La debilidad de una diosa
- Cleopatra VII, madre de… -
Canon
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Aquella conocida como una de las reinas más famosas en la historia de la humanidad: Cleopatra VII
La mujer de origen griego que se estableció en el trono de Egipto, quien desafió el destino que los dioses habían dictaminado a su imperio. Contrariando a lo que ya estaba escrito, luchó contra la mismísima Roma para imponerse a sí misma, además de darse el título de diosa que mantuvo hasta su participación en los Campos Elíseos como representante para el segundo Ragnarok…
Aquella mujer, en realidad tiene una debilidad. No, no es la mortalidad; su más grande debilidad es…
Su familia. En especial, si es familia que ella formó con su esfuerzo.
– Muy buenos días, mi señora Cleopatra, ¿Cómo se encuentra hoy?
– No hay buenos, solo días. Y sigo fastidiada de seguir cargando con esta bolsa de agua.
– Es una pena.
– No te dije que me tengas lástima. Ven a hacer tu trabajo, o te mandaré a ejecutar.
– ¡S-Si, mi señora!
Esta debilidad era capaz de mostrar sus auténticos sentimientos; después de haber dado a luz a su primogénito Ptolomeo XV, o mejor conocido como Cesarión, se dio cuenta que su peor faceta eran los 9 meses que duraba su estado de madre embarazada.
Una faceta que ahora más que nunca saldría a la luz, cargando en su vientre a sus hijos gemelos que había tenido con su amante de Roma; ya faltaban pocas semanas para que se le cumpliera el tiempo, pero cada día se volvía más eterno que el anterior.
Recostada en su diván, dentro del palacio de la realeza, era atendida todos los días por las mejores sirvientas del palacio, en especial parteras en caso que el nacimiento fuera espontáneo; eran los momentos en donde mostraba más de ese carácter de reina arrogante y malhumorada:
– Todo debe estar impecable.
– Si mi señora.
– No me importa si me la paso todo el día acostada aquí, ¿Me oíste? Quiero todo en su lugar, impecable y limpio.
– Si mi señora.
– ¡Quiero cada minúsculo mueble de este maldito palacio limpio y sin nada de polvo!
– Como usted ordene, mi señora.
– ¿¡Me estás dando el avión, maldita esclava!?
– Absolutamente no, mi señora.
– ¡¿Entonces que haces aquí!? ¡Vete a trabajar, a limpiar todo, ahora!
– S-Si mi señora. – en cuanto terminó de dar sus masajes musculares para aliviar sus dolores en hombros, la sirvienta salió corriendo de la habitación.
Otra sirvienta, que era partera, revisó minuciosamente los movimientos del enorme vientre hinchado de su reina así como sus zonas íntimas para dar un veredicto.
– No ha presentado contracciones todavía, y tampoco ha dilatado. Lo siento, mi señora pero todavía no es tiempo del parto.
– Me lleva un carajo… – suspiró Cleopatra con mucho cansancio.
– Los gemelos suelen ser hijos más exigentes en cuanto a sus cuidados prenatales. Es normal que se sienta así.
– No me importa si es normal… Ya los quiero fuera de mi cuerpo.
– Me temo que eso deberá esperar todavía unos días más.
– Ugh… qué fastidio. – Cleopatra hizo crecer un aura de malhumor que sería capaz de arrasar con cualquiera.
– No se preocupe, mi señora, que de inmediato le tendré listo un baño de burbujas para calmar sus molestias.
– … Bueno, eso… Supongo que es bueno…
– Eso se oye interesante… ¿Podría participar yo también?
De repente una voz masculina llamó la atención de las sirvientas así como de la propia Cleopatra: Marco Antonio, uno de los gobernantes más importantes de Roma.
Pero aquí tenía otro papel: era él aquel amante que había embarazado con gemelos a la actual reina de Egipto. Con una cálida sonrisa, se hizo paso entre las sirvientas para tomar asiento junto al diván de la hermosa egipcia embarazada.
– ¿Cómo te encuentras cariño?
– Del carajo.
– Me entristece escuchar eso.
