Niragi I

[ESPECIAL DE SAN VALENTÍN I/¿?]

Niragi fue el ganador de la pregunta que hice en mi perfil, aún así, y observando que casi empata con Chishiya, he decidido que habrá un especial de cada uno. La temática de este primer OS es cliché americano, así que si no te gusta puedes parar de leer. De cualquier forma este OS está condicionado a los comentarios que reciba. Puedo prescindir de realizar otro porque últimamente no comentan:(

Advertencias: Ninguna; largo

Niragi Parte 1:

"Una carta para Niragi" 


Le dolía terriblemente la boca.

Comer algo se había vuelto un increíble martirio. Niragi no encontró forma de esconderlo en su casa. Cuando aquel día llegó con marcas de sangre después de que los chicos que lo molestaban lo obligasen a atravesarse la aguja en la lengua después de haberlo visto buscar en las computadoras de la escuela lugares que hicieran piercings, pensó que sus padres finalmente entenderían lo que por años les mencionó.

Que era un inadaptado, que lo odiaban en la escuela, que lo cambiaran de instituto, pero no lo hicieron.

Se había ganado un castigo, uno fuerte más allá del físico. Sus padres no lo entendían, creyeron que aquel fue un acto de rebeldía y no podían estar más equivocados.

Niragi sí había visto los piercings porque pensó que quizá de esa forma sería un poco aceptado, quizá si lograba encajar en lo que los chicos populares buscaban, entonces dejarían de molestarlo.

Lo había intentado todo, desde emborracharse en las fiestas en donde terminaba colándose hasta el intento de un tatuaje, pero nada parecía funcionar.

A este punto en realidad solo buscaba un amigo.

Solo necesitaba a alguien, alguien a quien conocer. Alguien a quien tener. Alguien que lo escuchara.

Nadie le dirigía la palabra porque temían correr con la misma suerte, y no los culpaba del todo.

Se acercaba San Valentín, los chicos comenzaban a declarar su amor a aquellas jóvenes a quienes querían. Por supuesto que a lo largo de su vida Niragi pensó en hacer lo mismo, pero tuvo miedo en muchas de las ocasiones de ser rechazado por alguna de ellas. Incluso los solteros corrían con suerte, pues habían actividades de todo tipo, como el Valentín secreto donde tenían que contestar un cuestionario que te emparejaba con otra persona según tus preferencias.

Niragi llegó a pensar que era buena idea, pero cuando las porristas le negaron el volante entre risas aquel intento lo hizo sentir aún más miserable. Las porristas eran las encargadas de aquella festividad, incluso las solteras organizaron un stand de besos que los chicos aprovechaban en filas muy largas, pero se desilusionaban cuando notaban que quizá a quien estaban buscando no se encontraba entre ellas.

También estaba el buzón de cartas. Niragi no se tomó el tiempo de escribir ninguna; no tenía a nadie a quien escribirle de cualquier forma. Lo único que lo había mantenido tranquilo era el hecho de que finalmente parecía que sus bullys habían hecho una tregua con él pues estaban más interesados en captar la atención de las chicas que de meter su cabeza al inodoro.

Aquello fue un periodo de paz antes de la tormenta.

Esa mañana Niragi se colocó el uniforme con pesadez, había estado comiendo pésimo por el piercing, así que evitaba completamente el desayuno. Tomó las llaves del auto y se dispuso a conducir por la ruta más larga, así por lo menos eso le daba tranquilidad.

Vivía en el mismo vecindario rico que otros seis chicos de la escuela. Observó a Hana salir de su casa en su auto y estacionarse en la siguiente esquina, donde estaba la casa de Alex, ambas eran porristas. Hacía seis meses que Alex intentaba inútilmente pasar su examen de conducir y siempre lo reprobaba, Niragi se había enterado de aquello cuando la escuchó quejarse. No había problema, pues su familia podría costearse un chofer, pero resultaba más divertido para las jóvenes el compartir el trayecto. Alex se subió al auto, aquel día no llevaba el uniforme de porrista a diferencia de Hana. Usaba un vestido rosa suelto y llevaba una mochila negra lo bastante pequeña como para que solo cupiera un iPad o una libreta.

Escuchó el claxon detrás suyo. El deportivo de Ren lo rebasó con premura. Niragi se había quedado observando lo suficiente como para no avanzar, consiguiendo que una larga línea de autos que intentaban salir a la avenida principal se quedase por detrás suya.

