Niragi
Pedido de: chica_toxica911
[...]
—¿Crees en el amor a primera vista?
Me quedo en blanco por unos largos segundos pensando exactamente en qué decir. En la habitación de aquel olvidado hotel solo se escuchan nuestras respiraciones y el tic-tac del reloj de pared.
Creo que quizá esa no es una buena frase para decir después del sexo, pero aún así intento encontrar las palabras correctas.
—¿Sadashi? —pregunta recomponiéndose en la cara, sus ojos buscan los míos y cuando los encuentran le obsequio una sonrisa—. Lo siento, no debí...
Lo callé con un beso, uno que le siguió a otro y luego a uno más. Tomó mi rostro con su mano y dejó su pulgar descansando en mi labio inferior, y lo miré directamente a sus oscuros ojos.
—No lo hacía antes de encontrarte.
Y pareciera que solo necesitaba esa respuesta. Como un niño pequeño escondió su cara entre mi cuello y mi clavícula, y acaricié su cabello por lo que restó de aquella noche.
Nos conocimos en el primer juego de ambos. Hasta el momento aún no sabía distinguir si aquello había sido una bendición o una condena. Un juego sencillo de tréboles, uno que apenas nos dio un visado de tres días nos unió tanto que ahora además de mi compañero de juegos era lo más cercano que tenía a una pareja.
No me molestaba para nada.
Él era muy listo; resolvía aquellos acertijos de los juegos de una forma casi magistral, no le costaba nada encontrar los patrones de los juegos. Fue en uno de picas precisamente donde divisamos desde lo alto de la torre este hotel y decidimos investigar.
Parecía que lo habían diseñado precisamente para nosotros. Estaba muy extraña la localización exacta de las turbinas de generación de energía, pero Niragi dijo que aquello era una simple casualidad. Dijo que no le tomaría mucho tiempo poder comenzar a hacer correr el agua, o la energía eléctrica, así que tendríamos un pequeño Oasis en toda esta mierda.
Fue en la quinta noche de nuestra estadía cuando todo comenzó.
Desperté con una mano tapándome la boca. Mi primer instinto fue dar un manotazo al aire, luego miré que la mano era de Niragi, quien desesperadamente intentaba que mantuviera silencio haciéndome gestos con la mano.
—Parece que hay alguien—murmuró—. He escuchado ruidos.
—El arma—le señalé a mi costado, donde se encontraba en la mesa de noche—. Está cargada.
Él asintió y la tomó con una mano mientras se levantaba de la cama, haciendo señas nuevamente de que guardara silencio. Tomé su camisa y me la coloqué con lentitud encima del cuerpo por si había que moverse.
Entonces también lo escuché, pasos acercándose. Levanté un dedo señalando hacia donde se dirigían en ese momento, y cuando pasaron por nuestra puerta Niragi la abrió y se aproximó a salir al pasillo y yo detrás de él.
—Pensamos que estaba vacío—dijo un hombre con músculos levantando ambas manos a la altura de su pecho. No lucía nervioso, al contrario. Con su cuerpo cubría a su compañero, un poco más bajo que él y quien no levantaba las manos, sino que tenía una cálida y socarrona sonrisa asomando su rostro—. Ya hemos visto que no, será mejor que nos vayamos.
—¡Oh, no, no! —dijo aquel otro hombre—. Son muchas habitaciones y ustedes solo ocupan una, ¿les molesta la compañía?
Puse mi mano encima del arma de Niragi indicando que la bajara. Él me miró como si estuviese completamente loca.
—No del todo—respondí—. ¿Tienen tiempo aquí?
—Un mes completo—dijo el más bajo—. Justamente hoy lo cumplimos.
—Entonces están de aniversario—me burlé—. Soy Sadashi, él es Niragi.
—Bonito nombre—un leve asentimiento de cabeza en respuesta—. Takeru Danma, pero mis amigos suelen llamarme El Sombrerero.
—Puedo darme una idea de por qué.
—Aguni—se presentó el más alto extendiendo su mano hacia mí—. Desconocía que había armas por ahí.
Señaló la que Niragi llevaba en la mano.
—Preferimos esas a los cuchillos, no me gusta ensuciarme las manos—y sonrió, liberando finalmente la tensión que recorría en el aire.
Niragi tardó tiempo en confiar en ellos, pero poco a poco creó una alianza con Aguni. Se entendían cuando hablaban de armas, o de equipos. Fue la siguiente semana a la llegada de aquellos extraños en donde El Sombrerero me habló de su plan de crear una utopía.
No era muy soñadora, pero sí que necesitaba las cartas si de esa forma podía conseguir salir de este mundo, así que acepté ayudarle.
Convencer a Niragi me costó, pero si de algo podía jactarme completamente era de que tenía el don de la palabra, y eso fue de mucha ayuda cuando poco a poco fui corriendo la voz en los juegos hasta que La Playa se volvió lo que era hoy en día.
Fungía como el puente de conexión entre los militares y los ejecutivos, pertenecía a ambos bandos aunque me gustaba más mi trabajo como ejecutiva, así podía controlar de mejor forma las decisiones internas. Mi voz tenía más valor que el de cualquiera que estuviese sentado en la mesa en ese momento, y eso le pesaba a muchas personas.
A uno de cabellos blancos, por ejemplo.
