Un Viaje Juntos
Torbellino de Fuego
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Al terminar de usar su poder elemental con el último enemigo en pie, caminó hacia el cofre a la vez que sentía como sus fuerzas retornaban tras comer un poco.
Al abrirlo, no salió algo muy rescatable que digamos.
—Oh, es la millonésima vez que me sale, genial —dijo sarcásticamente.
Justo en ese momento se materializó su acompañante que también hace función de comida de emergencia.
—¡Genial, así podrás venderlo para comprarle comida a Paimon! —celebró la pequeña hada volando alrededor del cofre que ahora estaba vacío.
—Paimon...
—Tienes razón, debería compartir tu bondad. Oye, ¿y si invitas a Amber a comer?
En la mente del rubio, la imagen de una arquera de fuego pasó de manera fugaz dejándole una extraña sensación —la cual persistía desde que ella lo recibió en Mondstadt—, no le parecía una mala idea.
—Al parecer si das buenas ideas, comida de emergencia.
—¡No soy comida de emergencia!
Era divertido jugar con ella de esa manera.
—Oh, ¡hola, viajero! —saludó la caballera carmesí con emoción al divisar como el susodicho se acercaba junto con una pequeña peli blanca—. ¡Paimon!
—Hola, Amber —saludó también el hada.
—Hola —alzó su mano y la movió de un lado hacia el otro—. ¿Qué tal todo?
—Muy bien, pero no tan bien —contestó sacándole una gota de sudor al rubio—. Quiero decir, me gusta ayudar a la gente, pero a veces es más de lo que puedo.
—Debería hacer que él te dé consejos, después de todo, es el primero que arriesga la vida y pelea contra deidades solo porque se lo piden amablemente —ofreció Paimon con simpleza haciendo reír a la castaña.
—Te voy a preparar junto con un pollo —dijo Aether.
—¡No!
—Y ahora que me lo pregunto, ¿Qué hacen aquí?, no digo que no haya querido verlos, pero pensé que estarían más tiempo alejados —preguntó con curiosidad.
—Paimon dijo que era buena idea invitarte a comer algo, y él está de acuerdo.
—Si.
—Gracias, pero no puedo por ahora —sonrió amargamente haciendo a Paimon reclamar—. Lo siento, pero primero tengo que terminar unos encargos, ya saben el deber llama.
—Oh, que lastima —dijo Paimon mirando con pena de no poder comer por ahora.
—Así que nos vemos luego —se giró para ir, pero antes de hacerlo, una mano se puso sobre su hombro para detenerla.
—Déjame ayudarte —dijo el chico sonriendo—. Aún sigo en deuda contigo desde que llegué.
—Salvaste el lugar donde vivo, para mí, yo ya te debo algo —dijo la castaña.
—Entonces como pago déjame ayudarte.
—Y aquí vamos —dijo la peli blanca al ver como Amber cedió y le empezó a decir a caballero honorario que podría hacer para ayudarla—. Creo que le encanta que le estampen escudos gigantes o que lo aplasten las criaturas...
El sol se ocultaba de manera majestuosa, y las nubes cambiaban su tono para darle un aspecto más bello al paisaje. El atardecer de aquella región era de las mejores según los propios lugareños.
En una mesa frente al establecimiento de comidas, una chica de ojos dorados estaba en frente de un rubio el cual tenía una cara de relajación al igual que su acompañante.
—Gracias —dijo Amber—. De haberlo hecho todo yo sola aún estaría trabajando.
—No hay de que —dijo Paimon mientras que Aether sonreía porque ella no hizo más que desaparecer hasta que todo acabó.
—Bueno, ¿Qué vamos a comer? —el lazo rojo de su cabeza se meció un poco por el viento—. Ya me está dando hambre.
—¿Hay algo que quieras comer en específico? —preguntó el rubio mirando a la arquera.
—Humm. Supongo que un buen pollo asado con miel —respondió con simplicidad.
Si algo no estaba roto, no era necesario que se arreglase.
Agradecía que una de las cosas que más se repetían en los cofres fuesen las moras.
—¡Si! —celebró la peli blanca.
En cuanto lo pidieron y se los sirvieron, no tardaron mucho para comer aquel plato que tanto les gustaba a los tres.
