La críada y la princesa-Satzu
La luz del sol se cuela por las grandes ventanas cubiertas por las espesas cortinas de color rosa, el aire se siente fresco y la princesa Sana no puede evitar quejarse al sentir como alguna de sus criadas la intenta despertar. Es temprano en la mañana y el día parece estar tan nublado que no quiere dejar su habitación ni para comer.
Pero Sana no es solo Sana, es Minatozaki Sana la princesa que le debe honor a su pueblo y reputación a sus padres, por lo que por fin sale del bulto de suaves edredones y se encuentra cara a cara con su criada, Jeongyeon. Aquella señora la había cuidado desde que era pequeña, pero hoy era su último día al servicio de la familia real debido a su edad.
—Buenos días, su alteza. Lamento tener que despertarla a tales horas del día, pero sus deberes reales no pueden esperar— Sana talla sus ojos para tratar de ajustar su vista a los rayos que rompen la oscuridad de su cuarto.
Cuando lo hace, hasta entonces puede notar la presencia de alguien más. Una joven de estatura alta pero delgada, sin perder las curvas de su cuerpo, a pesar de su uniforme con los colores del reino se puede apreciar un cuerpo envidiable. Ahora Sana puede decir que está despierta.
Normalmente cuando Jeongyeon la despierta para comenzar el día, lo hace sola pues así lo ha pedido Sana, pero parece que hoy es la excepción. La joven de piel tostada se sonroja ante la intensa mirada de la princesa, pues desde que despertó no se ha movido, no ha dicho absolutamente nada. Jeongyeon parece notar la mirada de la princesa en la nueva empleada y decide romper el incómodo silencio.
—Ella es Tzuyu, una de mis sobrinas. El Rey y la Reina ya la han aprobado para que tome mi lugar como su criada a partir del día de mañana. Ya conoce todas sus obligaciones para hacerla sentir cómoda en todo momento, pero hoy estará aquí para aprender visualmente.
—Espero no darte mucho trabajo, Tzuyu— dice la princesa mientras se incorpora y Tzuyu está a punto de hacer una reverencia cuando los edredones se deslizan hasta la cintura de la princesa, revelando sus senos. Los pezones rosados y duros por el frío saludan a Tzuyu quien rápidamente baja la mirada con las mejillas rojas.
Sana nunca había tenido que esconder su cuerpo con Jeongyeon, pues prácticamente creció con la mujer que le había dedicado su vida a la realeza, pero ahora Sana tiene que reconsiderar sus costumbres al dormir desnuda por el desastre que ha provocado en Tzuyu.
La princesa, Jeongyeon y Tzuyu pasan todo el día en los deberes de Sana, Tzuyu aprende sobre todo lo que tiene que hacer y al día siguiente es ella quien tiene que cuidar de Sana. Es un alivio para la morena que la princesa ahora use un camisón de seda al dormir.
Los primeros meses del servicio de Tzuyu transcurren con facilidad. La princesa Sana no es exigente y es amable con ella. Tzuyu se da cuenta de lo generosa que es Sana al estar acompañando la mayoría del tiempo, se da cuenta que sus ojos brillan cuando ve el cielo en los grandes jardines o cuando está cabalgando.
Tzuyu ha tenido que aprender muchas cosas nuevas, como cabalgar propiamente, ha tenido que aprender a cocinar unas galletas de fresa las cuales son las favoritas de Sana. Tzuyu de verdad quiere complacer a Sana.
Hoy es un día diferente, así lo percibe Tzuyu. Desde que Sana sale de la reunión que tuvo con los reyes su rostro es sombrío y carece de la vida que la caracteriza. Sana le pide que la acompañe a la biblioteca del palacio y Tzuyu ni corta ni perezosa se encuentra de camino a la gran habitación llena de escritos clásicos.
En cuanto abre la puerta de la biblioteca, Sana ordena a todos los presentes salir de ahí, dejándola sola con su criada. En la mente de Sana esto no está pasando, pero sabe que debe de tomar las riendas de su mente antes de que la realidad la consuma.
