Eterna Tormenta
Decreto de Amor
•
•
•
[ETERNA TORMENTA]
•
•
•
Las olas chocaban con el bote y se perdían en la inmensidad del océano. Los tripulantes celebraban con poco alcohol su perfecto viaje que no tuvo contratiempo alguno. Con su largo pelo rubio algo mojado por la lluvia, Aether se despidió de sus "camaradas" de la odisea marítima y su capitana Beibou. Las tierras de la Arconte Electro no se distinguían demasiado desde la última vez que las había visto. Los árboles de cerezo dejaban caer infinitamente sus hojas al suelo. El viento las levantaba y las arrastraba a todos los rincones de Inazuma sin excepción alguna. Los pétalos rosas sobrevolaron la cabeza de Aether hasta caer cobre su hombro. Mantuvo su casi recto trayecto hacia la residencia de la Shogun Raiden —aunque no fuese a ella a quien fuese a buscar—, cada paso que daba le daba cierta sensación de pesadez.
La ausencia de la pequeña hada dejaba que su mente se distrajera con pensamientos propios. Aunque no la podía culpar, quedarse con Lumine para probar toda la gastronomía de las demás naciones era el sueño más anhelado de Paimon.
Sin embargo, un destello fugaz de color azul cayó a tan solo unos cuantos metros de él. Algo asombrado miró el cielo y se percató de que pronto volvería a llover. Las nubes se acomodaban a la vez que resonaban como una bestia al asecho, esperando a que su presa se distraiga. Su pelo se elevaba por las fuertes corrientes oceánicas que empezaban a tomar cada vez más impulso. Los árboles eran sacudidos con fuerza y sus ramas se negaban a ser separadas. No era la primera vez que llovería, y tampoco sería la última.
Tiene sus ventajas crecer en las tormentas de Shogun-sama.
•
•
•
Varios guardias se inclinaban ante el chico mientras se disculpaban con prisa. El pelo goteaba al estar completamente empapado al igual que su traje. La leal seguidora de la Arconte Electro fulminaba con la mirada tanto al rubio como a los hombres encargados de la seguridad de Tenshukaku. Sus ojos dorados buscaban la respuesta coherente del chico el cual solo reía algo nervioso por la intensidad. Kujou Sara se giró notoriamente molesta y sin mirar a nadie dio instrucciones.
—Vuelvan al trabajo, no quiero que este incidente vuelva a ocurrir —la frialdad de esas palabras hizo parecer que la lluvia era buen cobijo—. Aether, ven conmigo.
—S-si...
Iniciaron su pequeño trayecto mientras dejaban un camino de agua. El rubio evitaba que su mirada se cruzara de forma alguna con los ojos indescifrables de la Kujou. Aunque lo logró, su meta final se vio truncada a medio camino.
—¿Por qué no avisaste que venías? No era necesario armar un alboroto con los guardias, Tú también tendrás un castigo, no por ayudarme saldrás impune de esta.
—Bueno... no sabía cómo convencer a un mensajero que viniera hasta Inazuma y decirle que tenía correspondencia para la Arconte Electro... o cualquier otro cargo de alto nivel.
Sara bufó molesta y se cruzó de brazos. Sabía que Aether tenía un buen punto, demasiado más de lo que le hubiese gustado. <<Menos mal no sabe nada de Yoimiya>> celebró con un pequeño zapateo. La peli corta y el chico siguieron caminando sin volver a intercambiar palabra alguna. El golpe constante de la lluvia contra el tejado era lo que más presencia hacía. Giraron un par de veces hasta que llegaron a una puerta de madera que tenía tallado un pequeño árbol de sakura al lado del pomo.
—Tiene suerte de que ella esté de bueno humor. No hagas una estupidez —resaltó y advirtió con seriedad al viajero.
—Yo también te extrañe, Kujou-san —dijo sin más y abrió la puerta—. Prometo no hacer nada malo.
Antes de que pudiese reclamar algo la puerta fue cerrada, dejándola a ella sola por fuera... y a Aether y Shogun solos adentro.