Se sonrojó por el bochorno y siguió avanzando. El convertible rojo donde iban las porristas se alejó a la distancia. Todas las mañanas iban a una cafetería y recogían la misma orden para todas. Niragi ya había asistido ahí en una ocasión, no realmente buscándolas, sino por mera curiosidad.

Llegó a la escuela lo bastante temprano como para alcanzar un buen lugar en el estacionamiento. El guardia lo saludó cuando entró en este y se colocó cerca del edificio donde tenía la mayor parte de sus clases. Mientras antes saliera de ahí, menos probabilidad tenía de que su día empeorara.

Se detuvo un momento abriendo la guantera para sacar su billetera, tomó su mochila e incluso roció un poco del nuevo perfume que había comprado. Revisó su horario para no equivocarse como si no lo supiera de memoria y luego abrió la puerta sin fijarse.

Gran error.

Escuchó el grito de una mujer, luego el olor a café inundó sus fosas nasales. Le había dado a Alex, quien había salido del convertible estacionado justo a su lado, derramando completamente su café. Por suerte no la había quemado y solo pequeñas gotas de este se encontraban en su vestido.

—Lo siento—dijo Niragi abriendo los ojos de sobremanera, casi sintiendo que se avecinaba un ataque de pánico—. Yo, de verdad lo siento y...

Fue incapaz de mirar a Alex, quien no lucía molesta, solo confundida.

—Maldito freak—dijo Hana azotando la puerta del convertible—. Ren nos llamó, dijo que estabas espiándonos. Tienes suerte que no le dijéramos nada a Hiroki y sus amigos o estarías muerto.

—Yo no...yo no...

—Lo que sea, no vuelvas a hacerlo. Aún tengo escalofríos—Hana giró los ojos y observó a Alex, esta observó su café en el suelo y suspiró pesadamente—. Dios, mira lo que hiciste. La asustaste tanto que la dejaste muda. ¡Vámonos!, ¿tienes tu uniforme en el casillero, no? Si no, tengo un cambio en el mío.

Niragi se sentía terriblemente mal, en un impulso tomó la mano de Alex impidiéndole que se marchara. Hana lo miró como si él fuera la peste e inmediatamente soltó a la joven.

—¿Te quemaste? —le preguntó con rapidez acomodándose los anteojos—. Lo siento, de verdad, lo mínimo que puedo hacer es pagar tu café y...

—¿Aceptarte a ti un café? —preguntó Alex con acidez observando algo por sobre su hombro—. Primero muerta.

—¿Las está molestando? —Hiroki, uno de los bullys de Niragi se aproximó a la escena. Alex negó con rapidez y se movió dos pasos al frente. Ren venía al lado del chico, y después más personas se aglomeraron—. ¡¿Qué te he dicho, maldito freak?!

—Nadie nos estaba molestando—dijo Alex con los dientes apretados—. Absolutamente nadie. Se me cayó el estúpido café por distraída, necesito cambiarme ya, ¿podemos irnos? Vamos tarde a clase.

Hana y Ren parecían dispuestos a hablar, pero una sola mirada de la más baja bastó para que ninguno emitiera alguna palabra.

Hiroki miró desafiante a Niragi, él no se movió de su lugar. Alex comenzó a avanzar sin esperar a nadie, y solo fue cuestión de segundos para que Hiroki corriese tras de ella para caminar a su lado y pasar su brazo por los hombros de la joven. La multitud también se dispersó, Niragi agradeció aquello y los observó marcharse.

Pensó en el control que ella tenía sobre aquel chico. No eran novios porque se rumoreaba que Alex no estaba del todo interesada, aunque siempre se les miraba juntos. Niragi abrió una puerta que no debería en una de esas ocasiones donde se coló a una fiesta importante encontrándolos en una situación bastante comprometedora hacía menos de un mes.

Y si intercambiaban besos frente a todos, ¿entonces por qué Alex lo rechazaba?

Niragi se preguntó por qué Alex estaba interesada en ese tipo de hombres. Era la única del equipo de porristas a quien una conversación sobre ciencia no la aterraba, sus calificaciones eran buenas (no sobresalientes, pero buenas), y parecía interesada en muchos extracurriculares. Incluso era de las que asistían a las brigadas de asistencia humanitaria no solo a tomar fotografías, sino a trabajar realmente.

