Madre y niñera de todos

Coatlicue – Madre de Huitzilopochtli y Cuahuitlícac

***

– Hijo, ¿Por qué tienes esa cara tan seria?

– Zeus-sama quiere hacer una reunión de último momento, lo cual no me agrada para nada…

» Cómo… ¿¡Cómo se atreve a arrebatarme mi valioso tiempo, ese viejo!? Más cuando pienso en todo lo que me está quitando… ¡Me está quitando mi tiempo de calidad con mi mamá

– No digas eso, seguro que el señor Zeus tendrá sus razones para hacer esa reunión.

» Además… Estoy segura que encontrarás más tiempo para nosotros… Siempre lo haces.

Cómo ya se mencionó, un llamado de parte de Zeus requería la presencia de Huitzilopochtli rey de Aztlán; el dios azteca de la guerra dejó de lado su parte asesina para abrazar a su madre y cargarla en sus brazos, mientras se apretaba a su esponjoso cuerpo a manera de despedida.

– ¡Te voy a extrañar mucho, mamá!

– ¡Cielo! ¡No hagas eso! – Coatlicue le regañó por ser cargada así – ¡No puedes hacer eso a una mujer como yo!

– ¿¡Quién dice!? ¡Quién diga que no puedo cargar a mi madre como yo quiera, sufrirá las consecuencias de sus insensatas palabras!

– Además, esa no es la actitud del rey que yo crié.

– … Tienes razón… – Huitzi dejó a su madre en el suelo y se arrodilló hasta poner su frente en el rostro – ¡Perdóname por ofenderte, mi amada madre!

– ¡Hijo! ¡Tampoco hagas eso!

Huitzi se puso de pie y vistió con sus ropas reales, que le daban un toque asesino y amenazante a simple vista; muy distinto a su rostro, que estaba casi a punto de llorar.

– T-Te voy a extrañar…

– Hijo, no llores por favor. Solo te irás unos días… Voy a estar bien.

– Más les vale… – Huitzi lanzó ojos asesinos a los sirvientes que atenderían a su madre – Estaré al pendiente de todo. Quiero reportes cada 5 minutos, y si le pasa algo mientras no estoy--

– ¡Hijo! – Coatlicue le volvió a regañar – No los amenaces así. Estaré bien, no es necesario que los hagas trabajar de más.

– … Lo que tu digas, mamá. – de nuevo el rostro de Huitzi sonrió con calidez.

– Mi señor. – Yacatecuhtli, el mensajero de Aztlán, se acercó con calma a la reunión – Su carruaje ya está listo.

Huitzi de nuevo abrazó a su madre, esta vez de forma melosa sin elevarla de los suelos, y con unos cuantos besos de su parte; al terminar su despedida, el dios azteca subió a su carruaje y partió de inmediato al Valhalla para el llamado de reunión de Zeus, sin despegar la mirada de su madre hasta desaparecer en el horizonte.

Una vez se quedó Coatlicue en solitario, con los sirvientes a su disposición por parte de Huitzilopochtli, la diosa suspiró con nostalgia.

– Señora reina madre… ¿Qué le gustaría hacer?

Tras su respiración profunda, Coatlicue sonrió de oreja a oreja con calma.

– Quiero que se tomen el día libre. La madre de su rey les ordena no obedecer su orden por el día de hoy.

– Pero, Majestad… – inquirió un segundo con temblor – S-Si el señor Huitzilopochtli se entera…

– ¿Quién dice que se enterará? – Coatlicue golpeó la cabeza de aquel de forma maternal – Solo manténganse al margen con el interrogatorio que les hará al volver.

– ¿Está segura, Majestad?

– ¡Claro que si!

Todos los siervos se disculparon y procedieron a retirarse de la presencia de Coatlicue. Ahora sí estando en solitario, ella se montó en el asiento del trono de su hijo, que había ocupado su hija Coyolxauhqi así como su esposo. Pero no pensó en ello: se quitó las "medias" de plumas que cubrían sus piernas, subió los pies en los reposa brazos, y se agitó el cabello de forma salvaje.

– ¡Cómo me encanta este asiento ♡!

Un rostro que Huitzilopochtli, ni Cuahuitlícac ni Xiauhcoatl, nunca conocerían de la madre Coatlicue: su instinto juvenil, que liberaba siempre que sus hijos estaban lejos de su alcance. Siempre aprovechaba esas ocasiones para dar rienda suelta a sus caprichos y deseos.