– No me des tu lástima.
– No lo hago… – Marco Antonio acercó una de sus manos para intentar acariciar la cabellera de Cleopatra – ¿Alguna vez te he dicho lo--?
Pero la mujer le dio un manotazo para apartar su mano y, sin dejar que nadie lo hiciera, ella se aduló a sí misma.
– ¿Lo hermosa que me veo? ¿Lo preciosa y divina que me veo con esa figura, sin contar la enorme panza? ¿Lo bellos que son mis ojos, lo dulces que se ven mis labios, y lo melodiosa que es mi voz?
» Seh… Todo eso ya lo sé… Y todo eso ya me lo has dicho. Si no tienes otra cosa que decir, preferiría que me dejes sola para tomar mi baño e irme a dormir.
Marco Antonio suspiró por lo bajo al ver su mal humor, que todavía no se acostumbraba, hasta que una idea llegó a su mente:
– … ¿Alguna vez te he dicho lo sexy que te ves estando embarazada?
Esas palabras provocaron los sentimientos de Cleopatra…
¿Un mal golpe hacia su orgullo femenino o divino? No, claro que no. Sino como… si fuera una provocación. Un desafío hacia la mujer más sensual de Egipto y Roma…
– Todas fuera de aquí, ahora.
Sin pensarlo más de 2 veces, las sirvientas asintieron y dejaron de lado sus quehaceres, para salir de la habitación, cerrar las puertas tras de sí y dejar en soledad al par de amantes; Cleopatra VII se acomodó mejor para encarar a Marco Antonio.
– ¿Es cierto?
– Claro que lo es.
– ¿Qué tan cierto? Demuéstralo.
– Veamos…
Marco Antonio tomó asiento junto al diván de Cleopatra para estar más cerca de ella; puso una mano en su barbilla para pensar mientras devoraba con la mirada a la reina egipcia.
– … ¿Acaso estás aprovechado el momento para posar tu pervertida mirada en mi?
– En parte si… Pero estoy pensando más bien por dónde empezar… Y creo que ya sé.
El hombre romano extendió una mano para acariciar las piernas de Cleopatra con toques suaves y seductores, recorriendo desde sus tobillos hasta los muslos de forma tan lenta que la piel se erizó.
– Estos de aquí, se siguen viendo fuertes y vigorosos… Suaves y delicados a pesar del gran peso que cargas. Sabes que me encantan estas piernas; son mi parte favorita de ti.
– … Lo sé. Por eso las sigo cuidando.
– También aquí… – con un suave roce de dedos, Marco llevó su mano hasta los brazos de Cleopatra, haciendo un recorrido similar desde la muñeca hasta los hombros – Estos brazos se hacen más fuertes, pero al mismo tiempo son tan suaves y delgados…
» Me encanta cada vez que estos me rodean para besarme, abrazarme, o no dejarme ir cuando lo estamos haciendo… Y ahora con ellos cargas tu vientre de vez en cuando…
– Lo sé, lo sé… Estos son de mis favoritos, y por los mismos motivos…
Cleopatra extendió su mano para tomar del cuello a Marco Antonio y acercarlo más a ella; el hombre siguió con su descripción, pasando ahora a tocar los pechos hinchados de la reina egipcia.
– También me gustan estos… Mejor dicho, me encantan estos. Esos pechos serán la fuente de alimento de nuestros próximos herederos… Serán grandes y fuertes tomando de aquí todos los días.
– No es exclusivo su uso para un par de mocosos… – sonrió Cleopatra mientras una de sus manos acariciaba la mejilla de Marco – También puedes tomar de ellos, para ser grande y fuerte…
– Gracias por la oferta… Pero, de todo esto… Mi parte más favorita de ti es… Esta.
Marco Antonio bajó su mano para rodear el vientre hinchado de la mujer.
– Este es el lugar… Donde está creciendo el fruto de nuestro amor. Donde nuestros herederos, aquellos que gobernarán toda Roma y todo Egipto, están creciendo…
» Crecen y se alimentan día y noche por su hermosa madre… Son cargados por tu fuerza, amados por tu corazón, y están dentro del cuerpo que tanto me fascina y encanta…
» No importa lo que creas de ti, o cómo te veas… Este cuerpo sigue siendo mi más grande adicción.