Tzuyu se ha vuelto un pilar en la vida diaria de Sana, por supuesto que Jeongyeon era importante para ella, pero Tzuyu... Tzuyu es diferente, es cálida, amable, paciente y hace que Sana tenga esas mariposas en el estómago, por eso Sana se quiere aferrar a su criada lo más que pueda antes de que su compromiso forzado llegue a su vida.
Cuando se encuentran completamente solas, Sana toma la mano de Tzuyu dejándola sorprendida, la princesa jamás había tenido contacto físico con ella. Su mano era cálida pero la sostenía con la fuerza suficiente para que el corazón de Tzuyu de un brinco. Sana la lleva al segundo piso de la habitación y hace que tome asiento en uno de los pesados escritorios de madera.
—Dime, Tzuyu ¿sabes leer? —Sana le pregunta y Tzuyu niega, aún confundida por la situación en la que está. Ella siente la tensión, tiene 22 años, tan solo un año menor que la princesa y sabe que tipo de tensión hay en el ambiente.
—No sé leer ni escribir, su alteza. Dediqué toda mi vida a aprender sobre mis deberes para estar al servicio de la familia real.
—Mmmmm... eso no me gusta —Sana se sienta sobre el escritorio y cruza las piernas, haciendo que su vestido se suba un poco dejando sus pantorrillas a la vista— Si quieres seguir estando a mi servicio, tendrás que aprender a leer y escribir.
—Pero su maje— Sana no la deja terminar pues se ha levantado y ha puesto un libro de literatura sobre la superficie de madera.
—Comenzamos hoy, Tzuyu. No hay excusas.
Las siguientes semanas ambas mujeres pasaban tres horas en aquella biblioteca, Sana leyendo libros de la colección de su padre y Tzuyu practicando para poder leer fluidamente. Se encuentran tranquilamente entre los estantes de libros, disfrutando de la compañía de la otra hasta que Sana no puede contenerlo:
—Me han arreglado un matrimonio, con un príncipe de otro reino— Sana dice con la voz floja y los ojos llenos de lágrimas, viendo como Tzuyu frunce el ceño y despega su mirada del libro.
—Eso es estupendo, su alteza. Mis mejores deseos.
Tzuyu pensó que Sana le respondería con cuán emocionada estaba por la boda o alguna cosa de esa, pero jamás imaginó que Sana la abofeteará. Su cara ahora estaba de lado por el golpe que había recibido y el ardor en su mejilla picaba como el infierno.
—¿Acaso crees que estoy feliz por eso?
—Debería estarlo, su majestad. Usted tiene la vida resuelta.
—No quiero casarme con él. Parece dulce pero me niego a hacerlo.
—Supongo que es su deber, su alteza.
Tzuyu acariciaba su mejilla enrojecida y no entiende porque la amable y bondad princesa ahora tenía ese tono áspero y descargaba su impotencia en el cuerpo de la taiwanesa.
—No lo quiero a él, Tzuyu. —dice Sana mientras se acerca a Tzuyu quien retrocede hasta sentir el estante de libros detrás de ella. —Quiero a alguien que me pueda entender, alguien que sobre todo...
Sana ahora está muy cerca de Tzuyu, sus torsos están casi unidos y una de las piernas de Sana separa los muslos de Tzuyu, quien se encuentra aferrada a las columnas detrás de ella, pues el olor de Sana jamás había estado tan cerca de ella.
—Sobre todo quiero a alguien que me haga sentir como tu lo haces— Sana sopla su aliento caliente en el oído de Tzuyu y la criada no puede contener el jadeo que dejan salir sus labios.
Por supuesto, piensa Tzuyu. Que un miembro de la realeza tenga tantas atenciones no es normal, no era normal que su mirada se encontrará con la de Sana y mantuvieran contacto visual por tanto tiempo. No era normal cuando Sana le pedía acostarse con ella en la madrugada y amanecer echas un enredadero de piernas y brazos. No era normal que Sana dejará de usar camisones de seda y que por la mañana viera a Tzuyu como si el infierno estuviera en los ojos marrones, no era normal cuando Tzuyu se tocó en su habitación pensando en lo que sería poder chupar esos botones rosados de su princesa.