En el primer día, la diosa se la pasó en paseo desnuda por el palacio, jugando con los muchos tesoros de su hijo como si fueran muñecos, tratando de probarse viejos vestidos de su edad juvenil, y saliendo a escondidas para cazar animales con las manos y bañarse en el lodo. Ese primer día iba perfecto, hasta que una idea nueva le llegó a la cabeza:

– ¿Qué pasaría… si viajo al mundo humano?

Coatlicue nunca había estado en el mundo de los humanos; la atención excesiva que le daba Huitzi las 24 horas del día era suficiente para socavar sus intentos de viaje en solitario.

Sin importarle estar vestida con tanta casualidad, la diosa descendió al mundo de los mortales, justamente en la jurisdicción de su hijo: México, inicios del siglo XX, en una zona agraria llena de cultivos, campesinos y pueblos.

A pesar de ser una reina, tal lugar le gustó mucho a Coatlicue: le recordaba bastante a los indicios de Aztlán. Así que, disfrazada con una capa y un sombrero de paja, comenzó su exploración en el mundo humano: campesinos y pueblerinos con aire de confianza unos con otros, aunque un olor de peligro en el aire, tal vez por los muchos policías que patrullaban las zonas, así como los disparos ocasionales a lo lejos y las discusiones entre grupos muy cerca de ella…

– El mundo de los humanos… ¡Es tan interesante y divertido!

Todo eso no era nada nuevo para Coatlicue; al contrario, ver qué el comportamiento humano era un reflejo similar al comportamiento divino, le pareció fascinante.

Todo, a excepción del suelo: estando bajo la exposición permanente del sol, el piso desnudo se convirtió una plancha digna para causar un terrible calor, incluso para la diosa que estaba descalza.

– ¡Ay…! – no pudiendo soportar más, Coatlicue fue a sentarse en una carreta cercana para revisarse los pies con cuidado – ¡Ay, esto quema mucho! No debí quitarme los--

– Oiga, ¿Quién es usted?

Una voz masculina infantil proveniente de la misma carreta detrás de ella le hizo girar la cabeza, encontrando un pequeño niño con ropas muy humildes, piel oscura y maltratada por el trabajo agrario, y un sombrero de paja en la cabeza:

El niño Emiliano Zapata.

– ¿Quién es usted, señorita? Y disculpe el atrevimiento… Pero se sentó en mi pierna.

– ¿Eh?

Coatlicue entonces sintió debajo suyo la extremidad del niño; tan apresurada se había sentado que no se había percatado de ese detalle. De inmediato se levantó y comenzó a hacer reverencias en señal de arrepentimiento.

– ¡Lo siento mucho, pequeño y lindo niño! ¡Ay…! – Coatlicue no tuvo mucho tiempo para disculparse, pues el calor la volvió a quemar; se volvió a sentar, aunque esta vez Emiliano consiguió quitarse a tiempo – Lo siento mucho, pero… El calor me quema los pies.

Zapata abrió los ojos y se acercó para ver a la diosa y sus pies rojizos por el calor de la tierra; tan solo ver su piel tan suave, lisa y brillosa, le dio una mejor idea al chico…

– Usted no es de por aquí, ¿Verdad?

– ¿Eh?

– Una verdadera mujer del campo no se quema los pies con facilidad… Siempre trae sus chanclas a la mano.

– Chanclas… – Coatlicue conocía muy bien el artefacto; ella lo había inventado y usado por milenios. Solo que está vez se había olvidado de traerlos consigo.

– Las verdaderas mujeres del campo saben que no deben meterse con el suelo, o se les quemarán las patas.

– … ¡Si, si! – asintió Coatlicue – Si tengo chanclas, pero las olvidé. De dónde vengo, casi no las uso; a fin de cuentas, se trata de bosque y selva, un sitio más fresco…

– Bosque y selva… – en cambio, Zapata no conocía esos lugares más que sus menciones en los libros que solía estudiar – Es por eso… ¿Qué su piel es azul?

– ¡Ay! – Coatlicue abrió los ojos muy sorprendida – ¡Es cierto, no me he presentado…! Me llamo Co--

La diosa estuvo a punto de decir su nombre hasta que se dio cuenta; siendo que estaba en la jurisdicción de su hijo, su nombre debía ser conocido. Si de algún modo su nombre se propagaba hasta el palacio de Aztlán, los sirvientes sufrirían un castigo de parte de Huitzi. Eso sería muy malo…

– Me llamo co… Coco. – terminó por decir, extendiendo su mano al niño.