– … ¿Lo dices en serio?
– Más que en serio.
Marco Antonio no pudo resistir más la tentación hasta besar a Cleopatra, lo mismo que ella quien ya estaba determinada a tener su momento especial con el hombre desde que se apareció.
El hombre se subió en el diván mientras ella tomaba posición para recibirlo por completo; rápidamente ambos se comenzaron a quitar ropas: ella arrancó las prendas romanas de su amante mientras que él se dedicó con cuidado a retirar las faldas egipcias de la reina, empezando por sus piernas para poder tocarlas y sentirlas todo lo que pudiera…
– ¡Mamá…!
Un golpe repentino de la puerta provocó una ruptura de la situación erótica entre ambos, causada por el primogénito de Cleopatra en su anterior relación sentimental, perseguido por una asustada sirvienta.
– ¡Joven Cesarión, no puede estar aquí!
– Pero quiero estar con mi… ¿¡Mamá!?
El joven de tan solo 7 años fue erróneamente espectador del momento íntimo de su madre con su amante, quienes tardaron un poco en darse cuenta que estaban siendo descubiertos, pero en pocos instantes recuperaron la compostura y se alejaron uno del otro, mientras que Cesarión era sostenido por la sirvienta.
– … ¿Mamá? ¿Qué estabas haciendo con… con él?
– ¡Nada, joven Cesarión! Cosas de adultos que tú no entenderías… – de inmediato la sirvienta se llevó al joven hacia la salida – Lo siento mucho por interrumpir, mi señora Cleopatra, pero ya sabe que--
– No… Está bien. No te lleves a mi hijo, deja que venga conmigo.
La sirvienta obedeció y dejó ir al joven Cesarión, quien con pasos cautelosos llegó hasta el regazo de su madre quien se estaba acomodando su vestido casi arrancado de su sitio.
– Dime, mi niño… ¿Qué pasa?
– Eh… No creo que sea… importante.
– Cualquier deseo de mi hijo es lo más importante para mi, así que… Dime qué ocurre.
El joven asintió y tomó asiento junto a su madre, muy cerca de su vientre hinchado, para extender su deseo:
– Es que… No he estado con mamá desde… Desde hace un largo tiempo. Yo quería estar… estar contigo…
Cleopatra se enterneció en gran manera y acarició la cabeza de su primogénito.
– Lo siento mucho, mi pequeño… Sabes que he estado ocupada con este embarazo.
– Si, lo sé… Por culpa de ese hombre… – aquel comentario salió junto con una mirada de pistola que el joven direccionó a Marco Antonio, quien solo pudo acomodar lo mejor posible sus ropas rasgadas.
– Eh, yo… – un tanto incómodo por el ambiente, el romano se levantó de su sitio – Creo que ya no soy necesario aquí--
– Tú, siéntate.
Ante la amenaza de Cleopatra, mucho más terrorífica que la mala mirada de Cesarión, el gobernante romano obedeció casi de inmediato; entonces la mujer extendió una de sus manos para tomar a Antonio del hombro y acercarlo a ella.
En ese momento su corazón se conmovió lo suficiente para darles a su amante y su primogénito un pequeño monólogo que expresase sus sentimientos a flor; en el tiempo de embarazo no solo era más irritable, sino que Cleopatra también era muy sentimental:
– ¿Alguna vez les he contado cuál es mi mayor debilidad?
– ¿Eh? ¿De qué hablas, querida?
– ¿Debilidad? ¡Eso es imposible! ¡Mamá es la más fuerte del mundo!
Cleopatra sonrió de lado junto a una risa un poco risueña.
– Si, es cierto… Yo soy una mujer fuerte, que aprendió a ser fuerte… Pero, no siempre es así. Yo también soy… soy una humana… Una humana que es débil. Por ejemplo, tal vez algún día muera…
– ¡No es cierto mamá! – Cesarión se volteó a su madre con los ojos llorosos – ¡No digas esas cosas! ¡Mamá es una diosa que nunca morirá!
