Bollitos De Mermelada De Frambuesa
Advertencia: En este OS vamos a hacer como que Lena no existe (porque aún no estaba planeada, jeje); la queremos mucho, la adoramos, pero este es un momento entre Natasha y Wanda.
POV Natasha
Hoy es 21 de noviembre y hace un frío de narices. Estoy en el bus volviendo a casa después de mi duro día de trabajo, congelada porque la calefacción de este vehículo estúpido está estropeada. Dicen que las cosas se estropean justo cuando más hacen falta, y es completamente verdad; hacen unos fríos cuatro grados afuera, y la estúpida calefacción NO FUNCIONA.
Sé que soy rusa y el frío no debería ser precisamente mi debilidad, pero desde que me fui de Rusia para vivir con Wanda, me he acostumbrado al tiempo de aquí, y ya van suficientes años para volver a sentir frío.
Voy con un par de chaquetas con interior de forro polar y un abrigo que pesa más que mi vida entera, encogida lo más posible en el asiento del bus. Por supuesto, aunque todas estas medidas ayudan un poco, sigo helándome en mi asiento. Aquí no se está como en casa, y es que no hay nada como estar en el sofá sentada, acurrucada encima de Wanda y abrazándola...
¡Ah, se me olvidaba! Wanda hoy no ha ido a trabajar, le ha tocado librar y justo hoy, que está en su periodo. Ayer me dijo que comenzó en su trabajo por la mañana, en medio de no sé qué que estaba haciendo (vamos, trabajando). Volvió muy feliz, con mucha energía a casa, le pregunté qué tanto había pasado y, bueno, me contó sobre cómo fue su día súper animada... Después me soltó de últimas : "Ah, sí, y me ha venido la regla." Y ahí fue que lo comprendí TODO.
Pero a mí Wanda no me engaña, ya me sé su horario en estos días; el primero se siente muy animada, es como un chute de adrenalina para ella y de repente le apetece hacer cualquier actividad que exista en este mundo como si no hubiera un mañana.
Y no exagero; en una ocasión incluso me pidió por sorpresa que probáramos hacer puenting, a lo que yo me negué. No porque no me apeteciera, sino porque sabía que era cosa de en ese momento preciso y que al día siguiente ya no le haría esa ilusión. Ella se cabreó entonces y estuvo tan molesta conmigo que durante el resto del día no me dirigió la palabra hasta el momento de la cena... No daré detalles, solo diré que esa noche todo se arregló entre nosotras.
En fin, que el primer día tiene su "día animado", como yo lo llamo (sí, tengo un nombre específico para ese día), pero al siguiente es como si hubiera gastado todas sus energías en el día anterior y ya desde por la mañana al despertar está "plof". Sin energía, mustia, desanimada, seca... No sé cuántas maneras hay de describir su estado con palabras, de cualquier manera no las puedo enumerar todas.
Y hoy es su segundo día, el día "plof", en el que está sentimental, frágil, sensible y día en que cualquier acción por pequeña que sea le molesta, por lo que debo ser cuidadosa. Hoy empiezan sus cambios de humor repentinos y sus "Alcánzame la cuchara grande que voy a comer helado de chocolate." Y puede parecer adorable (a veces incluso a mí me lo parece), pero ya no lo es tanto cuando tu novia se cabrea contigo por no traerle su vaso de agua con la rapidez de dos segundos contados, basado en hechos reales.
De cualquier modo, me encanta cuidarla y no lo voy a negar. Claro, siempre que ella se deje...
Así que debo ser cuidadosa, detallista... Y es por eso que me he tomado la molestia de pasar por su pastelería favorita especialista en donuts y berlinas y le he comprado algunas de las que más le gustan. No todas, porque son bastante caras pero, como no se me sale completamente del presupuesto y están realmente buenas, tampoco me cuesta tanto trabajo comprarlas una vez al mes (o seis, depende de lo que Wanda quiera). Y, si esas donas van a hacer que en los labios de mi esposa se dibuje una sonrisa involuntaria e imposible de reprimir, entonces merece la pena seguro.
Bajo del bus con extremo cuidado de no tropezar (conozco mi torpeza) y de que no se me caiga la caja de dulces. En cuanto pongo un pie fuera del vehículo, el frío aire de pleno invierno azota contra mi cara debido al viento levantado. Incluso mi beanie remueve un poco mis cabellos, lo sujeto con una mano mientras con la otra sostengo la caja con extremada firmeza, tanta que al observarla me doy cuenta de que se ha aplastado un poco (más bien bastante) por aquel extremo. Espero que al menos las donas no se hayan aplastado tanto, y que si es así, a Wanda no le importe demasiado.