Pero quizá eso era lo que estaba destinado a pasar, las chicas populares salían con los chicos populares, no con tipos como él.

Negó con la cabeza dispersando ideas. Tenía que ser mucho más precavida. Se había salvado por poco de unos buenos golpes, pero no esperaba que corriera con esa misma suerte si seguía ahí parado.

Ese día, tres días antes de San Valentín, algunas cartas fueron enviadas. Tenían esa fecha de entrega puesto que se esperaba que sus destinatarios las abrieran en San Valentín para que la sorpresa fuese real, aunque algunos no podían esperar.

¿Lo peor? Las cartas eran entregadas frente a todos en clases. Las porristas cobraban 132 JPY, lo equivalente a un dólar, por enviarlas y también podrían pagar extra si deseaban que las leyeran en voz alta. Era una buena idea para recaudar fondos destinados a sus nuevos uniformes, aunque todos sabían de antemano que era para financiar sus fiestas increíbles a las cuales Niragi jamás había recibido una sola invitación.

La mayoría de las cartas eran dirigidas a las mismas porristas de parte de sus admiradores, así que no tenían mucho trabajo por hacer, pero sí muchísimo dinero en los bolsillos.

Alex estaba sentada en clase mordiendo su pluma, había ya dos bolas de papel a su alrededor desechadas por la desconcentración que tenía. Niragi pensó que algo estaba pasando, pero jamás le preguntaría. Hana entró al salón después solicitando que la chica saliera, y ella lo hizo sin más. Pasaron quizá unos cuarenta minutos cuando las porristas interrumpieron la clase de química para hacer entrega de las cartas. Algunas lucían sus pompones en el aire y tenían diademas repletas de corazones que habían inspirado de igual forma a su maquillaje.

Hana tenía la lista en la mano y llamaba a los chicos y chicas, que pasaban en frente en medio de burla por parte de sus amigos, aunque con sonrojos de por medio. Alex sostenía flores en su mano, y a quienes pagaban aún más, les entregaba algunas. Niragi no levantó la vista de su computador, de cualquier forma sabía que no le llamarían y agradecía internamente también que no lo hicieran.

—¡Oh, falta uno! —dijo Hana tachando otro nombre de la lista—. ¡No puede ser, vengan a ver esto!

—Debe ser un error—dijo Alex tomando la hoja—. Bueno, parece ser que no.

—Leámosla en voz alta—acotó una de las chicas que tenía el buzón en la mano—. ¡Vamos!

Los chicos estaban en el filo del asiento esperando una respuesta al alboroto que estaban teniendo las porristas entre sí frente a todos.

—Suguru Niragi—mencionó Hana, y él levantó la cabeza completamente desconcertado—. Tal parece que encontraste a una loca, tienes una carta.

El silencio sepulcral solo se vio interrumpido por la bulla general, todos coreaban que la carta fuese leída en voz alta, pero Alex los interrumpió cuando le entregó el girasol al joven que tenía las mejillas completamente rojas y temblaba a cada paso que daba. Sentía que estaba por desmayarse.

—No nos pagaron extra por leer—explicó al salón que abucheó levemente—. Recuerden pagar o no obtendrán los servicios premium. Creo que es todo aquí.

—Tus cartas, Alex—dijo Hana pasándole una caja—. Las leeremos en la siguiente clase, recuerden que el buzón sigue abierto por si quieren responder a sus destinatarios. ¡Los esperaremos!

Niragi escondió su carta en el fondo de su mochila, ahí donde nadie podría tomarla. El corazón le galopaba velozmente cuando las chicas abandonaron el aula, a excepción de Alex que se quedó en su antiguo asiento. Los chicos le preguntaron si había recibido sus cartas, ella les respondió que sí y que obtendrían una respuesta pronto. También fue cuestionada sobre si participaría en el Valentín aleatorio o si probaría suerte en el stand, pero fue negado. Cuando el ruido fue mayor que la voz del profesor, este se levantó fúrico.

—Señorita Kato, ¿podría guardar silencio? —Alex lo miró casi cabizbaja, escondiéndose levemente en su asiento por el regaño—. Tendrá que cubrir horas por la tarde, tal parece que San Valentín es más importante que la clase.

—Lo es—murmuró Niragi a quien le había salido casi involuntariamente. La clase entera se asombró de que aquel chico hablara, incluso el profesor quien tuvo que bajar sus anteojos ante la impresión.