– ¿Coco? ¡Qué nombre tan raro! – Emiliano respondió al saludo de Coatlicue estrechando su mano, y llevándose una gran sorpresa al sentir su piel:

Al contrario de lo que sus ojos veían, su piel callosa y rígida como de un obrero o campesino era al tacto suave, con una esponjosidad natural que nunca habia sentido. Era como tocar la cubierta de un bombón viejo: duro y suave; tal sensación hizo brillar las mejillas.

– Usted…

– ¿Cómo te llamas, pequeño?

– ¿Yo? ¡Yo me llamo Emiliano Zapata! – el niño se puso de pie en la carreta – ¡Yo seré el heredero de todas estas tierras, algún día!

– ¡No si no te pones a chambear! – gritó uno de los trabajadores del campo dónde se supone que Emiliano debería estar trabajando.

El grito bajó el buen humor de Emiliano y volvió a agacharse en la carrera; el término llamó la atención de la diosa mexicana.

– ¿Chambear? ¿Desde tan pequeño te ponen a trabajar?

– ¡No soy pequeño! – le corrigió Emiliano – Ya tengo 10 años…

» Pero, la verdad es que si… Mi jefe tiene muchas deudas que pagar, y no le alcanza solo a él. Por eso, mi hermano y yo trabajamos turnos para darle dinero; hoy me tocó a mi…

– ¿Y por qué no estás trabajando?

– ¡Porque es mi descanso! – Emiliano se cruzó de brazos – He visto a muchos hombres pasarse el tiempo en carretas, sentados bajo la sombra de un árbol, en medio de sus jornadas de trabajo… ¡Y a ellos les pagan! ¡A mí también deberían por hacer eso!

Coatlicue se imaginó la escena, más concretamente con su hijo; se la pasa a veces todo el día sentado en su trono, viendo a través de una ventana para ver los acontecimientos de Aztlan y de su reino, mientras los súbditos le pagaban tributo diario; el perfecto ejemplo, que le provocó una risa por lo bajo a Coatlicue.

– Eso me recuerda a mi hijo… Él también se la pasa todo el día sentado sin hacer nada. Aunque, bueno… – Coatlicue se llevó una mano a la barbilla – Mi hijo ya chambeó mucho, hace algún tiempo atrás, por lo que está bien que no haga mucho ahora.

– ¿Usted tiene un hijo? ¿¡Es de mi edad!? – los ojos de Zapata brillaron con emoción – ¡¿Puedo conocerlo!? ¡Quiero tener un amigo de mi edad, y no como los rucos que siempre veo por estar todo el tiempo con mi jefe!

Coatlicue rió hasta que una lágrima le salió del ojo.

– ¡No seas tan malo con los amigos de tu papá! Por desgracia, mi hijo también ya es mayor… – ese comentario silenció a Coatlicue por un momento – Ya es un muchacho adulto tan grande… Aunque yo lo sigo viendo como mi bebé.

Eso le recordó a Coatlicue el motivo por el que estaba allí, en el mundo humano; su hijo fuera por un viaje de negocios, y ella mostrando su lado más juvenil. Aunque estuvo disfrutando de tener todo ese tiempo a solas para ella… Recordar que su hijo estaba lejos le hizo ponerse un tanto nostálgica y volver a entrar en su papel como madre.

– ¿En serio? – Zapata suspiró con pesadez – ¡Qué mal! ¡Cuánto quiero tener amigos de mi edad! ¡Me estoy poniendo viejo sólo por estar rodeado de viejos!

– ¡Te estoy escuchando! – exclamó el mismo señor de hace un momento, provocando a Coatlicue una baja risa.

– No dudes en tener amigos mayores. Ellos te pueden pasar sabiduría y conocimiento, para tus planes a futuro… Heredar una tierra es mucha responsabilidad, y muchos tendrán sus ojos puestos en que hagas bien las cosas. Por eso… es mejor escuchar a tus viejos amigos.

– … Está bien, lo que usted diga señora Coco. En ese caso, ¿Usted quiere ser mi amiga?

– ¿Y-Yo? – Coatlicue sonrió de oreja a oreja – ¡Por supuesto que si!

« Espera… ¿Acaso me llamó "vieja"? »

– ¡Qué bien! Entonces, como buenos amigos que somos… – Zapata se levantó y saltó de la carreta al exterior – ¡Vamos a jugar, ahora!

