>Intimidad.
La primera vez que Miguel realmente hizo el amor, fue en un sofà a las once de la noche, con la luz apagada, recostado en el regazo de Manuel y mirando un melodrama malísimo en la televisión.
Y no, no hubo sexo.
Pero fue la primera vez que Miguel, un hombre dedicado hasta ese entonces al mundo de la prostitución, tuvo verdadera intimidad con alguien sin necesidad de contacto eròtico y/o sexual.
Hasta ese punto de su vida, Miguel conocía a la perfección la intensidad, el roce, la agresividad y hasta la sensación del tacto con intenciones eròticas y, en aquella situación con Manuel, supo que no había intenciones de esa índole en su compañía.
Manuel le había regalado los momentos màs íntimos de su vida, sin necesidad de la desnudez física.
—Sigue el otro capítulo —dijo Manuel, bajando su mano al cabello de Miguel y acariciándolo en cìrculos—. ¿Quieres verlo?
Miguel alzò su vista hacia los ojos chocolates de Manuel y, con una sonrisa dulce, asintió despacio con la cabeza.
Se sentía jodidamente querido en esos momentos.
Y, es que agradecía aquel dìa en que èl y Manuel se conocieron, en medio de una disputa con terceros en un callejón de Lima. Sì, sabìa que no era la forma màs romántica de conocerlo... pero tampoco podía ser de una forma muy distinta, tomando en cuenta la clase de mundo en el que èl se desenvolvía hasta tal oportunidad.
Manuel había sido la primera persona en la vida de Miguel que, sin tener los prejuicios ante sus ojos, le aceptò, le invitò a vivir junto a èl y le tratò como un ser humano digno.
¿Còmo no podía amarlo? Ademàs, Manuel no le miraba con las mismas intenciones lascivas, sexuales y hasta cierto punto repulsivas, que otros hombres le miraban.
Manuel le enseñaba otros tipos de afecto y, hasta tal oportunidad, completamente desconocido para Miguel.
—Hey —susurrò Miguel, alzando su vista hacia el rostro del chileno y admirándole por un par de segundos.
—¿Amh? —musitò Manuel, con la boca llena del picoteo que tenían alrededor; Miguel rio despacio.
—Te quiero mucho. Gracias por estar conmigo.
Manuel sonriò y sintió que el calor le subió por el rostro. Desviò la mirada con vergüenza.
—Està bien... —dijo—. Solo es... una velada de amigos.
—Sì, de amigos...
¡Jà! De amigos... cómo si la tensión romántica entre ambos no se sintiera. Miguel solìa mentirse a sì mismo acerca de los sentimientos que mutaban hacia Manuel pero, cada vez que oìa a Eva Ayllòn —su cantante peruana favorita— cantar su tema propiedad privada, y pensaba automáticamente en Manuel, sabìa que ya no era una simple atracción primaria lo que nacía hacia èl.
Comenzaba a desearlo, poseerlo y a enamorarse de èl.
''Para que sepan todas, que tù me perteneces, con sangre de mis venas, te marcarè la frente, para que te respeten aùn con la mirada, y sepan que tù eres mi propiedad privada, que no se atreva nadie a mirarte con ansias, y que conserven todas respetable distancia, porque mi pobre alma se retuerce de celos, y no quiero que nadie respire de tu aliento, porque siendo tu dueña no me importa màs nada, que verte solo mìo, mi propiedad privada, que verte solo mìo mi propiedad privada, que verte solo mìo, mi propiedad privada''.
Mierda, ya estaba jodido. Estaba enamorado.
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