4-decidido [1/2]
Tal vez le sean de ayuda éstos:
«pensamientos»
[Chat]
–guión para hablar.-
«¿Qué se supone que estoy haciendo aquí? ¿Debería irme?.. No, voy a esperar un poco más» –pensaba Juan por sexta vez, debatiendo internamente si abandonar la pollería de Spreen o no. Pero esta vez, estaba más convencido de quedarse. Hoy sería el día en que se confesaría al pollero, liberando aquellos sentimientos reprimidos por el temor al rechazo y la burla.
A los ojos de los demás clientes, Juan parecía rígido y asustado, lo que los llevaba a evitar acercarse a su mesa, temerosos de que su aura depresiva fuera contagiosa.
Mariana, el único empleado presente, notó la atmósfera tensa y decidió acercarse al que llamaban hechicero, para al menos entender la razón de su comportamiento inusual.
—Oye Juan, ¿qué te pasa, men? —preguntó el joven, sobresaltando al de la túnica, quien no podía dejar de pensar en cierto oso por el que estaba visiblemente enamorado.
—Nada, solo pasaba por aquí y pensé en descansar. Tal vez saludar a Sprin no esté mal —respondió Juan, con los nervios a flor de piel y la mirada fija en la puerta que conducía a la oficina del mencionado.
—Si buscas al patron, será mejor que vuelvas más tarde; en este momento está ocupado con una visita —dijo Mariana, justo antes de ser interrumpido por Juan.
—¿Con quién está? —preguntó con un dejo de molestia y celos.
—Está con la señorita Mayichi, ¿por qué? —respondió Mariana, intrigado por el tono de voz de Juan.
—Por nada, solo curiosidad —terminó de hablar Juan, fijando su mirada en un punto lejano, mostrando una sonrisa inocente y un brillo especial en sus ojos color caramelo. De repente, se escuchó un chirrido y los sollozos de una chica que salió corriendo por la puerta de emergencia.
Un oso atravesó el umbral de esa misma puerta, rascándose la nuca por lo sucedido. Sintió una mirada penetrante y otra incomprensible de dos chicos con anteojos. Agradecía llevar su máscara, que ocultaba el sonrojo en su rostro al ver al joven de gafas y su deslumbrante sonrisa, aunque erróneamente creía que era para su empleado.
De inmediato, su rostro feliz se transformó en uno molesto, y aunque su máscara ocultaba su expresión, no podía esconder su aura asesina dirigida a Mariana.
Mariana sintió un escalofrío recorrer su alma y, como por instinto, salió corriendo, excusándose con un "¡Se me está quemando el pollo, con permiso, patron!"
Después de ese incómodo momento, que solo Mariana pareció notar, Juan y el oso se miraron por unos segundos hasta que Juan habló.
—Hola, señor pollero —alcanzó a decir antes de ser arrastrado por el establecimiento y subir las escaleras hasta la puerta del despacho del oso.
Juan cayó suavemente sobre uno de los sillones, su rostro reflejaba confusión ante la situación.
El oso, de cabello negro, entendía aún menos por qué había actuado de esa manera. Sentía que lo mejor era estar en un lugar más privado, solo ellos dos.
—Esto... lo siento —se disculpó Spreen, buscando aún una explicación a su actitud y una excusa válida para que Juan no lo considerara un acosador o un pervertido.
—Está bien, me ahorraste el trabajo —dijo Juan, interrumpiendo su propia explicación. Su cuerpo reaccionó primero; se levantó del sillón, tomó al pollero por el cuello perfectamente arreglado de su camiseta amarilla y levantó la máscara del oso hasta sus labios para plantar un beso dulce y tierno, cargado de sentimientos y cariño, anhelando probar un poco más de esos labios.
[=Horita público la parte dos =}
#Editada 15/04/25
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