Chishiya
Él la veía desde la otra punta del bar. Usaba un vestido ceñido, tenía el cabello suelto y algo desarreglado, un look que se sentaba bastante bien. Movía su cuerpo al ritmo de la música, y para él parecía ajena completamente a su mirada.
Chishiya bebió un trago de su botella. Se sentía patético observando desde aquella mesa cómo su ex novia bailaba con un nuevo chico. Él pensó que ella estaría destrozada después de que las cosas terminaron, pensó que la conocía bastante bien; ahora parecía una extraña.
Él esperaba ansiosamente que sus miradas conectasen y al mismo tiempo deseaba que no lo hicieran, así él podría conservar su orgullo por unos segundos más.
Bebió otro trago de su botella y la música volvió a cambiar.
Debió hacerles caso a sus amigos, salir al único bar con música latina de la ciudad no fue la mejor idea. Tampoco lo fue el haber espiado a través de una cuenta falsa su perfil para saber que ella estaría ahí, ni tomar las llaves del auto y salir inmediatamente de su casa. Quizá necesitaba verlo con sus propios ojos.
Pero en realidad, Chishiya sí la conocía bien. Alex llevaba todo el tiempo mirándolo por el rabillo del ojo, acechándolo a pesar de que él no lo había notado. Cuchicheando entre clases con sus amigas cuando los de él se encontraban cerca sobre que estaría en ese lugar esa misma noche, y encargándose de postear una foto que delatara el lugar del encuentro.
Ni siquiera reservó una mesa VIP porque sabía que no estaría ahí mucho tiempo.
Lo tenía donde quería, y él no lo sabía.
Lo veía cerrar los ojos con decisión mientras bebía de su botella, solo faltaban unos pocos minutos. Su pareja de baile también la había visto, pero no le importaba. Al final de todo, él tenía su cuerpo y aquel chico de cabello platinado no se encontraba en su lugar. Ambos podían usarse todo el tiempo que quisiesen.
Entonces Chishiya miró que el chico bajó su mano y le tocó el trasero, y miró la cara de desconcierto de la chica. Luego miró que ella lo empujaba, y esa fue la señal definitiva para los eventos que siguieron en aquella noche.
Chishiya dio el primer golpe que ocasionó la pelea que no estaba en los planes de Alex. Uno a uno, más personas comenzaron a meterse hasta que botellas rotas fueron usadas como armas y los clientes del club empezaron a huir despavoridos.
El peliblanco logró tomar la mano de la chica y sacarla por la puerta trasera cuando las sirenas de la policía fueron escuchadas, y luego los hombres con uniforme se movilizaron a cerrar las puertas.
No se detuvieron hasta que se encontraron a muchísimas calles de distancia, la descarga adrenérgica había sido tal que cuando finalmente pudieron detenerse no lograban estabilizar su respiración.
Fue ahí cuando Alex miró la mejilla ensangrentada de Chishiya por primera vez.
—Mierda—murmuró apretando los dientes haciendo una mueca—. No tenías que meterte.
—Lo siento por salvarte del idiota con el que salías—dijo Chishiya con ironía. El corte en la cara comenzaba a dolerle, su respiración finalmente se estaba calmando.
—Aparentemente tengo un imán para salir con idiotas—se quejó jalando su brazo—. Debemos ir a un hospital.
—Hay una farmacia, podemos comprar una sutura y hacerlo tú misma.
—Me lo agradecerás cuando no te deje la cara como Frankenstein—murmuró Alex jalando su brazo—. Vamos, el corte es profundo y si no lo hace un cirujano plástico te quedará la cicatriz.
—¿Ahora debo agradecerte? —preguntó finalmente cediendo y caminando—. Por tu culpa me quedará una cicatriz.
—No es mi culpa que te hayas lanzado sobre él como un animal.
—Perdóname por defenderte entonces, ¡lo siento por haber sido decente!
—¡Una persona decente no se arroja a los golpes como si fuese instinto!
—¡Pues una persona decente no sale con alguien más una semana después de terminar una relación!
El pecho de Alex subía y bajaba con furia. Su puño estaba apretado lastimando su propia mano.
—Cuando te hayas arreglado el rostro te daré la bofetada que te mereces—murmuró—. Si tanto problema tienes con lo que haga con mi vida, ¡¿entonces por qué mierda me terminaste?!
Chishiya se quedó callado. Por su mente pasaron mil razones, todas y cada una más válidas que la anterior, pero también pasaron soluciones una y otra vez.
—Porque pensé que eso querías—dijo deteniendo su marcha—. Porque pensé que me dirías que no me marchara, que me pedirías que me quedara como todas esas veces anteriores, y porque pensé que hacía lo correcto cuando cerraste la puerta de tu casa deseando nunca más verme.
Alex suspiró y siguió caminando. El frio de la noche comenzaba a afectarle, o quizá era el remordimiento recorriendo su ser.