– … Si, estoy en proceso de eso… – Cleopatra le guiñó un ojo – Ten por seguro que mami será una diosa hermosa… Pero por ahora, eso no es así…
» Todo por mi gran debilidad, que no es la muerte. Mi verdadera debilidad… son ustedes, mi amada familia. No… Aún si fuera una diosa, estoy segura que ustedes seguirían siendo mi gran debilidad…
» Los amo a ustedes con todo mi corazón. No importa si se trata de mi primogénito que no he visto por muchos días, de mi querido que me ha dejado con este difícil y agotador embarazo… Incluso si se trata de alguien que ya se ha ido, como mis padres o mi hermano…
» Todos ustedes forman parte de mi familia, y ocupan el primer puesto en mi corazón. Los amo por sobre todas las cosas, por encima de cualquier corona humana o divina…
» Quiero que sepan eso, que… Sin importar lo qué pase, cuándo pase y cómo pase, ustedes siempre estarán presentes en mi corazón y en mi mente… Grabados en el interior de mi alma, hasta el fin de los tiempos. Cualquier cosa que ocurra, sin importar lo malo que sea, ustedes siempre estarán conmigo~
Marco Antonio se conmovió mucho por las palabras de su amante, mientras que Cesarión estaba llorando sin control.
– ¿Por qué dices eso mamá? ¿Te está pasando algo malo? ¿¡Mis hermanos te están haciendo daño!?
– ¿Qué? ¡No, no! – Cleopatra volvió a reír con diversión – ¡Claro que no me pasa nada malo! Es solo que verlos a ustedes juntos, aquí conmigo… Me dio inspiración para expresarles los sentimientos de mi corazón. Espero que esto ayude a que se lleven mejor…
– ¡Si, si, mamá!
Cesarión aún llorando abrazó a su madre, mientras que Cleopatra le guiñó un ojo a Marco Antonio, como si se hubiera enterado de los celos de su hijo y ahora mismo le hubiera dado un poco de apoyo.
« Ya veo… Supongo que le tendré que agradecer adecuadamente más tarde… » Marco Antonio no pudo evitar sonreír un poco feliz.
– ¡Mamá…!
– ¿Eh? ¿Qué pasa?
– Mis… ¡Mis hermanos! ¡Pude sentir a mis hermanos!
Cleopatra sonrió un poco, para después recostarse por completo en el diván y levantarse la ropa que le vestía el tronco del cuerpo, de forma que su vientre quedó expuesto en su totalidad.
– Ven aquí, mi niño… – Cleopatra extendió una mano a Cesarión, quien le devolvió el gesto con una de sus pequeñas manos – Veamos…
Entonces la mujer egipcia posó la palma extendida de su primogénito sobre su enorme vientre, haciéndole palpar repetidas veces por toda la superficie de su piel desnuda…
Hasta que el pequeño sintió un pequeño bulto en la parte superior muy cerca del pecho; eso le hizo brillar sus ojos al mismo tiempo que Cleopatra sonrió.
– ¿Sientes eso?
– Si… Lo puedo sentir mamá. Es… algo duro…
– Ese es uno de tus medio hermanos. Es una niña… ¿Cómo te gustaría que se llame?
– … ¿Qué tal tu mismo nombre…? ¡Tu nombre me gusta mucho, mamá!
– Está bien. En ese caso, se llamará… Cleopatra…
La mujer siguió moviendo la mano de su primogénito hasta llegar a la parte interior de su vientre; en esa zona una patada un poco fuerte arremetió en la piel, de modo que Cesarión retiró su mano de golpe mientras que Cleopatra hizo un gesto de dolor.
– Él… ¡Me pateó! – Cesarión puso mala cara – ¡Uno de mis hermanos pequeños le pegó a mi madre y a mi!
– Ese es… El otro de tus… medio hermanos… – suspiró Cleopatra por lo bajo mientras se acariciaba el vientre para aliviar el dolor – Supongo que… él es el niño.