Nos respetábamos mutuamente, en más de una ocasión habíamos salvado las vidas del otro en los juegos, pero no éramos los mejores amigos. Había escuchado a Chishiya hablar sobre lo manipuladora que era momentos antes de que él estirara la mano para saludarme. Era extraño ver mi propio reflejo a través de sus ojos, y fue precisamente esa sensación de estarme viendo en un espejo la que me hizo sospechar de que él tramaba algo.
Niragi le llevaba investigando ya bastante tiempo.
Su cambio fue notorio cuando recibió el poder, pero ese cambio solo podía verlo yo. Cuando nos encerrábamos en nuestra habitación durante la noche, dejaba esa máscara detrás y seguía siendo el joven indefenso con el que me topé el primer día, y yo le permitía serlo, porque era lo que él necesitaba.
Él me amaba, solo bastaba con que algo saliera de mi boca para que él lo hiciera, como asesinar a cualquier persona que necesitara fuera de mi camino.
Yo también le amaba, se lo repetía cada noche antes de dormir y él me pedía que se lo recordase cada mañana al despertar antes de que ambos marcháramos por distintos rumbos.
Yo iba a la sala de juntas a revisar las nuevas cartas que todos entregaban de su noche previa con el resto de los ejecutivos.
—Fue una buena noche por lo que veo—mencionó Mira nada más entré a la habitación y arrojé las cartas sobre la mesa.
—¿Cómo conseguiste tantas?
—Corazones—expliqué sentándome en mi silla—. Los jugadores llevaban sus cartas consigo, fue fácil.
—Lo imagino.
—Bien, bien—El Sombrerero las tomó entre sus manos y luego las metió en un pequeño cofre—. Es todo por hoy, nos veremos nuevamente al medio día cuando los militares traigan el informe de las bajas.
—Espera—le detuve ante la atenta mirada de todos—. ¿Cuántas cartas nos faltan?
—Oh, Sadashi—me miró con una sonrisa amplia asomándosele—. Solo necesitas saber que pronto uno de nosotros podrá irse.
Y pude percatarme de que la mayoría de las miradas de ese lugar se ensombrecieron al mismo tiempo que nos marchábamos dejando solo al Sombrerero detrás.
—¿No te parece injusto? —preguntó Chishiya una vez que abandonamos la habitación—. Trabajas y trabajas duro, y aún así él se marchará primero.
—No soy a la persona a la que buscas o a la que necesitas, Chishiya.
—Solo mencionaba lo obvio—escondió las manos en su chaqueta y se balanceó con sus pies de atrás hacia delante—. Si tú controlas esto, tú deberías marcharte primero.
—No soy de las que traiciona—y me marché de ahí aún masticando esas palabras en mi boca, creyendo que si las repetía una y otra vez en mi mente quizá terminaría por creérmelas.
Al otro lado del pasillo se encontraba la persona que siempre me creía, aquel que jamás pondría en duda cualquier palabra que saliera de mi boca. Sonreía al verle y lo besé, y me correspondió tan pronto como pudo, pasando su brazo por mi espalda y levantándome con sus fuertes brazos.
—Te extrañé—murmuré contra sus labios.
—Yo también—sonrió bajándome y pasando su brazo por mis hombros—. ¿Quieres hacer algo? Tengo tiempo.
—Quiero salir de aquí contigo.
Y esas también fueron exactamente las palabras que le dije cuando le pedí que le disparara a Chishiya en aquella azotea, quitándole las cartas de la mano. Era muy listo, pero había olvidado que yo lo era más, y también más rápida para cambiar su modificado lanzallamas.
Sonreí cuando miré las cartas en mi mano. Niragi me miró y abrí los brazos para recibirlo. Cerré los ojos un momento sintiendo su corazón latir con velocidad, luego nos separamos un poco para poder unir nuestros labios.
Un disparo resonó en el aire y caí al suelo.
—Sa...Sadashi—se sostenía el abdomen, pude ver la confusión abombarse en sus ojos al mismo tiempo en que la sangre sobresalía de su mano. Patée las armas para que se alejaran de ambos.
—Shhh, shhh, tranquilo—murmuré acomodando su cabeza en mi pecho, acariciando su cabello con tranquilidad—. Estarás bien.
Pude sentir sus lágrimas.
—Sadashi yo...—el shock en su cuerpo, aquel shock abrasador que ocurre cuando sabes que has sido traicionado era lo único que podía expresar su entrecortada voz—...te amaba.
—Yo también te amo, Niragi—le respondí besando su frente—, pero no podía compartir las cartas con nadie, y lo sabes. No puedo tener una carga.
—Siempre quisiste ganar.
—Alégrate por eso—le dije con una corta sonrisa—. Me has ayudado más que nadie, te estaré agradecida toda la vida por eso.
Sus lágrimas salían con menos fuerza, la vida le estaba siendo arrebatada.
—Arisu y Usagi—murmuró con las últimas fuerzas que le quedaban—, ellos tienen las cartas que necesitas...las que faltan...
Su mano cayó sin fuerza. Sus latidos ya no existían. Estaba muerto.
Miré el cuerpo de aquel chico que me amó como nadie yaciendo en la azotea, dejé su cabeza recostada y recogía las cartas. Miré hacia abajo, la hoguera apenas empezaba y Aguni parecía dirigir todo muy bien. Sonreí antes de tomar el arma de Niragi y bajar las escaleras.
Tenía que encontrar a Arisu y a Usagi, y debía hacerlo rápido.
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