Ahora me doy cuenta de que aquel bus, el que veo alejarse, albergaba algo de calor. Incluso si no había calefacción, el calor humano siempre hacía algo. Claro que, mejor estaría con Wanda a mi lado, brindándome calor y ofreciéndome cariños y caricias mientras canta suavemente alguna canción en sokoviano, con su dulce voz y la mirada perdida en algún rincón de la habitación, y yo quedándome dormida en su regazo.
Me reconforta la idea de que la veré en un ratito. Cuanto más rápido camine por la calle, más rápido llegaré a casa y antes estaré junto a mi persona favorita en este y todos los universos.
Una sonrisa se esboza en mi rostro e instintivamente comienzo a caminar más rápido. A cada paso que doy parece que mi velocidad incrementa al tiempo con mi alegría.
En menos de cinco minutos ya estoy frente a la puerta de nuestra casa, prácticamente he ido corriendo, por no decir volando. Sé que es exagerado, pero el frío y la ilusión de llegar a casa... Podría correr una maratón si Wanda estuviera en la meta, sería el mejor premio.
Con la mano libre temblando, saco la llave del bolsillo trasero de mis jeans y trato de encajarla dentro de la cerradura. Tardo unos infernales segundos, ya que mis dedos tiemblan por el frío y no soy capaz de meter la PUÑETERA llave.
Pero en cuanto lo consigo y empujo la puerta hacia adentro (quizás en un movimiento demasiado rápido y brusco) y entro al pasillo de la entrada, una inmensa calidez recorre mi cuerpo dándome un ligero pero agradable escalofrío y el tan conocido olor de nuestra casa inunda mis fosas nasales. Por fin estoy en casa.
Cierro la puerta tras de mí en un rápido movimiento y, en cuanto miro al frente, distingo a Wanda acurrucada en el sofá, encogida como una bola y abrazando el cojín entre sus piernas. Es adorable.
Su cabecita se alza en cuanto avanzo unos pasos hacia ella. Cuando estoy lo suficientemente cerca, me doy cuenta de su expresión cansada y su pijama de unicornios a juego con sus pantuflas (lo compró como un pack). Pero parece que mi llegada la ha contentado, porque en el momento que enfoca sus ojos verdes en mi figura y se da cuenta de quién soy, en éstos aparece un brillo repentino que hace que esas joyas brillen como esmeraldas, y esboza una débil sonrisa.
Parece que ha estado allí tirada todo el día; su manta favorita le cubre el cuerpo por la mitad muy vagamente y en la mesilla están un par de cuencos que supongo antes contenían uno trozos de naranja y el otro galletas, todo deducido a partir de los restos en ellos. A su lado un vaso en el cual aún hay algo de jugo de naranja (si hay una fruta que a Wanda le encanta tomar en invierno es la naranja) y el control remoto de la televisión que en este momento está apagada, seguramente porque ella había decidido dormir un poco.
- Hola, amor... - comienzo con voz suave, casi en un susurro, mientras me arrodillo de frente al sofá y dejo un beso en su frente. Ella comienza a incorporarse apoyándose sobre un codo para levantarse un poco, con expresión cansada pero algo de alegría en sus ojos y labios. Su cabello recogido en una cola de caballo ligeramente despeinada la hace lucir muy linda - Perdona, ¿Te he despertado?
Ella niega un par de veces con la cabeza.
- No, no hay problema, si... - frota uno de sus ojos con los nudillos - No he dormido nada, solo he estado aquí tirada todo el día - sus ojos repentinamente se fijan en algo detrás de mí, volteo y veo que es la caja de donuts la que entretiene sus ojos esmeraldas -. ¿Y eso?
- Ah, eso - digo tomando la caja y colocándola sobre su regazo -. Que he pasado por la calle de nuestra pastelería y... Te he comprado algunas donas... - rasco mi nuca, solo ella puede hacer que experimente esa sensación de timidez y nerviosismo mezclados. Es como un "Tierra, trágame", pero agradable.
Wanda contempla la caja por unos segundos, sonriendo como una niña pequeña, y después me sonríe a mí con sus magníficos dientes blancos asomando entre sus labios y sus ojos brillando. He acertado.