– ¡No si primero no chambeas!

Con el grito del mismo señor vino otro reclamo, así como otro recuerdo en Coatlicue.

« Ver a este muchacho tan enérgico y sonriente, buscando la compañía de otra persona… Sip, justo igual que mi hijo Huitzi, aunque… color café y no azul. »

– En ese caso… – Coatlicue se llevó una mano a la mejilla – ¿En dónde está tu papá?

– Aquí mismo.

De entre la maleza del campo apareció el señor Gabriel Zapata de avanzada edad, revelando por medio de su voz que era aquel que tanto estaba gritando.

– ¡Señor, mucho gusto! – Coatlicue extendió su mano a Gabriel – Me llamo Coco, nueva amiga de su hijo. Es un placer.

– El placer es todo mío~ – el señor Zapata tomó la mano de Coatlicue para estrecharla y sentir su esponjosidad;ello le obligó a besar su muñeca de la mano – Mijo, ¿Por qué no me habías dicho que tenías amigas tan bonitas?

– ¡Ay! – Coatlicue se sonrojó con mucha facilidad – ¡Me halaga, señor!

« Espera… Yo ya no debería pensar en eso, ¿O si? »

– ¡Padre…! Quiero jugar con mi amiga Coco, ¿Podemos?

– Mmmmm… – el señor se pasó la mano por su escaso bigote – Dime, muchacho, ¿Cuánto has chambeado el día de hoy?

– ¡L-Lo suficiente! – Coatlicue se metió, bajando de la carreta para hablar con Gabriel pero volviendo a subirse a los pocos segundos al sentir sus pies quemados – Yo lo he visto el día de hoy; ha estado bajo el sol trabajando sin descanso.

» También me ayudó; cuando me vio en problemas por culpa de mis pies descalzos, él sólo me cargó y me trajo hasta aquí para atender mis heridas… Bajo la sombra de este árbol estaba empezando a descansar y pues…

» Las cosas se dieron: él tiene ganas de jugarlo y yo estoy agradecida con él por sus actos de servicio tan bondadosos. Así que, si nos permite, puedo pagar mi deuda de gratitud rogándole algo de tiempo de calidad y descanso con su hijo.

Todo eso… ¡Era una mentira!

El espíritu materno de Coatlicue la llevó a crear y diseñar esa mentira al instante por el chico, que estaba lejos de ser pariente suyo, para darle un momento de felicidad y diversión, justo cómo lo habría hecho muchas veces con sus hijos para evitar que sufrieran de muchas responsabilidades…

En pocas palabras, una mentira de madre para librar al niño de su trabajo.

– ¿En serio? Ya veo…

Pero no se dejen engañar… ¡El señor Gabriel Zapata, padre de Emiliano, se dio cuenta de la mentira al instante!

Él ya había visto a su hijo desde la mañana hasta aquella calurosa hora del día, y ya había visto cómo trabajaba y cómo desde hace 20 minutos estaba descansando en la carreta hasta que Coatlicue llegó y se sentó en su pierna. También escuchó gran parte de la conversación que mantuvieron, y vio que los pies de Coatlicue seguían descalzos sin solución a sus quemaduras.

En otras palabras, el padre detectó el espíritu materno para librar a su niño del trabajo. Aunque también…

« Esta mujer… Actúa igual que mi esposa. » En sus memorias de nostalgia recordó a su mujer, quien ahora se supone estaba en casa cuidando a los otros hijos; en específico, recordó un momento donde igualmente la señora Cleofas Salazar fabricó una mentira para que Emiliano no sufriera el castigo por tirar por error una vasija de barro « Es casi la misma imagen. Una señora… Una madre dispuesta a cuidar a sus hijos. »

– Así que una deuda de gratitud… Nunca había oído eso antes.

– ¡Es la nueva moda! – Coatlicue levantó un brazo en afirmacion – ¡Pagar deudas sin necesidad de dinero!

– ¡Claro que si papá! – dándose cuenta de la mentira de Coatlicue, Zapata asintió con la cabeza – ¡Es lo nuevo entre los chavos!

El señor se volvió a pasar la mano por el bigote, mirando a ambos en su complot de mentira.

– Emiliano, ¿Es cierto que ayudaste a tu bella amiga?

– ¿Con quién hablas, jefe? – Emiliano asintió con la cabeza de inmediato – ¡Es obvio! ¡Más tratándose de mi, tu hijo perfecto!