—¿Qué dijo?

—Que su clase es aburrida—respondió otro chico intentando entrar a detención, pero nadie pareció prestarle atención. El ya abochornado rostro de Niragi se tornó color cereza, quiso desaparecer en ese momento.

—Detención también—dijo el profesor—. Estoy muy conmocionado, usted no es así...

Y quizá simplemente debió quedarse callado, porque el sermón que continuó a la clase le valió de más burlas cuando todos salieron del aula.

[...]

La práctica de porristas era exactamente a la una de la tarde todos los días. Algunas personas (pervertidos más que nada) se quedaban después de la práctica de básquetbol escondidos entre las gradas para verlas desfilar. Niragi a veces pasaba por el gimnasio porque en esos baños era en donde podía esconderse para que sus acosadores no lo encontraran, pero aquella tarde durante el almuerzo salió a comprar un café para enmendar su error de la mañana.

Por alguna extraña razón, una ola de cero sentido común lo hizo creer que era buena idea interrumpir la práctica. Su cabeza estaba dando vueltas, aún no abría la carta porque quería encontrarse en la privacidad de su habitación para hacerlo. Suponía que era una de broma así que no le daba mucha importancia.

—¡Miren! —dijo Jena saltando de encima de la torre de porristas—. ¿Cómo se atreve a venir aquí?

—¡Acosador!

Alex lo miró con extrañeza, cuando sus ojos conectaron y miró el café en su mano se frotó las sienes con frustración. Niragi dio dos pasos hacia atrás. Hana parecía capaz de ir y arrojarle el café en el rostro, pero Alex caminó más rápido y lo tomó de la mano sacándolo de la vista de ellas ante el reproche de si quiera tocar al inadaptado.

—¿¡Qué diablos te ocurre?! —preguntó escandalizada en los pasillos que llevaban a las duchas—. ¡¿Qué demonios quieres?!

Niragi extendió el café esperando que incluso este terminase en su cabeza, pero no lo hizo. Alex lo tomó y dio un largo suspiro.

—Gracias, lo que sea, debes irte—dijo señalando la salida—. No te quieren aquí, y apenas he conseguido que salgas bien librado de la mañana pero no prometo volver a hacerlo.

Él pensó que sus oídos le fallaban. ¿Alex había intercedido realmente por él?

—¿Te has quedado mudo? —preguntó chasqueando sus dedos frente a sus ojos en repetidas ocasiones—. ¡Vete!

—¿Te preocupas por mí? —preguntó como quien no quiere, quizá tentando demasiado a la paciencia de la joven.

—Temo que mis amigos vayan a prisión si terminan por matarte—le corrigió mirando la puerta—. Ahora vete, de verdad, o yo misma les llamaré para que te saquen.

[...]

El tic-tac del reloj de la sala de detención corría excesivamente lento. La mente de Alex le taladraba diciéndole que, si se marchaba en ese momento, nadie en la escuela le notificaría al profesor. Algo dentro de ella sin embargo le rogó que no lo hiciera.

Recostó su cabeza en la mesa completamente exhausta. Quizá podría dormir un poco antes de finalmente marcharse. Había mentido en casa diciendo que la práctica de porritas se alargó lo suficiente como para que no le hicieran preguntas. Aún tenía el vaso de café a medio beber en la mano, aquellas cafeterías imitaban la moda americana de colocar los nombres de quienes lo compraban en sus vasos, y de pronto habló en voz alta.

—Niragi—murmuró leyendo el nombre. El chico que se encontraba en la mesa de al lado de igual forma cumpliendo detención la miró de reojo.

—¿Ocurre algo? —Alex negó despabilando prontamente.

—¿Dónde dejaste el girasol? —completamente extrañado de que Alex si quiera le dirigiera la palabra, Niragi se incorporó bien en su asiento—. El que te enviaron por la mañana, no me digas que lo tienes en el casillero.

Niragi negó y lo sacó de su mochila. Alex sonrió de lado al verlo.

—Los girasoles son bonitos—declaró antes de girar nuevamente para sacar su iPad del bolso—. Te vi sorprendido hoy, al parecer no te lo esperabas, te llevaste la sorpresa mayor.

—Debe ser una broma o algo así—respondió Niragi encogiéndose de hombros—. Nadie me dirige la palabra, así que no creo que sea algo real.

