus gritos al morder mi mano, pero eso sí, no dejo de masturbarle.

Paso los dedos manchados por su semen por mi boca, y luego él me atrae contra sí para besarme.

Caemos cansados los dos en la cama, en la habitación solo se escuchan nuestras respiraciones en sincronía.

—Niragi...

—¿Mhmm?

—¡Niragi!— despierto de mi ensoñación, abriendo y cerrando los ojos rápidamente. El estúpido enano es el único que queda en la sala de juntas y truena los dedos frente a mis ojos en repetidas ocasiones.

—Te quedaste dormido, idiota. La junta ya ha acabado.— le asiento levemente, recomponiendome de lo anterior. Me levanto, siguiéndolo a través de la habitación.

—¿Qué soñabas?—pregunta, y no puedo ocultar una sonrisa sincera.

—Estaba recordando el día en que todo comenzó.

Se ruboriza, sabiendo perfectamente a lo que me refiero. Rio para mis adentros, él se asoma frente a la puerta y, al no ver a nadie por los corredores, se gira para robarme un beso.

—Sucio.— me riñe, pero su mano toma la mía y sé perfectamente a dónde nos dirigimos cuando damos vuelta en el siguiente corredor.

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