– Tanto vigor y fuerza desde pequeño… Me gustaría pensar que él es niño. – bromeó Marco Antonio mientras se acercaba a Cleopatra para tomarla del hombro – Creo saber cuál es el nombre indicado para él…
» ¿Qué te parece Alejandro?
Cleopatra volteó a su amante con una sonrisa suave en sus labios.
– ¿Lo dices por ya sabes quién?
– Claro que si… Después de todo, ese hombre es tu héroe favorito.
– ¡Si, me gusta! – Cesarión exclamó con los brazos en alto – ¡Qué se llame igual que el héroe favorito de mamá! ¡El gran Alejandro Magno!
– Parece que los 2 me conocen tan a la perfección… – sonrió burlonamente Cleopatra – Tienen razón… Ese será el nombre de nuestro segundo hijo…
– Nuestra familia… – Marco Antonio abrazó a Cleopatra por su espalda para darle unos dulces besos en su cuello y mejilla, no sin antes ganarse miradas celosas de parte de Cesarión.
Después de esa sesión de embarazos, Cleopatra ordenó el regreso inmediato de sus sirvientas para conseguir ropas adecuadas a Marco Antonio y así llevar a cabo su siguiente plan: tener un día como una familia normal.
En Egipto, la tierra que Cleopatra se encargó de convertir en una auténtica ciudad divina, siempre había cosas qué hacer; no fue la excepción para ellos. Tomar un paseo sobre el río Nilo para contemplar a los poderosos cocodrilos que tomaban sol, Pasar entre la gente del pueblo para recibir sus halagos y algún regalo para el joven Cesarión, descansar en las praderas con la puesta del sol…
Estando ahí, Cesarión se quedó dormido sobre el pasto mientras Cleopatra y Marco Antonio coqueteaban como si fueran un par de adolescentes.
– ¿Lo que dijiste antes era verdad?
– ¿Cuál de todas las cosas que he dicho sobre ti, mi amada reina?
– Sobre… Mi cuerpo en estos tiempos de embarazo… Este cuerpo que se ha vuelto una bola de carne.
– … Claro que si… – rió Marco Antonio por lo bajo, mientras una mano posaba sobre el vientre hinchado de la reina y otra mano en su mejilla – Claro que es verdad…
» No importa si estás en este estado que te disgusta, o si estás en la corona siendo la diosa que eres… En todas tus facetas, en todo lugar y en todo momento… Tú eres la más hermosa.
– … Gracias, aunque… eso ya lo sé.
– Si, sé que lo sabes… Pero me encanta decírtelo todo el tiempo…
– … ¿Y si mejor te callas y usas esa boca para callarme?
– Como digas…
Marco Antonio volvió a besar con gran pasión a la reina egipcia, aunque esta vez de forma moderada siendo que Cesarión estaba muy cerca de ambos; después de algunos segundos, se separaron para tomar aliento, y en ese momento…
– … Yo… Tengo que irme… de vuelta a Roma…
– ¿Tan pronto? – Cleopatra sonrió con malicia – ¿No quieres que tu diosa favorita te lleve a las nubes esta noche?
– … Ha habido algunos problemas en Roma, en especial con Octavio y su hermana… Tendré que ausentarme bastante tiempo. Tal vez algunos meses… o tal vez un par de años…
La sonrisa de Cleopatra se borró por un segundo, para después posar sus brazos sobre el cuello de su amante.
– … Está bien. Yo… Te voy a esperar hasta entonces.
– ¿Estás segura? ¿Aunque tenga que hacer una familia con Octavio, para seguir con las apariencias?
– … No me gusta eso, pero… Entiendo que es por nosotros. Para que tú y yo… Para todos nosotros tengamos un mejor futuro… Un futuro que solo nosotros podamos gobernar.
» Además… Estoy seguro que no hay ninguna perra en este mundo que sea superior a mi… Así que no importa si te formas otra familia, nunca será mejor que la mía… Que la nuestra.
