4. Matrimonio Forzado
Personaje: Norman
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No lo pensó por más tiempo, y terminó por firmar los papeles con rapidez, la pluma se deslizó con brusquedad por el papel mientras que garabateaba de su firma en aquellos papeles.
El señor la miró fijamente, no esperaba que firmarán de manera tan decidida, y ella solo alzó su vista dándole una hostil mirada que lo hizo helarse por completo; terminó de firmar el montón de papeles, entonces le dió de una sonrisa que gritaba hipocresía en todas partes.
Carraspeó, guardo los documentos en un folder mientras se ponía en pie, guardado todo en un portafolio, se dirigieron hacia la salida ambos en silencio, el hombre no entendía como aquella joven podía intimidarlo.
— Mañana se presentarán — informó con incomodidad mientras avanzaban por el pasillo.
— Entendido — fue lo único que dijo la mujer.
[...]
— Hola — saludó sonriendo amablemente.
El chico alzó su mirada del móvil, no se había percatado de la presencia de la joven, guardó el móvil rápidamente en su bolsillo, entrelazó sus dedos para ahora prestar atención en la sonriente desconocida.
— Hola — respondió él sin la misma energía a la de ella.
— Eve — estiró su brazo para estrechar sus manos.
— Norman — tomó su mano.
Ambos se quedaron en silencio intercambiando miradas, faltaba poco menos de diez minutos para las siete, hora acordada en la que sería la cena de presentación, la cena dónde el joven albino le propondría matrimonio a la joven. Era su fiesta de compromiso, fiesta en la que ambos apenas se conocían.
— ¿Por qué sonríes? Ambos perderemos nuestra juventud en esta farsa — decreto en un tono golpeado mientras desviaba la mirada.
— Tampoco voy a llorar por ello — respondió sin dar mucha relevancia — Podría morir al día siguiente de nuestra boda... O quizás tú mueras, ninguno sabe del destino. Y si uno muere, el otro haría su vida como si el teatro no hubiese existido.
Volvió a sonreír. El ojiazul arqueó una ceja, frunció el seño ante aquel comentario tan poco usual, inclusive llegó a sentir un escalofrío ante sus palabras.
— ¿Cómo puedes decir ello tan a la ligera?
— Mi padre ha muerto... No, lo han asesinado, y su muerte terminó ocasionado nuestro matrimonio — comentó mientras se cruzaba de pierna — Llevemos bien.
— ¿Huh?
El joven no podía entender a la mujer que pronto esposaria. Le parecía escalofriante, soltaba de palabras fuertes con una facilidad si que le causará algún sentimiento empático o que doblegará, hablaba firme, con frialdad y sin rodeos. Rápidamente encontró a la chica interesante, pero en un punto de ser como un experimento observable.
— Tenemos tres minutos para inventarnos una historia romántica — dijo observando el reloj en la pared tras de él joven — Echemos nuestra imaginación a volar, ¿Quieres?
Norman volvió a verla un tanto impactado, entonces bajo su mirada soltando una risita. Volvió a verla, ella le sonrió con hipocresía, soltó un largo suspiro.
— ¿Por muy absurdo que sea? — cuestionó él.
— Si deseas de un circo, hagamos un circo — respondió ella.
— Te conocí en Las Vegas — empezó él.
— Te golpeé con un coco en la entrepierna — continuó ella.
—Mientras estábamos en una sala de bolos — agregó.
— No me diste el perdón, por más que te rogué.
— Solo porque no me agradó los zapatos que llevabas ese día.
— Fuimos al hospital por ser un exagerado.
— El auto en el que íbamos se le ponchó una llanta.
— El taxista iba vestido de Batman.
— Todos lo que has dicho es ridículo — comenzó a reír Norman.
La chica alzó sus brazos dándose aires de gloria mientras reprimía una risita. Miró al albino que reía cubriéndose la boca con una mano.
— Pues, esa es nuestra historia de amor en tres minutos — se levantó del sillón — Ya empezará nuestra primera función, hagamos que sea buena.