—¿Por qué no lo hiciste, Alex? —preguntó Chishiya—. ¿Por qué no me pediste que me quedara?
—Porque me cansé—dijo ella—. Porque si tengo que rogarte que te quedes, entonces no quiero que lo hagas.
La recepcionista del hospital pasó rápidamente a Chishiya al área de emergencia. Tuvieron que fingir ser hermanos para que Alex pudiese pasar de igual forma. Se mantenía en silencio sentada en la silla mientras el cirujano plástico llegaba desde su casa, donde fue llamado para asistir al joven del corte en la cara.
—Podemos solucionarlo—dijo Chishiya. Alex negó, no quería escucharlo—. Podemos hacerlo, siempre lo hemos hecho.
—Y siempre terminamos en la misma situación, ¿no te parece anormal?
—¿No me extrañas por lo menos un poco? —preguntó él recomponiéndose en la camilla—. ¿De verdad simplemente lo dejaremos así?
—Estoy harta de ser la que lucha, Chishiya.
—¿Me amas, Alex?
—¿Lo estás poniendo en duda? —preguntó ella, y la voz se le cortó. Chishiya quiso levantarse y reconfortarla, pero también prefirió darle su espacio—. Y sé que tú también lo haces, es solo que de verdad necesitamos...
—Podemos intentarlo, una última vez—sugirió, pero ella negó—. Podemos hacerlo solo que ahora, quizá...
—¿Quizá qué?
—¿Terapia de pareja?
Alex rio recordando las múltiples veces que le pidió que acudieran a esas terapias, cuando él era renuente a hacerlo.
—Eso es para quienes están casados—imitó su voz—. No tenemos hijos y no compartimos mascotas, no le veo el caso.
—Alex...
La puerta corrediza se abrió al tiempo que el cirujano entraba. Alex se secó las lágrimas levemente y giró a otro lado intentando aguantar la vergüenza de que él los hubiera escuchado.
—Tienen conversaciones muy extrañas e intimas para ser hermanos—se burló el doctor mientras revisaba el rostro de Chishiya, quien de igual forma le evitaba la mirada, apenado por haber sido descubierto—. Debiste haber hecho algo muy malo para ganarte este corte.
Alex se encogió aún más en su asiento.
—No ha sido ella.
—Tranquilo, la terapia de pareja en realidad ayuda bastante—acotó mientras comenzaba a pasar la aguja con la pinza en el área previamente anestesiada—. A mi esposa y a mi nos funcionó cuando apenas éramos novios, así que en realidad soy un gran fomentador de la misma.
Alex recargó la cabeza en el cristal cerrando los ojos levemente.
—Aunque también es verdad que es bueno reconocer cuando debemos marcharnos.
Aquellas palabras resonaron en su cabeza hasta que él se marchó dando unas últimas indicaciones que ambos residentes de cirugía conocían ya a la perfección. Antes de que se dieran cuenta se encontraban nuevamente fuera del hospital. La brisa en el aire había cambiado. Comenzaba a amanecer.
—Te pediré un taxi para que te lleve a casa, Alex—murmuró Chishiya sacando su teléfono. Sus ojos aún con lágrimas al mirar el fondo de pantalla de ambos una vez que desbloqueó el mismo.
Y la miró, y acuñó esa mirada en su memoria. Aquello se sentía como una despedida. No dejaría de verla, de cualquier forma, cruzarían siempre caminatas una vez que ambos volvieran al hospital el lunes por la mañana. Aún así, su mente le dictaba que esa sería la última vez que la tendría.
Cerró los ojos cuando no pudo contener más las lágrimas y alzó el teléfono que comenzó a sonar.
—Quédate conmigo, por favor—murmuró aún sin abrirlos—. Quédate conmigo.
—¿Hola...hola?
—Hola, necesito un taxi—Alex le había arrebatado el teléfono antes de que él pudiese decir palabra alguna. El mundo se le había caído a los pies—. Estoy afuera del Hospital St. Patricks, sí, necesito llegar a Fire Club en el centro de Tokio por favor—tapó el speaker un momento y lo miró justo a los ojos—. ¿Trajiste tu auto, cierto?
Chishiya asintió sin comprender aún.
—Gracias—dijo nuevamente al teléfono antes de colgar y devolvérselo a su dueño—. Bien, necesito que te inventes una buena historia de reconciliación que explique tu sutura, creo que mi padre está en casa a esta hora.
—No entiendo...
—Recemos porque la policía no se haya llevado tu auto—dijo sentándose en la acera, Chishiya la miró aún sin entender del todo, pero la imitó de igual manera.
Alex suspiró y colocó su cabeza débilmente en el hombro del chico.
—Hagamos que funcione esta vez, porque juro por Dios que será la última.
El asintió cerrando los ojos, sintiendo nuevamente que el alma le volvía al cuerpo. Con su brazo la rodeo por los hombros y ella pudo recostarse mejor en su pecho.
—Prometo que haré que funcione, Alex.
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