Ella estira un poco su cuerpo y alcanza la caja sosteniéndola unos segundos sobre sus manos. La observa, la admira, como si estuviera comprobando que es real. Su expresión es muy similar a la de un niño pequeño al recibir su primer regalo de cumpleaños o de Navidad.
- Gracias, Natty - susurra con la voz ronca tan propia de ella mientras aparta la caja y la deja a un lado en el sofá. Se inclina para rodearme con sus brazos -. Gracias, de verdad - vuelve a susurrar, esta vez muy cerca de mi oído, en mitad del abrazo. Siento mi pecho inflarse, y le correspondo gustosa el abrazo -.
- No hay de qué, detka - digo mientras nos separamos lenta y suavemente -. Hacía mucho que no comprábamos y... Te lo mereces.
Le regalo una sonrisa y ella agradecida me la devuelve. Siempre logra hacerme sentir muy feliz con solo una sonrisa, o su simple presencia, ya me agrada. El verla feliz me llena a mí misma de felicidad, vuelve a mi cabeza loca. El cielo debe parecerse a esto.
- Siento que hayas tenido que pasar todo este día sola, ya sabes, mucho lío en el trabajo y... He intentado venir lo antes posible, lo juro, pero... - mi voz es cortada por uno de los dedos de Wanda sobre mis labios. Eso no evita que sonría. Sin embargo, ella no aleja su dedo.
- Shhh, calla, tonta. No ha sido culpa tuya que hoy trabajaras todo el día. Te tocó y punto. A demás, todo merece la pena si al final del día vas a aparecer por la puerta así de sonriente de verme y con ese beanie tan lindo que te queda espectacular - la última palabra la separa por sílabas pronunciando cuidadosamente cada letra y cada sonido de la misma. Después aparta su dedo de encima de mis labios y alarga su mano sobre mi cabeza, y ríe al ver el nido de pájaros que forman mis cabellos al haber quitado el beanie. Lo deposita sobre el sofá junto a la caja de bollos, con la misma suavidad con que ha quitado el beanie de mi cabeza -. Ya no lo vas a necesitar, ahora estás conmigo y puedo darte calor.
Sonrío. Esta mujer que tengo como novia no puede ser más linda y delicada de lo que ya es, ¿Verdad? Es imposible.
- ¿Sabes? Me gusta más que me calles con tus labios sobre los míos que con el dedo - le sonrío coqueta -. No es que me queje, pero llevo todo el día sin sentir los labios de mi novia. Necesito un beso suyo.
Y, con la misma rapidez con que acabo la frase, se inclina sobre mí y, con su labio atrapado entre sus dientes, mientras sonríe coqueta y satisfecha, toma con ambas de sus manos los costados de mi rostro. Una linda sonrisa de su parte es el único aviso que recibo antes de que ella tire de mi rostro hacia el suyo y funda nuestros labios en un tierno beso, ése por el que ambas habíamos estado esperando ansiosas todo el día.
- Deseo concedido - murmura aún cerca de mis labios. Mueve su cabeza de un lado a otro haciendo que nuestras narices se rocen y compartamos una llamativa mirada y un par de risas leves.
Nos alejamos lentamente, Wanda se queda sentada de piernas cruzadas a un extremo del sofá biplaza y palmea un par de veces el sitio a su lado. Yo obedezco, me levanto del suelo para sentarme a su lado en el sofá e instantáneamente siento su brazo rodear mi espalda, y sin más me dejo caer encima de ella soltando un suspiro. Ha sido un día largo, pero por fin he llegado a casa.
- ¿Muy cansada, señorita? - noto que al principio reprime una risa, ante su pregunta no respondo y tan solo me acurruco en su regazo, hecha bolita a su lado, ella al final suelta su risita, aquella que he estado tanto tiempo esperando - Bueno, eso lo tomo como un sí.
- Es lo normal cuando estás trabajando doce horas fuera de casa - comienza a pasar su mano por mi cabello, me relajo aún más con ese gesto -, que no puedes esperar a llegar a casa y, cuando llegas, solo quieres que tu persona favorita te mime y te abrace.
- Algo como... ¿Así?
Juega con mi cabello pasando sus delicados dedos por mis raíces y así separándolo en mechones, para acariciarlos desde allí hasta la mitad de éstos y después pasar a otro y hacer lo mismo. Me suelto ante la agradable sensación y tan solo respondo con un a penas audible "Hhhm". Ella ríe suavemente sin detener su movimiento, mis ganas de dormir incrementan parece que al máximo.