Su ropa pesada por haber absorbido el agua lo cansaba y exasperaba dese hacia rato. Con la oscuridad de la habitación y el frío de la tarde se retiró sus botas negras al igual que su capa y la dejó sobre un pequeño mueble que había cerca. Cada paso que daba hacia sonar levemente la madera. Una pared blanca dividía la habitación en dos partes, que a su vez tenían dos puertas distintas para dar con el jardín. Tomando aires con sus pulmones abrió una de esas puertas para salir hacia el exterior.
Unos cuantos metros con alta densidad de flora de Inazuma. Y en uno de los escalones de madera oscura que había para bajar estaba sentada una figura femenina.
Largo cabello violeta que era recogido en trenzas. Piel clara como los dientes de león, y ojos purpuras tan brillantes como sus ataques. Vestida con un Yukata que se dividía en una gran cantidad de patrones que tenían como cimiento el color electro. Miraba hacia en frente esperando a que el chico hiciese algo, y que no se viese tan infantil como según ella se veía. Tenía los pies recogidos asegurándolos con sus brazos y dejando que su mentón descansara sobre estos.
Algo sorprendido por la escena salió del trance en el que había entrado por contemplar a la Arconte. De un pequeño salto, y una maniobra para evitar caerse por culpa del piso que estaba resbaloso, ya estaba sentado al lado de ella.
—De verdad me sorprendes —halagó el rubio mientras sonreía con felicidad.
—¿Po-por qué? —la curiosidad dejó que se escapara su lado "infantil"
—Que hayas salido que tu plano de meditación infinita para verme, Ei.
—... ¡¿Eh?!
Un rayo partió el cielo de la nada y su sonido hizo que Aether se tapara los oídos.
—¿Por qué hiciste eso? —reclamó a la diosa
—N-no me esperaba que me reconocieras.
—¿Crees que habría venido hasta aquí sin saber reconocerte? —recibió una negación por parte de la peli violeta—. Me alegra que salieras de allí, no te hace mal la lluvia. Tampoco te vendría mal un poco de sol...
—Es algo bello —dijo ignorando lo último.
—Seeeh, excepto cuando se te mete en los zapatos. Se te arruga la piel y sientes extraño el tacto, pero es genial cuando tienes con quien jugar.
—Oh, sí. Deber ser genial... —una insipidez en su tono dejó en Aether la semilla de una idea.
Un poco inseguro se levantó para hacerse en frente de Ei la cual estaba extrañada. En silencio estiró su brazo y solo dejó que la peli violeta entendiera por sí misma. Con incertidumbre aceptó la mano del rubio. Aether apretó el agarre, y sin hacer demasiado fuerza la atrajo hacia él. La respiración fraccionada de ambos los volvió un entero, acompañado de su extremidades abrazó a Ei con cariño y ella correspondió de igual manera.
El pelo de ambos ahora goteaba por igual. Ei fue de nuevo jalada por el chico, pero esta vez hacia a un charco mediano que había a tan solo un par de pasos. En cuanto los pies de ambos ya estaban sumergidos en el agua Aether sonrió con malicia.
—Te enseñaré a jugar en la lluvia —aseguró falsamente conteniendo la risa—. Ahora presta atención, Ei.
—¿Y cómo se juega? —preguntó contagiándose de la felicidad del chico—. ¿Cuál es el primer paso?
—¡Este! —ejecutando su plan maestro en un segundo.
Saltó con fuerza.
La tensión superficial del agua que había debajo de él fue rota de golpe, la fuerza impulsó que la misma saliera disparada hacia todos lados, y como no. Mojando a la Arconte Electro que quedó desconcertada. Se quedó inmóvil. Pero eso no fue excusa válida para que el chico repitiera su acción, solo que esta vez añadiendo un plus.
Su arete se tornó de color azul oscuro y formó un círculo en sus manos, de a poco este empezó a atraer la gotas que pasaban cerca. Una vez ocupó por completo las manos del chico, el agua salió como un chorro hacia la cara de Ei.
Escupió el líquido que había entrado y reclamó con la mirada al rubio. Nora buena señal para nada.
—¡Eso no es forma de enseñar a jugar! —fue interrumpida por otro chorro.
—Menos charla y más acciones. Pierde el que se rinda primero.
Un pequeño rayo alumbró los ojos de la arconte, y el ambiente de superioridad que había creado Aether se desmoronó en segundos.