Por supuesto, piensa Sana. Sentir esa atracción hacía su moza no era normal, no cuando tendría que estar suspirando por su apuesto prometido, pero Sana prefiere a su alta y esbelta sirvienta, dispuesta a recibir cualquier cosa por ella. Sana sabía que iba más allá del deseo sexual cuando Tzuyu la abrazaba por las noches y acariciaba su cabello en la oscuridad.
—Princesa, esto está mal— Tzuyu gime cuando el muslo de Sana se presiona directamente en su entrepierna— está muy mal— pero ella no hace nada por separarse del encierro de Sana.
—Dame esto antes de que tenga que casarme con ese hombre ¿acaso no quieres tener el privilegio de desvirgar a la futura reina?
Con aquello Tzuyu la toma del rostro y estampa sus labios con los de su alteza, encajan perfectamente y la sensación de la boca húmeda de Sana hace que deslizar su lengua sea muy fácil. El beso se torna húmedo, sucio y con chasquidos que ambas mujeres disfrutan. Se mueven a un solo ritmo cuando sus caderas empiezan a coincidir y haciéndolas desear lo prohibido.
—Sana —Tzuyu gime cuando los labios de Sana se encuentran repartiendo besos húmedos.
—Desnudate Tzu, me has visto muchas veces sin ropa, pero yo no te he visto a ti y eso me parece injusto —Tzuyu duda y Sana la toma del cuello, aquellos libros eroticos si que le habían dado las bases en ciertos temas que descubrió, le excitaban. —Hazlo ahora, criada.
Lejos de ofenderse, Tzuyu sintió como la sangre se acumulaba en su clítoris, dando fuertes palpitaciones ante las órdenes de su princesa. Lentamente y aún con el cuerpo ajeno pegado al de ella, se quita su uniforme de servicio, quedando en unas bragas blancas.
Sana achica los ojos cuando los montículos de Tzuyu se erizan ante ella y no puede evitar tomar sus pezones entre sus dedos y hacerlos girar, ante eso Tzuyu deja caer su cabeza hacía atrás y lleva su mano a la cabellera real para que lo haga más fuerte, con más devoción.
—Hoy tú serás mi reina, Tzuyu. —la declaración de Sana hace que las piernas le fallen a la morena, por lo que Sana le da la vuelta y le baja las bragas hasta los tobillos. Tzuyu se aferra a uno de los libros de historia que se encuentra a un lado de su cabeza. —Abre las piernas, te voy a lamer.
Pero Sana nunca ha sido paciente y cae de rodillas con el culo de Tzuyu en su cara, tal vez porque siempre tuvo todos sus deseos en la palma de su mano, Tzuyu no era la excepción. Sana separa el culo y se deleita al ver el anillo apretado de Tzuyu y la húmedad recorriendo la intimidad. Sana se pega a ella como si fuera una sanguijuela, como si su vida dependiera de comerse a Tzuyu.
Mientras tanto Tzuyu no puede evitar gemir tan alto que teme que los monarcas supremos escuchen las suciedades que su hija le está haciendo entre las piernas. El placer se vuelve tanto que Tzuyu toma el cabello de Sana y empuja su intimidad hacía abajo, Sana puede sentir el clítoris de la mujer palpitando entre sus labios y sin importarle nada, desliza dos de sus dedos en el canal vaginal de Tzuyu.
—Dios mío, Sana.
—Eso Tzuyu, gime mi nombre. —Sana habla pegada a sus labios vaginales y acelera el ritmo de sus dedos. Las paredes son suaves debido a la nula actividad sexual y se aprietan con cada roce. Sana curva los dedos en el interior y toca el dulce punto que hace que Tzuyu llore de excitación.
—Oh princesa, estoy tan cerca— la mujer se encuentra fuera de sí cuando Sana sacude su cabeza aún con el clítoris ajeno aprisionado entre sus labios— Hazme llegar Sana, por favor.
—Correte, Tzuyu. Hazlo en la cara de la futura reina.— con eso y un azote en el gran culo de Tzuyu, Sana lleva a la morena al orgasmo, a uno desastroso que hace que se le flexionen y por un momento esté sentada en la cara Sana.