- Me lo tomaré como un sí. Si no te molesta, voy a comer una dona, ¿Vale? - pronuncia cerca de mi oído, le susurro un "Vale" de vuelta y ella deposita un beso en mi cabeza antes de inclinarse un poco sobre mí y alargar su brazo libre (el que no me está haciendo caricias) para alcanzar la caja que se encuentra casi a mis pies. Siento cómo dicha caja pasa agarrada por su mano por encima de mi cabeza, mi mirada perdida en algún punto del salón.
Wanda toma la caja, la abre y examina cuidadosamente las donas de dentro. En un momento dado, frunce el ceño y alza su cabeza para dirigirse hacia mí con esos ojos verdes. Me incorporo lentamente y me siento cómodamente frente a ella, sus caricias se detienen.
- ¿Qué pasa, detka? ¿Hay algo mal? - me hago una idea de lo que puede ser, espero que si es eso no se enfurezca - Se han aplastado mucho, ¿Verdad? Lo siento, he intentado...
- No, no, no es eso, están todos bien - me corta dirigiendo una vez más su mirada hacia la caja, después la devuelve hacia mí.
- ¿Entonces qué es? - me inclino un poco para ver el interior de la caja desde arriba.
- ¿Y los bollitos de mermelada de frambuesa? - su voz suena algo apenada.
Ay, no, ¡Mierda! ¡Los de mermelada de frambuesa! Sus favoritos, ¡Jolín! ¡Se me han olvidado! ¿Qué hago yo ahora? ¿Qué le digo? Algo como: "Amor, te quiero mucho, te amo, te adoro, eres mi todo, la luz por la que me despierto por la mañana. Wanda, la mujer de mi vida, te amo como no te imaginas, pero, lo siento... Se me ha olvidado comprar tus bollitos favoritos..." No, no y no. Ni en broma, pero, ¿Qué le digo? ¿Que se me han olvidado? ¿Miento y me invento una excusa? Dios, no puedo pensar con esa mirada triste frente a mí. ¡Malditos ojitos verdes!
Su mirada no me deja en paz... ¡Rápido, Natasha, inventa algo! ¡Ah, sí, ya sé!
- Lo siento, amor, no quedaban - le sonrío mientras me encojo débilmente de hombros frente a ella. Espero que eso mejore un poco la situación.
Wanda se queda mirándome fijamente, juraría que fulminándome con la mirada, sus ojos entrecerrados frente a mí penetran los míos. Esa mirada es como sentir un clavo en cada ojo. No tengo certeza de si se siente realmente así, pero al menos eso me parece.
- Mientes - dice con esa voz ronca que por dentro me mata, aún con sus ojos entrecerrados puestos en mí.
- ¿Qué? - me hago la sorprendida - No, no, amor, es solo que era tarde y... Ya no quedaban de ésos, deben de tener mucho éxito - sí, sí, Natasha, así, ¡Vas bien! Espero que cuele.
- No, mientes, Nat - trago saliva ante sus palabras -. Sí había, pero se te olvidó.
- ¡No vale leer mi mente! - hago puchero y ella solo se encoge de hombros, esta situación en definitiva le divierte, siempre le ha resultado divertido ponerme nerviosa... Y lo peor es que siempre lo consigue.
- Alguna ventaja tengo que tener yo también, ¿No?
- Supongo... - suspiro y bajo la cabeza. ¿Se va a enfadar?
Solo espero oír sus próximas palabras. Sin embargo, lo que siento es su dedo alzando mi cabeza por mi mentón. En poco me encuentro directamente con sus ojos, ella está inclinada sobre mí, me hace mirar hacia arriba para posar mi mirada en sus esmeraldas, nuestros rostros a centímetros de distancia.
Nos miramos unos segundos. No ocurre nada, solo son miradas, la mía destila puro nerviosismo y la suya está totalmente relajada. Su rostro es magnífico, no me cansaré de decirlo y lo repetiré las veces que hagan falta para que se lo crea, que ella es magnífica todo.
Esperaba que dijera algo, no sé qué, solo algo. En vez de eso, se queda callada y esboza una hermosa sonrisa, de esas suyas. Cualquier sonrisa de parte suya es majestuosa, hermosa, perfecta. Pero, Wanda, mujer, amor de mi vida, ¿Por qué sonríes?