– ¡Claro que si! – rió el señor antes de dar su veredicto final – Está bien. Pueden irse a jugar…

– ¡Muchas gracias! – ambos sonrieron con emoción.

– ¡Pero…! Un par de condiciones, una a cada uno… – primero Gabriel fue a Coatlicue – Quiero a mi hijo de vuelta justo antes que se oculte el sol. Ni un minuto más, ni uno menos.

– Por supuesto que si… – Coatlicue asintió con la cabeza – Cuidaré de su hijo como si fuera mío. Haré todo lo que hace orgullosa a una madre.

– Me parece bien… – después Gabriel se volteó a Emiliano – ¡Para ti!

» Tu condición será: Qué hagas bien tu trabajo, repongas el tiempo perdido, y ya le consigas unas chanclas a tu amiga, que se sigue quemando los pies.

– ¿Eh…? ¡Si, si! ¡Claro que si!

De inmediato Emiliano fue a la carreta dónde también habían objetos perdidos; entre ellos los seleccionados fueron unas chanclas viejas que, para sorpresa de Coatlicue y el niño, le quedaron a la perfección a la diosa.

– ¡Muy bien! – Zapata tomó a Coatlicue de la mano, a manera de hijo y madre – ¡Vamos a jugar, amiga Coco!

– ¡Cómo tu digas, amigo Emiliano!

Adentrándose en el pueblo comenzaron su tarde de amistad: siendo que no tenían muchos recursos, Coatlicue decidió poner a práctica su magia divina para darle algunos regalos al chico: canicas, baraja, cuerdas, gises. Con ello aumentaron sus posibilidades para tener distintos tipos de juegos: competencia de canicas, enseñarle a Emiliano el concepto de apuesta, saltar la cuerda y pintar con gises casas ajenas.

Al final del día, la diosa golpeó la puerta de la casa de los Zapata Salazar, con el pequeño Emiliano durmiendo en brazos, justo antes que el sol se apagase en el horizonte.

– ¡Vaya…! – reconoció Gabriel cuando vio a la mujer tan puntual en la puerta – ¡Si cumple en tiempo y forma!

– ¡Claro que si, señor! Y usted debe ser…

La señora que le recibió le dio una sonrisa a manera de saludo:

– Soy la madre de Emiliano, Cleofas. Mucho gusto, y muchas gracias por traer a mi hijo.

Con el debido permiso de parte de los padres, Coatlicue entró a la casa y depositó a Emiliano en su cama para que siguiera durmiendo, llenando de asombro a todos los hermanos del niño por su presencia majestuosa.

– Con su permiso, ahora debo retirarme.

– ¿No le gustaría quedarse a cenar con nosotros?

– Muchas gracias, pero no puedo; así como ustedes, yo también soy madre de un chico que ya no es tan chico. Me gustaría volver a casa para no preocuparle demasiado…

« No importa que mi hijo esté de viaje, estoy casi segura que encontrará el modo de escaparse para darme una visita sin avisarme. Mejor volver para no preocuparle… »

– Lo pude notar… – sonrió Cleofas poniendo una mano en su mejilla – Mi esposo me contó sobre usted. Una mujer encantadora y con… cualidades de madre, como cuidar al pequeño Emiliano en todo momento.

– La verdad, es algo que no puedo controlar… No importa en dónde esté ni con quien, siempre terminó por soltar mi lado materno cuando hay niños cerca. Como si… fuera una madre y niñera para todos.

– Es algo lindo de su parte, asegurarse que ningún niño a su cuidado esté descuidado. En ese caso, me imagino que su muchacho estará muy agradecido con usted…

– … Claro que está agradecido. Cada ocasión que puede me lo recuerda… ¡A veces me gustaría que dejara de estar detrás de mí todo el tiempo!

– ¿En serio? ¡La envidio! ¡Ojalá mis hijos estuvieran aquí conmigo, en vez de querer salir al mundo y abandonar a su madre! ¡Deberías estar agradecida de tener su compañía!

– Claro que lo agradezco… ¡Pero, a veces yo como mujer me gustaría tener tiempo para mi a solas! ¡Usted debería aprovechar todo el tiempo que pueda conseguir para usted misma!

– ¡Si, si! ¡Deja que ponga un poco de café de olla!

– ¡Si tanto insistes!