Él se levantó ofreciéndole su mano para dirigirse al salón donde la cena se llevaría acabo. Ella sonrió de manera ladina, aceptando su mano, para salir de la pequeña sala.
Él era alto, mucho más alto a ella, sin embargo también resultaba, poseía de una figura esbelta, no era alguien que resaltará por su físico o algún atributo, lo que hacía llamar la atención de los otros era su porte, tenían una manera de caminar que a cualquiera hacia voltear, era elegante, fino, firme, empoderado.
Y su mirada era de su mayor encanto, una mirada profunda, fría, una que indica poder con tan solo chocar por una mínima fracción de segundo, su mirada te podía barrer por completo, por ello pocos eran capaces de sostenerle la mirada.
Ambos comenzaron a descender por las escaleras de la mansión del ojiazul, ella tomada del brazo del joven que también tenía de un porte a su nivel.
Los invitados se giraron a ellos en cuanto notaron de su presencia, parecían modelos de revista mientras descendía de aquellas escaleras. Él, siendo todo un hombre con poder, ambicioso, serio, y ella, una mujer empoderada, digna de ser la esposa de hombre cómo él. La gente presente quedó deslumbrada ante su llegada.
— ¿De dónde salió tanta gente? — susurro mientras avanzaban entre los invitados dando de pequeñas reverencias sonriendo cortamente a cada invitado mientras se abrían paso.
— La familia tiene muchos contactos — explicó.
Ambos finalmente llegaron a su mesa, tomando sus respectivos lugares. Norman tomo de su copa, para brindar con los presentes.
— Hoy es un día especial, finalmente mi amor por Eve será sellado por una promesa de amor eterno con ustedes de testigo — comenzó con su discurso, ese que había ensayado tres horas antes del evento — Aún recuerdo la primera vez que la vi, en mi viaje a Las Vegas, ella golpeo de mis partes... Con un coco...
La joven sonrió de manera genuina mientras hacía sus esfuerzos por no soltar la risa cuando notó de las expresiones de los presentes al hallarse un tanto sonsacados por el relato que el joven a su lado relataba con una gran pasión, que si ella formará parte de los terceros, se hubiera tratado aquel cuento por completo, pues Norman le había metido tanto sentimiento a aquel desfasado y falso recuerdo, que hasta ella comenzó a creerlo como real, más cuando notó de algunos que empezaban a derramar de sus lágrimas totalmente conmovidos por su ficticia historia de amor.
La cena continuó, ella saludando a montones de personas que en el futuro serían de ayuda para crecer, se cuestionó fuertemente el por qué no ingreso a una escuela de artes escénicas al ver su bien desenvolvimiento actuando antes todos ellos como una mujer que había encontrado al más grande amor.
— Eres buena actriz, casi lo creo — dijo él por debajo mientras bebían apartados de la multitud.
— Mi sueño frustrado — bromeó tomando un trago de su copa — Es distinto a cómo imaginé.
Norman dejó la copa para voltear a verla atentamente.
— ¿El qué cosa? — preguntó curioso.
— De niña leí varios relatos de matrimonios forzados, los factores más repetitivos que habían era: que se odiaban, los berrinches, la negación, no soportarse... Cosas algo exageradas.
— ¿Para ti como ha sido?
— No te odio Norman, no te aborrezco, tampoco te tengo aprecio — lo miro a los ojos — No tengo sentimientos de ningún tipo por ti, hablando sincera, sacaré provecho de nuestro matrimonio temporal, a tu lado me daré de la gran vida.
Norman alzó ambos cejas, se pasó la lengua por sus labios mientras reía fuertemente, ella sonreía con cinismo, cosa que hizo reír aún más al joven. Ambos tomaron alcohol.
— ¿Debería sentirme tranquilo por tu sinceridad?
Ella se aproximó a él manteniendo esa sonrisa cínica en su rostro, le guiñó el ojo volviendo a su postura original.
— Seamos buenos socios, ¿Quieres? — extendió su palma para así cerrar de su trato.
