Sorpresa Con Nuestra Peque (Pt. 2)

POV Wanda

- ¿Se puede saber de qué va esta peli? - me reprochó Nat a mi lado mientras tomaba un puñado de palomitas en su mano y comenzaba a tomarlas de una en una. Se estaba quejando mucho de la película, y la verdad es que yo tampoco me estaba enterando de mucho. Eso sí, de mis palomitas con mantequilla no oí ni una sola queja...

- Bueno, si quieres la apago - dije ya algo molesta y me dispuse a levantarme para tomar el mando de la mesita, pero sus brazos rodeaban mi cintura y frenaron mi acción añadiendo más fuerza, una fuerza agradable, debo decir, que no me permitía separarme de ella... Más bien ella, Natasha, mi esposa, no me lo permitía -. Natasha...

Volteé a observarla, y debo decir que se veía adorable allí abajo; su cabeza apoyada cómodamente en mi regazo, sus ojitos brillantes y su sonrisita de niña ilusionada, sus brazos alrededor de mis caderas y la mantita de Winnie the Pooh cubriendo su cuerpo... Desde luego, esta mujer es adorable. No importa cuánto la mire, no importa cuántos años pasen, ella siempre provoca esa sensación en mí, la que solo y tan solo ella me ha dado la oportunidad de experimentar... Y debo admitir que se siente muy, muy bien.

- Si no vamos a ver la peli, no estaría mal que la apagásemos, ¿no? - negó frenéticamente con la cabeza y aumentó la intensidad del abrazo - ¿Cómo que no? - pregunté con fingida molestia y reprimiendo una risita que, como consecuencia, se transformó en una amplia sonrisa. Ella se limitó a negar y a seguir abrazándome fuerte.

- Quédate un ratito abrazándome, necesito mimos - puso ojos de cachorrito, a lo que no me pude resistir -.

- Bueeeno, vaaale, pero un ratito, ¿eh? Que te quedas dormida y después te tengo que llevar yo a la habitación en brazos, como a Lena - ella tan solo asintió y se acurrucó más -.

- Podré tener los años que quieras, pero nunca seré lo suficientemente vieja para tus mimitos - soltó ella y de mí salió una risita, que le contagié a mi esposa -. No te rías, sabes perfectamente que llevo toda la razón.

- Tampoco he dicho lo contrario - reproché mientras acariciaba su cabello, en eso comenzó a cerrar sus tiernos ojitos y bostezó una vez antes de cerrarlos por completo y acomodarse más encima de mi regazo -. ¡Ey! ¿Pero yo qué te he dicho? Venga, nos subimos a la habitación - negó con la cabeza, aún con sus lindos ojitos cerrados -. Natasha...

Para mi sorpresa, se incorporó rápidamente y apagó la televisión. Se sentó en frente mío con las piernas y los brazos cruzados, y me observó unos segundos. Después habló.

- Quiero que me prometas que cuando subamos a la habitación vas a seguir con los mimos y las caricias - espetó y yo reí, pareció molestarse e hizo un pequeño puchero, igualito a los que hacía Lena -. No te rías - golpeó suavemente mi hombro -, quiero que me lo prometas, y da gracias que no te lo pido por escrito. 

- ¿No te fías de mí? - respondí con una fingida molestia y con bastante dramatismo poniéndome la mano en el pecho.

- Me siento más segura si me lo prometes, así te lo puedo reprochar a la mañana siguiente si te quedas dormida - acompañó con una sonrisa -.

- En el hipotético caso de que eso ocurra - acorté un poco la distancia entre nosotras -, a la mañana siguiente probablemente ni te acuerdes.

- Claro que me acordaré - me replicó, molesta -.

- No - una risa amenazó con salir -.

- Sí.

- No - solté la risita -.

- No vale usar magia - entendió por dónde iba -.

- Uy que no - respondí con simpleza y la besé, ella correspondió ese beso y la podía sentir sonriendo contra mis labios -. Venga, continuamos arriba - dije en cuanto nos separamos por falta de aire completamente necesario, aunque en ese momento tenía mayor necesidad de sentir sus labios sobre los míos que de respirar. Pff, respirar... ¿Quién necesita respirar con su esposa al lado? Qué pena que no nos podamos besar toda la vida...

Simplemente asintió y subimos, yo con mucho cuidado de no caerme, ya que Natasha no quería soltar mi cintura y se aferraba a ella como si fuera lo único que le quedaba. Debido a nuestra diferencia de altura, intentaba apoyar su cabeza en mi hombro, pero solo llegaba hasta mi pecho, por lo que la apoyó ahí cómodamente, con algo de fuerza pero sin hacerme daño.

Llegamos al piso de arriba tambaleándonos, aún abrazadas... Eché un vistazo y no veía a Lena por ninguna parte del pasillo, su puerta estaba cerrada. Quizás se había quedado dormida... Claro, tenía cuatro años... ¿En qué mierda estaría yo pensando para decirle que se quedara despierta? Con lo dormilona que es mi niña. Si es que...