- Ey, ¿En serio creíste que me iba a enfadar, Natty? - sonrío por consecuencia a sus palabras, a su dulce voz y al apodo que ha usado. Hacen buena combinación.
- No, yo... Lo siento, detka, solo se me pasó. Compré las que había, solo las vi en el escaparate y las compré y... Ni siquiera me di cuenta de si había o no de ésas... - soy interrumpida por un beso robado que atrapa mi boca y me impide seguir hablando, sus labios bailando ligeramente sobre los míos se sienten muy bien.
Cuando nos separamos (cortesía de ella), Wanda me mira fijo con ojos brillosos de alegría y tarda unos segundos en hablar.
- ¿Ves? Lo he tomado en cuenta - sonreímos -. No importa que te hayas olvidado, me has traído toda una caja de ocho donas, no me importa si no son mis preferidas. Nat, gracias, es todo un detalle - mi corazón se siente acelerado, parece que se va a salir de mi pecho ardiente.
Nos fundimos en un largo beso, la abracé y besé su cara repetidamente por todos y cada uno de los puntos posibles y después bajé a su cuello, donde le hice suaves cosquillas con mis labios sobre su piel y ella reía y me rogaba que me detuviera. Cuando paré y la miré, estaba roja, aún riendo. Una muy bonita imagen, a decir verdad.
Y, ya cuando nos calmamos y el momento de euforia pasó, nos quedamos abrazadas y tumbadas en el sofá; yo dibujaba patrones sobre la piel de su vientre, descubierta al haber levantado un poco su camiseta de pijama, y Wanda se limitaba a acariciar mi cabello (ella tiene una obsesión con mi cabellera, pero no me quejo en absoluto, se siente muy bien, es de lo más agradable).
Rato después notó que me estaba quedando dormida y me ofreció ir a la habitación y allí echarme y dormir tranquila. Sin embargo, yo le puse una condición; que no dejaría de abrazarla. Mi chica aceptó con una sonrisa y ambas cumplimos; caminamos hacia la habitación abrazadas, yo pegada a su costado y agarrándola con fuerza. Y, una vez llegamos a la habitación, tan solo me tomé unos segundos para quitarme los zapatos a puntapiés y me quito rápidamente los pantalones, quedando en ropa interior de cintura para abajo y con mi torso cubierto por mi blusa. Me acurruqué gustosa encima de ella, coloqué mi cabeza sobre su pecho y cerré los ojos con una sonrisa en mis labios mientras ella continuaba con sus caricias de antes en el sofá.
- ¿No vas a ducharte? - me preguntó cerca del oído, a lo que yo negué escondiendo aún más mi cabeza en el valle de sus pechos.
- Mañana... - susurré con la voz bastante adormilada, tanto que dudé en si me había oído, hasta que escuché un leve "Vale" de su parte y comenzó a dejar lentos y suaves besos en mi cabeza sobre mis cabellos. Sonreí, gustosa.
Y ahora así seguimos, abrazaditas sobre el colchón. Ya no sé si Wanda sigue con sus caricias, no soy muy consciente de lo que ocurre a mi alrededor. La luz de repente es apagada y ahora ya está todo oscuro, a pesar de que antes, con los ojos cerrados, tampoco veía nada.
- Descansa, Nat, te amo - escucho que dice la voz de Wanda muy cerca de mi oído. Y es lo último que escucho antes de quedar profundamente dormida...
(...)
¡Hola, volví! Sí, después de como una semana. ¡Qué novedad!
Sí, ya sé. Ya sé que casi siempre acabo los capítulos cuando mis dos mujeres ficticias favoritas se van a dormir... ¡Pero es que queda tan lindo! Me parece una hermosa manera de cerrar un capítulo, cuando acaba el día. Como que cuando cierra el día, cierro el capítulo. Sí, suena un poco absurdo, pero bueno, creo que es adorable, ¿Pensáis como yo?
En fin, ya sé que tardo alrededor de una semana en subir una nueva parte, pero en fin, ya ven, que no son precisamente cortos y tampoco muy rápidos de escribir (confesiones de escritora). Pero, bueno, creo que merece la pena, ¿Sí o no?
Una vez más, agradezco a todo quien vota, comenta o simplemente lee, es lo que me anima a escribir la siguiente parte.
Les deseo un feliz día, mañana, tarde... O noche, para quien esté leyendo esto a las tres de la madrugada, que nos conocemos.
~Ani
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