—¿No la has abierto? —preguntó Alex girando su silla para estar más cómoda—. ¿Cómo vas a responder si no la has abierto?

—No pensaba responder—dijo Niragi—. Además no tiene destinatario, pensé que ya lo sabrías porque perteneces a las porristas.

—¿Nos estás llamando chismosas? —cuestionó con una ceja alzada. Niragi iba a disculparse, pero ella rio negando—. Las cartas selladas no las abrimos, somos lo suficientemente respetuosas con eso. Cotillas sí somos, así que si no se ve a contraluz, entonces lo dejamos ser.

—Reconfortante.

Alex asintió, luego tomó su teléfono y comenzó a usarlo perdiéndose en la inmensidad de las redes sociales. Niragi quería forzar la conversación, era la primera vez que había tenido una larga, aún mejor, una conversación genuina con una chica, y no planeaba perder la oportunidad de quizá encontrar una aliada.

—¿Quieres leerla? —preguntó sacándola de su mochila—. Sé que te gustan los juegos de detectives y eso, lo mencionaste en clase. Quizá descubras quién la envió.

—En realidad quieres que sea cotilla—se burló arrojando el teléfono a la mesa mientras se pasaba el pelo color caoba detrás de la oreja. Aquel leve movimiento desprendió un olor a lavanda que embriagó a Niragi por completo—. No soy buena con la caligrafía, aún así te ayudaré porque no hay nada más interesante qué hacer y aún duraremos otras dos horas aquí. Pero si es algo sexoso o comprometedor queda bajo tu responsabilidad que se lo cuente a toda la escuela.

Niragi le extendió la carta con una sonrisa de lado. Alex la tomó y la abrió con una consideración abismal, cuidando que no se rompiera el sobre en ningún momento.

—¿Seguro que no quieres leerla? —preguntó antes de abrirla—. Me siento sucia haciéndolo.

—Adelante.

Alex se movió con su silla giratoria hasta estar en la misma mesa que Niragi justo a su lado. Sintió que el corazón se le iba a salir del pecho. Tenía la vista en las manos de Alex porque si lo enfocaba en lo que estaba debajo, se centraría en sus piernas descubiertas y no quería ser ese tipo de hombre.

—Maldición—se quejó en cuanto la abrió—. Felicidades, tienes a una chica lista. La hizo con máquina de escribir.

Con una mano Niragi tomó la hoja de igual forma, el leve movimiento en la mano de Alex le imposibilitaba el leer con precisión.

—¡Oh, recuerdo este poema! —dijo señalando las palabras en la hoja—. Lo publicaron en el periódico escolar, recuerdo que fue muy bueno. Hana se quejó porque quitaron la nota sobre nuestro puesto de recolección de víveres, pero le dije que se callara. Es muy hermoso, aunque con mucho dolor dentro.

—Yo lo escribí—se sinceró Niragi temiendo la reacción de la chica—. Fue un proyecto para la clase de literatura, afortunadamente fue anónimo.

Esperaba que se burlara de él ahora que lo sabía, pero ella sonrió levemente.

—Un día quizá podrías enseñarme—propuso mirándolo a los ojos. Niragi se perdió en aquellas piedras ónix que escudriñaban muy dentro de él—. He querido escribir por años, pero no soy muy buena. Envié varios poemas al periódico y jamás pasaron los filtros.

Niragi tragó secamente. Él era el filtro que no dejaba pasar los poemas.

—Nunca leí un poema tuyo.

—Creo que ese es el chiste detrás del anonimato, ¿no? —preguntó tomando de su bolso un poco de brillo de labios y colocándoselo—. Quiero decir, claro que los firmaba, pero sería un suicidio social que el mundo supiera lo que escribía. Eran algo personales y no soy tan valiente.

—¿Usabas un seudónimo?

—Todos tenemos uno, un alter ego por lo menos—asintió—. Te diría el mio pero no quiero salir del anonimato prontamente.

—Lo averiguaré de todas formas—respondió Niragi, y se impresionó a sí mismo por su confianza.

Alex esbozó una sonrisa sin mostrar los dientes y bajó la cabeza.

—Te deseo suerte entonces.

La puerta se abrió de par en par, fue antes de que Niragi pudiera procesar la presencia de Hiroki en la habitación cuando observó que Alex ya estaba de nuevo en su lugar. Él tomo una de las sillas y se colocó frente a ella tendiéndole un plato de ensalada que ella aceptó y dejó sobre la mesa.