—¡Paimon está llena y tiene sueño! —anunció antes de ver a Aether y a Amber—. Creo que es hora de descansar —se elevó todavía más hasta llegar al techo del puesto de comida y acostarse ahí.
—Jejeje —rieron ambos por aquella adorable actitud.
El silencio tomó el control del momento de manera lenta y pausada, a pesar de que los dos lo notaron no era para nada incómodo.
Tanto como la castaña y el rubio se miraban de reojo de vez en cuando y luego devolvían la mirada hacia un vaso vacío con el que jugaban para pasar el rato.
Pero todo esto se vio interrumpido en cuanto la caballera habló.
—Oye, Aether —miró al chico con un brillo peculiar en los ojos—. ¿Qué tal te fue después de irte de Mondstadt?
—Supongo que bien —miró hacia el cielo y tomó un poco de aire—. Es decir, aún no sé nada de mi hermana, pero he ayudado a algunas personas que necesitaban una mano, y ahora soy un poco más fuerte.
—Genial... ¿y normalmente vas solo?
—Hmmm, la mayoría de las veces sí —se tocó la barbilla haciendo memoria—. Aunque en algunas ocasiones me han acompañado algunas personas, son realmente fuertes.
—Ojalá sepas de ella pronto.
—Yo también.
Otra vez los dos se quedaron callados, pero esta vez fue otro quien decidió tomar la palabra.
—Gracias por las alas, realmente me han recortado bastante el viaje, te debo algo por eso, Amber —sonrió feliz.
—Y eso que no te he enseñado todos mis trucos —dijo orgullosa—. Cuando tengas tiempo, podría darte un entrenamiento personal si quieres.
—Pensé que ya lo sabía todo.
—Un verdadero mago nunca revela sus trucos, en este caso sería sus verdaderas "plumas", ¿no crees? —guiñó un ojo al viajero que asintió sonrojado.
—Entonces estaré dispuesto a tomar ese curso lo más pronto posible.
Y así, aquella tarde que se fue volando, hablando de distintos temas pasó en un destello para los dos.
Para cuando los dos se dieron cuenta, ya casi todos lo establecimiento empezaban a cerrar. La arquera propuso sentarse en las escaleras y seguir conversando.
El viajero no dudó en aceptar la propuesta de la oji ámbar y se acomodó al lado de ella y estirando un poco los brazos y soltando un bostezo en el proceso que se le contagió a la exploradora por excelencia.
Entre tantos asuntos que tuvieron, estaban en la infancia de Amber.
Las pocas personas que pasaban por el lugar se les hizo extraño ver a ambos jóvenes hablar tan tarde, ya que no era para nada usual ver a la arquera en altas horas de la noche, y menos hablando con el héroe del lugar.
—Y así es como exploté todo un campamento con una flecha —terminó de explicar mientras se acomodaba su moño.
—Vaya que tuviste casi todo a tu favor.
—Me estás quitando el crédito —compartió una sonrisa con el chico—, cerró los ojos y le costó volver a abrirlos—. Ya me está ganando el sueño jejeje.
—Ya es tarde, deberías ir a tu casa —miró a la chica como esta se acercaba a él.
—Solo una pequeña siesta, no quiero dejar de hablar —explicó adormilada poniendo su cabeza sobre al hombro del usuario de la visión anemo—. Cinco minutos, Aether...
Sentir como la respiración de la castaña se volvió completamente calma le dio la señal de que estaba profundamente dormida.
Un poco nervioso, bostezó también y dejó reposar su cabeza sobre la de su amiga, y cerró los ojos.
—Solo cinco minutos...
En cuanto los cerró se tranquilizó de a poco se adentraba más en sus mente, hasta que un quejido hizo que prestara atención a su entorno.
—Paimon cree que tú y Amber ahora son más amigos —dijo la oji azul a Aether.
—Tiene sueño, al igual que yo. Es hora de llevarla a su casa —con delicadeza tomó a la castaña y la alzó—. No tardo.
—Ya comí y dormí, Paimon estará bien —giró sobre su propio eje y saltó en el aire.
—Mejor —sin mucha rudeza, empezó a caminar hacia la vivienda de la caballera.
Pasó por el frente de varias casas las cuales tenía sus luces apagadas.
