Chishiya

High Infidelity—; Taylor Swift

Aquel era un día lluvioso.

Los relámpagos alumbraban débilmente a través de los cristales de La Playa. Algunos truenos esporádicos resonaban a las lejanías taladrando los oídos de Azumi, resonando en su interior y carcomiendo su corazón en culpa.

Su cabello aún estaba húmedo, había intentado de todo para que pareciera normal, pero mientras recorría aquellos pasillos y se detenía a tratar de controlar su pulso para no lucir lo bastante sospechosa cuando cruzara la puerta de su habitación encontró que aquello no sería posible.

Incluso ensayó una detallada explicación de por qué había regresado tan temprano del juego que le asignaron aquella noche. Esperaba con todo su corazón que Chishiya no estuviera en la habitación esperándola en la cama como en todas las noches anteriores a la misma; clamaba a Dios que estuviese lo suficientemente entretenido en un juego de tréboles como para poder dormir y que él no sospechara absolutamente nada.

Pero a pesar de que la culpa era fuerte, podía mantenerse debajo de su radar porque en ese momento se sentía plena, y, dentro de todo, no se arrepentía. Él la había hecho sentir más viva que nunca durante lo que duró su encuentro.

Niragi había querido que permaneciera con él del otro lado del hotel, en la torre designada para los militares. Deseaba despertar a su lado, porque él la quería para algo más que un affair.

Pero ella no sabía en dónde estaba parada, y comenzaba a tambalearse en la cuerda floja.

Le había confesado lo solitaria que se sentía últimamente, lo cruel que llegaba a ser Chishiya con los comentarios hacia su cuerpo, hacia sus pensamientos, lo abandonada que estaba y lo estancada que su relación se volvió, y Niragi le recordó lo preciosa que era, lo bien que lo hacía sentir, lo maravillosos que resultaban sus sueños y sus ideas.

Esperaba que dentro de los bajos escrúpulos del médico y la poca ética que manejaba se le hubiese cruzado la idea de engañarla de igual forma. Le dolería, pero por lo menos sentaría la balanza lo suficientemente equilibrada como para que su cerebro dejara de escupirle que era una cualquiera culpable.

Su mano tomó el pomo de la puerta con delicadeza, resbalando en el proceso. Su frente colocada contra la madera esperando el momento de decisión.

Tuvo miedo, y entonces entró.

Chishiya estaba recostado contra la pared, la lámpara de noche encendida y con un libro en la mano por el que asomó el rostro cuando la miró caminar hacia su closet y tomar una gran blusa de pijama.

—Es muy temprano para que estés aquí—dijo Chishiya bajando su libro completamente.

—Podría decir lo mismo—dijo Azumi sin mirarlo—. Me daré una ducha.

Y Chishiya rio, y aquello la hizo ponerse nerviosa.

—Pero si parece que ya lo has hecho—respondió, Azumi sintió que su estómago dio un vuelco completo.

—La lluvia—dijo ella con lo primero que se le vino a la mente—, y el juego que me asignaron era al aire libre.

—Pero tu ropa no está mojada, tonta—y no parecía molesto, sino más bien divertido con aquella retorcida situación.

Azumi giró los ojos y arrojó la playera de vuelta al armario antes de cerrarlo con fiereza.

—Si quieres que vaya apestosa a la cama, entonces adelante.

Chishiya palmeó su costado, incitándola a que se sentara junto a él. Azumi lo hizo sin tantear el terreno lo suficiente. Estaba atrapada de cualquier forma. Paseó su brazo por su espalda, y Azumi dejó caer la cabeza en su hombro antes de cerrar los ojos y lanzar un suspiro del aire que estaba conteniendo y la estaba ahogando en su garganta.

—Hueles a culpa—le dijo—, ¿algo que quieras decir?

Ella no respondió absolutamente nada, y él volvió a preguntar.

—¿Para qué decirte algo que ya sabes?

Chishiya se movió en la cama haciéndola mirarlo a los ojos, aquellos llenos de sentimientos que chocaron contra unos que no denotaban ni una sola pizca de sentimientos, y se acercó a ella, y Azumi pensó que iba a besarla.

—¿Te lavaste la boca por lo menos antes de venir aquí? —preguntó contra sus labios y sujetando su mentón con fuerza—, ¿o estaré probándolo a través de ti?

—¿En verdad deseas saberlo? —escupió, y sus propias palabras salieron haciéndola sentir miserable en el proceso.

—Ilústrame.

Él la beso, y aquel beso se intensificó con gravedad mientras él se colocaba encima de ella. Azumi sabía que aquella sería la despedida definitiva, la mañana siguiente serían completos extraños, y mientras sentía la mano de su novio pasar por debajo de su traje de baño, supo que aquello fue correcto.

Se sintió viva y liberada finalmente.

Después de esa noche de castigo, de penitencia, finalmente despertaría viendo un nuevo amanecer.

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