—Las niñas malas van a detención—dijo, y parecía que se iba a inclinar a besarla cuando ella giró el rostro—. Vámonos, no tienes por qué estar aquí. Te llevaré a casa.

Niragi no miró pero escuchó cómo las cosas volvieron al bolso de Alex, por supuesto que se marcharía. Había sido muy ingenuo por pensar por un momento que ella preferiría quedarse.

—En realidad papá va a pasar por mí—explicó la chica. Niragi sintió un poco de calidez dentro de sí, su mente intentaba engañarlo creyendo que ella disfrutaba de su compañía y por eso no quería marcharse—. Le dije que pasara, después me llevará a recoger unos paquetes que le llegaron.

—Puedo llevarte, puedo llamarle también y decirle que irás conmigo—respondió Hiroki sacando el teléfono de su bolsillo.

—No haría eso justo ahora—sugirió poniendo su mano por encima del teléfono deteniendo la acción—. Después de la última fiesta no estás en su radar bueno, así que esperaría unas semanas más antes de volver a aparecerte por ahí.

Hiroki pareció pensárselo, maquilando ideas en su mente.

—Nos veremos más tarde—añadió Alex—, tampoco quiero retrasarte, tengo mucha tarea que hacer.

—Me iré solo porque estoy muy ocupado planeando San Valentín—dijo Hiroki finalmente aceptando la petición de Alex. Se despidió con un beso en la frente de la joven y luego cerró la puerta tras de sí cuando salió.

Niragi se sentía incómodo. El ambiente de pronto lo sintió aún más tenso. Alex se levantó pasados unos minutos y tomó el bowl de ensalada, Niragi creyó que lo comería hasta que se acercó a su mesa nuevamente.

—¿No quieres? —preguntó colocándolo frente a él—. No puedo comerlo.

—Tiene nueces—razonó Niragi al ver lo que estaba justo arriba de esta—. Eres alérgica, ¿no es así? Recuerdo que lo dijiste cuando te presentaste en primer año.

—Se lo digo siempre, no es algo que me guarde. Aún así jamás me escucha, me envió rosas y llámame malagradecida, pero no es como que oculte que mis flores favoritas son...

—Los tulipanes amarillos—respondió Niragi terminando su frase.

Alex asintió algo cabizbaja.

—¿Por qué estás con alguien que no te escucha?

—¿No es lo que se espera? —preguntó de forma retórica. Niragi la miró con pena—. No estoy con él, no puedo estar con alguien que no puede recordar siquiera mi cumpleaños a menos que haga una fiesta inmensa.

Tomó su silla nuevamente, ahora sentándose frente a él.

—¿Puedo confesarte algo? —preguntó.

—Por supuesto.

—Me siento muy sola—confesó escondiéndose entre su cabello—. Debes estar pensando, "Diablos, esta tipa narcisista se siente mal cuando a mí me hieren físicamente", y tienes razón, pero...

—No pensaba eso.

—Pero si lo hicieras tendrías razón—dijo—. Mis amigos no son reales, ninguno de ellos lo es. Sé que no me quisieran si supieran las cosas que realmente me gustan, o si pudiese vestir como realmente quiero. Supongo que solo soy débil y estoy aterrada de ser realmente yo.

—No creo que seas débil—Niragi le tomó la mano, aún temeroso de la reacción de la joven. No se esperaba para nada que ella cerrara el agarre, mucho menos que pusiera la otra mano encima.

—Gracias, es lindo hablar con alguien que te escucha.

—Podría escucharte siempre—dijo Niragi antes de que su mente procesara las palabras—. Quiero decir, yo, yo podría ser tu amigo.

—Parece que buscamos lo mismo—respondió Alex—. Un amigo de verdad.

[...]

La campanilla de detención resonó por los pasillos. Estaban liberados, aún así, Niragi maldijo no haber tenido más tiempo para compartir con Alex. Temía que aquello había sido cosa de una sola vez, de un día en donde la vida había sido muy benevolente con él. La observó cargar sus cosas y ponerse en pie. Pensó que saldría corriendo, pero lo esperó en la puerta hasta que sus pasos se unieron por los pasillos.

—¿Tu padre te esperará en la entrada? —le preguntó.

—¿Perdón? —Alex quitó la vista de su teléfono y lo guardó en su bolso.