Al final Coatlicue se quedó más tiempo con la familia Zapata, hablando de tantas cosas triviales con la madre y el padre como si fueran amigos de toda la vida; una de las muchas cualidades de Coatlicue era su facilidad de socializar. Esto le permitió conocer más detalles del pequeño Emiliano, como su deseo de ser el libertador de su pueblo de la opresión agraria…

– ¡Qué lindo! ¡Espero que el pequeño Emiliano lo consiga…!

La diosa terminó por quedarse a dormir y partir al día siguiente, acompañando al pequeño Emiliano al trabajo para cumplir las horas de trabajo que quedaron pendientes. Lo despidió con un beso en la frente, como una madre, un abrazo y un apretón de manos, para después darse la media vuelta…

« Creo que… Un día más no estará mal. »

Pero Coatlicue se terminó convenciendo a sí misma, para darse otra media vuelta y regresar con el pequeño Emiliano; otro día más. Más vivencias con el niño, que se convirtió en su mejor amigo, así como con la familia Zapata; siempre recordándole al pequeño que podría cumplir su sueño, e incluso podría cambiarse el nombre y darse un apodo.

– ¿Cuál apodo podría ser, amiga Coco?

– … ¿Qué tal… "Caudillo del Sur"?

– ¿En serio? ¡Me encanta!

Un apodo que a Coatlicue le recordó a su hijo presente ahora mismo en el Valhalla.

« "Caudillo del Sur"… "Colibrí del Sur"… Estoy segura ambos se llevarían muy bien. » aquel pensamiento sonrojó las mejillas de Coatlicue.

Lo que era un día más se convirtió en otro, luego en otro más, y así hasta que se dió cuenta que Huitzi llegaría a casa ese mismo día; esta vez si se fue Coatlicue del mundo humano. No sin antes una fiesta de despedida de parte de los Zapata, muchos abrazos y besos, y un pequeño Emiliano aferrado a su pierna de forma insistente; tanta despedida le recordó a su hijo antes de partir al Valhalla.

Entonces la diosa regresó a su hogar, al mismo tiempo que Huitzi entró al palacio; al ver a su madre, sin dudarlo la cargó en otro abrazo como de un peluche.

– ¡Mamá, te extrañé demasiado!

– ¡Hijo! ¡Ya te había dicho que no hicieras eso!

– ¡No puedo evitarlo cuando estoy--! ¿Eh? ¿Qué es esto?

Huitzi dirigió su atención a los pies de Coatlicue, que estaban más cerca de su rostro, y a aquellos pedazos de cuero que decoraban sus tobillos, plantas y dedos.

– ¿Estos? ¡Ah…! – Coatlicue, en cuanto fue depositada en el suelo, se los quitó de inmediato para mostrarlos a Huitzi – ¡Son chanclas!

– … ¿Qué es eso?

– Son para usar en los pies; eran populares cuando era más joven. Me pareció interesante usarlos más a menudo…

Una mentira de madre, para ocultar un regalo de su "hijo" frente a su hijo; Coatlicue se los volvió a poner y presumió con ellos, tanto el sonido en el suelo como levantando sus piernas como modelo.

¡Me encantan! Podría decirse que fueron parte de un… "Viaje místico".

Huitzi sonrió al ver a su madre tan enérgica con aquellos artefactos tan extraños; hasta que prestó atención a sus palabras.

– ¿"Viaje místico"? Te refieres a buscar entre tus memorias, y no haber salido de casa… ¿Verdad?

Coatlicue volvió a sonreír con confianza de una madre.

– ¿¡Verdad!?

– Eso es algo que solo le incumbe a mamá, jovencito.

***

Imagen especial de Coatlicue
Madre de Huitzilopochtli, Coyolxauhqi y Cuahuitlícac

***

Nota de autor: Muy buenas, mi querida gente.

En primer lugar, créditos a CyberSanty17 por la idea (aunque modificada en varios puntos), ¡Muchas gracias!

Con esto llegamos al final del especial de día de madres del 2023 (feliz) para entrar en el especial de San Valentín y próximamente al de madres 2024 (troste). Muchas gracias por su paciencia, seguiré trabajando a todo gas para terminar todos los pendientes e ir al corriente con LR.

De nuevo, gracias a todos por haber participado y leído estos especiales; me motivan al seguir adelante y no tirar la toalla aunque esté de todo menos joya (y más ahora, que he estado pasando bajos momentos emocionales UwUn't). Los quiero mucho <3

Sin más qué decir por el momento… ¡Gracias por leer! ¡Los leo en el siguiente especial!

Fecha de publicación: 18/04/24
ASFD

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