—Esta vez no hay una Yae Miko que te salve... —sentenció haciendo gala de su inconmensurable pode.
—E-Ei... creo que no entendiste —la Arconte se llevó la mano al pecho y una grieta morada rebeló el mango rojo de su arma—. ¡ESPERA, EI!
—¡NO! —un gran tajo eléctrico alumbró el jardín de la residencia—. Corte Secreto: Verdad Orínica.
•
•
•
—E-es tu culpa por no explicarme —evadió su responsabilidad del estado algo "gracioso" del viajero.
—Oh si, menos mal que no ataqué primero —respondió sarcástico.
Un vendaje cubría parte de su pecho y su mano derecha, además de estar acostado sobre el regazo de la peli violeta que acariciaba su cabellera. A la vez que miraba a través de la puerta como es que seguía lloviendo. Sus ojos de nuevo se perdieron el horizonte hasta que Aether los trajo devuelta colocando una de sus manos sobre la mejilla derecha. Absorta en sus pensamientos ni siquiera advirtió cuando ya estaba de nuevo siendo abrazada por el chico.
Una respiración cerca de su cuello la erizó por completo y la trajo de nuevo a la realidad. Estaba atrapada en los brazos del viajero como si se tratara de un oso de peluche. La humedad de ambos cuerpos apenas se sentía.
—¿Aún no crees que estoy aquí?
—No es eso —contestó nostálgica—. No quiero que te vayas... no otra vez.
—¿Y por qué miras la lluvia?
—Haría una tormenta eterna con tal de que nunca te vayas, pero se que estaría mal —se mordió el labio y agachó la cabeza algo enojada—. Ni siquiera te despediste la última vez que nos vimos, solo me dejaste una foto que me habías tomado y una frase con la que estuve aguardando el regreso que hasta varios años más tarde llegó.
—Lo siento.
—No, la culpa es mía por encariñarme así. Era mala idea salir de allí, debería haberte... de-debería haberte —el vacío en su cabeza al imaginarse algo después del encuentro con "la excepción" cayó sus palabras.
—Se a lo que te refieres. Hubiera sido lo mejor —rascó su cabeza y rio—. Qué bueno aún estamos a tiempo.
—¿Aether?
El susodicho ignoró los gestos de la diosa y tomó sus mejillas con sus dedos. Los labios rosados se relamieron por igual de manera inconsciente. Acercándose con deseo al rostro sonrojado de Ei, sellaron con una conexión sin igual. Extasiados por el deseo de probar la sensación de nuevo volvieron a juntarse. Desatendiendo sus heridas alzó a la peli violeta y esta enrolló sus piernas alrededor de la cintura del rubio.
Se pegaron contra la pared y reanudaron su mar de besos.
Las manos de la diosa abrazaron el cuello del viajero y la lluvia aumento su rudeza. Suspiros de placer escaparon de la boca de la oji purpura y las uñas se clavaron con algo de fuerza al chico. Agradecía que la misma lluvia no la dejase escuchar a sí misma.
•
•
•
Recostado contra una de las columnas de madera que había en dirección al pequeño jardín, Aether recordaba con gran sonrojo su noche anterior con la Arconte. Se estuvieron besando hasta caer dormidos. Recordaba la voz deseosa de Ei con estupor, no había forma de explicar ello. Y así fue hasta que miró como en frente de él, unos ojos purpura brillantes como amatista y una pequeña sonrisa lo invitaban a jugar bajo la lluvia.
—Esta vez será más divertido —susurró apenada.
—L-lo dudo mucho —saltando hacia ella ocasionando que casi se caigan—. Solo verte de nuevo me ha hecho más feliz que nunca.
—T-tú... —un nube alumbró y Aether sonrió.
—No eres buena ocultando tu emociones.
—Tonto.
—Te amo —vociferó con una gran sonrisa sorprendiendo a la Arconte—. Y así será eternamente...
Las mejillas de Ei se tornaron rojo en un santiamén.
—¡Y-yo también!
Unieron sus vidas cual gnosis y Arconte... ese fue; Un Decreto de Amor.
•
•
•
[ETERNA TORMENTA]
•
•
•
FIN
GottoCatch
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top