—Le dijiste a Hiroki que tu padre vendría a recogerte, ¿te esperará en la entrada?

—¡Oh, no, no! —respondió negando y soltó una risita de culpa—. Le mentí, papá llega hasta la noche y por supuesto que no avisé que estaría en detención. Me pediré un taxi que me deje a una cuadra de casa y caminaré hasta ahí.

Niragi quiso preguntar por qué había mentido, pero prefirió no hacerlo. No quería sonar muy cotilla.

—Puedo llevarte si quieres—propuso rascándose con nerviosismo la parte detrás de su cuello.

—No quiero abusar—dijo Alex negando—. Solo será una llamada y listo.

—Tampoco puedo permitir que viajes sola, es decir, ¿qué tal si el taxista es un asesino? —preguntó Niragi jugando con sus manos—. O un tipo muy raro.

—Entonces lo volvería mi amigo—respondió riendo. Niragi captó la broma y rio de igual forma—. ¿No te desviarás mucho?

—Tu casa queda a dos de la mía, no es problema—negó. Alex lo pensó mordiéndose la parte interna de la mejilla.

—Bien, te devolveré el favor cuando pase el examen—dijo con una leve sonrisa—. Aún así te deberé otro favor. La parte de ir a recoger a la paquetería los envíos de papá es cierta.

—No es problema tampoco—respondió Niragi sacando las llaves de su auto y abriéndolo a la distancia—. Saldaré el café de la mañana.

—Lo siento por mi actitud—dijo Alex encogiéndose de hombros con vergüenza—. No me gusta el cómo te tratan, pero si intervenía directamente para defenderte sería aún peor. Estoy tratando de sacarte de su radar y que se consigan a alguien más a quién molestar.

—No te preocupes, lo entiendo—respondió abriéndole la puerta.

[...]

—¿Tu padre pidió piedras o algo así? —preguntó Niragi sacando las cajas para dejarlas en la entrada de la casa de Alex, quien cargaba una un poco más pequeña aunque Niragi le pidió que no lo hiciera—. Dámela, no deberías cargar ese peso.

—Está en una faceta extraña de reparar cosas antiguas excesivamente costosas—respondió girando los ojos—. Ha comprado todo lo que tu cerebro puede imaginar, y como teme que el chico del camión repartidor arroje las cajas, decide ir directamente por ellas.

—Una cámara antigua—dijo Niragi leyendo la etiqueta—. Debe hacerla funcionar, el estilo retro le va muy bien.

—Mamá dice que es basura, aún así deja que lo haga porque le gusta ver su sonrisa cuando lo hace funcionar—respondió Alex mirando dentro de la casa con algo de nostalgia—. Me gustaría tener algo así.

—Quizá solo necesitas abrir bien los ojos—respondió Niragi, Alex asintió.

—Bien, creo que es la despedida, muchas gracias por todo. Ha sido de mis días más divertidos aunque no lo parezca. Es la primera vez que me sentí escuchada—Alex sonrió y tendió la mano a Niragi, quien la tomó de igual forma con una sonrisa.

Aquella sonrisa sin embargo ocultaba débilmente la mueca de intranquilidad de que ese día llegara a su fin. Niragi se dio la vuelta y estaba por entrar a su auto cuando Alex lo detuvo.

—¡Espera! —dijo sosteniendo la puerta. Niragi la miró algo confundido—. ¿Me prestas tu teléfono?

Y lo hizo sin preguntar qué ocurría, ni siquiera si necesitaba algo. Alex comenzó a escribir con rapidez y luego lo devolvió a su dueño.

—Grabé mi número y me envié un mensaje—explicó—. ¿Pensabas desacerte de mí tan fácilmente? Aún tenemos tres días para resolver el misterio de la carta.

—Lo tengo—dijo Niragi asintiendo. Alex se despidió con la mano y él hizo lo mismo, luego se dio la vuelta entrando a casa y Niragi desapareció en la esquina.

Llegó a casa, se quitó los tenis en la entrada. No respondió al llamado de su madre, ni al del personal de limpieza que lo buscaban. No se detuvo si quiera cuando casi tira a su hermano menor por las escaleras. Llegó a su cuarto y abrió la puerta, se tiró a cama y cubrió su cabeza con la almohada lanzando un grito.

Un grito de felicidad, uno de impresión y otro de sorpresa.

Quizá aquel San Valentín sería diferente para él.

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