Una brisa de aquella fría noche chocó con el cuerpo de los dos. Agradecía el hecho de haber acostumbrado relativamente bien al clima de las montañas.
Aunque un leve temblor en el cuerpo de su adormilada compañera.
Su vestimenta le ayudaban en su labor, pero no eran de mucho apoyo cuando se trataba de estas situaciones.
Siguió caminando, y cuando por fin llegó al lugar, se dio con un pequeño problema.
—No tengo las llaves —pensó alguna posibilidad y optó por lo mejor tiempo-calidad.
Usar sus poderes anemo para impulsarse hasta alcanzar una ventana abierta y entrar desde ella para luego abrir la puerta desde adentro para tomar a la arquera y dejarla en su sala.
No invadiría su privacidad entrando a su cuarto.
—Quien diría que me serviría de algo haberme quedado aquí una noche.
Con suavidad terminó su labor y dejó a solas a la chica, sin embargo, a tan solo un par de pasos, escuchó a Amber hablar.
—¿Ya te vas? —preguntó tallándose los ojos.
—Tengo que ir a dormir también.
—Te dije que quería seguir hablando, Aether —reclamó bufando—. Y eso fueron más de cinco minutos.
—¿Desde hace cuánto estás despierta? —preguntó confundido.
—De-desde que me cargaste —dijo sonrojada.
Gracias a la oscuridad, nadie se dio cuenta.
—Buenas noches, Amber-san.
—Es-espera un momento —se paró de manera rápida y tiró al piso al rubio.
Este soltó un quejido.
—Si entras sin el consentimiento es un delito, estas detenido.
—¿Era necesario tirarme al piso?
—... Si
Las manos temblorosas de la arquera envolvieron en un abrazo al viajero, o ese era el plan, de no haber sido porque este lo hizo primero.
—Bueno, ya que insistes —acercó a la chica a su pecho y cerró los ojos—. Buenas noches.
—¡Espera un momento, no dije que en el piso!
Ya con ganas de descansar la caballera se levantó y jaló al héroe de Mondstadt hasta el sofá en donde ambos se acostaron.
—Amber —llamó el chico volviendo a abrazar a la chica.
—¿S-sí?
—¿Ya estamos en clases de vuelo?
—No.
—¿Entonces es normal sentir que estoy flotando?
La cara de la chica tomó un color tan rojo como el de sus flechas cargados con pyro.
—Su-supongo que sí, ya que yo también estoy así —se pegó al pecho del chico en donde escuchó los latidos resonantes de este—. Mi corazón está igual que el tuyo, supongo que no es casualidad —sintió como una mano pasaba por su cabeza retirando su listón rojo.
—Siempre tuve la curiosidad de saber cómo eres sin esto.
—No hay mucha diferencia.
—Para mí si la hay —susurró y con toda la valentía que ya estaba por agostarse al igual que su mente tomó con levedad la mano de la oji ámbar—. Amber.
—Aether —cruzó los dedos con los del chico sin mirarlo a los ojos.
—Me gustas —dijo espontáneamente—. ¿Quieres ir de viaje conmigo?
La caballera casi se ahoga con su propia saliva al escuchar esas palabras, de no haber sido porque estaba siendo abrazada, se hubiera caído.
—¿Q-que yo te gusto? —repitió emocionada y girando para ver al chico con las mejillas rojas.
—Mucho de hecho —cerró los ojos esperando una respuesta que llegó en forma de un beso.
Un beso simple y sencillo, pero tan mágico como todo lo que los rodeaba.
—La aventura no te puedo dar la fecha.
—¿P-por qué?
—Desde que me gustas ya estoy en un viaje contigo, solo faltaba que me quisieras hacer parte de él —agarró las mejillas del chico con sus manos denudas y se acercó de nuevo al rostro de este—. Tenerte tan cerca es más raro que la primera vez que volé con las alas. Al menos con ellas se hasta adonde puedo llegar.
Y volvió a besar al rubio que se apegó más a ella para no dejarla ir tan rápido.
—Paimon siempre tiene buenas ideas —se auto felicitó viendo el resultado de sus palabras a través de la ventana—. Eso significa más comida, siempre gano —aunque al volver a ver a la ventana se tapó los ojos con vergüenza—. Ya vi suficiente.
FIN
GottoCatch
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