Hablando de la reina de Roma... Por la puerta de su habitación asomó su cabecita y me guiñó un ojo, yo hice lo mismo.

Natasha reparó en ella y se separó de mí para ponerse de cuclillas en frente de Lena.

- Ey, linda, ¿Qué haces despierta a estas horas? Deberías estar en tu cama, ya dormidita, desde hace rato.

Lena me dirigió una mirada por encima del hombro de Natasha, como pidiéndome permiso, y yo asentí en respuesta, sonriente.

- No podía dormir - dijo mi pequeña con simpleza y se encogió de hombros -, así que me he puesto a dibujar, y me ha salido un dibujo muy bonito - dijo segura de sí misma, desde luego eso se lo había transmitido mi esposa -.

- No lo dudo - respondió Nat riendo -.

- ¿Te lo enseño? - ofreció la menor y Natasha asintió con delicadeza, muy feliz. Siempre se contentaba cuando Lena hacía dibujos; primero porque le parecían muy tiernos, segundo porque siempre aparecíamos nosotras en ellos, y tercero porque le recordaba a la infancia que ella no pudo tener, y disfrutaba tanto como yo ver a su pequeña dibujando lo que la hacía feliz.

Dicho esto, me dirigió otra mirada y yo volví a asentir, y Lena no necesitó más para voltear y correr a su habitación (que no estaba a más de dos pasos). Volvió tras dos segundos con la famosísima caja en las manos, se paró frente a Natasha y dirigió sus brazos hacia ella, incitándola a que agarrara la caja. A mí me dirigió una dulce sonrisita.

- Oh, con caja y todo - murmuró Natasha mientras tomaba dicha caja de los brazos de Lena -. ¿Seguro que es solo un dibujo? -preguntó riendo.

- Tú ábrelo, mamá. No pongas pegas - Lena intentó fingir un puchero, de esos lindos que hacía siempre cruzándose de brazos y con una mirada asesina, pero en vez de aquella mirada, se le coló una sonrisa que la hizo verse muy, pero que muy adorable.

Natasha obedeció, apartó la tapa de encima y sacó una hoja de papel, esa que yo ya conocía. Dejó la caja en el suelo, y se sentó en éste también, para estar más cómoda (todo lo posible cuando estás en el suelo del pasillo). Lena y yo cruzamos miradas y la imitamos colocándonos una a cada lado suyo.

Natasha examinó el dibujo; éramos nosotras en una colina, con una casa, árboles y montañas de fondo, y lo que parecía ser un tobogán saliendo de una de las ventanas de la casa. Mi esposa le sonreía al dibujo, yo le sonreía a Lena y ella a mí, orgullosa.

De repente, Natasha frunció el ceño y se dirigió a Lena de golpe, eso sí, sin borrar su sonrisa, y le dijo:

- Es muy bonito, peque, pero... ¿Qué lleva mami en brazos? - me señaló a mí en el dibujo.

Lena me dirigió una mirada y una sonrisa traviesas.

- No es "Qué", es "Quién" - Natasha se extrañó aún más -. Es el bebé que lleva mami en la tripita.

Natasha no habló por unos segundos, solo abría y cerraba la boca como un pez.

- ¿Q-qué dices, Lena? - mi pequeña amplió aún más su sonrisa.

Al ver que Lena no le respondía y solo la miraba, sonriente y orgullosa, tan emocionada que se movía en su sitio, volteó a verme y comprobó que yo estaba tan ilusionada como ella.

- Bueno, técnicamente no está en mi "tripita", sino en mi vientre...

Natasha siguió estática en su lugar unos segundos más, atónita.

- Entonces... E-es... ¿Es verdad? - asentí con un sonido aprobatorio y una gran y sincera sonrisa en mis labios, sus ojos comenzaron a cristalizarse - Va-vamos... ¿A tener otro? - volví a asentir. Natasha posó su mirada en mi barriga y también delicadamente sus manos, y acercó su rostro con suavidad a mi abdomen - ¿Crees que pueda oírme si le hablo?

Negué riendo. Lena aprovechó para colocarse a mi lado libre.

- Bueno, eso no quita que lo pueda intentar, ¿No? - asentí.

- Lo vas a hacer igual - comenté entre risas -.