– Eso es mucha confianza en tí misma… Me encanta~
Cleopatra sonrió aunque en su expresión también había algo de rabia e impotencia característico de ella; pensar que su amado tendría que estar con otra mujer solo para mantener el perfil bajo y evitar que Octavio encabezara un ejército contra Egipto… Le dolía profundamente en el corazón.
Pero el mayor alivio para ella era saber que durante todo ese tiempo estaría cargando con el fruto de su amor; ya llevaba haciéndolo durante varios meses, y estaría dispuesta a hacerlo en resto de sus días.
– Todo sea por nosotros.
– Si, mi amada reina… Todo sea por nosotros.
De nuevo se dieron un beso aunque este fue más corto que el anterior; tras ello, se levantaron del pasto, ayudados por los siervos que estaban a disposición de la reina para cualquier emergencia, y junto con Cesarión, dormido y cargado en brazos de un esclavo, volvieron al palacio real.
– Supongo que esta es nuestra despedida… – Marco Antonio tomó la mano de Cleopatra para besar su palma – Debo estar en Roma mañana muy temprano para una junta--
Pero Cleopatra, haciendo uso de sus dotes especiales de fuerza sobrehumana, apretó la mano de Marco Antonio lo suficiente para no dejarlo ir.
– ¿Crees que esa es una despedida digna para mi? – Cleopatra le sonrió de forma coqueta y maliciosa – Tendrás que darle una digna ofrenda de amor a esta diosa, y no podrás irte hasta que esté satisfecha ~♡
Marco Antonio no pudo evitar sonreír mientras sus mejillas tomaban mucho color de pasión.
– … Como usted diga, mi reina y mi diosa…
Esa fue la ultima noche que pasarían juntos Marco Antonio y Cleopatra, envueltos en sus pasiones carnales hasta que la luz del sol matutino entró en su habitación para bañar de calor sus cuerpos desnudos; su última noche juntos, hasta su unión oficial poco antes de la guerra contra Roma en el año 31 aC.
Durante unos 3 años, Marco Antonio tuvo una familia falsa con Octavia, hermana de Octavio, aunque en sus memorias siempre se mantenía viva la imagen de su reina egipcia…
Y fue en ese tiempo que Cleopatra dio a luz: mellizos de cada sexo, niño y niña, ambos fuertes y con los rasgos tanto de su padre como de su madre. A pesar de que la crianza en solitaria le fue difícil aún con todos los sirvientes a su disposición, Cleopatra no replicó ni se quejó sino que con mucho esfuerzo crió a aquellos pequeños niños.
De hecho, los malestares y su mal carácter del embarazo desaparecieron, como polvo arrastrado por el viento, en cuanto sus brazos tocaron a ese pequeño par de mellizos; otro motivo por el cual ella lucharía hasta el final. Para proteger a esa amada familia que había dado a luz…
Con el regreso de Marco Antonio, por fin pudo conocer a sus mellizos de 2 años; fue entonces que el gobernante romano les otorgó sus segundos nombres: para Alejandro, Helios, o sea "Sol", y para Cleopatra, Selene, o sea "Luna".
Así fue como los mellizos heredarían la voluntad divina de sus ambiciosos padres…
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Imagen especial de Cleopatra VII
Madre de Alejandro Helios y Cleopatra Selene
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Nota de autor: Muy buenas mis queridos Ragnabrothers
¡Primera publicación de este año 2025! Y en este libro, donde quiero avanzar más por todos los pendientes que tengo aquí sin hacer XD
Y con este especial de madres que me tenía estancado (en especial por Cleo, toda loquita y toda traidora que no tenía ni la menor idea de cómo hacer su especial para que sigan teniendo su amor-odio con ella jsjsjsjs), pero por fin pude escribirlo. Hora de avanzar con la siguiente mami UwU
No tengo mucho más que decir, solo que disfruten de la traidora ahorita antes de que le toquen sus madrazos con Zapata (joder alguien enviele un poco de guión a Cleop para que la madriza no le caiga tan feo ajsjsjs), así que…
Sin más que decir, ¡Los leo en el siguiente especial!
Fecha de publicación: 06/01/25
ASFD
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