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One Shot de Arisu

Advertencia: Corto

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La mirada de las 1000 yardas es aquella que describe una mirada inerte, perpleja y desenfocada de un soldado o militar; lo habían repasado quizá 2 veces en el colegio y por curiosidad después en sus hogares, pero Alex y Arisu jamás pensaron que tendrían esa mirada justo frente a sus ojos, viéndose fijamente.

Corazones. La carta que más dolor les trajo. Esa que, aunque entren a traicionar a personas que no conoces, te destroza. Y es que eso estaban, destrozados. Sus propios pensamientos inundados de las imágenes de las cabezas de sus amigos explotando y las palabras que les dieron al final, justo cuando Alex lo supo.

—Si lo hubieras pensado antes.—escupió Arisu con rencor y dolor en la voz hacia su novia.—Unos segundos antes...ellos estarían vivos.

Alex soltó un sollozo.

—Estábamos muy lejos del espejo.— se cubrió la boca con vergüenza.—Solo dos podríamos salvarnos y apenas lo pensé en ese momento, yo no...

—¡Y quiénes éramos nosotros para decidir!— gritó, y como si el clima escuchara sus lamentos, comenzó a llover. Alex desconoció a ese Alice, quién nunca le había gritado antes; incluso se cuestionó si las palabras que le dijo dentro minutos antes, cuando le imploró que se salvara ella eran ciertas.— ¡Eran mis mejores amigos! ¡Mierda!

Un grito ahogado salió de su boca, Alex apenas podía respirar porque el llanto superaba en volumen su capacidad para inspirar aire.

—¡También eran los míos!— reclamó.— ¡Yo no quería que murieran!

—¡Entonces debiste pensar! ¡Hablar como siempre lo haces! ¡Nunca te callas la maldita boca y ahora que te necesitábamos tú...!— no pudo continuar tirando veneno producto de la experiencia post traumática, porque Alex le había estampado la mano en la mejilla.—Vete.

—No me lo tienes que decir dos veces.— Alex se levantó, con los ojos hinchados y la lluvia arreciando apenas era capaz de ver siluetas para no tropezar con los árboles o los botes de basura. Arisu no la miró irse, se recostó en el asfalto a soltar gritos de desesperación y llanto acumulado, no fue consciente de lo que ocurrió hasta minutos después, cuando se levantó dispuesto a buscarla pero no distinguió su silueta por ningún lado.

Se había marchado, no la culpaba. Se sintió más miserable si eso era posible. Cerró los ojos esperando que, quizá en una mala jugada de su mente, estaba en medio de una pesadilla.

No lo estaba, y ese fue el primer trago amargo que le trajo Borderland. Una pequeña probada del dolor que estaba por vivir.

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