- No te falta razón - susurró cerca de mis labios, y después volvió a bajar a la altura de mi barriga y comenzó a hablarle a lo que todavía no era ni un fetito -. Ey, tú, granuja... Tu mami me acaba de informar, de una manera muy original, debo admitir, de tu existencia. Ella es así, siempre hace las cosas por sorpresa, y me alegra la vida, al igual que alegrará la tuya cuando nazcas, ya la irás conociendo. Al fin y al cabo, vas a formarte dentro de ella, y después vas a crecer muy cerca de ella, y de mí, y de tu hermanita... Ya nos conocerás a todas más adelante, y nosotras a ti. Aún no sé cómo eres, pero me acabo de enterar de que existes y ya te amo con locura, renacuajo. Y cuando nos conozcamos, ten por seguro que te amaré más, si es posible. Amo a muchas personas, entre ellas a tu madre y a tu hermanita, pero no te preocupes porque hay amor para ti también, no lo dudes. Las tres te vamos a cuidar como un tesoro, como el mayor tesoro de todos los tiempos. Tú, que ni siquiera has empezado tu vida, ya tienes a tres personas que te aman, las que más te van a amar en todo el recorrido por tu vida, y todas estamos deseando desesperadamente que salgas ya y poder conocerte.

Guiñó un ojo en dirección a mi vientre y después trepó hasta que quedamos frente a frente. Lena y el nuevo integrante de la familia nos observaban desde allí abajo.

- Qué pena que no te pueda oír - dije entre lágrimas y con la voz entrecortada -, ha sido precioso.

- Preciosa es la familia que tengo contigo - me reprochó y colocó un tierno beso en mis labios, después secó suavemente mis lágrimas con sus dedos -, y cada vez se hace más grande. Ya sabes; peque a peque, la familia crece.

Asentí sonriendo. Era muy extraño; estaba llorando, pero estaba feliz... No había llorado de felicidad desde que tuve a Lena, desde que la vi por primera vez, tan pequeñita... Costaba creer que habían pasado cuatro años de aquello, y tendrían que pasar otros nueve meses para poder ver al nuevo bebé.

Esa noche dormimos las tres en la habitación que compartía con Natasha, ella con el colgante que le regalé, el cual tenía espacios vacíos para poner dos fotos, la de Lena y la del nuevo bebé (puede parecer de anciana, pero a ella le encantó). Bueno, las tres y el nuevo miembro de esa familia tan hermosa. Él tenía la suerte de dormir dentro de mí mientras yo estaba tendida sobre el colchón con mi hija y mi esposa abrazándonos a los dos, una a cada lado mío. Si Natasha antes ya tenía una obsesión con mi cintura, ahora aún más, y a ella y a Lena les encantaba dormir sobre mi pecho, entonces no desaprovecharon su oportunidad. 

Esa noche dormí muy bien, pero me costó lo suyo; Lena cayó rendida en cuanto cerró los ojitos, pero a Natasha la invadía la emoción, por lo que estuve un buen rato acariciando su cabello. En un rato se quedó dormida tan profundamente como mi hija, mis caricias en verdad la relajaban mucho...

Así que, como solo quedaba yo por quedarme dormida, contemplé el hermoso entorno en el que me encontraba; a un costado mi esposa, al otro mi hija, ambas abrazadas a mí, y aún dentro de mí, mi futuro bebé... No sé cuándo ocurrió, pero en algún momento de aquella linda noche, abrazada a los grandes amores de mi vida, yo también me quedé dormida.

(...)

A la mañana siguiente era domingo, y teníamos la costumbre de hacer tortitas para desayunar. Ese domingo no era ninguna excepción. Como Lena aún no había bajado, mientras preparaba ya la mezcla para la masa, Natasha aprovechó para preguntarme:

- Y, ¿Cuántas veces has tenido que inseminarte? - preguntó con dulzura, a lo que esbocé una sonrisa.

- Funcionó a la primera, al principio yo tampoco me lo creía...La vida nos sonríe, Natasha...

- Eso es porque TÚ le has sonreído a la vida, y nadie se puede resistir a tu sonrisa. 

Hizo que mi sonrisa se ensanchara. Cómo le gustaba coquetearme...

- Ha sido muy poético - dije unos segundos después -.

- Por supuesto - respondió orgullosa -.

Un rato después, cuando las tortitas ya estaban listas, como Lena no había bajado aún, decidimos subir a su habitación a llamarla, y la pillamos recogiendo su cuarto. Más bien, moviendo todas las cosas de su habitación a una sola mitad de ésta. Al principio no teníamos idea de lo que estaba haciendo, después la pequeña confesó que estaba haciendo espacio para el bebé, y que quería compartir su habitación con su hermanito. Las dos morimos de ternurita en ese momento y, cuando Nat le estaba explicando a Lena que aún quedaba mucho tiempo para que el bebé naciera, sentí otra vez inmensamente que me había casado y estaba formando una maravillosa familia con la persona adecuada.


¡Holaaa, ya volví!

Lo sé, he estado desaparecida unos días, pero este OS no fue nada fácil, y me ha costado un poco encajar las piezas de la primera parte con la segunda.

Espero les haya gustado, ha sido complicado acabarlo, pero ya está; súper tierno me quedó. Quizás debería haber puesto una advertencia de lo dulce que es, por si a alguien le sube el azúcar con tanta ternurita, jeje.

Gracias por leer y por su paciencia, ¡y no tengan miedo de votar y comentar!

~Ani

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