Los fluidos agridulces satisfacen las papilas gustativas de Sana, peor no es suficiente por lo que se pone de pie y coloca a Tzuyu en el escritorio, aún cuando está por encima de los libros que antes estaban leyendo. Sana se desnuda rápidamente y se coloca sobre Tzuyu.
—Follame, criada— Tzuyu debería sentirse avergonzada por como la moja que le diga así, pero no lo hace, así que coloca dos dedos en la mojada entrada de su alteza y la hace bajar sobre sus dedos.
—Oh Tzuyu, te sientes tan bien.
—¿Pensarás en los dedos de una sirvienta cuando aquel principe te meta la polla? —Sana la abofetea mientras comienza a cabalgar los largos dedos, al parecer el acto de violencia les excita a ambas pues la tensión crece y ahora Sana se encuentra saltando por encima de Tzuyu.
—Si me haces llegar, puede que te mantenga como mi criada y te deje follarme aún cuando esté casada.
Tzuyu se aferra a la promesa vacía y toma a Sana de la cadera para que se mueva aún más fuerte. El escritorio de madera se mueve con violencia por el movimiento de ambos cuerpos. Y cuando las paredes de Sana comienzan a apretarse, la princesa rompe el contacto.
—Pero que mier— otra cachetada hace que Tzuyu no pueda terminar de maldecir por la falta de contacto.
—No es de buena educación decir groserías frente a la princesa— Sana dice mientras abre las piernas de Tzuyu y pasa una de las suyas por encima de las suyas, avanzando hasta que ambas vulvas mojadas estén en contacto.
Tzuyu se mueve contra Sana y Sana embiste a Tzuyu como si quisiera atraversarle el cuerpo con sus caderas, sus cuerpos emanan sudor y el olor a sexo excita las mujeres, el roce es tan fácil por la excesiva húmedad que Sana ya se encuentra gritando, pero Tzuyu no puede poner en riesgo la situación, por lo que abraza a Sana.
—Bésame, muérdeme pero callate— Sana le toma la palabra y encaja sus dientes en su seno derecho, jalando el pezón haciendo que Tzuyu gima de dolor.
El ritmo es implacable y todo clima cuando Sana gruñe con su boca llena del pecho de Tzuyu y la contraria no puede contenerse, sus espaldas se curvan y los dedos de sus pies se enroscan. Ambas explotan en un orgasmo que las hace arruinar con la húmedad aquellos libros que valían millones. Sus fluidos resbalan entre sus cuerpos y tiemblan tanto que les toma más de 2 minutos recuperarse. En ese tiempo Tzuyu escucha un pitido en sus oídos y Sana no puede enfocar la vista.
Después de bajar de su altura, ambas se levantan del escritorio y Sana agradece que las paredes del palacio sean tan gruesas. Sana besa delicadamente los labios de Tzuyu. En silencio se viste y sale de la biblioteca.
Tzuyu se queda ahí, con un ardor en sus caderas y el corazón roto.
Meses después Tzuyu es quien le coloca el velo a Sana para la boda que está apunto de ocurrir en unos minutos.
Sana está frente a un gran espejo y Tzuyu detrás de ella. Tzuyu se inclina y deposita un beso en los suaves hombros de Sana, Tzuyu sabe que no pueden estar juntas. Sana cierra los ojos ante el contacto y su corazón se rompe una vez cuando los labios ajenos se separan.
—Esto es estupendo, su alteza. Mis mejores deseos.— El corazón de Sana se rompe por última vez cuando Tzuyu dice las últimas palabras que la escuchó decir antes de que ésta dejará el palacio y se fuera lejos del reino después de que Sana contrajera matrimonio.
Fin
-
Esta historia fue basada en un One Shot Satzu que escribí hace unos meses y elimine de otro perfil. Solo que a este le quise dar un poco de tristeza, pues siento que las princesas no siempre tienen final feliz y sufren mucho por sus deberes.
Como siempre espero sus comentarios sobre la historia y si tienen alguna crítica sobre esto, me gustaría escucharla también.
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