Norman sonrió de lado, tenía poco de conocer a quién tendría como esposa por manera temporal y ya había tenido de una fuerte impresión de ella, no era mala, era buena, incluso la encontraba interesante. Tomó su mano al cabo de unos segundos para cerrar el trato.
— Pero con la condición de que no te metas en mi asuntos personales.
— ¿Ya tienes en mente con quién me engañarás? ¿Tienes amante pensada? — volvió de aquella sonrisa arrogante que Norman comenzaba a agradarle — Muero de curiosidad por saber de quién será mi socia, asegúrate de que sea una diva con quién me pintes el cuerno.
Norman volvió a reír, esta vez fue el quién se acercó a ella de manera peligrosa.
— No te preocupes, ya he pensado en la persona indicada para engañarte — su aliento acaricio su rostro.
[...]
— ¿Cómo es que nunca no hablaste de tu novia? Es una lindura — comentó Don.
Habían pasado ya cinco meses desde la fiesta de compromiso, eran ahora esposos, desde hacía un par de horas. Estaban en lo que sería calificada con la fiesta del año por los grandes empresarios, inclusive había de la prensa presente en aquél evento. Está era su segundo más grande espectáculo que ambos hacían.
Eve sonrió de lado ante las palabras del amigo de ahora su esposo. El salón estaba a reventar de personas, en su mayoría de alta gama, seguía realmente sorprendida que aquel teatro que habían comenzado hacia cinco meses fueran tan bueno, que todos a su alrededor se tratarán el cuento de aquél ficticio amor.
Norman la tomó de la cintura para apegarla a él, le sonrió dándole una mirada de cómplice, ella rió ante ello volviendo su atención hacia los amigos del albino.
— Es un hombre de secretos — comentó ella — Los hombres misteriosos son altamente atractivos.
— Ray es más misterioso y no veo que tenga chicas tras de él — se burló el que tenía entendido que era el moreno.
— Quizá este ya con hijos de los misterioso que es — agregó ella.
Él protagonista de la conversión negó con la cabeza ligeramente avergonzado riendo por debajo, tomo un sorbo de su bebida.
— Jamás había visto a Norman enamorado, no después de Ema — comentó Ray — Nunca lo volvió a estar.
Ella volteó a ver a Noramn quién solo bebió de su copa sin expresión alguna, le sonrió apartándose de ellos con la excusa de que iría a saludar a unos invitados que acababan de llegar. Quiso indagar, pero ellos cambiaron de tema a uno más alegre.
Una vez en casa que compartiría temporalmente, ninguno se hablaba, se mantenían en silencio mientras acomodaba de su ropa en el closet, la joven tomo de un pants y se metió al baño a cambiarse, para cuando salió, Norman también ya estaba cambiando con un conjunto más cómodo, sentado en la cama revisando de su celular sin siquiera prestarle la más mínima atención.
— ¿Sucede algo? — se sentó frente a él.
Nunca fue buena para abrirse con las personas, tampoco servía para escuchar a otros, de sus amigas, siempre era la última en enterarse de las cosas, nadie la buscaba para hablarle de sus problemas, no hasta que ya habían pasado.
— No, nada — respondió él.
Ella permanecido en silencio, era claro que mentía, estaba más callado de lo usual desde el comentario de Ray acerca de esa chica de la que estaba enamorado en el pasado. Soltó un suspiro largó.
— Norman, quiero ser tu amiga — dijo firme — Para serte sincera, creo que nunca antes he tenido amigos, solo era para pasar el rato...
Norman sonrió ligeramente haciendo que callará de inmediato algo sonsacada.
— No inspiras confianza con la actitud que tienes y lo buena actriz que llegas a ser — habló el viéndola a los ojos fijamente.
Entonces se quedó muda, no supo descifrar del mirar de su ahora esposo, era frío, hostil, pero había un ligero toque de tristeza, disolución. No lo comprendía.
— Intentemos ser amigos.
Norman no respondió, solo se levantó en silencio saliendo de la habitación.
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